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martes, 5 de febrero de 2019

La ciudadela

Título: La Ciudadela.
Autor: Manuel Jurado López.
Editorial: Fundación Colegio del Rey.
Año de publicación: 1993 (1ª edición).
Colección: Alcalá - Poesía.
Nº de volumen en la colección: 18.
Género: Poesía.
ISBN: 84-87153-53-4

Manuel Jurado López nació en Sevilla en 1942. Este profesor de Lengua y Literatura es también traductor, y en estas tareas en realidad lo que es, es escritor de poesía y prosa. No se puede decir que sea un poeta afincado en Alcalá de Henares. Tanto por nacimiento como por la índole de sus innumerables premios, como por haber sido codirector de la colección sevillana de poesía Dendrónoma y codirector de la Antología General Andaluza,  es un poeta andaluz. Más aún, el Ministerio de cultura le concedió en 1990 una ayuda a la creación literaria, y la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía le dio una beca entre 1991 y 1992 para estudiar poesía suiza en la Universidad de Lausanne, en Suiza. Él comenzó a publicar libros de poesía y de prosa desde 1978. Su primer título fue Piedra adolescente. Con esta tarea continúa con una innumerable cantidad de títulos y de premios. Su libro más reciente es de 2017, El calígrafo de Palmyra. Hay entre su primer libro y el más reciente algo más de medio centenar de títulos, literalmente tiene algo más de cincuenta títulos publicados. Muchos de esos títulos son objeto de premios, algunos de gran prestigio. Es uno de los poetas españoles del último cuarto del siglo XX y comienzos del XXI más reconocidos, aunque también de nombre discreto en el conocimiento popular. El premio más prestigioso que ganó fue el Premio Adonais, en 1992, por su libro País de invierno. Su aparición en nuestras notas se debe a que dos de esos premios son ni más ni menos que Premios Ciudad de Alcalá, y publicó a través de ellos dos de sus libros. Se trataría del Premio Ciudad de Alcalá de Narrativa por Olvida Paros, en 1991, y el Premio Ciudad de Alcalá de Poesía por La Ciudadela, en 1992. Con lo que es un autor también relacionado con la ciudad complutense, que le reconoció, le premió con su máximo galardón y ayudó a su carrera publicando dos de sus obras. Hoy hablaremos de La ciudadela, de poesía.

Como libro premiado fue publicado por la Fundación Colegio del Rey dentro de su colección dispuesta al efecto de estos premios, Alcalá-Poesía. Fue el número 18. Como el premio lo recibió en 1992, el libro se editó y publicó en 1993. Con las cubiertas ya clásicas de papel verjurado y solapas. Tenía por ilustración un detalle del fresco de Florencia en el Medievo, que se encuentra a la Loggia del Bigallo, en la Colección Scala. Es uno de los premios más acertados de esta colección. 

El poemario usa simbología que remite constantemente a escenas medievales. Pinta, por así decirlo, escenas medievales, que son en realidad alegorías y símbolos de lo que sería el exilio interior ante un deseo de libertad personal libre de las ataduras de la sociedad establecida, el cual termina en derrota constante y de ahí la resignación y el exilio interior. 

Falsa fue la sangre en tu costado, lo sé ahora,
y mi beso tembló por el veneno.
(...)

O bien:

Dentro de la muralla permanece el olvido,
los búcaros de esmalte donde ensayan las rosas
su papel de abandono. Los incendios voraces
en la agreste espesura abatieron los álamos.
Si violentas las guerras que arrasaron 
los campos, más violentas
las paces que aniquilan sin tregua
los presuntos delirios.
Si se alza el viento como castillo alado,
las aves reconocen su antiguo patrimonio
tejido en los tapices.
(...)

Contiene innumerables pasajes épicos, quizá más relacionados con una poética europea contemporánea que la que se dio en España. Es por ello una bella flor en nuestra literatura, tan desacostumbrada a poemas tan perfectamente pensados y construidos dentro de una estética y unos modos que no suelen ser los que gustaba fomentar a los editores españoles para los autores españoles. 

Eso sí, demuestra un conocimiento léxico altamente culto tanto también de la poesía y del motivo central que mueve el libro: la escenografía épica medieval como metáfora de las esperanzas y catástrofes personales del tiempo actual. Es una poesía culturalista, pero de lenguaje asequible a cualquiera (pese a su riqueza culta), no tanto así quizá algunos pasajes descritos. Gusta mucho el autor en usar frases breves partidas por la mitad con comas que dan paso a su contrarréplica rítmica e incluso como giro contrario a la primera idea que nos lanza. Abunda en esto las gradaciones y degradaciones escalonados con comas en una misma oración.

Nacido de tu sueño, el cerezo crece, se agiganta
alza sus ramos, la muralla acaricia, puja
por alcanzar el lecho donde aún yace tu sombra.
(...)

Le gusta mostrar su conocimiento de los recursos y las repeticiones efectistas. Leeremos aquí una gran cantidad de epanadiplosis, anáforas y aliteraciones, lo que le da a todo música, ritmo y sobre todo nos remarca lo que desea colocar como punto central de reflexión. A esto se ayuda alterando las construcciones sintácticas, y en esto se ayuda con el recurso a la copa de vino en la soledad de su casa como solución y escape, sin lucha, y por tanto sin victoria, ante cuestiones de la vida ante las que se cree vencido, sea por ejemplo creer perdido de antemano a la amada como causa de sus experiencias en la vida.

Doncella toda rubia la tarde de verano, doncella
de opulentos trigales y empavonadas parras. Doncella
de altas cumbres garridas, emboscada y oscura. Doncella
de castaños frondosos, columnas de los muslos. Doncella
(...)

A menudo es algo críptico y oscuro, tanto es así que suele comenzar muchos de sus poemas narrativos de alguna situación con esta situación ya comenzada. No explica su origen y simplemente nos deja correr la imaginación y nuestras propias respuestas. Es un libro altamente sugerente de imágenes y podría ser pasado a lienzos, aunque lo que lanza emocionalmente es más complejo de explicar, ya que ahonda en una resignación de derrota, pero también en un mundo oscuro dentro de nosotros mismos, como el de la doncella que estando encerrada en un precioso castillo, es cárcel de sí misma al no relacionarse con ninguna otra persona que no sea la del entorno que no la contradice. Pero cierro esta reseña con uno de estos poemas que hacen de este libro un algo bello y extraño, quizá con reminiscencias románticas del neogoticismo del siglo XIX, pero con un toque postmoderno de las últimas décadas del siglo XX cuando menos más que interesante.

Huele el mercado a aceites de Tharsis y Palermo,
a vino de Fenicia y fruta de Nador,
y a escama de pescado que envicia el aire limpio.
Desde los arrabales llega el rumor del lago.
El perfumista ofrece exóticos aromas
de Esmirna o de Estambul.
Los magos orientales pregonan bebedizos
para avivar el fuego de mustios amadores.
Recorren los soldados las callejas vecinas,
registran subterráneos, anaqueles y sombras,
desnudan sus espadas, imponen el prestigio
de una muerte violenta.
Alguien grita y, de pronto,
huele el mercado a sangre familiar e inocente.

Todo un poema oscuro y críptico, de extraña épica violenta que en pleno 2019 nos podría transportar al mundo de las novelas de Juego de tronos escritas por George R. R. Martin, pero que de fondo contiene, como el resto del poemario, algo más, un mensaje más allá. Nada en estos versos es gratuito y requieren y piden reflexión a aquel que quiera comprender más allá de narración de una escena. Un poético juego culturalista tan serio como laberíntico

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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