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viernes, 31 de mayo de 2024

Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares

Título: Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares.
Autor: Miguel de Portilla y Esquivel.
Editor: Universidad de Alcalá de Henares (1ª edición; por entonces: Universidad Complutense).
Impresor: Joseph Espartosa (impresor de la Universidad de Alcalá, también conocido como José de Espartosa).
Año de publicación: 1725 (1ª edición del primer volumen); 1728 (1ª edición del segundo volumen).
Género: Historia; Crónica. 
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Título: Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares.
Autor: Miguel de Portilla y Esquivel.
Editorial: Old Book Factory (OBF).
Año de publicación: 2003 (1ª edición).
Género: Historia; Crónica.
ISBN: 9788495011732

 

Los Annales complutenses de 1652 eran la mayor referencia en cuanto a una Historia general de Alcalá de Henares. Pero en la primera mitad del siglo XVIII se quedaban desfasados, no sólo porque habían transcurrido tres cuartos de siglo, sino porque habían cambiado muchas cosas tanto en España, como en Europa, como en la propia Alcalá a consecuencia precisamente de esos cambios directos. Para empezar los tiempos más duros de la Contrarreforma religiosa y su mentalidad habían quedado atrás en los siglos XVI y XVII. En España seguía flotando algo de su forma de pensar y se notaba en la existencia aún de la Inquisición, muy dedicada ahora a la censura al servicio del catolicismo y de la monarquía, y se notaba también en unas Universidades monopolizadas por el catolicismo que impedía e incluso condenaba cualquier enseñanza o experimentación que se desviara de los dogmas de fe. Esto no ocurría en las Universidades europeas de carácter protestante. Además, como rémora de la exigencia de limpieza de sangre (una mentalidad antisemita en España que desde 1492 pedía para estar o ejercer en algunas instituciones y cargos ser cristiano viejo, esto es de familia que siempre lo fue, o si se era cristiano nuevo serlo de cinco generaciones seguidas) se pedía precisamente eso para estudiar en las Universidades españolas, pero ya no tenía tanto peso lo antisemita, sino lo nobiliario. Las guerras de religión europeas en las que se implicó España mientras a la vez hacía la guerra a franceses y catalanes en el siglo XVII fueron seguidas por un reinado que, salvo sus primeros años más revueltos, fue más tranquilo, el de Carlos II, pero las incapacidades del propio rey ponía en cierta crisis moral a los propios españoles que en 1700, a la muerte sin descendencia del rey, se abrió una guerra civil llamada Guerra de Sucesión Española, en la que se implicaron otros países europeos. Se prolongó hasta 1715, aunque para 1714 estaba prácticamente finiquitada. Se solventó con la instauración de la rama de los Borbones franceses en el trono español, comenzando con Felipe V, por cierto que para que esto se diera se necesitó que los ingleses se cambiaran de bando en la guerra a última hora y apoyaran a los Borbón en lugar de a los Austria, razón por la cual en pago de guerra los Borbón le dieron Gibraltar como recompensa por los servicios bélicos prestados. La nueva dinastía trajo cierta modernidad de pensamiento a España, pero una modernidad que chocaba con un catolicismo que aún estaba en esa mentalidad de la Contrarreforma del Barroco del siglo anterior. Sin embargo, también trajo la centralización del Estado, ahora la Monarquía Hispánica era propiamente España, y aunque se legalizó el regreso de los judíos se hizo algo que no ocurría previamente: la legalización de que los propios españoles hicieran esclavos (esto fue obra de Carlos III, para ello, tras una guerra, intercambió con Portugal una parte de América que se integró en Brasil por la zona de Argentina y Uruguay por la actual Guinea Ecuatorial), peor aún, los Borbones empezaron a tratar políticamente a los territorios americanos como si fueran colonias, aunque ese trato nunca lo habían tenido, razón por la cual a comienzos del siglo XIX comenzó el proceso de independencia americana respecto a España.  

Sea como sea, el siglo XVIII era el siglo de la Ilustración, una corriente de pensamiento que trataba de buscar en el raciocinio, la ciencia y la lógica el progreso social y político. La educación será un elemento de reivindicación por parte de los intelectuales para mejorar las vidas de todas las capas sociales. La Ilustración llegó tardía a España. Vino con los Borbones, pero estos primero tuvieron que solventar esos quince primeros años de guerra civil. En medio de ella, Felipe V reordenó toda la política y administración española, desde la más alta política a la más baja. Alcalá de Henares se hizo oficialmente ciudad mediante un título dado por Carlos II en el último cuarto del siglo siglo XVII, aunque conservaba su carácter de corregimiento (lo que más tarde desde el siglo XIX será cabeza de partido judicial), ahora los corregidores debían partir su poder de gobierno y administrativo con intendentes y superintendentes militares que nombraba el propio gobierno central. Las cosas cambiaban. Además, las nuevas ideas y conocimientos que venían de Europa chocaron con la mentalidad más cerrada de un catolicismo encerrado anacrónicamente en la Contrarreforma, cosa que sacaba de quicio a Felipe V, quien por cierto se horrorizó también cuando al llegar a España le quisieron homenajear varias veces llevándole a ver corridas de toros. Aún con todo la Ilustración iría cuajando en España con cierto retraso, especialmente con Carlos III ya en la segunda mitad del siglo, aunque le había facilitado el camino previamente su hermano Fernando VI, un rey muy desconocido hoy día, quizá porque fue, junto a Carlos II hasta cierto punto, el único que apostó por no tener guerra alguna como medio de mejora de la vida de las gentes y del propio país. Entre la llegada mediante una guerra de los Borbones y los cambios políticos, administrativos, sociales y de mentalidad que libraba una batalla entre los que querían progreso y los que querían conservar la tradición católica, a la vez el Imperio se mantuvo, pero su poderío comercial estaba aún tan atado a un modelo económico mercantil tan cerrado y basado en los metales, cuando el resto del mundo estaba abriéndose a una nueva experimentación económica llamada capitalismo y entendiendo que el futuro estaba tanto en las grandes plantaciones como en los inventos de maquinaria laboral, que la influencia de España en el mundo lo era en cuanto a que su territorio era amplio a nivel planetario, pero la fuerza económica y la política se la disputaban en realidad Francia e Inglaterra, que se transformaría en Reino Unido ese mismo siglo. Mientras tanto se permitían el lujo de rapiñar trozos de España en sus territorios americanos, o bien seguir alentando la piratería, ya que España no supo abrir sus mercados al exterior y quería tener el monopolio entre América y España misma.
 
Explicado esto, tenemos que la Universidad de Alcalá de Henares había ido a menos. Con la pérdida de poder del Imperio, con la separación de todas las clases sociales de la oportunidad de estudiar, con unos cargos administrativos y políticos ya dados, con los recursos humanos que requieren las guerras y que rapiñan jóvenes, con una enseñanza anquilosada en cosas e ideas ya anticuadas e ineficaces ni precisas, varios colegios fueron cerrando y la Universidad menguó en alumnos, en tamaño y en importancia. Con ello la población alcalaína también menguó, aunque seguía siendo alta. La importancia política de Alcalá cedió su espacio a un Madrid ya plenamente muy centro de poder. Sin embargo, sabemos que aún llegaban algunas ideas nuevas a Alcalá a través de la Universidad o de los militares de origen francés, pero será más adelante en el siglo. Con este panorama los Annales se quedaban un tanto obsoletos, sobre todo porque ahora urgía ubicarse al lado de los Borbones. Los Annales habían llevado la Historia de Alcalá de Henares en una unión de destino desde la más remota antigüedad a la gloria imperial de los Austrias. Pero la llegada de los Borbón en 1700 y la Guerra de Sucesión hacía que esto se tuviera que reflejar también en la Historia de la ciudad, como una ciudad que también avanzaba con los Borbón. Las nuevas ideas ilustradas de estos hacía además que los intelectuales españoles, si querían ganarse favores que les hicieran prosperar, tuvieran que ponerse al día y revisar todo lo que en cierto modo se había quedado atávico y anquilosado. No fue algo inmediato. Fue progresivo. Recordemos, la Ilustración cuajó de manera tardía en España, previamente hubo un forcejeo entre lo ultracatólico y el raciocinio de la Ilustración. Había una fuerte lucha intelectual entre una España aún muy ligada a las explicaciones católicas del mundo, y los que querían buscar, o bien combinar, unas explicaciones más basadas en la razón y en la experimentación y la ciencia. 

Así pues, en 1725 se publicó el primer volumen de una obra que llevaba años trabajando el alcalaíno Miguel de Portilla y Esquivel, Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares. En ella se actualizaba la Historia de la ciudad y la reivindicaba. Hay que tener en cuenta que en el año de publicación se vivía otra crisis política. Felipe V había abdicado en su muy joven hijo Luis I en enero de 1724, pero Luis I murió de fiebres y escándalos sexuales de su esposa en septiembre de ese mismo año. Felipe V regresó a gobernar él mismo. El problema es que a partir de ahí Felipe V ya no estaría en la mejor de sus etapas políticas. Por un lado comenzó a delegar muchas de sus funciones, a pesar de haber levantado él todo su aparato político-administrativo nuevo, comenzó a tener largas depresiones porque él prefería haberse quedado en Francia, comenzó a pasar largos tiempos de ocio personal en sus palacios y, paulatina y lentamente, fue degenerando cada vez más en una enfermedad mental severa hasta el día de muerte en 1746. Si bien su peor periodo no estaba aún totalmente desarrollado en 1725, cuando se publica el libro, los españoles sí que habían vivido algo que no conocían: una abdicación, un rey muy joven envuelto en escándalos sexuales y enfermedad, y un regreso del rey abdicado tras un año, el de 1724, que era más bien un primer ensayo de desgobierno central antes de la degeneración mental de Felipe V. 
 
Miguel de Portilla y Esquivel era un hombre de otro tiempo, del siglo anterior, no era un ilustrado, algo de las ideas del estudio tuvo, pero en su mentalidad lo que primaba no era la parte ilustrada que llegó a asumir, sino que primaba más bien la mentalidad de tradición católica propia del siglo XVII español. Él había nacido en Alcalá de Henares en 1660, un año antes del propio nacimiento de Carlos II. A sus cinco años de edad vivió junto al resto de españoles la muerte de Felipe IV y el nombramiento de rey a un Carlos II de Austria, niño de 4 años, muy incapacitado intelectual y físicamente en 1665. En los primeros años de ese reinado se vivirían conspiraciones y hasta el primer golpe de Estado moderno de la Historia española, incluyendo al primer dictador propiamente dicho, que no depuso al rey, pero sí gobernó hasta que él sí que fue depuesto. El resto del reinado Carlos II tuvo consejeros y secretarios lo suficientemente hábiles para alejar a España de muchas guerras y como para reordenar la Hacienda y con ella la economía. 
 
El padre de Miguel de Portilla, Baltasar de la Portilla Cierzo, era boticario, con algún título de baja nobleza. Estaba casado con María de Tendilla, natural de Guadalajara, con quien tenía otro hijo más. A Baltasar de la Portilla no le fue mal, fue nombrado visitador de farmacias del Arzobispado de Toledo. Hay que recordar que de la Universidad de Alcalá salieron mayoritariamente una gran cantidad de médicos según se ha podido rastrear e investigar en archivos no hace muchos años, pero también algunos nombres famosos de médicos alcalaínos desde el siglo XVI. Y tampoco hay que olvidar que el Palacio Arzobispal era sede también del arzobispo de Toledo en estas tierras, pues antes del reordenamiento territorial de la década de 1830, el corregimiiento de Alcalá de Henares pertenecía a Toledo y su arzobispado. La cosa es que la buena posición laboral y económica del padre permitieron que Miguel de Portilla pudiera iniciar estudios universitarios en la propia Alcalá. Estudió teología en el Colegio de las Santas Justa y Rufina, hoy desaparecido por la desamortización del siglo XIX, su espacio lo ocupa el antiguo Cuartel de Lepanto, hoy un edificio universitario de nuevo que alberga un museo de Arte iberoamericano y la Biblioteca Universitaria. Algunos restos de ese colegio se pueden visitar hoy día en el Museo de la Catedral Iglesia Magistral de los Santos Niños. Durante estos estudios publicó su primera obra en 1678, Impugnatio propositionum centum et unius eujusdam novatoris in Gallia (traducido: Un desafío a las propuestas de ciento un inventores en Francia). En 1679 ya era teólogo. Portilla siguió desarrollando estudios y llegó a hacerse catedrático de griego en la propia Universidad de Alcalá, aportando otro de los síntomas que deteriorarían la Universidad española, la endogamia que traía la pérdida de su carácter universal para utilidad de la sociedad. 
 
En 1687 Portilla vivió desde dentro de la Universidad la consecución de una vieja reivindicación de Alcalá de Henares para destacar su importancia histórica desde los tiempos de Roma como Compluto. El regidor Diego Torres de la Caballería y Pacheco, que vivía en la Plaza de la Victoria, logró que Carlos II le diera título oficial de ciudad a Alcalá de Henares. Habría tenido peso reivindicativo los Annales publicados en 1652. La propia Universidad y sus principales logros y personas eran motor de ese reconocimiento. Por lo que Portilla, alcalaíno de nacimiento, debió interiorizar todo esto. Sobre todo en un momento en el que la Universidad estaba entrando en declive y necesitaba reivindicarla uniéndola a la propia figura de la recién titulada ciudad. Sus investigaciones debieron ir tomando forma desde esos momentos también como una reivindicación de la ciudad misma. Por el camino fue nombrado canónigo de la Iglesia Magistral de los Santos Niños y pastor y examinador sinodal del Arzobispado de Toledo. Teniendo en cuenta que los Annales los habrían escrito décadas atrás canónigos de la Magistral, puede que Portilla  no sólo tuviera acceso directo a numerosa documentación y libros, junto a los de la propia Universidad, sino que además se sintiera en una especie de obligación personal en la mejora y continuidad para actualizar aquella Historia general alcalaína. 

Sin embargo, antes de dedicarse de lleno a esa Historia, aún se dedicó a otra obra, una biografía, Vida, virtudes y milagros del glorioso señor san Francisco de Sales, obispo y príncipe de Ginebra, tercero de los mínimos de san Francisco de Paula, que publicó en 1695 en una imprenta de Madrid que pertenecía a Antonio Román. En 1700, Portilla con cuarenta años de edad, vivió la muerte de Carlos II sin descendencia y las reivindicaciones que hicieron por el trono tanto un pariente Austria del rey que vivía precisamente en el Imperio Austriaco, y otro pariente que pertenecía en realidad más directamente a los Borbón de Francia. En 1701 los enfrentamientos bélicos ya eran más que un hecho. Alcalá en un primer momento pudo decantar su simpatía por la rama Austria, pero de más o menos rápidamente cambiaron su favor a los Borbón cuando estos llegaron hasta estas zonas. Es conocido que según evolucionó la guerra al final la zona más leal a los Austrias fueron los territorios del antiguo Reino de Aragón, especialmente Cataluña. La guerra acabaría definitivamente en 1715, aunque para 1714 ya estaba prácticamente finalizada. Unos años antes los frentes bélicos y los combates ya se habían ido desplazando hacia los territorios fronterizos entre partidarios de uno y otro candidato dividiendo España más o menos en dos partes Este-Oeste. Entre tanto se producían todo tipo de cambios políticos, administrativos, hacendísticos y hasta de cargos y nobles en la zona Borbón, Alcalá de Henares incluida, tanto su ayuntamiento, como su corregimiento, como su Universidad, como su jerarquía religiosa. Evidentemente todo esto afectaría de alguna manera a la vida y actividades de Portilla, quien se dedicaría a su vida intelectual como catedrático y como historiador, así como a su vida religiosa en torno a sus cargos adquiridos, especialmente como examinador sinodal, que le haría viajar por los territorios del Arzobispado de Toledo. 

En 1725 sacó el primer volumen de su Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste y ahora de Henares. Lo hizo a través de la imprenta de José de Espartosa, impresor de la Universidad de Alcalá. El segundo volumen lo sacaría en 1728, también con el mismo impresor. Ya en la cubierta, que incluía un resumen de los temas a tratar, dejaba claro en el título su intención de establecer una continuidad entre la Compluto romana con la ciudad medieval cristiana llamada Alcalá de Santiuste (Alcalá de San Justo) y su actualidad en la que era ya conocida como Alcalá de Henares, como recordatorio del nombre medieval musulmán, pasado que prefirió pasar por alto en ese resumen de la cubierta, pues de lo que se trataba era de resaltar el aspecto cristiano de la ciudad y las supuestas glorias alcanzadas gracias a ese cristianismo alcalaíno. Personalmente puedo aportar que como archivero e historiador que ha trabajado la documentación del corregimiento de Alcalá en el siglo XVIII, puedo confirmar que el nombre de Alcalá aparece ya en esos documentos judiciales oficiales como Alcalá de Nares, siendo que a veces hay apóstrofes antes de la "N" que indican que faltan letras. 

Portilla traza una Historia desde el origen de la ciudad romana de Compluto al año 1079, en la que la da por destruida. Establece ahí un nexo desde una épica romana a una ciudad medieval cristiana venida a menos, sin ahondar en el tiempo musulmán de Alcalá, al considerarlo invasor y contrario, en lugar de asumirlo como algo enriquecedor o que aporte. Sin  embargo continúa la Historia con la reedificación de la ciudad y su nuevo nombre de Alcalá que fija él en 1086.  Por tanto asume la Historia musulmana al reconocer el nombre. Pero más aún, aporta la Historia de los años de frente bélico estancado en Alcalá durante la Reconquista. Le es tan inevitable esto que no puedo menos que tratar del castillo musulmán y su conquista por los cristianos en 1118, según él con la aparición de una cruz en el cielo. A partir de ahí llama a esa zona Alcalá la Vieja, primer núcleo de ciudad cristiana reconquistada, aunque en realidad era originalmente musulmán. El castillo estuvo en pie incluso en el siglo XIX. Hoy quedan ruinas. 
 
Una vez que solventa toda la etapa histórica hasta la reconquista de Alcalá desarrolla una Historia lineal que avanza hasta el engrandecimiento de la ciudad, abultando los hechos, pues evidentemente si ese engrandecimiento existió hasta pasada la mitad del siglo XVII, lo cierto es que de la segunda mitad de ese siglo al año de publicación de la obra, 1725-1728, años que vivió él, la Universidad y la ciudad con ella viven un declive paulatino que se irá agrandando con las décadas. Precisamente en la década de 1720 Alcalá de Henares no estaba en sus mejores momentos respecto a todo lo vivido. Tampoco eran los peores, pero era patente que era una ciudad que muy poco antes tenía más prestigio y era más bulliciosa e importante en el plano político y cultural. Sea como sea, Portilla se entretiene en narrar una historia de los grandes nombres nobiliarios de la ciudad, de las vidas de los que fueron militares o guerreros afamados, de sus escritores más renombrados, de los logros de su Universidad. No escatima en todo tipo de leyendas y mitos cristianos de la Reconquista, como la Virgen del Val o la Vera Cruz, que ya pisa el siglo XVII, su actualidad, pero también en la vida de los santos que pasaron o fueron por aquí, y repasa todos los milagros de los que se hablaban hasta la fecha en la que él mismo vive. De hecho la obra la dedica a la "Santísima Cruz de Nuestro Señor JesuCristo". Evidentemente tampoco se olvida de uno de los hitos de su tiempo, el nombramiento de ciudad por Carlos II. En cierto modo está reivindicando también a los Austrias, pero evidentemente tiene que presentarlos como dinastía que tendrá continuidad con los Borbón.

Es una Historia que en realidad no sigue los principios científicos de la Historia, es una crónica, que sigue los pasos de las crónicas de siglos anteriores, especialmente de los Annales complutenses. Por tanto desliza en ella muchas cuestiones que no contrastó, del mismo modo que omite lo que no le interesa, y no da cabida a otras explicaciones que no cuadren con su mentalidad, creencias e ideas. Pensemos también que aparte de que él mismo era teólogo, el libro pasaba la censura de la Inquisición y tampoco podía traspasar algunas cuestiones que evidentemente negaba la Iglesia católica de ese momento. Es una crónica. Portilla es un cronista. Ahora bien, su figura ha pasado a la posteridad con el sobrenombre de "Historiador Portilla", y con tal tiene hoy día en la ciudad una calle y un colegio público de educación para adultos. Pero Miguel de Portilla es un cronista. 

Portilla usó mucha información de los Annales complutenses, pero los puso al día y corrigió y amplió lo que creyó oportuno. Su Historia, su crónica, está escrita estrictamente desde un punto de vista católico y de la Contrarreforma. Pensemos que sus primeros cuarenta años de vida habían crecido en esa España de la Contrarreforma. Se deslizan muy mínimas cuestiones del pensamiento ilustrado, pero él es muy claramente del otro extremo atado a las cuestiones de los dogmas de fe católica como verdad que no hay que cuestionar. Su obra es útil, aporta muchas cosas, como los Annales, de hecho está más completa que estos y por mucho tiempo ha sido una obra de referencia, lo sigue siendo, pero a ojos y juicio de hoy hay que leerla con las herramientas del conocimiento que tenemos en nuestros tiempos y saber diferenciar entre datos a tener en cuenta y datos que se pueden tomar en cuenta pero desde la perspectiva como se escribieron, aportes de una visión muy creyente en lo religioso, pudiendo haberse desliado incluso confusiones de creencias que hasta la Iglesia del siglo XXI corrige actualmente. Sin embargo, incluso haciendo una  lectura con método actual, la personalidad de Portilla nos aporta una Historia de Alcalá ya no sólo desde una perspectiva cristiana, sino también conservadora, de valores muy conservadores. Esto ha hecho que incluso hoy día haya personas aficionadas a la Historia, pero no formadas en la ciencia humanística de la Historia, que se hayan atrevido a escribir o hablar públicamente siguiendo esta y otras investigaciones similares como único relato posible, sin hacer las investigaciones y contrastes pertinentes y sin cambiar ese muy marcado tono que nos hace creer en un relato del pasado que refuerza la visión más conservadora de la vida y la sociedad.   

En todo caso, Portilla es uno de los intelectuales que trabajaron por el conocimiento y esclarecimiento de la Historia de Alcalá, uno de los destacados, y por ello tiene ganado un alto puesto entre nuestros historiadores. Su obra abrió camino a otras iniciativas posteriores, incluso actuales. Murió en Alcalá de Henares en enero de 1732, con 71 años y medio.


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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