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viernes, 24 de mayo de 2024

Annales complutenses

Título: Annales complutenses y Historia de Alcalá de Henares, sucesión de tiempos desde los primeros fundadores griegos hasta estos nuestros que corren.
Autores: Pedro Tamayo; Pedro de Quintanilla y Mendoza; y varios autores anónimos, probablemente canónigos de la Iglesia Magistral de los Santos Niños de Alcalá de Henares.
Editor: Iglesia Magistral de los Santos Niños de Alcalá de Henares (hoy también catedral), por entonces adscrita a la Universidad de Alcalá de Henares (llamada también en esas épocas Universidad Complutense).
Impresor: [No localizado, probablemente de Alcalá de Henares].
Año de publicación: 1652 (1ª edición, seis volúmenes).
Género: Historia; Crónica; Anales.
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Título: Anales complutenses y Historia de Alcalá de Henares, sucesión de tiempos desde los primeros fundadores griegos hasta estos nuestros que corren.
Autores: Carlos Sáez editando y comentando a: Pedro Tamayo; Pedro de Quintanilla y Mendoza; y varios autores anónimos, probablemente canónigos de la Iglesia Magistral de los Santos Niños de Alcalá de Henares.
Editorial: Institución de Estudios Complutenses.
Año de publicación: 1990 (1ª edición; prólogo de Florencio Campos, alcalde; e Institución de Estudios Complutenses).
Género: Historia; Crónica; Anales.
ISBN: 978-84-600-7398-7

 

El primer intento serio y altamente importante de crear una Historia general de Alcalá de Henares, por su nombre romano en latín: Compluto, fue publicado en 1652. Una Historia que en realidad era una crónica y que por tanto estaba muy alejado de la Historia como ciencia social establecida con sus técnicas y deontología y desarrollada a partir de Comte y otros autores europeos en el siglo XIX. Una crónica no sigue un método científico humanístico. No necesariamente contrasta las informaciones ni las somete a investigación, a menudo, incluso, los cronistas se someten a darle una especial importancia a una tradición oral que suele caer en mitología, leyendas y distorsiones, cuando no falsedades o bien ideales de quienes escribe, ya sean desde la religión, lo personal, recuerdos alterados de la realidad, lo político, la clase social, la construcción de un relato acorde a quien es cronista o a quien paga al cronista, etcétera. No obstante, los historiadores ya propiamente dichos solemos atender a estas crónicas como fuentes primarias de información a la cual atender, pero a la vez hay que someter a juicio y contraste para poder dilucidar qué nos aporta que tenga solidez histórica, y que nos aporta que pueda ser interpretable o bien al servicio de objetivos que no son la Historia estricta. Y resulta que la obra de la que hablamos no sólo era una crónica, era además unos anales. Una de las formas más antiguas de registrar los acontecimientos históricos de la Humanidad, junto a los mitos, desde los tiempos de las primeras civilizaciones de Medio y Próximo Oriente y Egipto, pero especialmente con aquellos anales romanos que registraron en tablillas los acontecimientos destacados de la República Romana año a año, con carácter de registro de hechos para ellos políticos y sociales a tener en cuenta, como por ejemplo en cambio de personas en los cargos y los hechos acaecidos bajo sus mandatos, mandos o legislaturas. Sabiendo esto, la obra de Historia, de crónica, que nos atañe para Alcalá de Henares en 1652 fue Annales complutenses y Historia de Alcalá de Henares, sucesión de tiempos desde los primeros fundadores griegos hasta estos nuestros que corren. Una obra de referencia incluso hoy día para los historiadores posteriores, pues quienes la escribieron en mitad del siglo XVII, siglo de esplendor cultural y político de la ciudad, no sólo eran cercanos y contemporáneos a algunos hechos, sino que además nos transmiten mentalidades, mitos y sucesos que conocieron en aquel momento y nos han quedado reflejados en estos escritos.
 
Esta obra fue reeditada con una edición especial comentada y analizada por la Institución de Estudios Complutenses en 1990. Institución que a la vez quiso continuar la obra a través de sus miembros e historiadores publicando investigaciones de Historia de Alcalá de Henares y el Valle del Henares en una revista formato libro que se publica anualmente desde 1987 como Anales Complutenses. Como sea, cuando esta institución, con apoyo del ayuntamiento de Alcalá de Henares, recuperó la obra original de 1652, la publicó conservando el nombre, pero en algunos lugares se refiere a esa reedición conservando la dos enes en "Annales" y en otras como "Anales". Estaba aquella edición crítica de 1990 al cargo de Carlos Sáez, historiador alcalaíno que vivió entre 1953 y 2006, muriendo joven. Esta reedición es bastante apreciada por los historiadores dedicados a Alcalá, especialmente de los siglos XVI y XVII y también de lo referente a sus mitos y a los de la Edad Antigua. A esta edición de 1990, prologada por el alcalde del momento, Florencio Campos (por el Partido Socialista Obrero Español, PSOE), se le unió una grabación en audio de la conferencia de su presentación, la cual fue realizada originalmente en cinta magnética (cassette), creo que actualmente digitalizada, y que junto al libro se conserva en la Biblioteca Nacional de España, en su sede de depósito en Alcalá de Henares, en su camino a Meco. En esos audios se escucha a Carlos Sáez y a Florencio Campos, pero también a Ramón González Navarro, José López Estrada y a José Simón Díaz. Sin embargo, de la obra original de 1652 se conserva en el depósito de la Biblioteca Nacional de España en Madrid el manuscrito de lo que debió ser la primera versión de revisión para editar en libro. De este se conserva también una investigación que lo comenta y cita, escrita por los hermanos e historiadores de la Universidad de Alcalá de Henares entre finales del siglo XX y comienzos de este siglo XXI, Casado Arboniés, Manuel y Francisco Javier, alcalaínos de varias generaciones y de los cuales quien esto escribe fue alumno universitario de Manuel. Se trata del libro Historia y proyección en la Nueva España de una institución educativa: el Colegio -Convento de Carmelitas Descalzos de la Universidad de Alcalá de Henares (1570 -1835), publicado en Alcalá de Henares en 2002. Los Casado Arboniés son historiadores de la Historia Moderna española, especializados en América española. 

Centrándonos propiamente en Annales complutenses de 1652, la obra es anónima, aunque intervinieron varios autores que dejaron referencias autobiográficas en algunas de sus anotaciones. Por ello se sospecha que probablemente todos los que intervinieron a lo largo de varios años eran canónigos prebendados de la Iglesia Magistral de San Justo y Pastor (los Santos Niños), que hoy también es catedral. Todos ellos habrían vivido en las primeras décadas del siglo XVII, durante las cuales se escribió estos Annales, haciendo registros de sus hechos actuales junto a la Historia pasada de Alcalá de Henares, que llaman con su nombre romano, Compluto. Carlos Sáez y otros investigadores de la obra coinciden en que la mayor parte de estos anales fueron producto de una sola persona de carácter anónima, tal vez fue el impulsor, el que lo inició, por ello el principal y más activo autor. 

No obstante, entre todos los autores anónimos que participaron hay dos que están identificados, por un lado: Pedro Tamayo, catedrático de primera escritura y canónigo. Como se ha dicho la iglesia magistral estaba ligada a la Universidad de Alcalá en su primera etapa de existencia entre el final del siglo XV y la tercera década del siglo XIX. No obstante, antes de que existiesen los edificios propiamente universitarios, los estudios generales (salvando las distancias: la enseñanza primaria y secundaria en la Edad Media y la Moderna) se hacían en esta iglesia, y por ello mismo, las primeras enseñanzas universitarias se pudieron dar con bula papal solicitada por el cardenal Cisneros en esta iglesia de los Santos Niños, que por ello pasó a ser magistral. Por tanto, por indicación en la obra, Pedro Tamayo se dedicó a lo que ahora mismo llamaríamos enseñanza primaria, era un maestro que enseñaba a escribir, hemos de suponer que también a leer, pues para escribir se hace necesaria la lectura, por lo que es un maestro de primeras enseñanzas.  

El otro autor que conocemos su nombre es un fraile emparentado con las poderosas familias nobiliarias, con gran influencia política, Quintanilla y Mendoza. De los Quintanilla nacerá en el siglo XVIII María Isidra de Quintina Guzmán (Isidra de Guzmán), primera doctorada de España, precisamente por la Universidad de Alcalá. Los Mendoza son mucho más conocidos, parte de ellos vivían entre Alcalá de Henares, Guadalajara y Sigüenza y fueron virreyes en América, ocuparon cargos políticos y militares cerca de los Reyes, administraron regiones y ciudades, tuvieron altos cargos eclesiásticos, etcétera. No olvidemos que uno de sus miembros, la princesa de Éboli, era Ana de Mendoza, la cual celebró su boda en Alcalá de Henares, en lo que fue un palacete hoy desaparecido desde la guerra civil, ubicado en la calle Rico Home, siendo su jardín el actual Jardín de la Palabras, popularmente conocido como huerto de los Leones, por ser así llamado ya que el jardín pasó a la iglesia magistral que lo hizo huerto y cuya entrada lo guardaban dos leones de piedra, símbolo de los Mendoza. Sea como sea, el autor que aquí nos interesa fue fray Pedro de Quintanilla y Mendoza. Si bien este interrumpiría los Annales en 1645 y la publicaría en 1652, en 1653 publicó lo que pudiera haber sido un largo capítulo dentro de los mismos, una biografía del cardenal Cisneros llamada Arquetipo de virtudes, espejo de prelados. Pedro de Quintanilla sería quien habría creado el manuscrito que conservamos de revisión de la obra para su publicación. Él habría añadido índices al comienzo de los Annales para facilitar la consulta de la obra. A la vez revisaría todos los capítulos escritos para prepararlos para su publicación, transformando los capítulos en seis libros, por lo que la obra fue publicada en seis volúmenes. Así que de Quintanilla se deriva la primera edición de esta crónica y sus aspectos formales, así como su adaptación para que se diera el hecho.

Sin embargo, Quintanilla había retomado la obra cuando esta misma estaba interrumpida e inacabada en 1645, por ello, Quintanilla prepara la edición y saca la edición siete años después de que de manera incompleta e interrumpida se dieran por acabada. La obra había comenzado a escribirse por el motivo posible de que Alcalá de Henares había nacido en prestigio e importancia dentro del Reino Hispánico y del Imperio Español desde la fundación de la Universidad en 1499, sumándose así a la presencia del Arzobispado de Toledo y las estancias de los Reyes, así como ser una de las ciudades principales a las que potenció el Cardenal Cisneros en el comienzo del siglo XVI. Para el comienzo del siglo XVII, además, muchas personalidades políticas, de las ciencias y de la Iglesia habían pasado o salido de Alcalá. Pero la ciudad no tenía una Historia general propia compilada y escrita, aún cuando el emperador Felipe II se había planteado si ubicar la capital del reino aquí, cosa que descartó en favor de Madrid, por estar en Alcalá los contrapoderes de la Universidad y del arzobispado. Como iniciativa privada de algún prelado de la iglesia magistral, como se ha dicho, posiblemente para uso interno de los propios miembros de la Iglesia que enseñaban para la Universidad, comenzó a escribir esta Historia, con la idea de estructurar año a año una trayectoria directa desde los orígenes mitológicos (y falsos) de la ciudad como fundación por parte de griegos que participaron de la Guerra de Troya, a los que les otorga el origen de Compluto, como algo derivado del griego, en lugar de su origen del latín. Nombra héroes y caudillos míticos, pero enseguida pasa a reforzar lo que realmente les interesaba: reforzar y dejar patente el origen y la Historia romanos de Alcalá, Compluto, como algo prestigioso en lo cultural y en el poder. 

Tengamos en cuenta que en pleno siglo XVII ocurren en la historiografía española dos cuestiones que son las predominantes. Por un lado, desde el siglo XVI, ya con los Isabel I y Fernando V, los Reyes Católicos, pero especialmente con la etapa de Fernando V ya viudo de Isabel, se elaboraron diversas Historias del Reino Hispánico (nombre con el que se llamaba a España antes de la dinastía real de los Borbones a partir del siglo XVIII, por ser un reino unión de reinos con los Austrias a modo bastante federal, que diríamos hoy, como mucho usarían el término de la antigua Roma de Hispania, incluyendo Portugal, ya con Felipe II, especialmente). Es estas Historias se narraban desde Historias de los diversos reinos con la intención de crear un relato de unidad de destino que vendría a dar la unificación bajo el mando de Castilla y Aragón, siendo clamoroso lo que los navarros escribieron como si ellos siempre hubieran sido parte de ese Reino Hispánico, siendo en realidad unos resistentes que fueron los últimos unificados mediante una guerra, incluso tardando más tiempo que el Reino de Granada. Estas historias además alimentaban la visión de la Reconquista y una especie de misión divina de los españoles como elegidos de Dios para defender la cristiandad. No obstante, el rey de España ha tenido por siglos desde esa época el título honorífico de Rey de Jerusalén, heredado de los Reyes de Aragón  en la Edad Media, y que se puede leer en cada uno de los documentos que firman los reyes con sus títulos oficiales.  Pero como Historia ya general del Reino Hispánico, estando ya en el trono, Carlos I, saltamos a Juana I, "la Loca", y Felipe I, "el Hermoso", se comenzaron a unir a estas visiones la visión del Imperio del mundo como esos elegidos de Dios, y esta idea de Imperio se reforzó con visiones que trataban de unir por vía directa la genealogía de los Austrias con la de los Césares de Roma y la legitimidad del Imperio Español con la continuidad del Imperio Romano, una vez que había caído el Imperio Bizantino en el siglo XV. No obstante, el Imperio Hispano o Español llegó a serlo no sólo por sus políticas matrimoniales de alta política y los descubrimientos y conquistas de América y Asia, sino también por su unión con el Sacro Imperio Romano Germano, que tenía controlado todo el centro europeo y dominaba las políticas de la parte occidental y oriental de Europa, con graves tensiones y problemas con las naciones colindantes. Ese Sacro Imperio Romano Germano (germen original de la posterior Alemania y Austria de siglos después) se consideraba el heredero del Imperio Romano de Occidente desde los tiempos de Carlomagno y sus familiares que lo fundaron. 

La otra cuestión candente en las historiografías españolas del siglo XVII es la propia Contrarreforma religiosa que inició la Iglesia Católica Apostólica Romana a partir de mediados del siglo XVI, en el cual hubo amplia participación de teólogos y eclesiásticos españoles, así como presiones políticas y militares a los diversos Papas por parte de los emperadores españoles (Carlos I y Felipe II), incluyendo una intervención militar en los Estados Vaticanos y un saqueo de Roma. La Contrarreforma hacia frente a la Reforma religiosa que se inició desde finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI en Europa de la cual nacieron diversas corrientes del cristianismo que en conjunto se conocen como protestantes, aunque dentro de ese denominativo común están los luteranos, janseístas, calvinistas, hugonotes, anglicanos y otros. Todo esto había provocado además persecuciones religiosas por parte de unos y otros, represiones, la etapa más violenta de la Inquisición, diversas guerras europea y conspiraciones políticas que incluían asesinatos y disturbios. En la primera mitad del siglo XVII, época en la que se escribieron los Annales, estaba en marcha la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que se solaparía a la vez con la que España mantuvo con Francia (1635-1659), en la cual, también a la vez, se desarrolló una guerra civil en España que es consideraba también una guerra por la independencia en los territorios de los antiguos condados catalanes de lo que había sido el Reino de Aragón, guerra entre 1640 y 1652. En todas esas guerras estuvo a la vez España, en parte causa de su ruina (por contra el reinado posterior de Carlos II tuvo un periodo de paz tras un primer momento de conflicto y hasta del primer golpe de Estado y dictadura en sus primeros años). Alcalá de Henares incluso celebró los primeros triunfos españoles en la Guerra de los Treinta Años dando el nombre de Calle de la Victoria y Plaza de la Victoria a esa parte de la ciudad, que se estaba construyendo en esos momentos. En ese contexto se escriben los Annales. La historiografía española se hacía eco en esos momentos siempre de dar una explicación religiosa cristiana de sus acontecimientos, queriendo dar a entender que los españoles, elegidos de Dios para defender y expandir el cristianismo, habían tenido desde siempre ese trato divino y se narraba la Historia del Reino Hispánico como descendiente directo de todos los descendientes de Tubal, hijo de Noé que tras el diluvio se habría asentado en la península Ibérica, donde, además, afirmaban algunos historiadores, habría estado el Edén antes de la expulsión de Adán y Eva.

Así, los Annales, estaban insertos en las tendencias historiográficas españolas del momento. Buscaban tanto remarcar una unidad de destino de la ciudad acorde con la del Reino Hispánico como si su misión fuera la misma, tanto en la grandeza del Imperio como en la expansión del catolicismo hasta por América. Lo reforzaban con la persona de Cisneros, pero sobre todo con la presencia de los Santos Niños Justo y Pastor y otros santos. Todo ello se unía a la institución de la Universidad de Alcalá, que tuvo gran importancia en la construcción del aparato intelectual de la administración del Estado y que, en el siglo XVII era una Universidad prestigiosa en Europa junto a la de Salamanca, aunque la Contrarreforma las perjudicaría tanto en su libertad de cátedra que en ese siglo serían superadas con mucho por los avances de otras Universidades europeas donde el peso era protestante y no católico, ya que los protestantes permitían investigaciones y cuestionamientos que el catolicismo de los siglos XVI y XVII no permitían. Por otro lado querían remarcar también ese pasado directo de la antigua Roma de la ciudad de Compluto con el Alcalá que eran en el siglo XVII. Querían remarcar la antigua Compluto como una ciudad de importancia imperial, lo que le uniría a la propia idea del Imperio Español y al propio emperador español. Por ello les interesaba dejar constancia de todos los restos romanos que encontraron en sus días de escritura, algunos de gran tamaño. Fueron más allá y pusieron el origen no en la antigua Roma, aunque reconociendo que ya había habitantes aquí antes de los romanos, pusieron el origen, sin pruebas, sólo con hipótesis llena de imaginación, en la antigua Grecia más arcaica, en guerreros griegos veteranos de la Guerra de Troya, que se había producido en el año 1000 antes de Cristo. La idea no era nueva. La maquinaria política del siglo I antes de Cristo ya había pagado a Virgilio para que creara una larga oda de propaganda política llamada La Eneida que, dentro de la épica de La Iliada y La Odisea de Homero, unía por vía directa la genealogía de Julio César y de César Augusto directamente con la Eneas, uno de los héroes de Troya huidos hacia Italia, donde sentarían los territorios que posteriormente servirían para la historia de Rómulo y Remo fundando la ciudad de Reino de Roma.

No todo era parte de una historiografía basada en hipótesis entre lo bíblico y lo épico. También se usaba referencias de una muy primitiva arqueología, aunque sin método científico tal como lo conocemos hoy día, y un rastreo dentro de los textos antiguos recopilando historias y tradiciones escritas y orales sobre los hechos pasados que, en parte, sí tenían base y certeza históricos reales. Los autores de los Annales tomaron referencias de autores anteriores que escribieron sobre la Historia de Madrid, pero que mencionaban a Compluto. De este modo se trataba de aumentar la importancia de Alcalá al ligar su Historia a la Historia de la propia capital del reino, donde vivían los reyes en el Alcázar de Madrid, hoy desaparecido, aún cuando ellos también residieron en el Alcázar de Toledo, El Escorial y otros lugares. Un dato que se tomó de manera cronista pero que la Historia propiamente dicha vino a confirmar y, con ayuda de la arqueología actual, a consolidar, fue el posicionamiento de los habitantes de Iplacea, llamada Kómpluto aquí, que eran carpetanos, a favor de Sertorio en la guerra civil abierta entre este y la República Romana que mandó combatirle a Pompeyo. La romanización de la Carpetania (Madrid más zonas colindantes de Guadalajara, Toledo, Segovia y Ávila) fue producto de esa guerra civil, siendo que los carpetanos defendieron la causa de Sertorio contra Pompeyo, y posteriormente la de Pompeyo contra Julio César. 

Sigue a partir de los tiempos romanos un relato ininterrumpido de la Historia de Compluto durante el Imperio Romano, instaurado por César Augusto, la cristianización, habla de los Santos Niños, de todos los santos relacionados con ellos y la ciudad, del Obispado de Complutum, que quedó absorbido por el de Toledo en la Edad Media, habla de los sucesos medievales y se recrea en Cisneros, la Universidad y especialmente en todas las obras en las que tenía que ver la Iglesia Magistral y sus fundaciones. Ahora bien, ahonda en el intento de dejar muy bien asentado un lazo directo de los orígenes desde el mítico y fabuloso asentamiento griego a su actualidad del siglo XVII. Lo romano cobra importancia por los Santos Niños y el origen cristiano como motor de Alcalá y en ese sentido la Iglesia Magistral de los Santos Niños es una de las principales protagonistas de esta Historia. No obstante estos canónigos pertenecían a ella y a ese culto de San Justo y Pastor. Se interrumpe bruscamente el relato en 1645, como se ha dicho, año en el que murió el 28 de diciembre el arzobispo Gaspar de Borja y Velasco (1580-1645), el cual ostentaba el cargo de arzobispo desde enero de ese mismo año, tras varios años en los que el Papa había rechazado la proposición del rey de España, Felipe IV, para que lo fuera. 

La propia obra hace referencia de dónde se guardaron copias de la obra y de las copias de las fuentes que se usaron, como puedan ser algunas torres del Palacio Arzobispal y de las murallas de la ciudad, la Universidad o lugares de Madrid. Algunos de ellos están hoy día desaparecidos o en la Biblioteca Nacional.

En 1652 se determinaba Alcalá de Henares comprendida de la Puerta de Santa Ana (hoy día una rotonda de circulación a la que se le ha dado título de plaza) al arroyo Torote, de ahí a la cuesta y arroyo del Zulema (hoy día monte Gurugú), de ahí al Arco de Buena Vista y de ahí a La Garena. Por lo que en pleno siglo XVII se hablaba del término urbano como sus lugares con ruinas antiguas y campos colindantes, pero se hace evidente que se centra en lo que fue ese origen romano de Alcalá y su evolución en lo que sería Alcalá.

Llama la atención la abundante cantidad de noticias que nos aporta en aquel siglo XVII de la abundancia de restos arqueológicos de la antigua Roma de los que tuvieron conocimiento y que, por no existir una conciencia arqueológica, fueron saqueados para uso propio de instituciones como la Iglesia o los nobles, o los propios vecinos. Así pues, habla ya de la Fuente de la Salud en el Juncal, hoy día degradada detrás de diversas industrias entre el río y la carretera a Madrid. De esa zona, donde están los restos de Complutum, desenterrados entre el final del siglo XX y el comienzo del XXI, nos habla de que se encontraron conductos de agua o alcantarillado, así como los agricultores propietarios de las tierras al cavar encontraban piedras de jaspe y mármol, columnas, arcos, basas, capiteles, sillerías, cimientos de torres, restos de casas, monedas, esculturas (de las que se dice que algunas de ellas fueron a parar a las capillas de la iglesia magistral por medio de su venta) y numerosas vajillas de cerámica roja con grafitos. Es conocido que buena parte de las columnas de piedra originales con las que Cisneros hizo sustituir las de madera de la Calle Mayor eran precisamente de Complutum, así como se tienen detectadas en patios del distrito central y en la muralla del Palacio Arzobispal algunos de estos restos. Así por ejemplo, es bastante conocida el túmulo fúnebre ubicado como sillar en una de las torres del Palacio Arzobispal allá donde se une con una de las tapias que daban a un jardín que hoy es un aparcamiento de coches. 

Es un primer testimonio de Historia general de Alcalá, además como obra colaborativa, escrita en los momentos de máximo esplendor de la ciudad. A mediados del siglo XVII la gran mayoría de los grandes nombres y la mayor parte de los acontecimientos de la Universidad de Alcalá en el siglo de Oro ya se habían dado o se estaban dando aún. Tanto lo que nos cuenta la obra en sí, especialmente todo lo referente a su actualidad y a los restos antiguos de los que tenían conocimiento, como el aporte de tradiciones orales tenidas por ciertas, nos aportan una gran cantidad de información a la que unir los porqués y los contextos tanto de su creación como de sus creadores. Un imprescindible en las bibliotecas de Historia de Alcalá, aunque como fuente primaria, no hay que olvidar nunca su carácter original de crónica, no de Historia con método de ciencia humana. Es herramienta y testimonio de Historia y de mitos, hoy día no es Historia propiamente dicha como algo totalmente asentado. Aunque tiene un gran valor y nos da muchos datos directa e indirectamente con su lectura y análisis, hay que leerla con los conocimientos y los datos del siglo XXI, de las épocas del lector y el investigador. Quizá por ello la edición de Carlos Sáez en 1990 le aporta muchas cosas importantes, pues sus notas e investigaciones rellena a la altura de ese 1990 lo que en 1645 era válido pero no tras los nuevos conocimientos acumulados trescientos cincuenta años después. Hoy día, 2024, ha habido numerosos nuevos avances de conocimientos y tal vez no venga mal una nueva revisión sobre lo revisado, que es muy válido, y completar con lo que ahora también hemos sumado al conocimiento, y corregido, con total respeto a lo ya aportado por Carlos Sáez.

Además hay que tener en cuenta que el punto de vista de estos Annales era el de canónigos, por lo tanto de gente católica que ejercía cargos en la jerarquía de la Iglesia. Su visión es la que es y le falta otras visiones y otras perspectivas que cada vez son más conocidas a través de numerosos estudios transversales sobre esas épocas.

Lo dicho, un clásico y un imprescindible de la historiografía alcalaína que sigue siendo un básico como herramienta de conocimiento para muchos.


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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