Título: La puerta abierta.
Autor: Luis de Blas.
Editorial: El Reino del Corazón de Jesús (1ª edición); Domiduca Libreros (1ª reedición).
Año de publicación: 1978 (1ª edición) 2021 (1ª reedición; Epílogo de Manuel Rico).
Género: Poesía.
ISBN: 978-84-85017-10-2 (de la 1ª edición) 978-84-121308-6-7 (de la reedición de Domiduca)
Hay quien ha afirmado con motivo de la reedición del libro en fac-símil por parte de la editorial y librería Domiduca Libreros este 2021, con presentación y homenaje incluidos a los que se presentaron el hijo del poeta, Antonio Blas, y Vicente Alberto Serrano, diseñador gráfico del libro original, que era un libro muy atrevido para su momento al incluir incluso poemas a la huelga. Lo cierto es que cuando se saca el libro ya habían pasado desde las legalizaciones de los partidos políticos hasta las primeras elecciones de 1977, e incluso ya habían habido amnistías. El cine, las músicas, los libros, los cómic, periódicos, televisión, las manifestaciones, las huelgas en sí, ya eran una expresión más que cotidianas en la petición de libertades y en el ejercicio de ellas incluso sin leyes que las amparasen. La sociedad iba por delante de las concesiones políticas, fuerza esto a revisar, aunque moleste a las generaciones que fueron jóvenes en aquellos momentos, la construcción oficial y mil veces repetida en los medios de comunicación sobre que la Transición fue cosa del rey Juan Carlos I y sus políticos. La sociedad llevaba mucho tiempo por delante, incluso pagando con cárcel, torturas, muerte o señalamiento y sanciones. Cuando se publica este libro en 1978, antes de la aprobación final de la Constitución, esta se estaba redactando en ese momento por un Parlamento electo en unas elecciones libres en 1977. Más aún, la publicación mediante los servicios editoriales de El Reino del Corazón de Jesús fue posible porque el libro había ganado el premio Hélade del Ateneo Popular de Torrejón de Ardoz, por lo que con un análisis incluso no profundo nos damos cuenta primero de la existencia ya de un ateneo popular, imposible con el franquismo, segundo de la convocatoria de un concurso literario que admite este tipo de poemarios. Se hace evidente que esa valentía que estos días le adjudican a Luis de Blas, sin negar su existencia, era una valentía cada vez más generalizada en al sociedad española de aquellos tiempos.
Domiduca Libreros reeditó el libro con un epílogo añadido escrito por Manuel Rico, poeta, narrador y crítico literario en el diario El País. Rico, que hizo un estudio crítico de la obra y del autor en ese epílogo sin haber conocido antes a tal autor, reafirmó esa valentía tanto en ese texto como en el acto de presentación realizado en la sala de conferencias de la Sala de Exposiciones del Antiguo Hospital de Santa María la Rica de Alcalá de Henares, lleno de personas cercanas a Luis de Blas, familiares, amigos, políticos locales, artistas varios de la ciudad, periodistas, etcétera, no obstante, el poeta había muerto un poco más de un año antes, siendo uno de los primeros muertos por la pandemia de Covid-19 en la ciudad de Alcalá de Henares el pasado año 2020. Manuel Rico reafirmó la valentía quizá atándola o dejando caer que lo era en cuanto a que era una actitud de una persona implicada en la vida cultural de la ciudad, por tanto conocida, o en otras palabras a que se destacó dentro de lo local con este posicionamiento. Lo cierto es que el libro se publicó en Torrejón de Ardoz, aunque llegara a Alcalá de Henares. Pero más cierto aún es que ya había un poeta alcalaíno bastante reconocido que incluso con el dictador vivo ya había publicado y venía publicando poemas contrarios a los idearios de la dictadura y partidario de la democracia y la libertad. Hablo de Salustiano Masó, nunca del todo conocido y reconocido por esta ciudad y sus ciudadanos. Poeta al que incluso muchas de las palabras que le dedicó Rico a Blas podrían adjudicárselas a Masó, como por ejemplo su universalismos que trasciende lo localista, siendo además que Masó, a diferencia de Blas, no desvió su poesía a moldes más convencionales y clásicos en busca de los premios locales a los que se pudiera presentar, y así con todo ganó también numerosos premios, algunos de carácter nacional e internacional.
Domiduca Libreros quiso respetar la edición original haciendo una edición fac-símil, como ya anoté, y esta fue encargada a Zia Mei, que lo logró con éxito notable. Respetó al máximo lo que hizo Vicente Alberto Serrano, cuyo nombre no figuró en la primera edición de 1978. Apenas tuvo que insertar Zia Mei el epílogo de Manuel Rico y todo lo respectivo a la edición de Domiduca, sin afectar al conjunto original. Pero resulta que en 1978, salvo las cubiertas, el interior del libro fue maquetado por el propio Luis de Blas, ya que al llevarle el libro a Vicente Alberto Serrano, este se encontró que las hojas que le había dado ya tenían los poemas dispuestos perfectamente, ya que siguen la estética experimental de aquellos años de la década de 1970 en la cual la posición de los poemas y los versos en la hoja dibujan formas o guían la mirada de manera que también visualmente lanzan un mensaje añadido a las palabras y estructuras de cada poema. Lo único que hizo él, junto con la imprenta, fue adaptar aquellas composiciones al tamaño de las hojas de bolsillo de libro que terminó siendo. Era por entonces un trabajo de linotipia algo artesanal, pero la maqueta ya venía hecha por el poeta.
Las cubiertas presentaban un collage vanguardista en blanco y negro, compuesto por Vicente Alberto Serrano, con algo de influencia del Grupo Crónica y de Juan Genovés, artistas plásticos por excelencia de aquellos años de la Transición y muy en boga entre la gente en esos años, especialmente el cuadro El abrazo, de Genovés. Este cuadro, de hecho, pintado en 1976, aparece en uno de sus detalles en la portada que hizo Vicente Alberto Serrano en 1978. La referencia era más que clara de que aquella obra, aquel poemario, iba directamente dirigido a un apoyo a la democracia y la libertad. Era expresión creativa directa del deseo de libertades por parte tanto del poeta como del diseñador gráfico del libro. Esa gente abrazándose, en blanco y negro, aparece frente a una puerta de verja abierta, una cara de mujer repetida, una pierna femenina unas palmeras detrás de una casa medio en ruinas, de noche, con gente paseando y luces en las ventanas. En la contraportada: un Apolo alado, dios griego por excelencia que ampara a los poetas.
El libro salía publicado después de que Luis de Blas hubiera ganado en 1976 el primer premio Villa de Torrejón, de Torrejón de Ardoz, mismo municipio en el que en aquel 1978 ganó el Premio Hélade que permitió la publicación, y después de que en 1977 también hubiera ganado el accésit en Versos Para una Primavera, en Madrid, el primer premio La Troje, en Talavera de la Reina, y el de Ciudad de Alcalá de Henares, en la misma ciudad del nombre del premio, su ciudad.
Como hemos indicado en otras notas sobre otros libros del autor, el poeta había nacido en 1935, sus padres se hubieron de exiliar, nunca volvieron a España, murieron jóvenes relativamente. La infancia de Luis de Blas fueron en sus primeros años la guerra, y posteriormente la posguerra y el hambre, criado por sus abuelos. En 1967 comenzó a trabajar industrialmente, pero a la vez escribía poesías y colaboraba con publicaciones literarias locales con relativa trascendencia. Toda esta trayectoria vital es la que va a marcar su vida y su literatura. Él se forma literariamente de manera un tanto autodidacta. Toma por referencia a autores clásicos del Siglo de Oro español, como puedan ser Quevedo, Góngora, Lope de Vega, Garcilaso de la Vega o Cervantes, pero también se atreve con poetas más complejos y actuales, algunos conflictivos dentro de la dictadura, por ser contrarios a ella, como por ejemplo Vicente Aleixandre, Antonio Machado o Cernuda. Sumando todo esto, tenemos por cuenta que se le podría encuadrar dentro de esa generación de escritores a los que se les llama del exilio interior, por vivir contrarios a la dictadura pero sin poder salir de las fronteras españolas, generación que a la vez varios de sus miembros se encuadran en otras como las del realismo social, el desarraigo, los de los niños de la posguerra. Por ello está cercano a gene como Blas de Otero, y de hecho, se le deja sentir, teniendo en cuenta que con posterioridad Luis de Blas, como Otero, se siente cómodo en las estructuras poéticas clásicas como son los sonetos, sonetos adaptados a temáticas y formas de la segunda mitad del siglo XX, rompedores y todavía no bien apreciados por numerosos profesores de literatura y críticos periodísticos, pero que quizá sean punta de lanza primigenia de la contracultura de algunos autores a lo Leopoldo Panero, aunque Luis de Blas y Otero se encuentran lejos de los Panero. De lo que sí parece que está cerca Luis de Blas en 1978 es también de la poesía clásica grecorromana, pues en La puerta abierta, algún verso hay que nos recuerdas a algunas aliteraciones e imágenes que se leen en La Iliada de Homero, pero también hay cierto poema en el que Luis de Blas le pide besos a su amada tal como hiciera Catulo a Lesbia en el siglo I antes de Cristo, aunque, por el carácter pornográfico de este poeta romano hubo gran censura sobre él, por lo que resulta complejo afirmar que Luis de Blas hubiera llegado a leerle, aunque nada hay imposible, pese a que sí pueda ser todo cuestionable.
El libro fue dividido por Luis de Blas en varias partes, algunas encabezadas por poetas universales y trasgresores, como pueda ser Whitman. Hay en la estética, en la estructura y en los poemas del libro un carácter de experimentación vanguardista muy profundo y propio de aquellos años de la Transición donde se buscaba la ruptura con todo lo anterior, recordemos que la dictadura ensalzó lo clásico, lo no experimental. Los propios títulos alargados de algunas de las partes eran inusuales en los libros de poesía en aquel entonces, aunque hasta Camilo José Cela los usaba años antes en algunas de sus obras. Son en sí mismos poemas de un solo verso. Pensemos por ejemplo en el que Luis de Blas llamó "cinco tiempos para ir dando las horas una a una", que daba paso a cinco poemas dispuestos en diferentes partes de la página como dando vueltas a una esfera de tiempo, y los cuales eran además poemas sin mayúsculas, sin signos de puntuación y conformando visualmente un cuadrado perfecto cada uno de ellos. La estética, repito, es importante en la obra. Esta estructura la volverá a repetir el autor a medio libro en otra de las parte por dividir la temática, entre las dos partes aparecen otras donde largos poemas de versos libres parten sus versos y los hace bailar de ubicación, moviendo sus palabras según convenga en un mensaje estético como si con cada palabra estuviera pintando también un dibujo subliminal que nos da un mensaje añadido al mensaje de lo que las palabras dicen.
Tiene el poemario un sentido de invocación a la libertad que ha de venir, por ello: de esperanza viva. Es puro testimonio literario de un momento histórico y como lo siente un poeta que no es conocido y que además trabaja en cuestiones industriales, por tanto: es testimonio de un sentir de la sociedad más sencilla, a pesar del bagaje intelectual que se forjó a sí mismo Luis de Blas. No olvidemos que a lo largo de toda su vida siempre escribió poemas de carácter social y obrero, así como nunca se olvidó de sus padres, del exilio y de la República como antecedentes de libertad que fueron rotos por la dictadura, rompiendo así millones de vidas como las de sus padres y la de él mismo como niño sin padres.
AHORA vamosa recontar los muertos y a besar
ya
por última vez
sus calaveras
clausurando sin miedo lo que queda
de ayer por los pasillos sepulcrales
y contaremos a los vivos
vamos
a numerarnos los presentes
(...)
Hay poemas en torno a tiempos de esperanza, siempre puertas abiertas, eso es la esperanza, dedicados tanto a su amor, presupongo que su novia de entonces, que fuera su esposa, pero mi conocimiento de su vida personal no alcanza a tanto, pero hay numerosas partes que hacen referencia a ese tiempo de la dictadura, tan reciente para él en 1978, pero al que da ya por acabado, y si bien hay resonancias de que algo queda y podría volver, todo en sí apunta a que empieza un mundo nuevo. De ahí todos los otros poemas, incluidos los dedicados a las estaciones del año que se asimilan a estaciones emocionales de la vida, que hacen referencia tanto a un perdón a todos los que interrumpieron y perjudicaron numerosas vidas, con el fin de poder vivir con amor y libertad, como los poemas que abrazan nuevas libertades recién estrenadas con emoción. En este último sentido aparece un poema a la huelga, lo que para él no solo es todo una figura de libertad, sino también es el ejercicio de una lucha obrera de la que él se siente parte y lo hará hasta el día de su muerte. Recordemos que nunca se mudó de su barrio obrero, Reyes Católicos.
Es un poemario muy digno y el más experimental. Luis de Blas no siguió este camino, optando por composiciones más clásicas en su obra posterior, pero es un poeta que, junto con otros poetas locales, deberían tener un foco de atención mayor en algún momento.
DAD a un pino su dimensión exactade soledad
LEVANTAD ahora mismo una palabra
caliente
y abrazaros
desnudos
ROMPED si os amáis las cadenas
y ya para vosotros la alegría
será vuestra alegría
(...)
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
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