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viernes, 31 de mayo de 2024

Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares

Título: Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares.
Autor: Miguel de Portilla y Esquivel.
Editor: Universidad de Alcalá de Henares (1ª edición; por entonces: Universidad Complutense).
Impresor: Joseph Espartosa (impresor de la Universidad de Alcalá, también conocido como José de Espartosa).
Año de publicación: 1725 (1ª edición del primer volumen); 1728 (1ª edición del segundo volumen).
Género: Historia; Crónica. 
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Título: Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares.
Autor: Miguel de Portilla y Esquivel.
Editorial: Old Book Factory (OBF).
Año de publicación: 2003 (1ª edición).
Género: Historia; Crónica.
ISBN: 9788495011732

 

Los Annales complutenses de 1652 eran la mayor referencia en cuanto a una Historia general de Alcalá de Henares. Pero en la primera mitad del siglo XVIII se quedaban desfasados, no sólo porque habían transcurrido tres cuartos de siglo, sino porque habían cambiado muchas cosas tanto en España, como en Europa, como en la propia Alcalá a consecuencia precisamente de esos cambios directos. Para empezar los tiempos más duros de la Contrarreforma religiosa y su mentalidad habían quedado atrás en los siglos XVI y XVII. En España seguía flotando algo de su forma de pensar y se notaba en la existencia aún de la Inquisición, muy dedicada ahora a la censura al servicio del catolicismo y de la monarquía, y se notaba también en unas Universidades monopolizadas por el catolicismo que impedía e incluso condenaba cualquier enseñanza o experimentación que se desviara de los dogmas de fe. Esto no ocurría en las Universidades europeas de carácter protestante. Además, como rémora de la exigencia de limpieza de sangre (una mentalidad antisemita en España que desde 1492 pedía para estar o ejercer en algunas instituciones y cargos ser cristiano viejo, esto es de familia que siempre lo fue, o si se era cristiano nuevo serlo de cinco generaciones seguidas) se pedía precisamente eso para estudiar en las Universidades españolas, pero ya no tenía tanto peso lo antisemita, sino lo nobiliario. Las guerras de religión europeas en las que se implicó España mientras a la vez hacía la guerra a franceses y catalanes en el siglo XVII fueron seguidas por un reinado que, salvo sus primeros años más revueltos, fue más tranquilo, el de Carlos II, pero las incapacidades del propio rey ponía en cierta crisis moral a los propios españoles que en 1700, a la muerte sin descendencia del rey, se abrió una guerra civil llamada Guerra de Sucesión Española, en la que se implicaron otros países europeos. Se prolongó hasta 1715, aunque para 1714 estaba prácticamente finiquitada. Se solventó con la instauración de la rama de los Borbones franceses en el trono español, comenzando con Felipe V, por cierto que para que esto se diera se necesitó que los ingleses se cambiaran de bando en la guerra a última hora y apoyaran a los Borbón en lugar de a los Austria, razón por la cual en pago de guerra los Borbón le dieron Gibraltar como recompensa por los servicios bélicos prestados. La nueva dinastía trajo cierta modernidad de pensamiento a España, pero una modernidad que chocaba con un catolicismo que aún estaba en esa mentalidad de la Contrarreforma del Barroco del siglo anterior. Sin embargo, también trajo la centralización del Estado, ahora la Monarquía Hispánica era propiamente España, y aunque se legalizó el regreso de los judíos se hizo algo que no ocurría previamente: la legalización de que los propios españoles hicieran esclavos (esto fue obra de Carlos III, para ello, tras una guerra, intercambió con Portugal una parte de América que se integró en Brasil por la zona de Argentina y Uruguay por la actual Guinea Ecuatorial), peor aún, los Borbones empezaron a tratar políticamente a los territorios americanos como si fueran colonias, aunque ese trato nunca lo habían tenido, razón por la cual a comienzos del siglo XIX comenzó el proceso de independencia americana respecto a España.  

Sea como sea, el siglo XVIII era el siglo de la Ilustración, una corriente de pensamiento que trataba de buscar en el raciocinio, la ciencia y la lógica el progreso social y político. La educación será un elemento de reivindicación por parte de los intelectuales para mejorar las vidas de todas las capas sociales. La Ilustración llegó tardía a España. Vino con los Borbones, pero estos primero tuvieron que solventar esos quince primeros años de guerra civil. En medio de ella, Felipe V reordenó toda la política y administración española, desde la más alta política a la más baja. Alcalá de Henares se hizo oficialmente ciudad mediante un título dado por Carlos II en el último cuarto del siglo siglo XVII, aunque conservaba su carácter de corregimiento (lo que más tarde desde el siglo XIX será cabeza de partido judicial), ahora los corregidores debían partir su poder de gobierno y administrativo con intendentes y superintendentes militares que nombraba el propio gobierno central. Las cosas cambiaban. Además, las nuevas ideas y conocimientos que venían de Europa chocaron con la mentalidad más cerrada de un catolicismo encerrado anacrónicamente en la Contrarreforma, cosa que sacaba de quicio a Felipe V, quien por cierto se horrorizó también cuando al llegar a España le quisieron homenajear varias veces llevándole a ver corridas de toros. Aún con todo la Ilustración iría cuajando en España con cierto retraso, especialmente con Carlos III ya en la segunda mitad del siglo, aunque le había facilitado el camino previamente su hermano Fernando VI, un rey muy desconocido hoy día, quizá porque fue, junto a Carlos II hasta cierto punto, el único que apostó por no tener guerra alguna como medio de mejora de la vida de las gentes y del propio país. Entre la llegada mediante una guerra de los Borbones y los cambios políticos, administrativos, sociales y de mentalidad que libraba una batalla entre los que querían progreso y los que querían conservar la tradición católica, a la vez el Imperio se mantuvo, pero su poderío comercial estaba aún tan atado a un modelo económico mercantil tan cerrado y basado en los metales, cuando el resto del mundo estaba abriéndose a una nueva experimentación económica llamada capitalismo y entendiendo que el futuro estaba tanto en las grandes plantaciones como en los inventos de maquinaria laboral, que la influencia de España en el mundo lo era en cuanto a que su territorio era amplio a nivel planetario, pero la fuerza económica y la política se la disputaban en realidad Francia e Inglaterra, que se transformaría en Reino Unido ese mismo siglo. Mientras tanto se permitían el lujo de rapiñar trozos de España en sus territorios americanos, o bien seguir alentando la piratería, ya que España no supo abrir sus mercados al exterior y quería tener el monopolio entre América y España misma.
 
Explicado esto, tenemos que la Universidad de Alcalá de Henares había ido a menos. Con la pérdida de poder del Imperio, con la separación de todas las clases sociales de la oportunidad de estudiar, con unos cargos administrativos y políticos ya dados, con los recursos humanos que requieren las guerras y que rapiñan jóvenes, con una enseñanza anquilosada en cosas e ideas ya anticuadas e ineficaces ni precisas, varios colegios fueron cerrando y la Universidad menguó en alumnos, en tamaño y en importancia. Con ello la población alcalaína también menguó, aunque seguía siendo alta. La importancia política de Alcalá cedió su espacio a un Madrid ya plenamente muy centro de poder. Sin embargo, sabemos que aún llegaban algunas ideas nuevas a Alcalá a través de la Universidad o de los militares de origen francés, pero será más adelante en el siglo. Con este panorama los Annales se quedaban un tanto obsoletos, sobre todo porque ahora urgía ubicarse al lado de los Borbones. Los Annales habían llevado la Historia de Alcalá de Henares en una unión de destino desde la más remota antigüedad a la gloria imperial de los Austrias. Pero la llegada de los Borbón en 1700 y la Guerra de Sucesión hacía que esto se tuviera que reflejar también en la Historia de la ciudad, como una ciudad que también avanzaba con los Borbón. Las nuevas ideas ilustradas de estos hacía además que los intelectuales españoles, si querían ganarse favores que les hicieran prosperar, tuvieran que ponerse al día y revisar todo lo que en cierto modo se había quedado atávico y anquilosado. No fue algo inmediato. Fue progresivo. Recordemos, la Ilustración cuajó de manera tardía en España, previamente hubo un forcejeo entre lo ultracatólico y el raciocinio de la Ilustración. Había una fuerte lucha intelectual entre una España aún muy ligada a las explicaciones católicas del mundo, y los que querían buscar, o bien combinar, unas explicaciones más basadas en la razón y en la experimentación y la ciencia. 

Así pues, en 1725 se publicó el primer volumen de una obra que llevaba años trabajando el alcalaíno Miguel de Portilla y Esquivel, Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares. En ella se actualizaba la Historia de la ciudad y la reivindicaba. Hay que tener en cuenta que en el año de publicación se vivía otra crisis política. Felipe V había abdicado en su muy joven hijo Luis I en enero de 1724, pero Luis I murió de fiebres y escándalos sexuales de su esposa en septiembre de ese mismo año. Felipe V regresó a gobernar él mismo. El problema es que a partir de ahí Felipe V ya no estaría en la mejor de sus etapas políticas. Por un lado comenzó a delegar muchas de sus funciones, a pesar de haber levantado él todo su aparato político-administrativo nuevo, comenzó a tener largas depresiones porque él prefería haberse quedado en Francia, comenzó a pasar largos tiempos de ocio personal en sus palacios y, paulatina y lentamente, fue degenerando cada vez más en una enfermedad mental severa hasta el día de muerte en 1746. Si bien su peor periodo no estaba aún totalmente desarrollado en 1725, cuando se publica el libro, los españoles sí que habían vivido algo que no conocían: una abdicación, un rey muy joven envuelto en escándalos sexuales y enfermedad, y un regreso del rey abdicado tras un año, el de 1724, que era más bien un primer ensayo de desgobierno central antes de la degeneración mental de Felipe V. 
 
Miguel de Portilla y Esquivel era un hombre de otro tiempo, del siglo anterior, no era un ilustrado, algo de las ideas del estudio tuvo, pero en su mentalidad lo que primaba no era la parte ilustrada que llegó a asumir, sino que primaba más bien la mentalidad de tradición católica propia del siglo XVII español. Él había nacido en Alcalá de Henares en 1660, un año antes del propio nacimiento de Carlos II. A sus cinco años de edad vivió junto al resto de españoles la muerte de Felipe IV y el nombramiento de rey a un Carlos II de Austria, niño de 4 años, muy incapacitado intelectual y físicamente en 1665. En los primeros años de ese reinado se vivirían conspiraciones y hasta el primer golpe de Estado moderno de la Historia española, incluyendo al primer dictador propiamente dicho, que no depuso al rey, pero sí gobernó hasta que él sí que fue depuesto. El resto del reinado Carlos II tuvo consejeros y secretarios lo suficientemente hábiles para alejar a España de muchas guerras y como para reordenar la Hacienda y con ella la economía. 
 
El padre de Miguel de Portilla, Baltasar de la Portilla Cierzo, era boticario, con algún título de baja nobleza. Estaba casado con María de Tendilla, natural de Guadalajara, con quien tenía otro hijo más. A Baltasar de la Portilla no le fue mal, fue nombrado visitador de farmacias del Arzobispado de Toledo. Hay que recordar que de la Universidad de Alcalá salieron mayoritariamente una gran cantidad de médicos según se ha podido rastrear e investigar en archivos no hace muchos años, pero también algunos nombres famosos de médicos alcalaínos desde el siglo XVI. Y tampoco hay que olvidar que el Palacio Arzobispal era sede también del arzobispo de Toledo en estas tierras, pues antes del reordenamiento territorial de la década de 1830, el corregimiiento de Alcalá de Henares pertenecía a Toledo y su arzobispado. La cosa es que la buena posición laboral y económica del padre permitieron que Miguel de Portilla pudiera iniciar estudios universitarios en la propia Alcalá. Estudió teología en el Colegio de las Santas Justa y Rufina, hoy desaparecido por la desamortización del siglo XIX, su espacio lo ocupa el antiguo Cuartel de Lepanto, hoy un edificio universitario de nuevo que alberga un museo de Arte iberoamericano y la Biblioteca Universitaria. Algunos restos de ese colegio se pueden visitar hoy día en el Museo de la Catedral Iglesia Magistral de los Santos Niños. Durante estos estudios publicó su primera obra en 1678, Impugnatio propositionum centum et unius eujusdam novatoris in Gallia (traducido: Un desafío a las propuestas de ciento un inventores en Francia). En 1679 ya era teólogo. Portilla siguió desarrollando estudios y llegó a hacerse catedrático de griego en la propia Universidad de Alcalá, aportando otro de los síntomas que deteriorarían la Universidad española, la endogamia que traía la pérdida de su carácter universal para utilidad de la sociedad. 
 
En 1687 Portilla vivió desde dentro de la Universidad la consecución de una vieja reivindicación de Alcalá de Henares para destacar su importancia histórica desde los tiempos de Roma como Compluto. El regidor Diego Torres de la Caballería y Pacheco, que vivía en la Plaza de la Victoria, logró que Carlos II le diera título oficial de ciudad a Alcalá de Henares. Habría tenido peso reivindicativo los Annales publicados en 1652. La propia Universidad y sus principales logros y personas eran motor de ese reconocimiento. Por lo que Portilla, alcalaíno de nacimiento, debió interiorizar todo esto. Sobre todo en un momento en el que la Universidad estaba entrando en declive y necesitaba reivindicarla uniéndola a la propia figura de la recién titulada ciudad. Sus investigaciones debieron ir tomando forma desde esos momentos también como una reivindicación de la ciudad misma. Por el camino fue nombrado canónigo de la Iglesia Magistral de los Santos Niños y pastor y examinador sinodal del Arzobispado de Toledo. Teniendo en cuenta que los Annales los habrían escrito décadas atrás canónigos de la Magistral, puede que Portilla  no sólo tuviera acceso directo a numerosa documentación y libros, junto a los de la propia Universidad, sino que además se sintiera en una especie de obligación personal en la mejora y continuidad para actualizar aquella Historia general alcalaína. 

Sin embargo, antes de dedicarse de lleno a esa Historia, aún se dedicó a otra obra, una biografía, Vida, virtudes y milagros del glorioso señor san Francisco de Sales, obispo y príncipe de Ginebra, tercero de los mínimos de san Francisco de Paula, que publicó en 1695 en una imprenta de Madrid que pertenecía a Antonio Román. En 1700, Portilla con cuarenta años de edad, vivió la muerte de Carlos II sin descendencia y las reivindicaciones que hicieron por el trono tanto un pariente Austria del rey que vivía precisamente en el Imperio Austriaco, y otro pariente que pertenecía en realidad más directamente a los Borbón de Francia. En 1701 los enfrentamientos bélicos ya eran más que un hecho. Alcalá en un primer momento pudo decantar su simpatía por la rama Austria, pero de más o menos rápidamente cambiaron su favor a los Borbón cuando estos llegaron hasta estas zonas. Es conocido que según evolucionó la guerra al final la zona más leal a los Austrias fueron los territorios del antiguo Reino de Aragón, especialmente Cataluña. La guerra acabaría definitivamente en 1715, aunque para 1714 ya estaba prácticamente finalizada. Unos años antes los frentes bélicos y los combates ya se habían ido desplazando hacia los territorios fronterizos entre partidarios de uno y otro candidato dividiendo España más o menos en dos partes Este-Oeste. Entre tanto se producían todo tipo de cambios políticos, administrativos, hacendísticos y hasta de cargos y nobles en la zona Borbón, Alcalá de Henares incluida, tanto su ayuntamiento, como su corregimiento, como su Universidad, como su jerarquía religiosa. Evidentemente todo esto afectaría de alguna manera a la vida y actividades de Portilla, quien se dedicaría a su vida intelectual como catedrático y como historiador, así como a su vida religiosa en torno a sus cargos adquiridos, especialmente como examinador sinodal, que le haría viajar por los territorios del Arzobispado de Toledo. 

En 1725 sacó el primer volumen de su Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares. Lo hizo a través de la imprenta de José de Espartosa, impresor de la Universidad de Alcalá. El segundo volumen lo sacaría en 1728, también con el mismo impresor. Ya en la cubierta, que incluía un resumen de los temas a tratar, dejaba claro en el título su intención de establecer una continuidad entre la Compluto romana con la ciudad medieval cristiana llamada Alcalá de Santiuste (Alcalá de San Justo) y su actualidad en la que era ya conocida como Alcalá de Henares, como recordatorio del nombre medieval musulmán, pasado que prefirió pasar por alto en ese resumen de la cubierta, pues de lo que se trataba era de resaltar el aspecto cristiano de la ciudad y las supuestas glorias alcanzadas gracias a ese cristianismo alcalaíno. Personalmente puedo aportar que como archivero e historiador que ha trabajado la documentación del corregimiento de Alcalá en el siglo XVIII, puedo confirmar que el nombre de Alcalá aparece ya en esos documentos judiciales oficiales como Alcalá de Nares, siendo que a veces hay apóstrofes antes de la "N" que indican que faltan letras. 

Portilla traza una Historia desde el origen de la ciudad romana de Compluto al año 1079, en la que la da por destruida. Establece ahí un nexo desde una épica romana a una ciudad medieval cristiana venida a menos, sin ahondar en el tiempo musulmán de Alcalá, al considerarlo invasor y contrario, en lugar de asumirlo como algo enriquecedor o que aporte. Sin  embargo continúa la Historia con la reedificación de la ciudad y su nuevo nombre de Alcalá que fija él en 1086.  Por tanto asume la Historia musulmana al reconocer el nombre. Pero más aún, aporta la Historia de los años de frente bélico estancado en Alcalá durante la Reconquista. Le es tan inevitable esto que no puedo menos que tratar del castillo musulmán y su conquista por los cristianos en 1118, según él con la aparición de una cruz en el cielo. A partir de ahí llama a esa zona Alcalá la Vieja, primer núcleo de ciudad cristiana reconquistada, aunque en realidad era originalmente musulmán. El castillo estuvo en pie incluso en el siglo XIX. Hoy quedan ruinas. 
 
Una vez que solventa toda la etapa histórica hasta la reconquista de Alcalá desarrolla una Historia lineal que avanza hasta el engrandecimiento de la ciudad, abultando los hechos, pues evidentemente si ese engrandecimiento existió hasta pasada la mitad del siglo XVII, lo cierto es que de la segunda mitad de ese siglo al año de publicación de la obra, 1725-1728, años que vivió él, la Universidad y la ciudad con ella viven un declive paulatino que se irá agrandando con las décadas. Precisamente en la década de 1720 Alcalá de Henares no estaba en sus mejores momentos respecto a todo lo vivido. Tampoco eran los peores, pero era patente que era una ciudad que muy poco antes tenía más prestigio y era más bulliciosa e importante en el plano político y cultural. Sea como sea, Portilla se entretiene en narrar una historia de los grandes nombres nobiliarios de la ciudad, de las vidas de los que fueron militares o guerreros afamados, de sus escritores más renombrados, de los logros de su Universidad. No escatima en todo tipo de leyendas y mitos cristianos de la Reconquista, como la Virgen del Val o la Vera Cruz, que ya pisa el siglo XVII, su actualidad, pero también en la vida de los santos que pasaron o fueron por aquí, y repasa todos los milagros de los que se hablaban hasta la fecha en la que él mismo vive. De hecho la obra la dedica a la "Santísima Cruz de Nuestro Señor JesuCristo". Evidentemente tampoco se olvida de uno de los hitos de su tiempo, el nombramiento de ciudad por Carlos II. En cierto modo está reivindicando también a los Austrias, pero evidentemente tiene que presentarlos como dinastía que tendrá continuidad con los Borbón.

Es una Historia que en realidad no sigue los principios científicos de la Historia, es una crónica, que sigue los pasos de las crónicas de siglos anteriores, especialmente de los Annales complutenses. Por tanto desliza en ella muchas cuestiones que no contrastó, del mismo modo que omite lo que no le interesa, y no da cabida a otras explicaciones que no cuadren con su mentalidad, creencias e ideas. Pensemos también que aparte de que él mismo era teólogo, el libro pasaba la censura de la Inquisición y tampoco podía traspasar algunas cuestiones que evidentemente negaba la Iglesia católica de ese momento. Es una crónica. Portilla es un cronista. Ahora bien, su figura ha pasado a la posteridad con el sobrenombre de "Historiador Portilla", y con tal tiene hoy día en la ciudad una calle y un colegio público de educación para adultos. Pero Miguel de Portilla es un cronista. 

Portilla usó mucha información de los Annales complutenses, pero los puso al día y corrigió y amplió lo que creyó oportuno. Su Historia, su crónica, está escrita estrictamente desde un punto de vista católico y de la Contrarreforma. Pensemos que sus primeros cuarenta años de vida habían crecido en esa España de la Contrarreforma. Se deslizan muy mínimas cuestiones del pensamiento ilustrado, pero él es muy claramente del otro extremo atado a las cuestiones de los dogmas de fe católica como verdad que no hay que cuestionar. Su obra es útil, aporta muchas cosas, como los Annales, de hecho está más completa que estos y por mucho tiempo ha sido una obra de referencia, lo sigue siendo, pero a ojos y juicio de hoy hay que leerla con las herramientas del conocimiento que tenemos en nuestros tiempos y saber diferenciar entre datos a tener en cuenta y datos que se pueden tomar en cuenta pero desde la perspectiva como se escribieron, aportes de una visión muy creyente en lo religioso, pudiendo haberse desliado incluso confusiones de creencias que hasta la Iglesia del siglo XXI corrige actualmente. Sin embargo, incluso haciendo una  lectura con método actual, la personalidad de Portilla nos aporta una Historia de Alcalá ya no sólo desde una perspectiva cristiana, sino también conservadora, de valores muy conservadores. Esto ha hecho que incluso hoy día haya personas aficionadas a la Historia, pero no formadas en la ciencia humanística de la Historia, que se hayan atrevido a escribir o hablar públicamente siguiendo esta y otras investigaciones similares como único relato posible, sin hacer las investigaciones y contrastes pertinentes y sin cambiar ese muy marcado tono que nos hace creer en un relato del pasado que refuerza la visión más conservadora de la vida y la sociedad.   

En todo caso, Portilla es uno de los intelectuales que trabajaron por el conocimiento y esclarecimiento de la Historia de Alcalá, uno de los destacados, y por ello tiene ganado un alto puesto entre nuestros historiadores. Su obra abrió camino a otras iniciativas posteriores, incluso actuales. Murió en Alcalá de Henares en enero de 1732, con 71 años y medio.


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

viernes, 24 de mayo de 2024

Annales complutenses

Título: Annales complutenses y Historia de Alcalá de Henares, sucesión de tiempos desde los primeros fundadores griegos hasta estos nuestros que corren.
Autores: Pedro Tamayo; Pedro de Quintanilla y Mendoza; y varios autores anónimos, probablemente canónigos de la Iglesia Magistral de los Santos Niños de Alcalá de Henares.
Editor: Iglesia Magistral de los Santos Niños de Alcalá de Henares (hoy también catedral), por entonces adscrita a la Universidad de Alcalá de Henares (llamada también en esas épocas Universidad Complutense).
Impresor: [No localizado, probablemente de Alcalá de Henares].
Año de publicación: 1652 (1ª edición, seis volúmenes).
Género: Historia; Crónica; Anales.
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Título: Anales complutenses y Historia de Alcalá de Henares, sucesión de tiempos desde los primeros fundadores griegos hasta estos nuestros que corren.
Autores: Carlos Sáez editando y comentando a: Pedro Tamayo; Pedro de Quintanilla y Mendoza; y varios autores anónimos, probablemente canónigos de la Iglesia Magistral de los Santos Niños de Alcalá de Henares.
Editorial: Institución de Estudios Complutenses.
Año de publicación: 1990 (1ª edición; prólogo de Florencio Campos, alcalde; e Institución de Estudios Complutenses).
Género: Historia; Crónica; Anales.
ISBN: 978-84-600-7398-7

 

El primer intento serio y altamente importante de crear una Historia general de Alcalá de Henares, por su nombre romano en latín: Compluto, fue publicado en 1652. Una Historia que en realidad era una crónica y que por tanto estaba muy alejado de la Historia como ciencia social establecida con sus técnicas y deontología y desarrollada a partir de Comte y otros autores europeos en el siglo XIX. Una crónica no sigue un método científico humanístico. No necesariamente contrasta las informaciones ni las somete a investigación, a menudo, incluso, los cronistas se someten a darle una especial importancia a una tradición oral que suele caer en mitología, leyendas y distorsiones, cuando no falsedades o bien ideales de quienes escribe, ya sean desde la religión, lo personal, recuerdos alterados de la realidad, lo político, la clase social, la construcción de un relato acorde a quien es cronista o a quien paga al cronista, etcétera. No obstante, los historiadores ya propiamente dichos solemos atender a estas crónicas como fuentes primarias de información a la cual atender, pero a la vez hay que someter a juicio y contraste para poder dilucidar qué nos aporta que tenga solidez histórica, y que nos aporta que pueda ser interpretable o bien al servicio de objetivos que no son la Historia estricta. Y resulta que la obra de la que hablamos no sólo era una crónica, era además unos anales. Una de las formas más antiguas de registrar los acontecimientos históricos de la Humanidad, junto a los mitos, desde los tiempos de las primeras civilizaciones de Medio y Próximo Oriente y Egipto, pero especialmente con aquellos anales romanos que registraron en tablillas los acontecimientos destacados de la República Romana año a año, con carácter de registro de hechos para ellos políticos y sociales a tener en cuenta, como por ejemplo en cambio de personas en los cargos y los hechos acaecidos bajo sus mandatos, mandos o legislaturas. Sabiendo esto, la obra de Historia, de crónica, que nos atañe para Alcalá de Henares en 1652 fue Annales complutenses y Historia de Alcalá de Henares, sucesión de tiempos desde los primeros fundadores griegos hasta estos nuestros que corren. Una obra de referencia incluso hoy día para los historiadores posteriores, pues quienes la escribieron en mitad del siglo XVII, siglo de esplendor cultural y político de la ciudad, no sólo eran cercanos y contemporáneos a algunos hechos, sino que además nos transmiten mentalidades, mitos y sucesos que conocieron en aquel momento y nos han quedado reflejados en estos escritos.
 
Esta obra fue reeditada con una edición especial comentada y analizada por la Institución de Estudios Complutenses en 1990. Institución que a la vez quiso continuar la obra a través de sus miembros e historiadores publicando investigaciones de Historia de Alcalá de Henares y el Valle del Henares en una revista formato libro que se publica anualmente desde 1987 como Anales Complutenses. Como sea, cuando esta institución, con apoyo del ayuntamiento de Alcalá de Henares, recuperó la obra original de 1652, la publicó conservando el nombre, pero en algunos lugares se refiere a esa reedición conservando la dos enes en "Annales" y en otras como "Anales". Estaba aquella edición crítica de 1990 al cargo de Carlos Sáez, historiador alcalaíno que vivió entre 1953 y 2006, muriendo joven. Esta reedición es bastante apreciada por los historiadores dedicados a Alcalá, especialmente de los siglos XVI y XVII y también de lo referente a sus mitos y a los de la Edad Antigua. A esta edición de 1990, prologada por el alcalde del momento, Florencio Campos (por el Partido Socialista Obrero Español, PSOE), se le unió una grabación en audio de la conferencia de su presentación, la cual fue realizada originalmente en cinta magnética (cassette), creo que actualmente digitalizada, y que junto al libro se conserva en la Biblioteca Nacional de España, en su sede de depósito en Alcalá de Henares, en su camino a Meco. En esos audios se escucha a Carlos Sáez y a Florencio Campos, pero también a Ramón González Navarro, José López Estrada y a José Simón Díaz. Sin embargo, de la obra original de 1652 se conserva en el depósito de la Biblioteca Nacional de España en Madrid el manuscrito de lo que debió ser la primera versión de revisión para editar en libro. De este se conserva también una investigación que lo comenta y cita, escrita por los hermanos e historiadores de la Universidad de Alcalá de Henares entre finales del siglo XX y comienzos de este siglo XXI, Casado Arboniés, Manuel y Francisco Javier, alcalaínos de varias generaciones y de los cuales quien esto escribe fue alumno universitario de Manuel. Se trata del libro Historia y proyección en la Nueva España de una institución educativa: el Colegio -Convento de Carmelitas Descalzos de la Universidad de Alcalá de Henares (1570 -1835), publicado en Alcalá de Henares en 2002. Los Casado Arboniés son historiadores de la Historia Moderna española, especializados en América española. 

Centrándonos propiamente en Annales complutenses de 1652, la obra es anónima, aunque intervinieron varios autores que dejaron referencias autobiográficas en algunas de sus anotaciones. Por ello se sospecha que probablemente todos los que intervinieron a lo largo de varios años eran canónigos prebendados de la Iglesia Magistral de San Justo y Pastor (los Santos Niños), que hoy también es catedral. Todos ellos habrían vivido en las primeras décadas del siglo XVII, durante las cuales se escribió estos Annales, haciendo registros de sus hechos actuales junto a la Historia pasada de Alcalá de Henares, que llaman con su nombre romano, Compluto. Carlos Sáez y otros investigadores de la obra coinciden en que la mayor parte de estos anales fueron producto de una sola persona de carácter anónima, tal vez fue el impulsor, el que lo inició, por ello el principal y más activo autor. 

No obstante, entre todos los autores anónimos que participaron hay dos que están identificados, por un lado: Pedro Tamayo, catedrático de primera escritura y canónigo. Como se ha dicho la iglesia magistral estaba ligada a la Universidad de Alcalá en su primera etapa de existencia entre el final del siglo XV y la tercera década del siglo XIX. No obstante, antes de que existiesen los edificios propiamente universitarios, los estudios generales (salvando las distancias: la enseñanza primaria y secundaria en la Edad Media y la Moderna) se hacían en esta iglesia, y por ello mismo, las primeras enseñanzas universitarias se pudieron dar con bula papal solicitada por el cardenal Cisneros en esta iglesia de los Santos Niños, que por ello pasó a ser magistral. Por tanto, por indicación en la obra, Pedro Tamayo se dedicó a lo que ahora mismo llamaríamos enseñanza primaria, era un maestro que enseñaba a escribir, hemos de suponer que también a leer, pues para escribir se hace necesaria la lectura, por lo que es un maestro de primeras enseñanzas.  

El otro autor que conocemos su nombre es un fraile emparentado con las poderosas familias nobiliarias, con gran influencia política, Quintanilla y Mendoza. De los Quintanilla nacerá en el siglo XVIII María Isidra de Quintina Guzmán (Isidra de Guzmán), primera doctorada de España, precisamente por la Universidad de Alcalá. Los Mendoza son mucho más conocidos, parte de ellos vivían entre Alcalá de Henares, Guadalajara y Sigüenza y fueron virreyes en América, ocuparon cargos políticos y militares cerca de los Reyes, administraron regiones y ciudades, tuvieron altos cargos eclesiásticos, etcétera. No olvidemos que uno de sus miembros, la princesa de Éboli, era Ana de Mendoza, la cual celebró su boda en Alcalá de Henares, en lo que fue un palacete hoy desaparecido desde la guerra civil, ubicado en la calle Rico Home, siendo su jardín el actual Jardín de la Palabras, popularmente conocido como huerto de los Leones, por ser así llamado ya que el jardín pasó a la iglesia magistral que lo hizo huerto y cuya entrada lo guardaban dos leones de piedra, símbolo de los Mendoza. Sea como sea, el autor que aquí nos interesa fue fray Pedro de Quintanilla y Mendoza. Si bien este interrumpiría los Annales en 1645 y la publicaría en 1652, en 1653 publicó lo que pudiera haber sido un largo capítulo dentro de los mismos, una biografía del cardenal Cisneros llamada Arquetipo de virtudes, espejo de prelados. Pedro de Quintanilla sería quien habría creado el manuscrito que conservamos de revisión de la obra para su publicación. Él habría añadido índices al comienzo de los Annales para facilitar la consulta de la obra. A la vez revisaría todos los capítulos escritos para prepararlos para su publicación, transformando los capítulos en seis libros, por lo que la obra fue publicada en seis volúmenes. Así que de Quintanilla se deriva la primera edición de esta crónica y sus aspectos formales, así como su adaptación para que se diera el hecho.

Sin embargo, Quintanilla había retomado la obra cuando esta misma estaba interrumpida e inacabada en 1645, por ello, Quintanilla prepara la edición y saca la edición siete años después de que de manera incompleta e interrumpida se dieran por acabada. La obra había comenzado a escribirse por el motivo posible de que Alcalá de Henares había nacido en prestigio e importancia dentro del Reino Hispánico y del Imperio Español desde la fundación de la Universidad en 1499, sumándose así a la presencia del Arzobispado de Toledo y las estancias de los Reyes, así como ser una de las ciudades principales a las que potenció el Cardenal Cisneros en el comienzo del siglo XVI. Para el comienzo del siglo XVII, además, muchas personalidades políticas, de las ciencias y de la Iglesia habían pasado o salido de Alcalá. Pero la ciudad no tenía una Historia general propia compilada y escrita, aún cuando el emperador Felipe II se había planteado si ubicar la capital del reino aquí, cosa que descartó en favor de Madrid, por estar en Alcalá los contrapoderes de la Universidad y del arzobispado. Como iniciativa privada de algún prelado de la iglesia magistral, como se ha dicho, posiblemente para uso interno de los propios miembros de la Iglesia que enseñaban para la Universidad, comenzó a escribir esta Historia, con la idea de estructurar año a año una trayectoria directa desde los orígenes mitológicos (y falsos) de la ciudad como fundación por parte de griegos que participaron de la Guerra de Troya, a los que les otorga el origen de Compluto, como algo derivado del griego, en lugar de su origen del latín. Nombra héroes y caudillos míticos, pero enseguida pasa a reforzar lo que realmente les interesaba: reforzar y dejar patente el origen y la Historia romanos de Alcalá, Compluto, como algo prestigioso en lo cultural y en el poder. 

Tengamos en cuenta que en pleno siglo XVII ocurren en la historiografía española dos cuestiones que son las predominantes. Por un lado, desde el siglo XVI, ya con los Isabel I y Fernando V, los Reyes Católicos, pero especialmente con la etapa de Fernando V ya viudo de Isabel, se elaboraron diversas Historias del Reino Hispánico (nombre con el que se llamaba a España antes de la dinastía real de los Borbones a partir del siglo XVIII, por ser un reino unión de reinos con los Austrias a modo bastante federal, que diríamos hoy, como mucho usarían el término de la antigua Roma de Hispania, incluyendo Portugal, ya con Felipe II, especialmente). Es estas Historias se narraban desde Historias de los diversos reinos con la intención de crear un relato de unidad de destino que vendría a dar la unificación bajo el mando de Castilla y Aragón, siendo clamoroso lo que los navarros escribieron como si ellos siempre hubieran sido parte de ese Reino Hispánico, siendo en realidad unos resistentes que fueron los últimos unificados mediante una guerra, incluso tardando más tiempo que el Reino de Granada. Estas historias además alimentaban la visión de la Reconquista y una especie de misión divina de los españoles como elegidos de Dios para defender la cristiandad. No obstante, el rey de España ha tenido por siglos desde esa época el título honorífico de Rey de Jerusalén, heredado de los Reyes de Aragón  en la Edad Media, y que se puede leer en cada uno de los documentos que firman los reyes con sus títulos oficiales.  Pero como Historia ya general del Reino Hispánico, estando ya en el trono, Carlos I, saltamos a Juana I, "la Loca", y Felipe I, "el Hermoso", se comenzaron a unir a estas visiones la visión del Imperio del mundo como esos elegidos de Dios, y esta idea de Imperio se reforzó con visiones que trataban de unir por vía directa la genealogía de los Austrias con la de los Césares de Roma y la legitimidad del Imperio Español con la continuidad del Imperio Romano, una vez que había caído el Imperio Bizantino en el siglo XV. No obstante, el Imperio Hispano o Español llegó a serlo no sólo por sus políticas matrimoniales de alta política y los descubrimientos y conquistas de América y Asia, sino también por su unión con el Sacro Imperio Romano Germano, que tenía controlado todo el centro europeo y dominaba las políticas de la parte occidental y oriental de Europa, con graves tensiones y problemas con las naciones colindantes. Ese Sacro Imperio Romano Germano (germen original de la posterior Alemania y Austria de siglos después) se consideraba el heredero del Imperio Romano de Occidente desde los tiempos de Carlomagno y sus familiares que lo fundaron. 

La otra cuestión candente en las historiografías españolas del siglo XVII es la propia Contrarreforma religiosa que inició la Iglesia Católica Apostólica Romana a partir de mediados del siglo XVI, en el cual hubo amplia participación de teólogos y eclesiásticos españoles, así como presiones políticas y militares a los diversos Papas por parte de los emperadores españoles (Carlos I y Felipe II), incluyendo una intervención militar en los Estados Vaticanos y un saqueo de Roma. La Contrarreforma hacia frente a la Reforma religiosa que se inició desde finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI en Europa de la cual nacieron diversas corrientes del cristianismo que en conjunto se conocen como protestantes, aunque dentro de ese denominativo común están los luteranos, janseístas, calvinistas, hugonotes, anglicanos y otros. Todo esto había provocado además persecuciones religiosas por parte de unos y otros, represiones, la etapa más violenta de la Inquisición, diversas guerras europea y conspiraciones políticas que incluían asesinatos y disturbios. En la primera mitad del siglo XVII, época en la que se escribieron los Annales, estaba en marcha la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que se solaparía a la vez con la que España mantuvo con Francia (1635-1659), en la cual, también a la vez, se desarrolló una guerra civil en España que es consideraba también una guerra por la independencia en los territorios de los antiguos condados catalanes de lo que había sido el Reino de Aragón, guerra entre 1640 y 1652. En todas esas guerras estuvo a la vez España, en parte causa de su ruina (por contra el reinado posterior de Carlos II tuvo un periodo de paz tras un primer momento de conflicto y hasta del primer golpe de Estado y dictadura en sus primeros años). Alcalá de Henares incluso celebró los primeros triunfos españoles en la Guerra de los Treinta Años dando el nombre de Calle de la Victoria y Plaza de la Victoria a esa parte de la ciudad, que se estaba construyendo en esos momentos. En ese contexto se escriben los Annales. La historiografía española se hacía eco en esos momentos siempre de dar una explicación religiosa cristiana de sus acontecimientos, queriendo dar a entender que los españoles, elegidos de Dios para defender y expandir el cristianismo, habían tenido desde siempre ese trato divino y se narraba la Historia del Reino Hispánico como descendiente directo de todos los descendientes de Tubal, hijo de Noé que tras el diluvio se habría asentado en la península Ibérica, donde, además, afirmaban algunos historiadores, habría estado el Edén antes de la expulsión de Adán y Eva.

Así, los Annales, estaban insertos en las tendencias historiográficas españolas del momento. Buscaban tanto remarcar una unidad de destino de la ciudad acorde con la del Reino Hispánico como si su misión fuera la misma, tanto en la grandeza del Imperio como en la expansión del catolicismo hasta por América. Lo reforzaban con la persona de Cisneros, pero sobre todo con la presencia de los Santos Niños Justo y Pastor y otros santos. Todo ello se unía a la institución de la Universidad de Alcalá, que tuvo gran importancia en la construcción del aparato intelectual de la administración del Estado y que, en el siglo XVII era una Universidad prestigiosa en Europa junto a la de Salamanca, aunque la Contrarreforma las perjudicaría tanto en su libertad de cátedra que en ese siglo serían superadas con mucho por los avances de otras Universidades europeas donde el peso era protestante y no católico, ya que los protestantes permitían investigaciones y cuestionamientos que el catolicismo de los siglos XVI y XVII no permitían. Por otro lado querían remarcar también ese pasado directo de la antigua Roma de la ciudad de Compluto con el Alcalá que eran en el siglo XVII. Querían remarcar la antigua Compluto como una ciudad de importancia imperial, lo que le uniría a la propia idea del Imperio Español y al propio emperador español. Por ello les interesaba dejar constancia de todos los restos romanos que encontraron en sus días de escritura, algunos de gran tamaño. Fueron más allá y pusieron el origen no en la antigua Roma, aunque reconociendo que ya había habitantes aquí antes de los romanos, pusieron el origen, sin pruebas, sólo con hipótesis llena de imaginación, en la antigua Grecia más arcaica, en guerreros griegos veteranos de la Guerra de Troya, que se había producido en el año 1000 antes de Cristo. La idea no era nueva. La maquinaria política del siglo I antes de Cristo ya había pagado a Virgilio para que creara una larga oda de propaganda política llamada La Eneida que, dentro de la épica de La Iliada y La Odisea de Homero, unía por vía directa la genealogía de Julio César y de César Augusto directamente con la Eneas, uno de los héroes de Troya huidos hacia Italia, donde sentarían los territorios que posteriormente servirían para la historia de Rómulo y Remo fundando la ciudad de Reino de Roma.

No todo era parte de una historiografía basada en hipótesis entre lo bíblico y lo épico. También se usaba referencias de una muy primitiva arqueología, aunque sin método científico tal como lo conocemos hoy día, y un rastreo dentro de los textos antiguos recopilando historias y tradiciones escritas y orales sobre los hechos pasados que, en parte, sí tenían base y certeza históricos reales. Los autores de los Annales tomaron referencias de autores anteriores que escribieron sobre la Historia de Madrid, pero que mencionaban a Compluto. De este modo se trataba de aumentar la importancia de Alcalá al ligar su Historia a la Historia de la propia capital del reino, donde vivían los reyes en el Alcázar de Madrid, hoy desaparecido, aún cuando ellos también residieron en el Alcázar de Toledo, El Escorial y otros lugares. Un dato que se tomó de manera cronista pero que la Historia propiamente dicha vino a confirmar y, con ayuda de la arqueología actual, a consolidar, fue el posicionamiento de los habitantes de Iplacea, llamada Kómpluto aquí, que eran carpetanos, a favor de Sertorio en la guerra civil abierta entre este y la República Romana que mandó combatirle a Pompeyo. La romanización de la Carpetania (Madrid más zonas colindantes de Guadalajara, Toledo, Segovia y Ávila) fue producto de esa guerra civil, siendo que los carpetanos defendieron la causa de Sertorio contra Pompeyo, y posteriormente la de Pompeyo contra Julio César. 

Sigue a partir de los tiempos romanos un relato ininterrumpido de la Historia de Compluto durante el Imperio Romano, instaurado por César Augusto, la cristianización, habla de los Santos Niños, de todos los santos relacionados con ellos y la ciudad, del Obispado de Complutum, que quedó absorbido por el de Toledo en la Edad Media, habla de los sucesos medievales y se recrea en Cisneros, la Universidad y especialmente en todas las obras en las que tenía que ver la Iglesia Magistral y sus fundaciones. Ahora bien, ahonda en el intento de dejar muy bien asentado un lazo directo de los orígenes desde el mítico y fabuloso asentamiento griego a su actualidad del siglo XVII. Lo romano cobra importancia por los Santos Niños y el origen cristiano como motor de Alcalá y en ese sentido la Iglesia Magistral de los Santos Niños es una de las principales protagonistas de esta Historia. No obstante estos canónigos pertenecían a ella y a ese culto de San Justo y Pastor. Se interrumpe bruscamente el relato en 1645, como se ha dicho, año en el que murió el 28 de diciembre el arzobispo Gaspar de Borja y Velasco (1580-1645), el cual ostentaba el cargo de arzobispo desde enero de ese mismo año, tras varios años en los que el Papa había rechazado la proposición del rey de España, Felipe IV, para que lo fuera. 

La propia obra hace referencia de dónde se guardaron copias de la obra y de las copias de las fuentes que se usaron, como puedan ser algunas torres del Palacio Arzobispal y de las murallas de la ciudad, la Universidad o lugares de Madrid. Algunos de ellos están hoy día desaparecidos o en la Biblioteca Nacional.

En 1652 se determinaba Alcalá de Henares comprendida de la Puerta de Santa Ana (hoy día una rotonda de circulación a la que se le ha dado título de plaza) al arroyo Torote, de ahí a la cuesta y arroyo del Zulema (hoy día monte Gurugú), de ahí al Arco de Buena Vista y de ahí a La Garena. Por lo que en pleno siglo XVII se hablaba del término urbano como sus lugares con ruinas antiguas y campos colindantes, pero se hace evidente que se centra en lo que fue ese origen romano de Alcalá y su evolución en lo que sería Alcalá.

Llama la atención la abundante cantidad de noticias que nos aporta en aquel siglo XVII de la abundancia de restos arqueológicos de la antigua Roma de los que tuvieron conocimiento y que, por no existir una conciencia arqueológica, fueron saqueados para uso propio de instituciones como la Iglesia o los nobles, o los propios vecinos. Así pues, habla ya de la Fuente de la Salud en el Juncal, hoy día degradada detrás de diversas industrias entre el río y la carretera a Madrid. De esa zona, donde están los restos de Complutum, desenterrados entre el final del siglo XX y el comienzo del XXI, nos habla de que se encontraron conductos de agua o alcantarillado, así como los agricultores propietarios de las tierras al cavar encontraban piedras de jaspe y mármol, columnas, arcos, basas, capiteles, sillerías, cimientos de torres, restos de casas, monedas, esculturas (de las que se dice que algunas de ellas fueron a parar a las capillas de la iglesia magistral por medio de su venta) y numerosas vajillas de cerámica roja con grafitos. Es conocido que buena parte de las columnas de piedra originales con las que Cisneros hizo sustituir las de madera de la Calle Mayor eran precisamente de Complutum, así como se tienen detectadas en patios del distrito central y en la muralla del Palacio Arzobispal algunos de estos restos. Así por ejemplo, es bastante conocida el túmulo fúnebre ubicado como sillar en una de las torres del Palacio Arzobispal allá donde se une con una de las tapias que daban a un jardín que hoy es un aparcamiento de coches. 

Es un primer testimonio de Historia general de Alcalá, además como obra colaborativa, escrita en los momentos de máximo esplendor de la ciudad. A mediados del siglo XVII la gran mayoría de los grandes nombres y la mayor parte de los acontecimientos de la Universidad de Alcalá en el siglo de Oro ya se habían dado o se estaban dando aún. Tanto lo que nos cuenta la obra en sí, especialmente todo lo referente a su actualidad y a los restos antiguos de los que tenían conocimiento, como el aporte de tradiciones orales tenidas por ciertas, nos aportan una gran cantidad de información a la que unir los porqués y los contextos tanto de su creación como de sus creadores. Un imprescindible en las bibliotecas de Historia de Alcalá, aunque como fuente primaria, no hay que olvidar nunca su carácter original de crónica, no de Historia con método de ciencia humana. Es herramienta y testimonio de Historia y de mitos, hoy día no es Historia propiamente dicha como algo totalmente asentado. Aunque tiene un gran valor y nos da muchos datos directa e indirectamente con su lectura y análisis, hay que leerla con los conocimientos y los datos del siglo XXI, de las épocas del lector y el investigador. Quizá por ello la edición de Carlos Sáez en 1990 le aporta muchas cosas importantes, pues sus notas e investigaciones rellena a la altura de ese 1990 lo que en 1645 era válido pero no tras los nuevos conocimientos acumulados trescientos cincuenta años después. Hoy día, 2024, ha habido numerosos nuevos avances de conocimientos y tal vez no venga mal una nueva revisión sobre lo revisado, que es muy válido, y completar con lo que ahora también hemos sumado al conocimiento, y corregido, con total respeto a lo ya aportado por Carlos Sáez.

Además hay que tener en cuenta que el punto de vista de estos Annales era el de canónigos, por lo tanto de gente católica que ejercía cargos en la jerarquía de la Iglesia. Su visión es la que es y le falta otras visiones y otras perspectivas que cada vez son más conocidas a través de numerosos estudios transversales sobre esas épocas.

Lo dicho, un clásico y un imprescindible de la historiografía alcalaína que sigue siendo un básico como herramienta de conocimiento para muchos.


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

sábado, 18 de mayo de 2024

Biblia Políglota de Amberes o Biblia Regia

Título: Biblia Políglota de Amberes o Biblia Regia.
Autores: Benito Arias Montano; Guy Löfevre de la Baudry; Guillaume Postel; Jan van Gorpe; Franciscus Raphelengius; Johannes Isaac Levita. 
Editor: Felipe II, rey de España, emperador. 
Impresor: Cristóbal Plantin o Plantino; Robert Granion; Guillaume de Beaux. 
Año de publicación: 1572 (1ª edición en Amberes, en el resto del mundo: 1577, ocho volúmenes).
Género: Religión; Teología; Filología.


La Biblia Políglota Complutense aún daría lugar a una obra derivada, la Biblia Políglota de Amberes o Biblia Regia, que se confeccionó entre 1568 y 1572 al cargo de un hebraísta, teólogo, poeta y filólogo extremeño, Benito Arias Montano, que fue uno de los poetas y estudiantes universitarios de la Universidad de Alcalá de Henares. Había nacido en 1528, hijo de un inquisidor. Se formó como bachiller en Sevilla y también allí en sus primeros estudios universitarios de manera erudita. Allí conoció a numerosas personas del humanismo español que acabaron teniendo cargos al servicio de Felipe II cosa que le ayudó a obtener encargos y trabajos futuros del rey. Conoció al poeta Juan de Quirós, que hizo que le gustara la poesía hasta el punto que él mismo se hizo poeta. En 1547 hizo una poesía en torno a la que aparecía en el libro de Salmos de la Biblia. En 1548 se fue a estudiar a Alcalá de Henares, en cuya universidad fue el primer ganador del primer certamen poético que está Universidad comenzó a celebrar y celebró cada año toda su Historia (yo, quien estas notas escribe, gané el certamen de 2001, llamado entonces certamen poético de San Ildefonso, como patrón de la Facultad de Filosofía y Letras, y ganaría el segundo de relato corto en 2004). El paso y estudios filológicos, teológicos y filosóficos por Alcalá sin duda le hicieron conocer en profundidad a Benito Arias Montano la Biblia Políglota ComplutenseSe hizo sacerdote en 1559 y se marchó de asceta a una peña de Huelva. Pero no pudo desarrollarse como tal dadas sus habilidades intelectuales. Sus dotes teológicas hicieron que en 1562 el obispo de Segovia lo llevara al Concilio de Trento. En 1566 Felipe II le hizo su capellán. 

La Biblia Políglota Complutense de Cisneros fue incluida al completo en la Biblia Regia o Biblia Políglota de Amberes, encargada por Felipe II a Benito Arias Montano, que se trasladó a Amberes en 1568 para iniciar el encargo, añadiendo a la Complutense revisiones y una ampliación de sus seis volúmenes a ocho volúmenes, incluyendo traducciones del Tárgum arameo de Jonatán y de la Visión Peshitta siriaca del Nuevo Testamento primigenio original, llamado en un primer momento Escrituras Griegas Cristianas. Benito Arias en ese momento aportó puntuación vocálica usando la revisión de textos traducidos del hebreo que hizo Jacob ben Hayyim, lo que posteriormente ha perdurado en el resto de Biblias elaboradas desde entonces. Ben Hayyim había muerto en 1538. Fue un judío nacido en la Berbería, en Túnez. Fue perseguido por los musulmanes que gobernaban allí, por lo que huyó a la República de Venecia, donde trabajó traduciendo libros sagrados judíos, como el Tárgum. Se convirtió al cristianismo y destacó por mejorar las visiones teológicas de este mediante la revisión y traducción de libros judíos compartidos. Fue influyente su Biblia Hebrea

En esta Biblia Regia participaron teólogos y filólogos holandeses, belgas y franceses, así como místicos. La Inquisición intervino en ella para insistir en la inclusión de diccionarios y glosarios y en que participase Johannes Isaac Levita, un judío converso al catolicismo, para revisar la exactitud de las traducciones hebreas, ya que este era profesor en la Universidad de Lovaina. De hecho esta Biblia Políglota de Amberes estaba muy unida a esa Universidad. Más allá de la intención principalmente teológica y filológica de la de Cisneros, esta aspiraba también a una lectura común en oficios religiosos y gente que supiera alguno de los idiomas que contenía. En todo caso Benito Arias tuvo problemas con la Inquisición, que ahora recelaba de lo que pudiera salir de los erasmistas y el humanismo, pero sobre todo creían que al querer ajustarse a los textos más primigenios del Antiguo Testamento se estaba pretendiendo judaizar el cristianismo. 

Estaba destinada a los dominios españoles en Europa en un momento en el que el protestantismo había avanzado considerablemente y la Contrarreforma ya estaba en marcha de manera formal tras el Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563. No olvidemos que Francia misma estaba inmersa en las Guerras de Religión y que Inglaterra también tenía conflictos sangrientos de carácter religioso. Los Estados centroeuropeos no estaban mejor. En treinta años desde el final de esta obra estallaría la Guerra de los Treinta Años, con un alto contenido religioso y participación española mientras los Países Bajos iniciaron su guerra para independizarse de España, también con un elevado contenido de conflicto religioso, guerra en Flandes que, por cierto, ya estaba en marcha con revueltas y rebeliones a partir de los años en los que se terminó esta obra, desde 1568, es lo que provocó que Felipe II mandara a intervenir en esos territorios al Duque de Alba, a Luis de Requesens, a su hermano Juan de Austria, a Alejandro Farnesio y hasta a su propia hermana, entre otros. Fue aquella la Guerra de los Ochenta Años.

Fue impresa por Christoffel Plantijn, o Cristóbal Plantin o Plantino, el cual era un impresor flamenco al que se le atribuyó por error un derecho exclusivo concedido por Felipe II para ser el único que pudiera imprimir textos religiosos en Flandes, quizá como medida de control de que no se imprimieran textos protestantes, pero ese derecho exclusivo en realidad no se había dado. Le supervisó Robert Granion, mientras que las tipografías fueron de Guillaume de Beaux, para mejorar las grafías hebreas. Se acabó de imprimir en 1570, pero las Universidades de París y Lovaina impusieron revisiones que lo retrasaron años y que provocó que intervinieran muchas personas en la revisión de los textos. Felipe II se había impacientado, quería enseñarla al Papa Pío V en Roma y concedió, a través de la gestión de un enviado suyo en conexión con la Inquisición, exoneraciones al texto y responsables que hicieron que se imprimiera para Amberes en 1572. El Papa murió por mala salud en aquel mismo año, de ahí las prisas de Felipe II.

El principal opositor de esta obra fue León de Castro, que fue alumno de la Universidad de Alcalá, en concreto fue el alumno más aventajado de Hernán Núñez de Toledo, "el Pinciano". León de Castro consideró que se pretendía judaizar el cristianismo y cambiar la tradición de la Biblia Vulgata de San Jerónimo, a la que se acogió en buena parte la Complutense y que limpió y esclareció su texto aquel otro grupo de Cisneros, en el que había pertenecido su propio profesor, Hernán Núñez. En 1570 comenzó a atacar a los que trabajaban en la obra y también a otro detractor de la misma obra, Luis de León, con quien discrepaba en puntos de vista de las traducciones. Logró que la Inquisición detuviera a Luis de León. Su problema con Luis de León era parecido al que tuvo con Gaspar de Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra, estos tres eran de la Universidad de Salamanca y todos fueron delatados por León de Castro y detenidos por la Inquisición. Todos habían hecho trabajos sobre los textos de la Biblia Vulgata de San Jerónimo, contradiciendo que la versión de la Políglota de Cisneros estuviera totalmente correcta. León de Castro decía haber trabajado en esa parte cuando fue alumno de Hernán Núñez, el cual se encargó de su revisión desde 1517. Tampoco olvidemos la rivalidad entre Alcalá y Salamanca. Así que, aunque todos eran contrarios a lo que estaba haciendo Benito Arias Montano por considerarle judaizante, a la vez estaban enfrentados entre sí por un lado por la autoría de la revisión y corrección de los textos y por otro por ver quien se desviaba o no del cristianismo al judaísmo, si bien también pudiera haber una rivalidad por cargos universitarios. Además, en el caso de León de Castro, al haber intervenido en la obra de Cisneros, posiblemente se sintió garante de proteger esa obra como obra definitiva sobre estudios de la Biblia, en unas épocas de reforma y Contrarreforma en el que el revisionismo podía ser tan útil como peligroso. A las acusaciones contra todos ellos y a los ataques contra Benito Arias Montano se le sumó a León de Castro el catedrático de Salamanca, donde en esos momentos estaba León de Castro, Bartolomé de Medina, que aseguraba que los nuevos textos daban lugar a dudas, que las dudas daban lugar a opiniones, y que las opiniones, sin ser verdades, permitían que todo fuera verdad, por lo que la mentira se hacía un hueco en la verdad y daba lugar a las herejías. Sin embargo, precisamente el erasmismo que inspiró al equipo de Cisneros trabajó en una versión políglota para despejar dudas, pero evidentemente trabajaban para poder dar herramientas de comparación que permitieran reflexionar, por tanto dudar y generar opiniones que, según ellos, con la limpieza de textos, llevarían a la verdad.  

Por otro lado, pensemos que aunque el Antiguo Testamento es el texto religioso base del judaísmo, que rechaza la parte del Nuevo Testamento, o al menos niegan que JesuCristo fuera el mesías, hijo de Dios, y aunque los cinco primeros libros del Antiguo Testamento componen el Talmud, principal libro religioso judío del que se deriva su sociedad y leyes, hay algunas diferencias entre la versión hebrea y la versión cristiana. Evidentemente la respuesta debería estar en lo que dijeran los textos más primigenios, pero el paso de los siglos y las interpretaciones, así como los Concilios religioso y demás, habían fijado qué textos debían considerarse que debían ser ciertos y por tanto parte del canon religioso cristiano y cuales no, por considerarlos desviaciones de los humanos. Así por ejemplo, en Génesis aparece una guerra entre ángeles y hombres en la versión judía que no aparece en la cristiana. Llevando el asunto a tiempos actuales, la película Noé estrenada en 2014 y dirigida por Darren Anofsky fue polémica o chocó a mucha gente de tradición cristiana, ya sea católica o protestante, porque seguía la versión judía y no la cristiana del Génesis, si bien es cierto que en ese caso también se mezcló lenguaje del espectáculo del cine de grandes producciones de Hollywood.

Como sea, en la obra de Benito Arias Montano participaron también, aparte de los ya mencionados, unos holandeses de pasado judeoconverso, Guy Löfevre de la Baudry, Guillaume Postel, Jan van Gorpe y Franciscus Raphelengius, este era familia política de Plantino. Se quería que el editor fuera Pedro de Fuentidouenhas. León de Castro redobló los ataques de la Inquisición en 1574, pues la obra llevaba imprimiéndose desde 1572 para poder distribuirla fuera de Amberes, mientras esperaba el permiso para esa distribución. Arias Montano fue llamado a Roma, donde tuvo que defender cada parte de la Inquisición y también a los que intervinieron. Fue un proceso de años. Mientras, editores y Felipe II discutían si debía prevalecer el texto hebreo o el latino y las versiones de cada uno. En 1576 un nuevo Papa, Gregorio XIII, favoreció el punto de vista de Felipe II dejando la decisión final a lo que dijera la Inquisición española. Con Juan de Mariana nombrado inquisidor general en España en 1577, año de final de la impresión de todos los ejemplares, se decidió no tocar la Vulgata latina, dejar los textos judíos añadidos, aunque reconociendo que no debían haberse trabajado, pese a que no hubo herejía. Se permitió publicarla en los territorios imperiales pertenecientes a España en el mundo, pero en el resto de Europa debía publicarse diez años después, aunque se exportó. El editor era el propio Felipe II advirtiendo los peligros de leer el Talmud, y prohibiendo leer su parte, aunque se incluía impresa y editada, por tanto disponible para leer pese a la prohibición impresa. Ahora bien, Arias Montano no recibió el dinero regio y los elevados costes le arruinaron. La impresión final contó con mil doscientos trece ejemplares.

Felipe II le trajo de vuelta a su lado para que dirigiese la biblioteca del Monasterio de El Escorial. Allí siguió traduciendo textos religiosos judíos y continuó su trato con poetas destacados. Volvió a tener problemas con la Inquisición por su cercanía al mundo judío en los textos religiosos y se dedicó a textos de biología, donde buscó relaciones directas de plantas y animales con el diluvio. En 1584 renunció a todos sus cargos. Murió en Sevilla en 1598.


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

sábado, 11 de mayo de 2024

Biblia Políglota Complutense

Título: Biblia Políglota Complutense.
Autores: Diego López de Zúñiga; Elio Antonio de Nebrija; Alfonso de Alcalá; Alfonso de Zamora; Pablo Coronel; Demetrio Ducas; Hernán Núñez de Toledo "el Pinciano"; Juan de Vergara; Bartolomé de Castro.
Editor: Cardenal Cisneros como promotor de la Universidad de Alcalá de Henares (1ª edición; por entonces: Universidad Complutense).
Impresor: Arnao Guillén de Brocar.
Año de publicación: 1520 (1ª edición, seis volúmenes).
Género: Religión; Teología; Filología.
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Título: Biblia Políglota Complutense.
Autores: Diego López de Zúñiga; Elio Antonio de Nebrija; Alfonso de Alcalá; Alfonso de Zamora; Pablo Coronel; Demetrio Ducas; Hernán Núñez de Toledo "el Pinciano"; Juan de Vergara; Bartolomé de Castro.
Editorial: Complutense.
Impresor/Distribuidor: Emaus.
Año de publicación: 2006 (1ª edición, seis volúmenes).
Colección: Libros Especiales.
Nº de volumen en la colección: [Sin número].
Género: Religión; Teología; Filología.
EAN: 978-84-74910841

 

La mayor aportación bibliográfica netamente de Alcalá de Henares en el Renacimiento fue la Biblia Políglota Complutense. Fue una obra en varios volúmenes cuya confección ocupó de 1502 a 1517, por lo que está íntimamente ligada al inicio de la Universidad de Alcalá de Henares, por entonces, Universidad Complutense, propiamente así llamada. La Universidad había sido definitivamente fundada por Isabel I y Fernando V (los Reyes Católicos) gracias a las gestiones del Cardenal Cisneros en 1499. Tuvo varios hitos, como ser la primera Universidad que se ideó adaptando a una ciudad entera, o sea: creando lo que hoy día conocemos como una ciudad universitaria. También que buscaban que no sólo accedieran a los estudios los nobles y más pudientes, sino también las clases sociales menos pudientes, por lo que se crearon becas, una innovación en los estudios universitarios. Se quería formar a todas aquellas personas que debían gestionar el Imperio que se estaba creando, aunque destacó en los estudios en leyes, medicina y teología. Así mismo, en estos inicios se dio el caso que buena parte de sus primeros alumnos y profesores fueron comuneros en 1518 a 1521. Sea como sea, cuando Cisneros comenzó el proyecto de la Universidad, también inició otro proyecto a la vez que le era algo totalmente unido: la creación de una Biblia que contuviera un estudio filológico con traducciones literales y exactas de manera crítica que sirviera para su estudio más erudito y su comprensión a todos los niveles. Estamos hablando de una época donde comenzó lo que se llama la reforma religiosa, que daría pie a las ramas cristianas de los protestantes con Lutero, Calvino o los anglicanos entre otros. Estos hicieron una revisión de la interpretación de los textos religiosos que hasta entonces había dado la Iglesia Cristiana Católica Apostólica y Romana. La lectura en latín en misa hacía que a menudo sólo gente de la Iglesia y algunas personas de la alta nobleza entendieran los mensajes, sin bien entre la Iglesia a veces también había grandes lagunas en el conocimiento del latín. Algunas traducciones de los evangelios contenían graves errores que llevaban a interpretaciones equívocas que competían en aceptación con las interpretaciones más abiertas que hicieron algunas corrientes protestantes. En medio de todo esto estaba la crítica al Papado y su vida opulenta en contraste a lo que decían los textos sagrados y una España gobernada por unos reyes que se habían ligado a lo religioso, especialmente Isabel I, tras terminar el proceso de guerras de la Reconquista con la conquista de Granada e iniciar el proceso conquistador y evangelizador primero de las Canarias y luego de América. Cisneros, nada más dar inicio al fin a la Universidad en 1499, comenzó a buscar un equipo de traductores y filólogos, estudiosos de teología, que fueran los mejor preparados para realizar una Biblia Políglota que fuera útil para la defensa del catolicismo y dejar claros los preceptos de los evangelios. Así contrató a una serie de profesores para la Universidad que a la vez serían los investigadores, comentaristas y traductores de esta obra, que dio comienzo en 1502 y acabó de confeccionarse y de imprimirse en 1517, pudiendo verla acabada el Cardenal Cisneros muy poco antes de morir, cinco meses antes, ahora bien, no la vio publicada, pues la primera publicación fue en 1520 porque el Papa no concedió la bula de su publicación hasta ese año.

Aunque su confección empezó en 1502 y acabó en 1517, los trabajos de impresión comenzaron en 1514, con el Nuevo Testamento, y acabaron el mismo año de 1517, con el Antiguo Testamento. También para ello Cisneros buscó al mejor de los impresores, cuyas tipografías fueran claras y precisas. Lo encontró a través de uno de los traductores, Antonio de Nebrija, el cual le recomendó a un famoso impresor con el que solía trabajar, un gallego llamado Arnao Guillén de Brocar, que se trasladó a Alcalá de Henares y se asentó en la calle Libreros, haciendo un trabajo amplio de varias publicaciones en la ciudad que fueron muy destacadas, aunque su obra cumbre fue esta Biblia Políglota, que en inicio tenía permiso de Isabel I para una única edición, aunque ella también murió sin verla acabada, igual que Fernando V. La obra fue creada en seis volúmenes, de los que se editaron seiscientos ejemplares. De todos ellos se han conservado ciento veintitrés, que se sepa. Uno de ellos se conserva en el ayuntamiento de Alcalá de Henares, hay otro propio de la Universidad. La a gran mayoría se destruyeron en un naufragio durante su transporte en barco de España a Holanda. En todo caso, los libros no se pudieron publicar hasta 1520, como se ha dicho, porque alguna copia del Nuevo Testamento impreso en 1514 le debió llegar al humanista y teólogo Erasmo de Róterdam, que tras leerlo elaboró su propia traducción en griego, acabada en 1516, año en el que obtuvo privilegios del Emperador del Sacro Imperio Romano Germano, Maximiliano I (abuelo de Carlos I de España y V de Alemania) y del Papa León X para que sólo se pudiera publicar esa traducción hasta 1520, año en el que ya se pudo publicar la Biblia Políglota, pero no se pudo distribuir hasta 1522, con el desafortunado naufragio que destruyó bastantes ejemplares. Es una obra que ha dado pie a muchos estudios, pero se ha reeditado muy pocas veces, normalmente en ediciones de lujo para coleccionistas. Una de las más recientes fue la creada por la editorial Complutense en 2006 en fac-símil, con cubiertas en piel de cabra y tejuelos de oro, de la cual sacaron mil ejemplares. Hay otras dos reediciones fac-símil previas, una de 1984 y otra de 1987.

Antes de entrar en quienes trabajaron directamente en la obra hay que decir que Erasmo de Róterdam había iniciado su propia revisión y crítica de cómo la Iglesia católica se había relajado respecto a las enseñanzas de la Biblia. Él mismo iba a ser excomulgado como protestante por sus críticas al Papado y las altas jerarquías eclesiásticas, así como por iniciar un proceso mediante el cual acercar a los idiomas vulgares los textos en latín. Sin embargo, tanto los Reyes Católicos como Cisneros simpatizaban con las ideas reformadoras de Erasmo, por lo que presionaron al Papado de todos los modos imaginables para que Erasmo y los erasmistas siguieran su labor. Bien es cierto que los erasmistas, que contaron con muchos españoles como seguidores, no fueron bien vistos décadas después por la Inquisición española, si bien el erasmismo no estaba prohibido ni era protestante, sólo otra corriente de interpretación dentro del catolicismo. Quizá por todo esto le llegó alguna de las primeras impresiones de 1514 a Erasmo, para que la revisara o diera su opinión teológica, pero el resultado fue, como se ha dicho, su propio trabajo de traducción en griego y adelantarse en la publicación impidiendo la de la obra que inicio las traducciones. Sea como sea, el espíritu de Erasmo de Róterdam, del erasmismo, está en la Biblia Políglota, si bien Erasmo no intervino directamente en ella. Sin embargo, en todo este asunto polémico tiene protagonismo Diego López de Zúñiga.

El equipo que seleccionó Cisneros para el proyecto, obviando la participación del ya comentado impresor Brócar, que aportó iluminaciones y todo un trabajo innovador de cajas de texto que no se había visto antes en otros libros, fue liderado por Diego López de Zúñiga, que dirigió los trabajos, junto a Cisneros, aunque Cisneros tenía otras ocupaciones de tipo político, universitario, de inquisidor y de confesor de la reina. Diego López de Zúñiga había nacido en Extremadura en 1460. Era teólogo y experto en griego, latín, hebreo, arameo y árabe. Era de origen noble, había estudiado en Salamanca, pero fue contratado por Cisneros para enseñar lenguas clásicas en Alcalá, donde se doctoró en teología. Era sacerdote, pero no trascendió más en la escala jerárquica de la Iglesia. Se le encomendó dirigir los trabajos de la Biblia Políglota. Cuando en 1514 se acabaron los trabajos del Nuevo Testamento llegaron las noticias de una traducción al griego de Erasmo de Róterdam que le envió sus textos para revisarlos, cosa que se hizo mutua. Sin embargo, Diego López creyó encontrar varios errores en la traducción de Erasmo y elaboró una lista de errores que le entregó a Cisneros, el cual le recomendó a Erasmo no publicar su traducción mientras no arreglara aquello, pero Erasmo dijo que su traducción era la correcta y así comenzó una pelea entre Diego López y Erasmo que duraría el resto de la vida de estos con escritos cruzados contra la obra del otro y que hizo que el propio Diego se trasladara a Roma a trabajar con el Papado. Moriría en Nápoles en 1531. Del mismo modo, como ya se ha comentado también provocó que Erasmo lograra publicar su obra en 1516 e impedir la de la Biblia Políglota hasta 1520.

Para los textos en griego, que era lo que afectó a esta polémica entre Erasmo y Diego López, trabajaron Demetrio Ducas, Juan de Vergara y Hernán Núñez de Toledo "el Pinciano". Demetrio Ducas había nacido en Heraclión, en la República de Venecia, en 1480. Allí trabajó en traducciones clásicas para un famoso impresor, Manucio. Fue contratado por Cisneros en 1512 para enseñar griego en Alcalá y trabajar en la Biblia Políglota. Acabado el proyecto y muerto Cisneros, se fue a Roma en 1518. Ahora bien, su labor se enfrentó a varios problemas materiales que le dieron problemas personales de subsistencia económica. La ausencia de tipografías griegas en España y además de buena calidad, hicieron que él mismo pagara de su bolsillo ejemplares en griego de las traducciones, que compartía con sus alumnos, lo que le estaba dejando sin dinero para cubrir sus propias necesidades. Junto a él trabajó el helenista Juan de Vergara, familiar de varios humanistas hombres y mujeres, el cual había traducido varias obras de Erasmo. Era de familia judeoconversa, había nacido en 1492. Pese a su juventud, fue secretario de Cisneros. Él recibió ayuda en las traducciones de Bartolomé de Castro. Demetrio Ducas debía supervisar todo al finalizar toda la obra, pero abandonó por los problemas citados cuando se acabó el trabajo. Dejó sus labores a Hernán Núñez de Toledo, "el Pinciano".   

Hernán Núñez había nacido en 1478 en Illescas. Estaba considerado como patriarca de los helenistas españoles. Antes de participar en la obra tenía ya mucho reconocimiento con obras propias y traducciones propias. Cisneros le llamó como profesor de la Universidad y fue Demetrio Ducas quien le metió en el proyecto de la Políglota, siendo él quien le sustituyera en los trabajos de revisión como en la cátedra de griego en la Universidad. Entre 1518 y 1519 acabó su labor de revisión. Su trayectoria posterior como autor y como helenista fue en aumento. Murió en Salamanca en 1553, adonde se había ido como profesor después de que en 1523 tuviera problemas en Alcalá por erasmista y por simpatía con los comuneros. No era el único en simpatizar con los comuneros, también lo hizo Juan de Vergara. Como sea, años después, el alumno más aventajado de Hernán Núñez, León de Castro, dijo haber trabajado en la revisión de la Vulgata para la Políglota.

Para la parte en latín trabajó Antonio de Nebrija, del que ya hablamos en su día cuando comentamos su obra también ligada a la Universidad de Alcalá y su periodo como profesor en la misma, Reglas de orthographía en la lengua castellana compuestas por el maestro Antonio de Lebrija, una de las primeras obras que tratan de dar claridad ortográfica a la lengua española. Fue él quien logró que el impresor Brócar estuviera en el proyecto, como se ha dicho. Era el más notable del equipo de trabajo, el más destacado. Su personalidad era un tanto fuerte. Prefería dedicarse a la investigación filológica que a dar clases, lo que hace que su propia hija Francisca diera sus clases por él, si bien de manera oficiosa, no de manera oficial, por lo que no suele figurar como primera profesora de la universidad, aunque lo hiciera en la práctica. Él había sido incorporado al equipo en 1504, y sus trabajos a veces se combinaron con el de cronista oficial de Fernando V desde 1507. Además, entró en varias polémicas con varios miembros del equipo y con otros teólogos por discrepar en la interpretación de la Biblia a costa de sus traducciones. Finalmente, abandonó el equipo antes de acabar la obra, ya que creyó que se le había contratado para que fuese su obra la que debía ser atendida en lugar de que su obra era parte de una obra de trabajo en equipo. No obstante, sus aportaciones fueron valiosas. Trabajó a partir de la Biblia Vulgata escrita por San Jerónimo. Moriría en Alcalá de Henares en 1522, dos años después de la publicación de la Políglota.

Para el hebreo se incorporó a Alfonso de Alcalá. Este era un judío nacido en Alcalá la Real (Jaén) en 1465 que en 1492 se vio en la obligación de convertirse al cristianismo por la orden de expulsión de los judíos de España que hicieron los Reyes Católicos. Era doctor en Leyes y en Medicina, siendo que fue profesor en la Universidad de Salamanca. Fue llamado por el Cardenal Cisneros para que trabajara en las partes hebrea y griega. Tras la muerte del cardenal en 1517 trabajó en la revisión de las partes hebrea, caldea o aramea y latina. Fue la contribución intelectual más importante de su vida, por lo que a veces se le llama "Alfonso el Complutense". Sin embargo, años después hubo de regresar a Salamanca.  Junto a sus labores participaron otros dos judíos conversos, Alfonso de Zamora y Pablo Coronel.

Pablo Coronel había nacido en Segovia en 1480. Aparte de traductor era eclesiástico y orientalista. Trabajó la parte hebrea y la aramea. Regresó a dar lecciones a Salamanca cuando acabó en Alcalá, allí fue condecorado por su labor humanística. Murió en 1534. En tanto que Alfonso de Zamora, nacido en Zamora en 1474, había sido educado en textos religiosos y en el estudio de su lengua hebrea dentro de su religión judía, pero tuvo que exiliarse en 1492 por su condición judía. Regresó a España en 1506 por lo que hubo de convertirse al cristianismo. Eso le transformó en uno de los mayores expertos cristianos del momento sobre judaísmo. En principio trabajó con su familia como zapatero, pero en 1508 intentó ser profesor de lenguas en la Universidad de Salamanca, el proceso cruzó varios problemas y no pudo ser contratado hasta 1510, pero no se le concedió el derecho de enseñanza hasta 1511. Sin embargo, en el verano de 1512 el cardenal Cisneros se lo llevó a la Universidad de Alcalá para enseñar hebreo y arameo. Allí se le encargó la parte aramea de la Biblia Políglota, y revisiones de la hebrea. Principalmente se le dejó al cargo del Antiguo Testamento, especialmente de los libros del Pentatéuco. Tras esos tuvo reconocimiento y una larga trayectoria confrontando textos cristianos con textos judíos. Murió en Zamora en 1544.

Los textos sagrados cristianos originales habían sido escritos en un primer momento en griego, puesto que aunque la actividad de Cristo y los apóstoles se desarrollaría en la actual Palestina-Israel, siendo los apóstoles tras la muerte de Jesús los que lo expanden, el primer foco plenamente cristiano que genera textos es el que crea Pablo de Tarsos en Grecia. Ese texto original en griego fue traducido al arameo y al hebreo, no obstante, los textos bíblicos del Antiguo Testamento estaban en hebreo, por ser la base del judaísmo del que descenderá el cristianismo y el Nuevo Testamento. Estamos hablando de los siglos I y II d.C. (si bien los del Antiguo Testamento son de siglos antes). Para una mejor difusión dentro del Imperio Romano, que contaba con un idioma común, se transmitió el mensaje también en latín, pero el texto bíblico más antiguo en latín que se conoce, llamado Vulgata, por aquello de lengua vulgar (la que hablaba todo el mundo), no será hasta el siglo V, con San Jerónimo. Por lo que hay un proceso de traducciones y traslaciones que podían haber tenido errores y libres interpretaciones desde el origen. Eso era lo que se trataba de corregir.

La obra de seis volúmenes contiene: en el Antiguo Testamento (cuatro volúmenes): texto masrorético hebreo, texto latino de la Vulgata, texto griego de los LXX de la Septuaginta (con traducción latina interlineal), texto arameo del Targum Onquelos, traducción latina del texto arameo; en el Nuevo Testamento (un volumen): texto griego y versión latina de la Vulgata; el último volumen incluye: un vocabulario hebreo-arameo-latino, otro vocabulario greco-latino, una introducción a las gramáticas hebrea y griega y un índice latino. Se trataba de presentar un texto con varias columnas dispuestas de una manera entre alegórica religiosamente y además útil para su estudio y lectura, que recogieran versiones en latín, griego, hebreo y arameo. Buscaban que todas las traducciones se acogieran lo más literalmente posible a los textos más antiguos y completos que tenían, que son los citados Septuaginta, Targum Onquelos y Biblia Vulgata. En concreto, en lo referente al quinto volumen, el del Nuevo Testamento que provocó la polémica con Erasmo, hoy día en revisiones sólo se han hallado cincuenta errores, siendo una de las mejores traducciones de la época.

Esta obra fue incluida al completo para crear la Biblia Regia o Biblia Políglota de Amberes, encargada por Felipe II al humanista español Benito Arias Montano, que se trasladó a Amberes en 1568 para iniciar el encargo, añadiendo a la Complutense revisiones y una ampliación de sus seis volúmenes a ocho volúmenes. Se acabó en 1572. 

Hay que pensar que el catolicismo, aparte de contar en esos momentos previos a la Políglota Complutense con Biblias en latín o griego y otros idiomas transmitidos por copias a veces corruptas o con faltas o con severos errores o con traducciones que distaban mucho del texto original, comenzó a diferenciarse de las corrientes cristianas protestantes, entre otras cosas, porque los textos bíblicos contaban y cuentan con análisis y explicaciones dados y aprobados por el obispo de Roma (el Papa). Estas explicaciones se derivan de su infalibilidad como heredero de San Pedro e interlocutor de Dios en el mundo terrenal, y se suelen fijar comúnmente de las líneas a interpretar el cristianismo de Concilio en Concilio, con aportes de las encíclicas intermedias. Hoy por hoy, las líneas generales de interpretación católica de la Biblia son las fijadas en el Concilio Vaticano Segundo, celebrado entre 1962 y 1965, aunque se convocó en 1959, al que se unen interpretaciones papales posteriores a través de las encíclicas. La Biblia Políglota Complutense es previa a la Contrarreforma fijada formalmente en el Concilio de Trento, convocada para frenar la reforma de los protestantes, pero fue un primer paso desde los erasmistas y desde la iniciativa de Cisneros en España. La de Amberes sin embargo ya sería con el dogma de Trento. Sin embargo, las Biblias protestantes, que varían entre sí en algunas cosas, como por ejemplo en la santidad o no de la Virgen María y los apóstoles, ideas de predestinación y otros asuntos según la corriente, no contenían aportes de interpretación añadidos a los textos bíblicos, dejando a los usuarios lectores su propia reflexión, pero no alejada de la guía de un sacerdote o guía espiritual. Eso hacía que muchas de las Biblias protestantes adelantaran a las católicas en el tiempo en crear traducciones en las lenguas vivas de cada lugar, para facilitar su lectura. Esas Biblias traducidas al idioma de uso común en cada lugar católico aún tardarían un poco en llegar, pero la idea de depurar los textos originales de las versiones más antiguas conservadas a comienzos del siglo XVI y de obtener las traducciones de un texto antiguo a otro de la manera más justa entre sí para alcanzar cual era el sentido real de cada texto original es lo que hace de esta obra un trabajo por esclarecer el mensaje original de manera más exacta, al margen de las interpretaciones del obispo de Roma, aunque, evidentemente, sin evitar explicaciones de este o interpretaciones de manera marginal, sin intervenir en el texto, pero acompañando al texto al pie de página o al margen. Por ello se requirió de un exhaustivo trabajo de contraste, revisión y corrección de numerosas copias conservadas de textos antiguos, que necesitaban de traducciones como material de trabajo para entenderse todo el equipo que trabajaba en el proyecto común, a pesar de las discrepancias de si debía haber traducciones literales o no tan literales para poder ajustarse mejor al mensaje que se pretendía, postura que defendió Nebrija, o bien las discrepancias con Erasmo sobre quién estaba más acertado a la hora de depurar los textos en griego clásico. 

Cisneros ideó esta obra para investigación filológica y teológica, por lo que le interesaba mucho que se imprimieran todos los textos perfectamente depurados y bien estructurados y escritos. Fue posteriormente Benito Arias, quien dijo que ayudó en la obra de Cisneros, el que a esa misma idea le añadió ese interés por aumentar las posibilidades comparativas para ajustar más el mensaje original y para que se pudiera usar también por los no estudiosos, para su uso por creyentes, aunque obviamente cultos o, valga la repetición de la palabra pero con otro significado, para el culto. Con ello se trataba de replicar y contradecir las traducciones a las lenguas vulgares, donde ellos creían que habría traducciones con errores o con interpretaciones libres que se alejaran de los textos de origen. Ahora bien, lo que estaban haciendo los nuevos cristianos protestantes al crear traducciones en las lenguas vulgares del momento, siglo XVI, cosa que copiará el catolicismo unos siglos después, era una idea igual a aquellos cristianos de los primeros siglos que vieron útil pasar a la lengua común, el latín, los textos que en origen estaban en griego, hebreo y arameo.

Esta publicación fue el primer intento intelectual dentro de las reformas religiosas, pero preludio de la Contrarreforma aún por llegar de manera más contundente en aquel siglo XVI, por hacerse eco de las inquietudes reformistas del momento y frenar la ida de devotos del catolicismo. Se trataba de aclarar y volver a una comprensión más acertada de los textos originales y por tanto del mensaje de Cristo. A la vez es una de las publicaciones consideradas más valiosas de los primeros tiempos de la imprenta y del Renacimiento. Sin embargo, hoy día en el siglo XXI, pero desde algo antes, si se compran Biblias de diferente editorial y años encontramos que los textos tienen diferentes traducciones y algunas palabras y sintaxis, bien pensadas, cambian el significado del mensaje entre sí. 


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".