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sábado, 21 de septiembre de 2019

Fosfeno

Título: Fosfeno
Autor: José Bautista Rodríguez
Editorial: Talón de Aquiles.
Año de publicación: 2019 (1ª edición; prólogo de Alfonso Dávila Oliveda)
Colección: La Isla de Spiros.
Nº de volumen en la colección: 21.
Género: Poesía.
ISBN: 978-84-120298-6-4

José Bautista Rodríguez (1999) es uno de los poetas de la generación más joven de poetas de Alcalá de Henares. Alcalaíno y con sus Estudios Hispánicos cursados en la Universidad de Alcalá de Henares, ha hecho notar su presencia literaria en la ciudad en los tiempos de los recitales de El Laboratorio, en la calle Vaquerías cerca de la Plaza de Puerta del Vado, ya en un momento tardío del bar, en 2016. Lo hizo junto a otros jóvenes poetas amigos suyos y compañeros generacionales como Samuel Santos, Jesús Fernández-Gallego o Guillermo Martínez Martínez. El Laborario, de corta vida entre 2015 y 2016, regentado por Julián Pizarroso y Esther Muñiz (Zia Mei), ha salido mencionado ya en varias notas de estas reseñas. Fue un lugar lleno de esplendor literario que llegó a juntar a numerosos escritores, pintores y hasta músicos de todas las generaciones para todo tipo de recitales y de estilos y modos diferentes de entender la literatura. José Bautista se acercó a aquel ambiente en una época donde con algunos de los poetas jóvenes citados planeaban realizar una revista que definitivamente no fructificó. Él, más autónomo y hasta cierto punto rebeldemente a contra cultura, se acercó a otros recitales de otros ambientes, al teatro que preparaba Chus López y llegó a organizar su propio recital en 2017 en la extinta librería Re-Read, hoy sustituida por otra de libros de segunda mano en la calle de la Victoria. Siempre independiente y autónomo, altamente inquieto en el mundo de la poesía, también se movió por las tertulias y recitales literarios de la veterana Cristina Penalva, encuentros con el nombre El 20 a las 20, que se celebra desde 2017 hasta hoy todos los días 20 de mes a las 20:00 horas, al comienzo en el bar La Oveja Negra de la calle Colegios y en la actualidad en El Imperial de la calle Escritorios. En estos encuentros han pasado numerosas caras de la literatura alcalaína, alcarreña y madrileña, siendo alguna voz destacada, por ejemplo, Sara Pozo y otras voces jóvenes de Alcalá que se mezclaban con otras más veteranas. Un curiosos cruce de extremos generacionales. En todo caso con toda esta trayectoria queda claro la inquietud por el lenguaje poético del autor que hoy presentamos.

Pero es una inquietud más allá del lenguaje poético. Es una inquietud del sentir emocionalmente una forma de vida. Tanto es así que con una personalidad tan joven como independiente, nunca se ha terminado de abrazar a ninguno de los grupos ni personas, tratando con todos. En los últimos tiempos se siente más ligado a las tertulias y encuentros literarios de la Librería de Javier, regentada por el también escritor Javier Rodríguez. Tertulias por las que han pasado varias de las voces literarias más destacadas de la actualidad española. Es precisamente de ese ambiente y de Javier que parte la oportunidad que se le abrió a José Bautista para llevar a cabo un proyecto largamente meditado por el joven poeta y posiblemente largamente trabajado durante años, no queriendo dar a la luz escrita un trabajo poco meditado, y sí otro medido al milímetro, sin nada al azar. Con el patronazgo como mínimo promotor y difusor de Javier y de su librería, y con apoyo de Alfonso Dávila, historiador, archivero y escritor que también está afincado en Alcalá de Henares, sacó adelante lo que ha sido su primer poemario, Fosfeno, publicado este año 2019, a comienzos de verano, con la editorial Talón de Aquiles. Libro que precisamente prologó Alfonso Dávila y al que Javier prestó su librería en la calle Ramón y Cajal para realizar la presentación y primera firma de ejemplares. De ahí a Madrid. Tal vez, en este apoyo, alguno de ellos haya servido de revisor de la obra para limar alguna cosa; revisión de la galerada que es algo habitual y común tal como ocurre siempre en todos los libros y autores antes de salir a la luz la obra que sea.

Fosfeno fue publicado en rústica con cubiertas solapadas y estética cuidada. Con una textura gomosa en esas cubiertas, en negro y un barco griego navegando un mar de luces, imagen que, por otra parte, con variaciones, es la que usa la editorial para todos sus libros, al menos en la colección La isla de Spiro. El fosfeno es el nombre que reciben las manchas de luz y color que percibimos al mirar directamente al Sol u otra fuente de luz potente, y que persisten en nuestros ojos al dejar de mirar. Es por tanto un conjunto de fogonazos de luz en nuestros nervios ópticos, manchas de luz si se prefiere, ante una luz potente. Tan metafórico título queda reflejado en esta presentación física del libro, con su negro y su mar de luces de fosfeno, su barco griego y las guardas interiores también en negro ocupando hasta cuatro páginas. El libro, en formato de bolsillo, es ligeramente más alto de lo habitual, lo que le da una forma estilizada que permite, al abrirlo, que los poemas más largos puedan mostrarse ante nosotros de un sólo golpe, sin ser partidos. 

Una de las cosas que marcan la notable forma de ser independiente de José Bautista y que se dejan sentir en este poemario, es que a diferencia de la gran mayoría de gente de su generación él no opta por poemas intuitivos, no tiene por motivación principal ninguno de los motivos de reivindicación sociales surgidos a través de la crisis de 2008 y tras las protestas de 2011, ni tampoco es un poeta inmediato que busque el logro rápido en las limitaciones estéticas que los medios ponen en las redes sociales cibernéticas. No busca la estética amable, ni el verso fácil. No tiene en sí las imágenes edulcorantes, ni el dulzón subido por una mayoría de lectores aprobado, ni mucho menos le da más importancia a toda una campaña de imágenes y vídeos para reforzar el número de sus seguidores por encima de lo que desea contar y expresar con su poesía. La poesía es lo fundamental, lo que hace de José Bautista un poeta adulto siendo una persona muy joven, como también se comentó en el caso de Samuel Santos. Es una persona que medita lo que desea contar, que lo mide y que lo piensa, y si bien alguna cosa pudiera salirle de la pasión del momento, se nota que lo trabaja y lima hasta darle unas formas poéticas perfectamente medidas y perfectamente tratadas con una riqueza de recursos que, una vez más, no suelen ser parte de la poesía fácil e inmediata que se lee en los perfiles de numerosos nuevos poetas de las redes sociales. No es un poeta de red social, es un poeta que se siente a sí a la usanza hasta ahora clásica, con su punto de vivencias de juventud próximas a lo que se llamaría poeta maldito, o postmoderno, pero sin duda con un marcado carácter de ser este su primer poemario, muy prometedor, y que por tanto aún podremos ver un José Bautista firme (como lo es ya) según vaya formando más su voz que, por otra parte, parece ya bastante formada por sí.

El libro se divide en dos partes, "Ojos abiertos" y "Ojos cerrados". Se alternan poemas muy cortos con otros muy largos, sin casi término medio. Tiene en sus poemas un resabio de confesión interior al estilo de Bécquer en el siglo XIX, pero nada tiene que ver con aquel romanticismo. José Bautista desde el postmodernismo del siglo XXI tiene algo de aquella introversión del XIX, pero está totalmente imbuida de la nueva sentimentalidad de la que hablaba y desde la que escribía Luis García Montero en el último cuarto del siglo XX. Una curiosa mezcla de estas dos tendencias se puede leer por ejemplo en los versos:

"(...)
Como quien ama, 
empujado por negros gorriones
y valiendo su amor
al reflejo de la pasión,
ornamento la imagen de mí
que mañana despertará:
imagino días cálidos
en los cuales los días del mar
sea un cuerpo semejante al mío,
nuevo y lleno de vida;
(...)"

O bien, en otros versos se lee mejor esa tendencia iniciada por García Montero donde lo cotidiano es reflejo indirecto de nuestro propio modo de sentir. Símiles y metáforas van pasando por aquí hablando del interior del poeta, pero como si no se contara tal confesión. Todo es reflejo y en cierto modo es construcción de un relato, el que el poeta desea darnos de sí o del personaje que construye que nos habla en el poema. Hay sin duda un relato que contar para abrirnos su universo interior de manera indirecta.

"A veces el mar paraba sus olas,
las barcas descansaban
como lo hace una mano
sobre una cálida pierna.
(...)"

No se podría decir que sea un poemario amoroso, aunque sin duda el amor, o el deseo o la intuición del mismo anda flotando en el ambiente, o cuando menos la atracción que en la juventud siempre nos produce el otro más inmediato. Pero no se podría decir que es un poemario de amor. Hay en este poemario otra temática flotando con mucha intensidad en muchos de sus poemas: la soledad, quizá la sensación de abandono, no necesariamente por alguien amado o deseado y sí quizá por un abanico mucho más amplio de las personas que suelen formar la red social del individuo, quizá, en algún poema una reflexión de autoculpa, pero también con cierto punto de aceptación de la situación y de entrega a un submundo un tanto autodestructivo o dañino en lo emocional, como si en esto abrazara José Bautista la senda iniciada por Baudelaire en el siglo XIX. Las noches o los bares pueden traslucirse aquí. Ahí en estos poemas un reconocimiento también de un mundo sórdido con otros culpables de sordidez al mismo nivel y entrega que la voz en primera persona de los poemas.

"Llegué a un jardín con fruta podrida,
la probé y me acostumbré
a la blandeza del tiempo,
al líquido lagrimoso de las Ánimas
que vagan por nuestras manos,
y a las camas sin cálidas ascuas.

Subí escaleras junto a suicidas,
de quienes conocí
la soledad del funámbulo
cuando cae al vacío
de los ojos más oscuros.

También paseé por las calles
de peor olor y peor censo,
les amé como el silencio
desea la soledad.
(...)"

Busca en estos poemas, como dice en otro poema, algún modo de expiación.

"(...)
Pido un sol flamígero,
un otoño de hoja caduca,
una nación que seque
el pozo de la herida.
(...)"

O bien se lee en este otro poema completo una determinada resignación, una aceptación a una realidad que cambia su entorno dejando una determinada soledad, tal vez la soledad que otorga el cambio de círculos de personas cercanas o incluso de la persona amada en cada cambio de etapa de la vida. No obstante José Bautista sigue siendo una persona joven que con toda su brillante como poeta vive justo una etapa de cambios, y con toda brillantez lo refleja. Cambios, que por otra parte, la vida enseña que nadie se va de tu entorno, sino que todo cobra nueva forma y vida. En todo caso, ¿quién no se vería reflejado en estos versos a los que me remito en esas soledades sentidas en cada cambio de etapa, sean reales o simplemente algo únicamente real para nosotros mismos en ese momento?

"Pasado un año,
sigo con la tácita rutina
de escuchar este silencio.

Se modifica mi entorno,
encallo mi fruncido rostro
en las orillas de un río helado."

La poesía de José Bautista no es una poesía fácil. Hay que meditarla. Parece, como he dicho, más adulta de lo que al autor le correspondería por edad, pero probablemente la poesía de este poemario realmente tiene una alta cuota de madurez en sí misma, madurez a la que se accede a través de lo que quiera que el autor haya vivido e interiorizado hasta este momento. Es una poesía reposada y hay que recibirla sin prisa. Es un buen comienzo como primer poemario. Deja un nivel muy alto y un regusto a esperar lo próximo de José Bautista.

 El libro tiene una segunda edición en formato de bolsillo más pequeño.

 Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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