Autor: Leandro Fernández de Moratín.
Impresor: Imprenta de Villalpando (Madrid).
Año de publicación: 1806 (1ª edición).
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Título: El sí de las niñas.
Autor: Leandro Fernández de Moratín.
Editorial: PML Ediciones.
Año de publicación: 1995 (1ª edición).
Colección: Clásicos del Mundo / Clásicos Españoles.
Género: Teatro.
ISBN: 978-84-41000551.
Leandro Fernández de Moratín nació en Madrid en 1760. Pertenecía a la nobleza, pero su padre, Nicolás Fernández de Moratín, destacó como poeta y dramaturgo, aunque era abogado. Posiblemente sus inicios como escritor pudieron venir por esta parte paterna, aunque su primer oficio fue el de joyero, como uno de sus abuelos. Como sea, con 19 años de edad publicó su primera obra de teatro, en 1779, la cual ganó un premio accésit por la Real Academia Española, se trataba de una obra heroica. A partir de ahí escribió y publicó otras obras de teatro en la década de 1780, pero no tendrá un gran éxito real hasta finales de esa década, tras conocer a otros dramaturgos e incluso leerle el Conde de Floridablanca, que le tomó como protegido e incluso le procuró que pudiera vivir del cobro de una renta del arzobispado de Burgos. El siguiente hombre fuerte del gobierno, Godoy, tomó mucha amistad con él y también le tomó como protegido, dándole otras rentas religiosas, lo que le permitió retirarse a Pastrana y escribir. Más aún, Godoy le dio una beca de cinco años para que viajase por Europa y conociera a dramaturgos destacados europeos. Será así como se verá en medio de los primeros años de la Revolución Francesa y será testigo directo del asalto a las Tullerías en 1792, lo que le impactó profundamente por la violencia inusitada de la gente común contra la nobleza. Huirá de Francia y pasará por varios países europeos hasta instalarse por un tiempo en Inglaterra, donde escribirá apuntes costumbristas de la sociedad británica, mientras se dedica a estudiar el teatro de Shakespeare. Recorrerá Bélgica, Alemania, Suiza e Italia, continuando esos apuntes y dándonos una descripción social aburguesada de la Europa no revolucionaria de la época, pero a la vez toma ideas ilustradas de los franceses, en esos momentos inmersos en la revolución. Conocerá además a varios jesuitas españoles exiliados en Italia tras su expulsión de España en 1767 por el motín de Esquilache.
A su regreso a España Godoy le entrega un puesto en 1799 en la Junta de Dirección y Reforma de los Teatros, mientras algunas personas empiezan a recelar de su cercanía a Godoy y de su afrancesamiento, sospechaban de él por haber estado en la Francia revolucionaria. En estos años conocerá al principal censor de España, a la vez que a otros futuros liberales, como el pintor Francisco de Goya. En 1806 tendrá su éxito rotundo con El sí de las niñas. Dos años después, tras los desastres bélicos sufridos por España como aliada de Francia y tras que los franceses traten con hacerse con el gobierno español se produce el motín de Aranjuez en 1808 y Godoy es expulsado del gobierno mientras da comienzo la Guerra de Independencia Española. La Junta de Gobierno le quita todos sus cargos y rentas, que serán repuestas posteriormente por José I Bonaparte, que en 1811 le nombra bibliotecario de la Real Biblioteca. Su afrancesamiento hará que se traslade de uno a otro lugar de España según se desarrolle la guerra. Cuando esta acabe en territorio español en 1814 la Inquisición repuesta por Fernando VII le persigue y se ve forzado a exiliarse a Francia y a Italia. Regresará en 1820 por el golpe de Riego que inicia el Trienio Liberal y será nombrado juez de imprentas. Sin embargo, ante una epidemia de peste huye de nuevo a Francia, de donde ya no volverá, pues en 1823 vuelve a caer el gobierno liberal y regresa el absolutismo, se trasforma en un exiliado que se reencuentra con otros exiliados amigos suyos del pasado, como Goya. En 1825 una apoplejía le malogra la salud, murió en 1828, fecha desde la que sus restos tendrán diferentes enterramientos entre Francia y España a lo largo del siglo XIX.
El sí de las niñas, aparte de contener ideas de la Ilustración, es de estilo neoclásico, como ya se ha dicho. Sigue las más estrictas normas matemáticas de tres actos con sus respectivas escenas medidas. Todo en prosa, con presentación, nudo y desenlace, con total formalismo. Sin experimentación alguna y sin fantasías, con lenguaje claro e ideas directas. Está dentro del pensamiento ilustrado que desea lograr avances sociales dentro de las costumbres de la época de corte burgués. Hasta cierto punto se trata incluso de una obra que lanza unas ideas relativamente feministas o de igualdad de género, pero hay que subrayar la relatividad, pues Fernández de Moratín no deja de ser hijo de su época, con ideas avanzadas, pero dentro de las ideas avanzadas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, desde luego más avanzado que otras personas, pero en ese orden.
Habla de una realidad que se daba entre la nobleza y la alta burguesía que también criticó Goya en algunas de sus pinturas, una realidad que es probable que a otra escala pudiera darse en algunas familias humildes por supervivencia, se trata de intentar medrar familiarmente mediante el procedimiento de casar a las hijas muy jóvenes con hombres de otras familias bien posicionadas o adineradas, cuestión que se hacía incluso sin atender a la edad de los hombres casaderos, su aspecto físico o su salud y forma de vida, o de sus posibles vicios. A menudo algunas jóvenes ni siquiera conocían al futuro marido, o bien les enseñaban un retrato antes de presentarles, aunque el padre iba conviniendo ya el matrimonio. Era una forma social de varios siglos mediante la cual incluso se podía hacer alta política o negocios importantes. Algo que era aceptado como una forma de ser del mundo. Los ilustrados cuestionaron estas y otras cuestiones alegando que eran modos, hábitos y costumbres sociales, no una forma natural del ser del mundo, pues en diferentes épocas hubo otros hábitos. Esto se expresaba en pinturas, libros, música, ensayos o, como en este caso, en una obra de teatro como medio usado para llegar a más gente con las nuevas ideas.
Moratín se inspiró en un pasaje de una obra de teatro de Moliere, al que traducía al español, y en una obra similar de Miravaux. Él mismo ya había escrito una obra de misma idea en 1786, estrenada en 1790, El viejo y la niña, que no tuvo entonces éxito. Estos eran los antecedentes antes de El sí de las niñas escrita en Alcalá de Henares en 1801.
El argumento se desarrolla en una fonda de Alcalá de Henares. Trata de una joven de 16 años llamada Francisca que es prometida por su madre a un hombre adinerado de 59 años de edad. Ella en realidad está enamorada de un joven soldado de su edad y se niega a ese matrimonio. Tendrá la ayuda de su criada para que se vea con el soldado. Francisca se ve obligada al matrimonio por obediencia a su madre, aquí está el conflicto, pero si ella no llegara virgen el matrimonio podría anularse, o también si la madre entendiera el amor de su hija hacia el joven.
Hasta cierto punto la obra cuestionaba el orden social, ético y moral del Antiguo Régimen, sobre el que se asentaba la nobleza, el gobierno, la política y las clases de la alta burguesía, con cierto respaldo de la Iglesia, que veía en esto un orden correcto de la sociedad. No obstante algunos matrimonios de la realeza se daban incluso entre miembros de la misma familia. Tanto es así la crítica que se hizo que la Inquisición con Fernando VII prohibió la obra en 1815, tras la Guerra de Independencia. Volvió a permitirse con los liberales en 1820, pero al regresar la monarquía absoluta en 1823 volvió a prohibirse. Fernández de Moratín no verá su reestreno en España. Muerto Fernando VII en 1833, la reina regente, María Cristina de Borbón, necesitó de los liberales para que reinara su hija Isabel II, a la vez que se desarrollaba la Primera Guerra Carlista. Por ello la obra pudo volverse a representar y publicar en 1838, aunque con cortes de censura.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
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