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sábado, 1 de septiembre de 2018

Movilidad exterior

Título: Movilidad exterior.
Autor: Carlos Mazarío Torrijos. 
Editorial: Asociación Cultural Fractal.
Año de publicación: 2016 (1ª edición).
Colección: Fractal Poesía. 
Nº de volumen en la colección: 4.
Género: Poesía
ISBN:  978-84-617-5773-2

Ya habíamos presentado a Carlos Mazarío en su faceta como historiador con la publicación de su libro La Universidad Laboral de Alcalá de Henares. Historia de una institución docente (1966-2016), por entonces ya se había anotado que también era poeta, toca hoy hablar de esta vertiente lírica de su obra. Cuenta en su haber con tres libros publicados de poesía: Un incendio (2015), Mi vida en Camposanto (2016) y Movilidad exterior (2016), centra la atención de esta reseña este último, si bien los anteriores libros, especialmente el segundo, llamó mucho la atención y tienen bastante éxito y reconocimiento entre los amantes de la poesía más actual. Se pueden encontrar varios de los poemas de Movilidad exterior en la bitácora personal de Héctor Castilla, promotor y difundidor de la nueva poesía por Internet, si bien el propio autor, Carlos Mazarío, cuenta con su propia bitácora, La poesía etcétera, donde comparte noticias sobre su actividad literaria y su perspectiva poética del mundo que le rodea, a la vez que de vez en cuando nos expone alguna de sus nuevas poesías.

Movilidad exterior es el poemario ganador del IV Premio Internacional de Poesía Asociación Cultural Fractal, por ello fue publicado por esta asociación en una edición al cargo de la editora y también poetisa María Lucía Plaza Díaz, que coincide generacionalmente con el autor; ambos nacieron en 1977 y ambos han cursado carreras universitarias técnicas, lo que hace que ambos hayan vivido unas mismas circunstancias sociales y políticas desde el punto de vista que da las mismas circunstancias de una misma edad. Quizá sea esa una de las claves que ha logrado que conectasen bien autor y editora, autor y asociación cultural, autor y un público de una misma generación que lo lee y lo acoge con muy buen recibimiento. Es sin duda la poesía de Mazario una poesía que conecta con su tiempo y con su generación, una generación (varias en realidad en torno a la segunda mitad de los años 1970 y la primera de los años 1980) marcada por la democracia, la cultura de masas y las promesas de vida rotas por la crisis económica de 2008, la cual cumple diez años el próximo 15 de septiembre. Son las generaciones de la ilusión y la desilusión, la generación de los perdedores-ganadores.

Ya hace tiempo que algunos críticos literarios de los suplementos de los periódicos más vendidos diariamente se preguntan dónde están los poetas y literatos en general de esta generación tan marcada por las frustraciones y a la vez el vitalismo. Algunos han querido encontrarlos en los poetas más mediáticos que se popularizan gracias a exponerse públicamente en vídeos y redes sociales inmediatas y fugaces, sumando numerosos seguidores, aunque sus poesías, a  menudo muy aplaudidas por no contradecir a las masas, sean poesías hartamente sensibleras, facilonas y autocomplacientes, ñoñas. Otros los han querido ver únicamente sólo entre las mujeres que escriben hoy día, sumándose a una loable tendencia a hacer visibles a las mujeres en todos los campos en un intento de alcanzar la concienciación por la igualdad de género, pero que al hacerlo así se invisibiliza a los compañeros de camino de género masculino, a la par que a veces uno se pregunta hasta qué punto se visibiliza a tal o cual poetisa por su obra y la calidad de esta o por ser simplemente mujer. Es sin duda una trampa, se puede ser buena poetisa y tu obra recomendable, pero si tu obra sólo la enseñan por ser mujer, ¿no se te está haciendo caso simplemente porque tu biología y cuerpo son femeninos y no porque tus creaciones interesen o se crean buenas independientemente de tu género? Posiblemente estos dos debates surgirán en algún momento, cuando hablar de ello no sea objeto de una polémica intrincada y llamada a la acusación mutua. Lo que nos interesa en esa bitácora ahora mismo es la idea de que un poeta generacional no sólo lo es por vivir en unas fechas, sino por vivir en ellas y captar desde su mundo propio lo que en su época vive y le afecta. En este caso el poeta puede ser fenómeno de masas, mujer u hombre u homosexual, indiferentemente, o puede no ser un fenómeno de masas al que le pongan altavoz para publicitarle (véase por ejemplo la sección en papel llamada "poetas en red" que ha ido publicando en su suplemento cultural de agosto el diario El País). A mi entender Carlos Mazarío es claramente un poeta de su generación. Ser poeta generacional no te encierra sólo en tu momento, blindándote al resto de generaciones venideras. La generación de 1927, por ejemplo, nos da ejemplos múltiples de poetas generacionales cuya poesía es atemporal, sólo que creada y tratada desde la perspectiva de su época, Lorca, Alberti, Hernández, León Felipe, Aleixandre, etcétera. Un poeta generacional capta su época y la engarza con el resto de épocas, capta su época desde su relación y su visión con y de ella. Un poeta generacional tiene unas ideas y una estética, una inquietud y una búsqueda, propios de su mundo. En Mazarío esto es claro.

En Movilidad exterior hay una poesía social, una crítica a las causas de la crisis que han llevado de paso a auténticas crisis personales en tantísima gente, centrándose el poemario en concreto en la gente joven. Numerosos son los poemas donde se habla de la relación del poeta con su frustración desde su vida aún en la casa de los padres o sumamente ligada aún a una dependencia de unos padres que, se dice en algún poema, no termina de reconocer a su hijo o quizá no pueden soportar sentir algún tipo de culpa sobre el fracaso del hijo ("(...) y tu madre / que ya no te sostiene la mirada"). Un hijo que ya es adulto, pero que está condenado a perpetuar un estilo de vida no independiente del hogar paterno y maternal. Aparentemente hay un desencanto, una resignación ante un futuro ideal perdido, un presente sin perspectiva de mejora. Un desencadenante que mueve todo tipo de causas y efectos en caída libre, ahondando en las miserias interiores del poeta en su modo de vida. Pero aún así, hay esperanza, porque del mundo negado, del mundo destruido antes de nacer o a las puertas de nacer, nace otro mundo diferente, una nueva forma de vida a la que el poeta, el joven que se ha hecho adulto, se adapta construyéndolo, dando realidad a la realidad posible. Sí, es una generación frustrada, pero a la vez una generación que no pierde la idea de que algo ha de cambiar.

Ahora vuelves
a la que nunca dejó de ser tu casa
—la llamabas así, recuérdalo,
voy a comer a casa, me decías—,
pero entonces regresas
y tu cuerpo es extraño en una cama
de noventa, con sábanas que huelen
a adolescencia, con la ventana triste
por la que ves las bragas color carne
de la vecina en el patio de luces
tan oscuro, y hoy todo te molesta,
te molestan los gritos de tu madre
y el ruido de la tele, la cisterna
con su goteo atávico,
el gotelé amarillo y la cenefa
de frutas y pucheros, los ronquidos
en el insomnio negro en que te ensañas,
y te dices me tengo que marchar.

Marchar a dónde, rey.
Qué hueco tan profundo
tener que irse y no saber a dónde.



Es un libro estructurado en tres partes, con un lenguaje directo y seco, fácilmente asumible y que manda mensajes claros que impactan al lector. Los lectores que compartamos generación con él probablemente entendamos mejor de lo que nos está hablando, porque de lo que nos está hablando también podríamos hablarlo nosotros. Es un libro de viaje que señala lugares y fracasos y que da vueltas sobre sí mismo, no pareciendo que exista destino y que el lugar desde el que se partió también es inalcanzable.

Se nota en este poemario una clara influencia de la poesía más propia del último cuarto del siglo XX, atrevida, sin tabúes, quizá influenciada por la contracultura anglosajona (los versos "Dame un libro y un sitio donde huela / a tu sexo. No necesito / más" recuerdan algo a Bukowski), hasta algún punto están presentes también los poetas trasterrados, los que no tienen lugar ni punto fijo, expulsados de donde estaban, como pudo ser Bertolt Brecht. Trae de nuevo palabras parecidas a las que ellos usaron ayer para volver a contar desde un dolor personal e íntimo la realidad de tantos jóvenes de hoy día que, teniendo medios intelectuales y juventud, no tienen oportunidades para vivir por sí de una manera estable.

Nos encontramos bien en aeropuertos,
pues no tenemos patria
y nuestro nombre es Nadie.


Unas generaciones jóvenes de españoles de hoy que son las mejor preparadas de toda la Historia española y sin embargo el sistema económico los ha dejado fuera del rumbo de sus vidas.

Ves circular maletas con los ojos cansados
y temes haber perdido la tuya,
pero no, esa es,
la que desborda títulos, y tiene
el color del fracaso y las noches en vela.


No obstante, Movilidad exterior toma su título de las palabras que pronunció la Ministra de Empleo y Seguridad Social Fátima Báñez cuando en abril de 2013 dijo en el Parlamento esas palabras, "movilidad exterior", para referirse como algo positivo a lo que era la emigración masiva de jóvenes españoles, mayoritariamente con títulos universitarios, a otros países en busca de trabajo y oportunidades con las que construir sus vidas, yéndose de España, de sus lugares de origen donde vivían, de sus familias y de sus amigos. Precisamente a su intervención señala Mazarío de manera directa y seca, anotando por el camino la corrupción moral de sostener esas ideas quien debía velar precisamente por la creación y el mantenimiento del empleo, quien además está definida por sus complementos de ropa en un estado económico y social tan alto y enriquecido que poco o nada puede representar a los que se van por necesidad o a los que vuelven a casa de sus padres o a los que no pueden salir de la misma. Apunta al gobierno en sí y a su funcionamiento.

En la sesión plenaria de los martes
la señora Ministra se encarama
al estrado, con su traje de chaqueta,
dejando en el escaño un portafolios
y un bolso de Chanel. Como es debido
saluda al Presidente y se dirige
en discurso leído a sus colegas,
y con gran desparpajo
acuña en un momento dado el término:
movilidad exterior.
                                       Su puta madre.

Mazarío busca también la estética en sus poemas. Su estilo es directo, sí, pero se persigue una cierta estética llena de metáfora. Se embellecen los poemas con su estructura, dándole un sonido bonito a poemas que nos hablan con auténticas cargas de profundidad que estallan con sólo rozarlas.


Lo prudente sería
enviar formularios, apuntarse a academias,
tener un cierto colchón económico,
buscar lazos de afecto —conocidos
de amigos de amigos de conocidos—,
una casa con alquiler barato,
un entorno no hostil.

Estamos condenados
a una audacia rayana al despropósito.


Carlos Mazarío, que ha recitado en diversos lugares, también en Alcalá de Henares, crea así un buen libro de poesía conectada con su ser y con su generación, una generación frustrada pero no acabada.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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