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sábado, 29 de enero de 2022

Viaje a la Alcarria

Título: Viaje a la Alcarria.
Autor: Camilo José Cela.
Editor: Revista de Occidente.
Año de publicación: 1948 (1ª edición).
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Título: Viaje a la Alcarria.
Autor: Camilo José Cela.
Editor: Audioclásicos.  
Publicado en formato: Audiolibro en formato informático abierto a público en página web de Internet.
Año de publicación: 2020 (1ª edición sonora del editor Audioclásicos con la voz de Jesús Polvorinos).
Colección: Viajes por España.
Género: Libro de viajes.
ISBN / Depósito Legal / Creative Commons: No consta.

 

El pasado 17 de este mes de enero se produjo el vigésimo aniversario de la muerte de Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura y Premio Cervantes, o don Camilo José Cela como mucha gente le sigue titulando hoy día. Con ese motivo le escribió una carta pública en prensa su última esposa y viuda, Marina Castaño, la cual fue muy polémica al tratar ella de ponerle al día de lo ocurrido en las últimas dos décadas desde un punto de vista muy conservador, muy muy conservador, hasta el punto que incluso defiende del trato recibido por presunta corrupción al rey emérito Juan Carlos I, amigo de Cela, o ataca a amigos de Cela que tras su muerte publicaron o declararon cosas sobre él que no le dejaban en buen lugar, como por ejemplo Umbral. La carta fue replicada por numerosas personas anónimas, conocidas y periodistas tanto en redes de comunicación como en prensa escrita, radio y televisión. Una de las más contundentes fue la publicada por Pablo Elorduy en el periódico El Salto, en otra carta abierta a Cela, esta vez con un punto de vista de izquierda social. No es ningún secreto que Cela es en pleno 2022 objeto de polémica, como lo viene siendo ya no solo desde el día de su muerte en 2002, sino desde algún momento temprano de la Transición política de la dictadura de Franco a la actual monarquía parlamentaria de corte democrática y constitucional, allá entre 1976 y 1978. Ha sido un personaje muy venerado por muchos años, décadas, sobre todo desde que obtuvo el Premio Nobel en 1989 y el Cervantes en 1995, pero claro está que el paso del tiempo nos lo va ofreciendo entre la admiración a una prosa impecable y llena de experimentación y crudeza, la figura humorística por su forma de ser franca y el reconocimiento de su ser más oscuro desde sus postulados franquistas a otras actitudes vitales que en la cultura popular se resumen en la manida frase: "era un buen escritor pero en lo personal era un cabrón, una cosa no quita la otra". Sea como sea, aprovechando ese veinte aniversario de su muerte, en estas notas dejamos constancia de Cela también como escritor que se relacionó con Alcalá de Henares, y a su rebufo Francisco Umbral.

En este caso Cela tiene a Alcalá de Henares en uno de sus libros, aunque, nunca mejor dicho, de paso. Se trata de uno de sus primeros libros, Viaje a la Alcarria, el cual no es una novela, sino un libro de viajes, y hasta cierto punto de memorias suyas en ese viaje. Su título completo era: Viaje a la Alcarria. Las botas de siete leguas. Un libro que escribió y publicó no tanto como libro, sino como una especie de artículo largo en La Revista de Occidente, en 1948, cuando hizo aquel viaje. Ahora bien, la obra tuvo éxito, arrastrada del éxito del propio escritor con otras obras suyas, y fue editado en libro propiamente dicho posteriormente en dos ediciones más que no le convencieron, por lo que cada una de las ediciones tiene variantes sobre el texto y sobre la presentación estética del mismo, lo que no era solo cosa del editor, sino también empeño del autor. Entre ese 1948 y diciembre de 1963 circularon por tanto estas ediciones que para entonces eran el libro con más variantes que jamás había trabajado antes Cela. Habían sido publicadas por Espasa Calpe en Destino. Así por ejemplo le habían añadido versos de un cancionero que siguió Philip Polack, sin introducir aclaraciones del porqué. En la tercera edición se hicieron numerosos cambios y añadidos a la obra original tal como había quedado en la segunda edición, fue la edición de Papeles de Son Armadans, donde Cela trabajó con el artista plástico Jaume Pla para crear no solo un texto depurado por Cela, sino también un texto que visualmente respondiera también a un mensaje de harmonía visual. Jaume hizo cambiar algunos comienzos de los capítulos para que no coincidieran las letras capitales, así como Cela alargó o acortó partes para que los cajones de texto y las líneas quedaran estéticamente bonitas en esa edición. Estaban creando así un libro que no solo lo era por su texto, sino como objeto de culto o de arte. Sin embargo, la relectura de lo terminado y publicado tiempo después hizo que Cela cayera en la cuenta de que no le gustaba el resultado, porque habían prestado un exceso de atención a lo estético del objeto libro y a través de ello habían empeorado partes del texto original que previamente estaban bien expresadas siguiendo lo que y cómo Cela quería decir. Así pues, el autor volvió al original de 1948 publicado en la Revista de Occidente y lo revisó y lo mejoró con aquellas partes de las otras ediciones que Cela juzgó que eran las mejores para quedarse. Así mismo reubicó los versos del cancionero en el lugar correcto a juicio del propio Cela. Por ello en diciembre de 1963 publicó la cuarta edición de esta manera, que para él era la definitiva, que es la que conocemos hoy. Edición que el propio Cela no quería que tuviera demasiadas anotaciones para no entorpecer la lectura, a pesar de que en ediciones críticas posteriores se ha saturado de ellas.

Por todo estos ires y venires quizá el ayuntamiento de Alcalá de Henares cometió el error en 2003 de publicar a través de la Concejalía de Turismo un cuaderno indicando biografías de los autores más famosos que tienen que ver con Alcalá, llamado Alcalá de Henares, la ciudad literaria, donde se indicaba que Viaje a la Alcarria fue publicado en 1952. Aunque alguna de las dos versiones posteriores hubiera sido de esa época, el original se publicó en 1948, y desde luego la cuarta edición, definitiva, fue de diciembre de  1963, casi 1964. Gobernaba la ciudad cuando se publicó tal cuaderno Manuel Peinado, del PSOE.

El libro ha sido publicado numerosas veces en muchas y muy diferentes editoriales, así por ejemplo este libro apareció también en Alfaguara, editorial que fundó el propio Camilo José Cela con su hermano Jorge Cela en 1964, año de ventas de la cuarta edición ya comentada. Sea como sea, como edición moderna para estas notas dejaré anotada la que se ha realizado en audio libro, y no en texto escrito, quizá siguiendo algo que ya comentaba Cela en 1963, no importaba tanto el soporte del texto como la comprensión del mismo texto y su claridad. Los audio libros se han hecho muy populares hoy día donde mucha gente recurre a ellos como la radio moderna, a pesar de ser como los seriales de radio antiguos, dado que cada vez se cede menos tiempo a la lectura de textos largos, en favor de una cultura audiovisual e inmediata donde se hacen varias cosas a la vez. Aunque los audio libros tienen un origen dedicado al público lector ciego o ya muy dificultado para leer con sus propios ojos. Si bien nos podemos remontar a ellos a la década de 1960 y 1970, en discos de vinilo, o bien a los años 1980, en cintas magnéticas y después en disco compacto en los años 1990, son actualmente casi todos de formato digital, a través de Internet y formatos que interactúan con Internet. No obstante, el público lector ciego no llama a esto escuchar libros o prensa o lo que sea que deseen leer, sino que asimilan el verbo leer a este acto, así pues el audiolibro es un acto de lectura, aunque no por los medios convencionalmente tradicionales con la visión. Tengamos esto en cuenta, dado que el diccionario estrictamente aplicado no recogería el acto de escuchar un audio que reproduce oralmente un texto con el acto de leer. Siendo abiertos de mente, personalmente me parece correcto que al menos para la persona impedida de visión se asuma el verbo leer para el acto de escucha de un audiolibro. Yo recojo en este sentido la edición por Internet publicada en 2020 por Audioclásicos en su colección Viajes por España. En cuatro horas y media y con efectos de sonido añadidos brevemente al comienzo, Jesús Polvorinos pone voz a la voz protagonista de Viaje a la Alcarria, escrito en primera persona por Cela, ya que es el propio autor el que viaja, por lo que en parte es también un diario de viaje o unas memorias de ese viaje. Previo al audio la página recoge un texto de Alonso Zamora Vicente de 1962, "Camilo José Cela (acercamiento a un escritor)". Tiene igualmente una cubierta que le diseñaron, donde se ve la ilustración del perfil de Torija, uno de los pueblos de la Alcarria, en Guadalajara, donde se ve la torre del homenaje de su castillo, destruido entre el abandono y la guerra civil, hoy día reconstruida la torre y transformada en Museo del Viaje a la Alcarria.

El original de 1948, por contra, seguía la estética de la propia Revista de Occidente, publicada en Madrid. Una cubierta sobria con el título de la obra en rojo, el resto de textos en negrita, con el clásico búho de la sabiduría, compañero de Atenea, en el centro. Contenía una ilustración y cuarenta y nueve láminas de fotografías en blanco y negro de la Alcarria y sus pueblos, tomadas por Karl Wlasak. También tenía una fotografía de Cela reclinado sobre la lectura de algo que había manuscrito. Estas fotografías se han mantenido en muchas ediciones posteriores, como parte estética de la obra a la que Cela no renunció. Tenía dos citas en la introducción que le añadió en 1964, una de William Cüllen Bryant y otra del Cantar de Mío Cid, en su parte que habla de ir remontando el río Henares hasta Guadalajara. El libro estaba dedicado a Gregorio Marañón, amigo de Cela y vital en sus comienzos literarios y las oportunidades que se le ofrecieron. En una dedicatoria que ocupa una página explica el autor que se lo dedica no como agradecimiento, sino porque sabe que le gustan los libros de viajes y que Marañón nunca va a viajar a la Alcarria, o lo que es lo mismo: a la España profunda, según Cela. En esa misma dedicatoria desvela que ha parado y pasado alguna noche en varios de los lugares por los que pasa, y que fiel a la verdad ha narrado todo lo que le ha ocurrido, pero sin embargo no ha escrito nada, ni ha citado, sobre un pueblo donde el alcalde decidió meterle una noche en el calabozo, donde había un gitano preso que le tomó por artista preso. No explica Cela el porqué se le metió en el calabozo una noche, aunque tal pena parece propia de lo que se llama escándalo público o bien por vagancia, puesto que en aquellos años también eso era motivo de arresto.

Cela de hecho no cuenta todo lo que realmente le ocurrió o hizo en ese viaje a la Alcarria. En el libro se menciona Alcalá de Henares porque le viene de paso con el tren. Habla de lo que vio en la parada de tren. Pareciera que no hubiera bajado en la ciudad. Sin embargo, algunas personas contemporáneas de aquello y ahora sus hijos e hijas, gente mayor, recuerdan aún hoy día que Cela sí paró en Alcalá. Se albergó, dicen en su recuerdo, en la calle San Felipe Neri, en lo que hoy día sería el mesón La Casa Vieja, donde tenía un amigo. Este mismo amigo quizá era también el que antes de la guerra civil lo era de Federico García Lorca, ya que Lorca, cuando pasó por Alcalá se albergó en la misma casa como invitado del dueño, su amigo. Aquella casa, no obstante, fue a comienzos del siglo XX la casa de un pintor medianamente conocido. Algunos recuerdos del paso de Cela por Alcalá van más allá, y dicen que al levantarse por la mañana orinó desde el balcón a la calle, habiendo gente en la calle, pero que no fue molestado por las autoridades por tal hecho que, evidentemente, podía ser catalogado de escándalo y alteración del orden público, sino también de vandalismo. Sea como sea, esto solo ha quedado como recuerdo en varias personas ya fallecidas y hoy repetido por sus familiares, ya mayores, por tanto, al no haber un registro fidedigno, constancia escrita y verificada o verificable, que nos dé certeza total de lo ocurrido, hemos de tratarlo como tradición oral o quien lo prefiera: como rumores.

1948 para Alcalá de Henares es un año un tanto oscuro, aún con muchas heridas abiertas de la guerra civil y de los casi trescientos ejecutados posteriores, más los presos y las torturas o los depurados. En 1947 había explotado por accidente un polvorín en la zona del Zulema y eso llevó a una caza de falsos culpables, con la idea de aniquilar a los opositores a Franco que fueran quedando. Ochenta y dos personas detenidas y ocho fusilados que fueron ejecutados aquel 1948 que Cela pasaba por Alcalá, según su libro. Si Cela bajó en Alcalá y pasó un día y una noche aquí, ya queda comentado, pero vamos a ceñirnos a lo que él dejó reflejado en el libro.

La aparición de Alcalá es breve. Viaje a la Alcarria comienza con el despertar del autor en su casa situada en Madrid, en la calle Alcalá, con la idea de viajar a un lugar muy bonito al que nadie quiere viajar, según él mismo en sus palabras. Se trata de la Alcarria, una región con fama de productora de miel y renombres del Cid y pasados medievales y renacentistas. La España profunda de los pequeños pueblos totalmente alejados de la vida en la ciudad y de la modernidad, de la que el propio Cela alimentaba su estilo de entonces, el tremendismo, la España más oscura. Pero como él mismo dirá, no encontró en aquel viaje ni grandes crímenes, ni embarazos múltiples, ni bestialismo. Sencillez, vidas pobres, amabilidad y generosidad dentro de la miseria, poca miel, que se la llevan los turistas, le escribió a Marañón, y mucha buena comida, aunque en poca cantidad. Indirectamente Cela está hablando de la España del hambre y la pobreza suma, pero además, aquella Alcarria a la que viajaba, la de los campos verdes, el río Henares y los árboles, era la España de Guadalajara cuyos pueblos diez años antes habían protagonizado en la guerra civil una de las batallas más cruentas de resistencia al avance de Franco hacia Madrid. No obstante, uno de sus pueblos de los que habla, Torija, había sido sede de las brigadas internacionales y centro de mando de las operaciones, incluso con presencia de Miguel Hernández, poeta que antes de la guerra había conocido Cela. Otros tantos pueblos por los que pasará serán escenario de la batalla y de una represión brutal, como por ejemplo Brihuega. Todo esto no aparece en el libro, pero evidentemente la gente y los lugares que aparecen en aquel viaje es gente golpeada diez años atrás por todos aquellos acontecimientos. Cela no lo expone, no lo pone en valor, no lo comenta, tampoco es algo que recriminarle, pues Cela durante la guerra se había pasado a la zona de Franco para alistarse como soldado y posteriormente, tras la guerra, en aquellos años de 1940 ejercía de censor, a pesar de que sus primeros libros sufrieron censura, lo que hizo creer a mucha gente que Cela era lo que no era. Cela estaba conforme con lo establecido por Franco. Nunca renunció a su conservadurismo. Colaboraba con ello. Incluso en los años 1950 tuvo un intento de atraer a los exiliados en Venezuela colaborando con la dictadura de allí en publicar una serie de libros que blanquearan u gobierno dictatorial, proyecto que se malogró. También tuvo por idea en la década de 1960 de entrar en los círculos de los exiliados y de los opositores a Franco para incentivar las ventas de sus obras con la idea de que por ese medio estos se transformaran en personas favorables a Franco. Tuvo un ligero distanciamiento del franquismo en los últimos años, pero fue para acercarse al conservadurismo de gente como el ex falangista Dionisio Ridruejo, que ya dijo de Cela que uno de los motivos de su éxito era que Cela cultivó no solo sus textos, sino también el culto y la admiración a su persona. Sin Franco, no es ningún secreto que se identificaba plenamente con la derecha de Alianza Popular, posterior Partido Popular, especialmente de Fraga, a pesar de que jugó a declarar alguna cosa favorable a los nacionalistas gallegos, lo que descolocaba mucho la percepción de la izquierda sobre Cela.

Cela sale de su casa en Madrid y va a la estación de tren de Atocha, donde toma la misma vía de tren que seguimos usando hoy día en 2022. Describe la sociedad que ve en el tren y las poblaciones que va viendo a su paso desde su ventanilla, como Vallecas, Coslada, San Fernando de Henares, Torrejón de Ardoz y Alcalá de Henares. Por supuesto, el viaje prosigue por Meco, Azuqueca de Henares, Guadalajara, donde baja del tren y comienza su viaje por medios y estancias variables del río Henares al río Tajuña, pasando por Brihuega, Torija, luego pasa al río Cifuentes, de ahí al Tajo, a los arroyos Soledad y Empolveda, Casasana, Córcoles, Sacedón, Pastrana y de vuelta a Madrid. Entre esos referentes fluviales, diversos pueblos y aldeas alcarreñas. Hay quien dice que esta obra continúa una tradición de libro de viajes  que se asemeja a la novela como pueda ser la citada obra del Cantar del Mío Cid, o incluso El Quijote. Como sea, es una obra de referencia en los libros de viajes y ha sido imitado por innumerables autores, no solo de la literatura, ya que su viaje implica también un viaje a la gastronomía y una revisión de la España rural. Sirva de ejemplo mencionar al cantautor José Antonio Labordeta. Con este mismo sentido se han establecido hoy día innumerables rutas turísticas desde el senderismo, la bicicleta, la gastronomía, lo rural, la literatura, etcétera.

 La primera cita sobre Alcalá de Henares la hace desde la misma estación  de Atocha, cuando sube a su coche de tren, junto a él observa que suben muchos soldados rasos de caballería con sus petates para ir a Alcalá de Henares, por entonces con varios cuarteles militares establecidos en la ciudad. A partir de ahí comienza su viaje y la descripción de las poblaciones más inmediatas a Madrid, al llegar a Alcalá el tren Cela le dedica un párrafo que recoge lo que pretende ser una forma de ser que denuncia en cierto modo un cierto barbarismo en la sociedad de aquel momento. Ahora bien, en el cuaderno turístico publicado por el ayuntamiento en 2003 se dice que Alcalá solo se menciona en el libro en el siguiente párrafo:

"Por Alcalá de Henares pasa el tren a las tapias del cementerio. Sobre el río flota, como siempre, una tenue neblina. En Alcalá de Henares se apea mucha gente, queda el tren casi vacío: los pescadores que no se echaron abajo en San Fernando, los soldados de caballería, los hombres de la negra visera; las gruesas, tremendas, bigotudas mujeres de las cestas. Una señorita rubia, con aire de llamarse Raquel, o Esperancita, o algo por el estilo, con un peinado lleno de ricitos y de fijador, y un jersey de franjas verdes y coloradas, coquetea con un guardia civil joven que lleva el bigote recortado en forma, como dicen los peluqueros."

En realidad es un falseamiento feo y algo grave por parte de la Concejalía de Turismo de aquel momento, en su deseo de blanquear la realidad y crear una distorsión amable y censurada de lo que realmente se dice, ya que Cela no paró ahí. El párrafo dedicado a Alcalá de Henares vista desde su ventanilla de tren, con el tren parado en la estación, seguía:

"El viajero piensa en el amor. El viajero tiene, en su casa de Madrid, un grabado francés que se titula: L’amour et le printemps . Por el andén pasa un mendigo barbudo recogiendo colillas. Se llama León y lleva unas alpargatas color azul celeste. Un hombre le dice: Ven, León, que te tengo mucho cariño. ¿Quieres un pitillo? Cuando León se le acerca, le da una bofetada que suena como un trallazo. Todos se ríen mientras León, que no ha dicho ni una palabra y que lleva los ojos llenos de lágrimas, como un niño, se marcha silencioso, mirando para el suelo, agachándose de trecho en trecho para recoger una colilla. Desde el final del andén, León vuelve la cabeza. En sus ojos no hay ni cariño ni odio; parecen los ojos de un ciervo disecado, de un buey viejo y sin ilusión. Va sangrando por la nariz."

Y después continuaba su viaje a Meco. El texto de Cela parece cuadrar con algunos testimonios orales que han llegado hasta hoy día con el comportamiento de algunos alcalaínos hacia los más desfavorecidos y hacia los perdedores de la guerra civil nueve años antes. Esto, evidentemente, es una apreciación de quien esto escribe, pues también puede ser el comportamiento de la burla brutal contra el más inocente e indefenso, práctica por muchas décadas presente en el más negro y oscuro sentido del humor de los más capacitados contra los menos capacitados.

Sea como sea, el libro animó a otros autores y gastrónomos posteriores a rehacer el recorrido de Cela en 1948, incluso el propio Cela lo hizo años después, para dar constancia de los cambios de aquella España. Uno de ellos fue un escritor amigo de Cela, Francisco Umbral, quien en agosto de 1963, meses antes de la cuarta edición citada, escribió un reportaje para el número 182 de la revista Mundo Hispánico a raíz de su propio viaje y revisión del viaje de Cela en 1948. Se llamó Nuevo viaje a La Alcarria. Volvió a pasar por donde pasó Cela, y en su visión de 1963 comienza su artículo preguntándole por la geografía de la Alcarria a una niña que le contesta. Le pregunta si el camino que sigue va a Brihuega, o sea: se adentra a la Alcarria, a lo que la niña le saca de su error indicándole que el camino que lleva va a Alcalá de Henares, aunque luego añade que si va todo seguido y pasa de largo, ya llegará. Umbral pasa por Alcalá de Henares, Umbral escribirá de Alcalá en 1963 respecto a lo que escribió Cela en 1948:

"A su paso por Alcalá, el Henares llevaba aguas rojas, como de arrastres arcillosos. En la hermosa plaza de Cervantes, pacíficos vecinos dejan transcurrir el verano a la sombra de los soportales, viendo llegar y pasar a los turistas de los coches largos y de los coches cortos. Alcalá es Alcalá. Un sitio hermoseado, con tanta historia y tan sabido que da casi vergüenza repetirlo ahora, pintan cafeterías Americanas en las esquinas más estratégicas, pero no hay peligro de que el aire  acondicionado de ninguna cafetería vaya a privarle de su propio aire eterno e interno a la cervantina y universitaria ciudad. Aquí, aunque no sea la Alcarria, puede comprarse ya el primer tarrito de miel alcarreña. De modo que si usted no traía alforjas para más viaje, puede darse ya la vuelta hacia Madrid e invitar a miel a sus amistades. Se ahorrará  kilómetros y tiempo. Claro que no es lo mismo, ni mucho menos. Nosotros, en su caso, seguiríamos adelante, saltando las rojas aguas del Henares, en busca de esa nueva fuente de la eterna juventud -como Ponce en la Florida- que es o parece ser la miel convertida en jalea real. A ver qué pasa."

Nos muestra un centro de la ciudad que nos recuerda de manera lejana a la vida de bares y cafeterías actual, turistas incluidos. Ahora bien, si bien la Alcarria es un territorio melero de la provincia de Guadalajara, por el que el río Henares fluye entre otros ríos, Alcalá de Henares, inserto en el valle del Henares, está dentro de lo que se llama también la Pequeña Alcarria, a caballo entre Madrid y Guadalajara y que incluye unas pocas poblaciones que, en otra época, y en contra de la opinión de Umbral, producía entre otras cosas miel, en menor cantidad y con menos fama que la de la Alcarria en sí. Esta tradición en la actualidad quiere ser recuperada por algunas personas, pocas, pero la contaminación, la expansión de los municipios, fábricas y carreteras y la desaparición de algunos  campos floridos y con ellos de las abejas, se hace difícil y se hace deseable planes de protección.

Cela pasó por Alcalá de Henares en más ocasiones que en la de 1948, aunque en parte por ver a alguna amistad que tenía en la ciudad. Con el paso del tiempo y su mayor fama fue dejando de venir. Que no le dieran el Premio Cervantes en un primer momento hizo que cargara contra el Premio Cervantes, la Universidad de Alcalá, el Instituto Cervantes y fue como una afrenta a Alcalá de Henares misma. Tras recibir el Premio Nobel en 1989 el Cervantes tardó en llegar hasta 1995, entonces Cela regresó a Alcalá, a su Universidad y al Paraninfo para recibir el galardón de manos del rey Juan Carlos I y todo lo que dijo en el pasado lo desdijo, y por contra dijo alabanzas de todo aquello a lo que antes ofendió. La vida de Cela, en buena parte fue eso, decir unas cosas, hacer otras, jugar a parecer lo que no era, y polémica. Pero era un escritor bastante insuperable. De él parte la innovación en novela de que esta tampoco debe estar sujeta a normas, por lo que ha de haber experimentación y libertad siempre que haya coherencia en el texto. 

Como sea, su referencia a Alcalá en sus libros queda reflejada en aquel viaje a la Alcarria que hizo en 1948 y sobre el que volvió bastantes veces años después limando y trabajando el texto.

 

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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