Título: Diego Valor.
Autores: Enrique Jarnés Bergua "Jarber" (guión) y Adolfo Álvarez-Buylla (Adolfo Buylla) y Braulio Rodríguez Ferrán "Bayo" (ilustradores) de la 1ª, 2ª y 3ª época; Andreu Martín (guión), Daniel Acuña (portada) y Enrique Ventura (ilustración) de la 4ª época.
Editorial: Cid (1ª, 2ª y 3ª época); López (álbum de cromos de 1956); Ibercómic (reedición de 1986); EDT / Martín-Ventura (4ª época); UNIA (álbum de reedición de 2014).
Año de publicación: 1954-1956 (1ª edición de 1ª época); 1957-1958 (1ª edición de 2ª época); 1963-1964 (1ª edición de 3ª época); 2013 (1ª edición de 4ª época, abierta a la posibilidad de editar más aventuras nuevas en el futuro o reediciones de las antiguas.)
Género: Cómic.
ISBN/ISSN: [En los cómic de los años 1950 y 1960 no hay ISBN, se podría pensar que por ser una publicación periódica le corresponde un número ISSN, pero tampoco lo tenían; en las reediciones en formato libros, novela gráfica, reediciones en tomos, volúmenes de enciclopedia de cómics, etcétera, que se hicieron a partir de los años 1980 en adelante, cada uno contiene su ISBN y títulos genéricos o específicos de una aventura o varias, en esta modalidad se puede consultar en los catálogos de la Biblioteca Nacional de España y en las bases de datos del ISBN del Ministerio de Cultura; para consultar datos específicos de las revistas sueltas originales es recomendable consultar las bases de datos de Tebeosfera.]
ISBN/ISSN: [En los cómic de los años 1950 y 1960 no hay ISBN, se podría pensar que por ser una publicación periódica le corresponde un número ISSN, pero tampoco lo tenían; en las reediciones en formato libros, novela gráfica, reediciones en tomos, volúmenes de enciclopedia de cómics, etcétera, que se hicieron a partir de los años 1980 en adelante, cada uno contiene su ISBN y títulos genéricos o específicos de una aventura o varias, en esta modalidad se puede consultar en los catálogos de la Biblioteca Nacional de España y en las bases de datos del ISBN del Ministerio de Cultura; para consultar datos específicos de las revistas sueltas originales es recomendable consultar las bases de datos de Tebeosfera.]
De entre todas las obras que giran en torno a Alcalá de Henares, ya por su autor o porque tenga que ver en personajes, escenarios u otro aspecto inspirador o estético, una de las más peculiares tuvo bastante repercusión popular a nivel estatal y causó un auténtico fenómeno de masas con seguidores infantiles, juveniles e incluso adultos en las décadas centrales del siglo XX. Se trató de un cómic llamado Diego Valor. Inicialmente fue un serial radiofónico nacido en Cadena SER en 1953 y que tras mil doscientas emisiones diarias dio su fin en 1958. Su autor era Enrique Jarnés Bergua, "Jarber", aunque la voz la ponía Pedro Pablo Ayuso. El éxito llevó a la emisora y al autor a iniciar un proceso de lo que hoy día llamaríamos mercadotecnia. Lo cierto es que era algo bastante avanzado para la época. España vivía aún de una postguerra y una pobreza extrema desde 1939 y aún en 1953 estaba intentando salir del aislamiento internacional al que se vio sometida por tener un régimen fascista y que, para ese 1953 comenzaba a dar unos primeros frutos con pactos con Estados Unidos de América y El Vaticano, debido a cómo jugaba sus cartas en plena Guerra Fría. El resto del mundo había salido de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Europa estaba arruinada y el Plan Marshall había comenzado a ser una realidad en 1947, pero sus efectos se empezaron a notar a partir de los primeros años 1950. Es la etapa en la que el bloque Occidental decide frenar al Soviético promocionando el estilo de vida americano y aumentando el Estado del bienestar y las políticas sociales. En ese contexto, en los años 1950 comienza una recuperación y con ella una cultura de masas nueva que revolucionará y cambiará totalmente a todas las sociedades del mundo. El blues se acelerará en Estados Unidos, que a la vez producirá innumerables películas de ciencia ficción y de superproducción y del Oeste, se llegará al rock and roll, a una segunda edad dorada del cómic anglosajón, a la expansión del televisor, a la democratización del uso del automóvil, etcétera. Todos estos procesos llevaran consigo el germen de nuevas formas de publicidad y de vender un producto y asociar otros productos a productos culturales para aumentar las ventas en torno a un fenómeno mediático, pues los fenómenos mediáticos también ahora comenzarán a fabricarse en todo su esplendor que hoy día tenemos como algo normalizado. Todo esto se irá perfilando a lo largo de los años 1950 y 1960, pero en España el proceso no vendrá de una manera lógica del funcionamiento del bloque Occidental, básicamente formado por democracias capitalistas, ya que España vive inmersa en una dictadura autárquica y nacionalcatólica con férrea censura y represión social. En España todo producto cultural debía ser controlado y limitado a los valores del Movimiento en torno al general Franco. Todo ese fenómeno de masas que irá naciendo en el resto de Occidente irá llegando a España poco a poco y, en general, traído de o imitado del resto de Europa o de América. Por ello, que en 1953 el serial radiofónico de Diego Valor diera paso a uno de los primeros fenómenos de mercadotecnia es algo que ya de por sí nos habla tanto de su influencia social como de su capacidad innovadora en una España no tan acostumbrada en 1953 a este fenómeno de relacionar productos comerciales y atarlos a un producto cultural.
En 1954 Jarber saca sus guiones en cómic con los ilustradores Adolfo Álvarez-Buylla (Adolfo Buylla) y Braulio Rodríguez (Bayo). Editarán con la Editorial Cid, una editorial de prensa infantil y juvenil con unos valores conservadores aceptables para el régimen. No es un dato baladí. La prensa infantil y juvenil estuvo férreamente controlada por el franquismo. Así por ejemplo, la revista TBO aglutinaba ahora a creadores que habían participado de publicaciones infantiles sacadas por Falange y por los carlistas, mientras que por ejemplo El Gato Negro, editorial que era republicana y tenía como personaje de éxito a Pulgarcito, tuvo que cambiar su nombre a Editorial Bruguera, cuyos hermanos dueños (el padre ya no estaba) cambiaron a un aparente estado de mentalidad franquista (a pesar de que uno estuvo en un campo de concentración) y contrataban a personal que había sido republicano o que era de izquierdas, y a pesar de que eran leoninos y cuestionables como empresarios por el mal trato en sus contratos a los trabajadores, fueron paradójicamente refugio de todo creador de cómic que íntimamente eran perseguidos por sus ideas. Así es, Escobar, Víctor Mora, Giner, Vázquez, Francisco Ibáñez, y otros estaban en estas circunstancias.
En los años 1950, además, no se edita una serie de un personaje, sino aventuras sueltas de un personaje, pues todas pasaban censura, el truco estaba en poner más grande el nombre del personaje que de la aventura o bien poner artículos y proposiciones entre nombre del personaje y la aventura, lo que hace que mucha gente aún hoy crea que se editaran cómics de tal personaje, cuando técnicamente, legalmente, no era exactamente así. Pero no nos adentremos en esto, que es motivo de otro análisis.
Diego Valor vio sacar revistas de cómic (popularmente en España: tebeos) en tres épocas: de 1954 a 1956, de 1957 a 1958 y de 1963 a 1964. Recordemos que el serial de radio se emitió cada día hasta 1958, y sumemos que se editaron colecciones de cromos que en realidad, una vez reunidos todos los cromos, funcionaban como las fotonovelas, o sea: narraban una historia, por lo que también eran publicaciones de aventuras. Había juguetes, trajes, un intento de una novela en prosa y unos años después incluso un intento de un programa de televisión y una obra de teatro. Luego, con los años 1970 vendría el tardofranquismo y la Transición, y Diego Valor quedaría relegado, por algunas de sus connotaciones argumentales, hasta que es revalorizado y despojado de esas connotaciones, que en realidad eran generacionales pero no tanto de la obra, y se reeditó en revistas de nuevo en la década de 1980 con Ibercómic, y también en álbumes a modo de novelas gráficas (que en realidad eran integrales de las antiguas aventuras y alguna aventura nueva) que se editaron en 1986 incluso con comentarios de introducción de Luis Vigil. Eran los años finales de La Movida, y las aventuras del espacio y el retro estaban en la moda cultural, incluso se recuperó a Buck Rogers, pero esa es otra historia. En los años 1990 el personaje se reeditará en algunos tomos de colecciones enciclopédicas con personajes de cómic españoles antiguos. Y ya en 2013 volvieron a crear nuevas aventuras y a publicarlas en libro Andreu Martín y Enrique Ventura, y desde 2014 hay un par de tomos recopilatorios con introducciones y ensayos sobre este cómic, su época y la Historia del cómic español.
Las primeras ediciones de las primeras épocas eran revistas de veinte páginas en un papel
barato apaisado a 0'50c que subieron su valor a 0'75c y que contaba con
especiales que alcanzaron el precio de 1 peseta, algo bastante caro para
un niño o niña de familia trabajadora, y más asequible para familias de ingresos más elevados cuyo estilo de vida era más aburguesado, lo que hoy se confundiría con el término clase media, esto sería: abogados, médicos, catedráticos, arquitectos, oficiales del Ejército, políticos locales, funcionarios medios, etcétera. Esto no quiere decir que los cómic no llegaran a las clases populares, lo hacían, de hecho lo hacían tanto que para finales de los años 1950 suponían un porcentaje tan alto de ventas que no sólo llamó la atención a los censores si no también a los ministros encargados de la economía y arrancaron leyes y decretos de Franco para controlar todo esto, Arias Navarro y Fraga mediante en varias ocasiones. Quizá los cómic, eso sí, eran muy manoseados, se prestaban entre amigos, se intercambiaban e incluso existían kioskos de prensa que los alquilaban. Otra cosa son ya las nuevas aventuras y las reediciones a partir de los años 1980, ya con tapas duras cuando son tomos y en formatos de revista DIN-A4 cuando eran papel, con dibujos libres ya de la censura y guiones más atrevidos, que incluso pisan lo erótico y la crítica de un hipotético imperio galáctico español que es más bien una ruina. El post-punk se hace efectivo. Ni que decir tiene que en 2013 esto es ya lo normal, incluso con cubiertas y todo tipo de detalles propios ya en libro de estantería y colección, para un público más adulto y en algún caso quizá coleccionista de objetos e historietas de culto. Por supuesto en estos últimos años el precio es mucho más elevado, ya que el cómic se ha elevado de la categoría de prensa infantil y juvenil de usar y tirar a la de novela gráfica de adultos que puede leer un joven, parte del Noveno Arte.
¿Qué tiene que ver Diego Valor con Alcalá de Henares? Lo primero es saber que Diego Valor nacería inspirado, según algunos, en Dan Dare, piloto del futuro, cómic creado en Reino Unido por Frank Hampson en 1950 y que resucitará a finales de los años 1970 compartiendo páginas con el Juez Dredd. Para otros el referente de Diego Valor es otro personaje más afamado y reconocido, Flash Gordon, un héroe norteamericano nacido en 1934 de la mano de Alex Raymond. Flash Gordon sufriría una fuerte censura y persecución por parte del régimen de Franco, por lo que acceder a sus aventuras no era fácil y a menudo tampoco era legal, y si se accedía a ellas era de modo alterado o mutilado. Poco más o menos pasaba con Dan Dare, cuya repercusión en España realmente no será relevante hasta los años 1980 y nunca al nivel de los cómic de las editoriales Marvel y DC.
Así pues, Diego Valor era un comandante de la Flota Sideral con una serie de amigos, también militares, y una mujer científica, que será la eterna novia imposible y a la vez posible del protagonista, todo muy similar a los dos héroes anglosajones citados antes, sólo que en el caso español son militares y les manda un Estado que es nada menos que un imperio galáctico. Nuestro planeta, La Tierra, está políticamente unificada y se ha expandido por la galaxia conquistando otros planetas y mundos. ¿Y dónde está la capital de ese gobierno? En Madrid. Los humanos tienen por aliados otras razas alienígenas, como los Artiles y los Atlantes, que tienen por enemigo común a los Wiganes, gobernados por otro emperador: Gran Mekong, que nos recuerda a Ming, de Flash Gordon. A todo esto, la base espacial de la que parte Diego Valor y su Flota Sideral, para llevar a cabo estas campañas y aventuras galácticas, no puede estar menos que ubicada al lado de la capital de este enorme gobierno planetario, por tanto: en Alcalá de Henares, que para la fecha en la que se crea este cómic estaba en los últimos años en los que, en la vida real, se encontraba aquí el aeródromo militar más moderno de Europa en los años 1920-1930, y que tras la guerra civil vivirá un poco más de tiempo hasta que sea cerrado en favor de Cuatro Vientos. Pues este aeródromo, hoy día parte del campus universitario de la Universidad de Alcalá reabierta en 1977, es el que Jarber imagina evolucionado a estación espacial de las tropas de La Tierra.
Ignoro si Jarber hizo el servicio militar en Alcalá de Henares.
Ya en la década de 1940 desde el aeródromo de Guadalajara y parte del de Alcalá hubieron intentos españoles de lograr alcanzar la estratosfera en globos aerostáticos desde los años 1920 y que se materializaron, así como en 1933-1936 se experimentaba el primer traje aerostático, antecedente de los trajes de astronautas posteriores. Así mismo, por aquí habían pasado algunos héroes pioneros de la aviación española, como Mariano Barberán y Joaquín Collar o Ramón Franco, así como militares máximas autoridades como Hidalgo de Cisneros, o la presencia de ultramodernos aviones cazas soviéticos en la defensa de Madrid entre 1936 y 1939.
Alcalá de Henares apareció en las viñetas de Diego Valor, cuyo principal aliciente realmente era los mundos alienigenas y sus aventuras. El estilo y trazado de esta obra fue ganando peso y calidad con los años, llegando a una madurez notable en sus últimas épocas, si bien no es el héroe de cómic más recordado hoy día en España. Pensemos que en cierto modo también los argentinos se sumaron a este tipo de personajes con el Eternauta, de mucho más éxito y repercusión internacional. Puede que los valores que impuso la censura y el régimen jugaran a la contra de Diego Valor, aunque en los últimos años se le ha querido recuperar limpio de toda esa pesada maleta.
El personaje suple la carencia en nuestro país de los personajes citados que tenían dificultades en ser impresos por las reticencias de los valores del régimen de Franco. Diego Valor hubo de adaptarse a esos valores y disimular otros diferentes o bien pasarlos de manera sutil y disfrazada. Con los ojos de hoy podemos ver auténticos desafíos al régimen, como una mujer científica y dueña de su sexualidad y de sus propias decisiones. Puede que en la época esto pasara por alto (tal vez no a los ojos de una niña, que raramente recibía estas lecturas de violencia y militarismo reservadas moralmente en la época para los niños). Buena parte del contenido de este cómic terminó en la picota mediada la década de los años 1960, cuando llegado el momento de continuar estas historias estaba ya en marcha una oficina de censura específica para la prensa infantil y juvenil que decidió que la ciencia ficción, los alienigenas y su aspecto, la violencia o la sensualidad o las mujeres decididas, etcétera, eran perniciosos para la formación de las mentes jóvenes, y además un peligro para los valores españoles, aunque probablemente el asunto de la jerarquía militar y los valores del compañerismo y el deber fuesen algo que les agradase más que otras historias que se publicaban. El cómic tenía éxito, pero cesó. No así otros como Capitán Trueno, que continuaron por insistencia del editor y del autor, Víctor Mora. Pensemos además que se colaban argumentos de la Guerra Fría y de occidentales contra comunistas, todo hilvanado con sutileza metafórica. Puede que Diego Valor haya quedado relegado hoy día, pero merece la pena leerlo y analizarlo desde todas y muy variadas perspectivas que ofrece en pleno siglo XXI, más acostumbrado al significado y lenguaje del cómic.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
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