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domingo, 6 de octubre de 2019

Cantar del Mío Cid

Título: Cantar de Mío Cid.
Autor: Anónimo.
Manuscrito original: En torno a (circa) finales del siglo XII y principios del siglo XIII (perdido; basado en composiciones populares previas). 
Copista:  Per Abbat (en torno a 1207, en pergamino; primer ejemplar conservado; Menéndez Pidal discrepaba, sostenía que se había borrado una "C" de la página donde estaba la fechación, por lo que según él sería de 1307). 
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Título: Cantar de Mío Cid.
Autor: Anónimo.
Editor: Tomás Antonio Sánchez. 
Año de publicación: 1779 (1ª edición en libro).
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Título: Poema del Cid
Autor: Anónimo. 
Editorial: Castalia.
Año de publicación: 1955 (1ª edición editada en castellano actual y prologada por Francisco López Estrada).
Colección: Odres Nuevos. 
Nº de volumen en la colección: 3. 
Género: Poesía, Cantar de gesta, Épica.
ISBN 10: 8470391127.
ISBN 13: 978-84-7039-112-5.

Una de las obras literarias que tienen que ver con Alcalá de Henares es la que está considerada la primera obra extensa en castellano antiguo propiamente dicho conservada, hablo del Cantar de Mío Cid, de autoría anónima. Si bien las jarchas, esas composiciones poéticas amorosas que cantaban mujeres, también estarían más o menos en esto, pero las jarchas tienen que ver más con la mezcla cultural entre cristianos y musulmanes de la particular Edad Media de la península Ibérica.

El Cantar de Mío Cid es la joya de la Corona en la Biblioteca Nacional de España y es altamente extraño que se exhiba el original de manera pública. Otra cosa son sus copias tipo fac-simil. Se hizo en pergamino. Le falta sus dos primeras hojas y otras dos más centrales, por lo que presenta lagunas, a pesar de estar casi completo. Además sufre algunos problemas evidentes de mala conservación a lo largo de los siglos, aunque con las técnicas y tecnologías en este campo archivístico y bibliográfico avanzando desde el siglo XIX se conserva todo lo bien que se puede conservar, y se ha restaurado todo lo que se ha podido restaurar, gozando, en principio, de salud.

La autoría del Cantar de Mío Cid es desconocida y compleja de atribuir. Sin embargo, se ha escrito mucho sobre esta obra desde muchos enfoques a lo largo de los siglos y, de lo poco que podemos asegurar, se puede asegurar que su composición, lenguaje, estilo y recursos pertenece a alguien muy culto de la época. Alguien que además conocía lo que estaban haciendo los franceses en cuanto a épica, puesto que, además, es de las pocas composiciones de tipo épico que tenemos en España en estas épocas. Además, podría responder a la propaganda política de la época para animar la idea de las guerras de Reconquista, la unificación de los reinos hispanos de cristianos en uno sólo que formara lo que en el futuro será España o bien otras ideas de corte política como puedan ser los valores feudales, los caballerescos, los de alguna Casa nobiliaria importante que aparece o la legitimidad del Rey reinante. Los más estudiosos de la filología y otras cuestiones sitúan la obra creada en algún lugar cercano relativamente a la frontera entre el Reino de Castilla y el Reino de Aragón. De hecho, el traspaso de fronteras del héroe podría apuntar también a propaganda política entre reinos y la legitimidad del cristianismo como excusa para unirse. Algunos, más allá, creen que posiblemente se compuso en torno a algún lugar entre Burgos y Medinaceli, siendo Medinaceli el centro, ya que esta ciudad parece cobrar cierta importancia lingüistica. Sea como sea, los diplomatistas y los estudiosos en leyes y en Derecho Romano, tras examinar la obra a lo largo de siglos, coinciden que su composición debe estar ubicada entre finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, si bien el héroe debió vivir en la segunda mitad del siglo XI, entre más o menos 1050 y 1100, mientras que la obra sería escrita entre 1175 y 1210.  Ahora bien, también se sabe que el autor lo que hizo fue recoger canciones y poemas populares que iban circulando por Castilla sobre este personaje desde hacía décadas y que él lo que hizo fue aunar todas esas historias, unirlas con un nexo y darle un tono de cantar de gesta. Sea como sea, esta obra pudo ser mayor, ya que había otras composiciones populares que terminaron dando otras obras como el Cantar de Roncesvalles (1170), la Crónica de veinte reyes (1282-1284), las Mocedades de Rodrigo (1360), el Epitafio épico del Cid (en torno a 1400) y la Historia de España (que encargó hacer y estudió Alfonso X "el Sabio" en el siglo XII y que se dio por completada en el siglo XV).

Como sea, ni se conoce bien la fecha exacta de composición ni la autoría. Es la época medieval en la que se considera la máxima de la vanagloria y la vanidad de vanidades, por lo que, motivos religiosos y culturales entre otros, llevaban a muchos creadores al anonimato, lo que se valoraba era otra cosa diferente al autor a la hora de crear y perdurar. Ahora bien, el siglo XIII es por excelencia el del cambio en la Edad Media, con el esplendor de un Renacimiento Medieval que lleva al florecimiento de múltiples Universidades por Europa y a la conservación de nombres importantes de la cultura escrita Occidental. Así pues, aunque hemos perdido el oríginal físico, el ejemplar que conservamos está fechado más o menos en 1207 por su primer copista, Per Abbat (nombre entre castellano antiguo y judaizante, que al castellano actual sería Pedro Abad). Él mismo lo escribió al final de la obra. En 1957 Antonio Ubieto quiso demostrar que no sólo era el copista, si no el autor, pero nadie más ha seguido ni creído esta hipótesis. En todo caso, el medievalista Menéndez Pidal, también en los años 1950, defendió que se había borrado con el tiempo una "C" del número romano de la datación, por lo que él sostuvo que en realidad la primera copia conservada es de 1307. Algunos otros autores lo han seguido, pero otros muchos sostienen la fecha de 1207.

Pasaron los siglos y el Cid fue un héroe el resto de la Edad Media y un elemento más de los mitos nacionales para construir la Monarquía Hispánica de los Trastámara y los Augsburgo, que dará la España Moderna y Contemporánea. El Cid encumbrado y con todo tipo de análisis y críticas, incluso de polémicas sobre si existió o no existió, y llevado al cine por los norteamericanos en 1961 por el director Anthony Mann, en la película El Cid, asesorada por Menéndez Pidal, ha sido editado innumerables veces, ahora bien, su primera edición en libro impreso no fue hasta muy tarde desde que se escribiera a mano por primera vez. El hecho fue en 1779, en plena Ilustración, con los Borbones, de mano del lexicógrafo y filólogo Tomás Antonio Sánchez, que dedicó su vida precisamente a recuperar y dar a conocer su lectura de manera popular y los textos de la Edad Media española, adelantándose en esto de revivir la Literatura medieval a los franceses y al Romanticismo unos cincuenta años. Desde entonces esta historia se reeditaba en castellano antiguo, tal como se había escrito. Más o menos corregida la obra, más o menos con errores. En ediciones críticas y otras sencillas. Esto fue así hasta que durante la dictadura del general Franco, en una edición especial para el Ministerio General de Enseñanza Primaria, la Editorial Castalia editó en 1955 el Cantar de Mío Cid por primera vez adaptado al castellano actual para que se pudiera entender en principio para la educación de los niños y jóvenes, y de paso educar en los valores nacionales españoles que la dictadura de extrema derecha creía oportunos. El título en esta versión es Poema del Cid. En todo caso, esta obra recoge bastante fidelidad al original del castellano antiguo. Sus valores son en sí mismos los propios suyos, al margen de lo que cada gobierno y etapa histórica haya querido transmitir. Por eso mismo, esta edición es una de las más exitosas hoy día, en la que a mucho lector se le hace difícil el castellano antiguo. Era en buena parte idea del medievalista y filólogo Francisco López Estrada, que dedicó su vida a tratar de acercar la Literatura medieval a todos los castellano hablantes. En su haber hay otros libros medievales que hizo accesible a multitud de personas que, de otro modo, no los entienden. Trabajó con la Editorial Castalia dentro de una colección llamada Odres Nuevos, dedicada a esta actualización de textos, el del Cid era el número tres de la colección. Hoy día es válida y requerida por todo tipo de edades.

La edición de Castalia, prologada además por el propio Francisco López, al que tantas generaciones le deben este acercamiento, ha tenido tanto éxito que se ha reeditado numerosas veces. La portada ha tenido ligeras variaciones a lo largo de las décadas, pero prácticamente sigue intacta, con un dibujo medieval y florituras que le acercan a los álbumes ilustrados juveniles propios de los años 1950 y 1960 españoles. En 1965 iba por la tercera edición; en 1986 llevaba doce ediciones, quizá la más conocida por gente de mi generación, esa y otras de los años 1980; puede que los colegios no la solicitaran ya tanto para su lectura, porque para 1999 aparece la decimotercera edición; en 2003 se sigue editando sin parar; y en 2007 sacan una edición conmemorativa del octavo centenario del manuscrito de Per Abbat, con una cubierta de ilustración medieval y ya más destinada a público adulto, con fondo carmesí, edición que es la que vende y reedita ahora Castalia. Por supuesto que, entre tanto, el Cantar de Mío Cid se edita y reedita en otras editoriales en todo tipo de formatos, tanto en castellano antiguo como en nuevas revisiones adaptadas a castellano actual.

Básicamente, en una métrica extensa propia de la épica, la historia narra la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, apodado por los musulmanes el Cid, a lo que los cristianos añadieron el Cid Campeador a modo de epíteto. Ahora bien, se parte desde que el rey Alfonso VI de Castilla le manda al destierro por haberle hecho jurar en su coronamiento que no tuvo nada que ver con el asesinato de su hermano para hacerse con el trono. Así pues, el primer canto trata sobre sus idas y venidas en el destierro, conquistando tierras a los musulmanes o sosteniendo combates con ellos. En el segundo canto el rey le perdona y el Cid vuelve a él. Como símbolo de concordia el rey hace casar a las hijas de Cid con los hijos de la familia Carrión, muy bien posicionada en la nobleza. Sin embargo, en el tercer canto los yernos del Cid maltratan a sus esposas y el propio Cid va a un combate con ellos para reponer su honor. A lo largo de todo esto no faltan escenas de tauromaquia a lomos de un caballo o un combate con un león.

A todo esto hay que anotar que, sin entrar en la disputa clásica sobre la realidad y la leyenda del Cid, este texto participa de la propaganda política de la época, necesitada de héroes y epopeyas, pues en la vida real Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, luchó tanto a favor de reinos cristianos como de reinos musulmanes, según le pagaran, aunque sea real su destierro, la conquista de Valencia y su lealtad a Alfonso VI incluso habiéndole desterrado. Una lealtad quizá no tanto a Alfonso VI por ser él, sino por ser el rey de Castilla, de donde él era natural y vasallo. Así pues, aquí tenemos a un personaje de frontera castellano, guerrero y que pese a la mitificación como luchador de la Reconquista por la cristiandad, cosa que ensalzó también la película del siglo XX, probablemente en él y en sus huestes habría tanto un algo propio de la mezcla de culturas, como posiblemente también un posible peligro y amenaza intuidos por los reinos cristianos al tener en su destierro todo un ejército propio en marcha continua y conquistando Valencia.

Sea como sea, lo referente a Alcalá de Henares en este libro se encuentra entre los versos 420 al 543, más o menos. Son los referentes a la invasión que hace el Cid, con su alférez Álvar Fáñez al frente, del Reino de Toledo, en esos años musulmán. El Califato de Córdoba había finalizado por un golpe de Estado en 1032 y una guerra civil de un par de años. Se dividió en varios Reinos de Taifas, uno de ellos el de Toledo, que controlaba todos los pasos principales hacia el muy poderoso Reino de Zaragoza. La antigua Complutum había pasado a llamarse Al-Qalat en-Nahar (El Castillo Sobre el Río de las Piedras), y debe su nombre a una fortaleza musulmana, un castillo sobre una loma que controlaba el río Henares, su valle y la vieja ciudad, donde había un acuartelamiento amurallado (un qun), que por otra parte es de donde salieron tropas bereberes de la mano del hijo de Al-Manzor para el golpe de Estado de 1032. El castillo se llamaba Qal'at Abd Al-Salam (El Castillo de Abd Al-Salam), ya que fue construido en la segunda mitad del siglo IX, durante el reinado cordobés de Muhamed I entre 852 y 886. Abd Al-Salam sería un caudillo musulmán que estuvo en esa época al cargo de la fortaleza. Como sea, el Cid fue desterrado del Reino de Castilla en 1081, y este castillo fue tomado por los cristianos entre 1083 y 1085, aunque lo recuperaron los musulmanes almorávides. Los reyes musulmanes ya no lo perderían hasta 1118.


Lo que nos interesa es que la toma del castillo en 1083-1085 coincide más o menos con el destierro del Cid a partir de 1081. La cuestión es que el Cantar de Mío Cid en los versos citados habla precisamente del movimiento de tropas de Rodrigo Díaz a lo largo del valle del Henares, siguiendo el río, y de sus batallas. 

Así por ejemplo, siguiendo la adaptación al castellano actual que ha hecho La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, habiéndose citado expresamente en el texto que:

" Hita abajo          y por Guadalajara;


Hasta Alcalá          lleguen las algaras;"

La parte más clara de la acción del Cantar de Mío Cid en Alcalá de Henares que se puede leer en el conjunto de versos citados, es:

" Mío Cid Ruy Díaz          por las puertas entraba;


En mano trae          desnuda la espada;


Quince moros mataba          de los que alcanzaba.


Ganó a Castejón          y el oro y la plata.


Sus caballeros          llegan con la ganancia;  475

Déjanla a mío Cid,          todo esto no precia en nada.


He allí los doscientos tres          en la algara,


Y sin duda corren;          hasta Alcalá llegó la enseña de Minaya;


Y, desde allí arriba,          tórnanse con la ganancia,


Henares arriba          y por Guadalajara.  480

¡Tanto traen          de grandes ganancias!:


Muchos ganados          de ovejas y de vacas,


Y de ropas          y de otras riquezas largas.


Derecha viene          la enseña de Minaya;


No osa ninguno          dar salto a la zaga."

Siendo realmente su alférez Álvar Fáñez, "Minaya", quien lideró las tropas en el asalto, combates y saqueo del Valle del Henares a la altura de Alcalá de Henares y Guadalajara, mientras el Cid estaba más interesado en liderar a las tropas en las rutas y la toma de Castejón.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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