Es, repito, la autora más reconocida en estos momentos y probablemente una de las poetas vivas de España con más proyección, sobre todo también por una juventud que promete más logros. Ha recibido halagos como los que recoge el libro que hoy nos ocupa, Poesía masculina, publicado por la editorial La Bella Varsovia en 2021; el escritor Vicente Verdú escribió que compone versos que ni a su generación, ni la siguiente, ni la anterior se les habrían ocurrido. Es desde luego una exageración. Hay numerosas personas que escriben desde esos mismos versos, temáticas y expresiones que no han recibido la atención de las editoriales, no nos engañemos, Luna Miguel ha alcanzado relevancia, pero no es la única en escribir en un determinado estilo y con unas determinadas ideas a la hora de enfrentarse al acto de expresarse. Sin embargo, la exageración de Verdú lo que nos viene a indicar es el aprecio y la relevancia que ha adquirido dentro de la Literatura actual española, no acostumbrada a estos lenguajes en buena parte porque muchos editores suelen considerar que es muy arriesgado. Algunos premios literarios, de hecho acotan tanto lo que desean premiar que sería un suicidio literario cotidiano participar de ellos. Así que donde reside la valentía de Luna Miguel también reside una fortuna traducida en la valentía de alguien que decidió apostar a editarla. No deja de ser paradójico en España en este sentido que personas como Bukowski sean muy bien aceptadas, pero si la persona se llamara Gómez suele recibir un: "ale, adiós, majo". El mundo editorial español debería autocriticarse y revisarse en sus criterios. En todo caso, respecto a este tema, resulta interesante el artículo y análisis "Origen social y acceso a trabajos 'creativos'", de Ignacio Echevarría, publicado por el periódico digital ctxt, donde puede continuar la lectura de otras reflexiones sobre este debate abierto.
Poesía masculina fue un libro de 2021 presentado por ella misma no solo en España, sino también en otros países, como por ejemplo México, hecho del que se hizo eco el periódico El Universal. En el mismo año de su primera edición tuvo varios agotamientos de venta, por lo que se tuvo que reeditar varias veces más. Según su editorial, La bella Varsovia, con este libro se despide de los códigos poéticos que han hecho que sea llamada "la poeta del cuerpo", después de que la sexualidad fuera abordada por ella en sus dos trilogías de juventud.
Luna Miguel explicaba en la prensa mexicana que con este libro se desdoblaba a sí misma haciendo un ejercicio de empatía con la sexualidad masculina. Buscaba explicar "el proceso de divorcio desde la mentalidad de un hombre", tomando por referente para realizar el ejercicio de empatía a su exmarido. Efectivamente los poemas están enfocados desde la aparente mentalidad de él, siendo que ella aparece mencionada con su propio nombre, Luna, e incluso aparece su hijo común. Luna Miguel explicaba en aquella entrevista que deseaba reivindicar el papel de las escritoras de poesía, cosa patente en numerosos poemas donde no se para de hacer referencias a nombres de autoras y a obras de estas como motivos que mueven los poemas. El hombre se acerca a esas poetas para entender a Luna, aunque queda evidente que más bien es Luna hablando de Luna. Son poemas muy reflexivos, según explicaba, tratando de alejarse de la sensibilidad, cosa que no cree quien esto escribe que sea así, sino más bien da la sensación de justo lo contrario, se acercan a la hipotética sensibilidad de un hombre, y aunque haya reflexión, esta no es el total de estos poemas que, eso sí, son poemas de un fuerte carácter narrativo. De hecho son tan fuertemente narrativos que podrían haber pasado por relatos breves o poemas en prosa, pero más bien como relatos breves. Están impregnados de un fuerte prosaísmo.
Igualmente Luna Miguel afirmaba que sus poemas de este libro son de desamor, porque según ella se escribe mucho de amor. Personalmente discrepo también, la mayor parte de los poemas que se escriben como poemas de amor son fundamentalmente de desamor. Otra cuestión es si el enfoque es más o menos visceral, más o menos romántico, más o menos sexual, más o menos con sentido del humor, con resentimiento o con lo que toque según quien escriba. En este caso, Luna Miguel desea plantearlo desde el hombre como amigo, como amante, como pareja y como padre, pero también como persona que fue hijo. En una lectura que uno hace como hombre creo que hay mucho más de Luna que del pensamiento del hombre. Se reivindica en todo el libro el ideal feminista, especialmente el de denuncia, cuando se ubica en los poemas situaciones tópicas donde el hombre suele ganar lo excesivamente obsesionado con el sexo centrado en su pene, o donde su relación con su madre es la de tratarla como sirvienta, o como cuando aparece con el niño en la playa pero él piensa en sexo, o cuando aparece como persona con celos sentimentales. Hay mucho tópico sobre cómo es el hombre desde un punto de vista crítico, como si se tuviera asumido que el hombre compendia lo negativo y la mujer lo positivo. También
es cierto que positivo y negativo son valoraciones culturales, solo que
en los contextos sociales actuales suele asociarse todo lo que aquí
aparece a aspectos negativos en la cultura popular actual por la
igualdad. Si no fuera la intención de Luna Miguel, faltaría una mayor
explicación sobre las libertades más íntimas más allá de hombre y mujer
en estos poemas. Luna Miguel no señala que algo sea bueno o malo,
simplemente narra hechos y los dota de hipotéticas reflexiones
masculinas, habitualmente aquí centradas mayoritariamente en lo dicho:
tópicos sobre la centralización del acto sexual en todo pensamiento,
incluso con las amigas de Luna en un poema.
En
todo caso, bien pudiera ser que Luna Miguel haya hecho un ejercicio de
empatía no con el hombre, como ella pretendía, sino con su exmarido mediante mucha
conversación o tras conocerle bastante a modo de investigación psicológica, sumado quizá a amistades suyas, lo que lo ataría más bien a una
experiencia personal que al hombre en general. Yo no conozco a su exmarido ni amistades, ni muchos otros lectores, por lo que esto queda a la libre reflexión de cada persona que se acerque a estos poemas.
Quizá yo
necesite personalmente una relectura para ver otras cualidades más
positivas. Y la haré, no obstante, algunos poemas los he releído y he
apreciado algunos puntos positivos y no tan negativamente tópicos. Me consta que mi impresión es que es más la visión de Luna que un ejercicio de empatía total con el hombre por parte suya. Puede que en el fondo Luna Miguel sea más positiva y no se mueva en los mismos códigos más generalizados de la visión actual en estos temas. Los hombres no solo son machismo y sexo. Nuestros sentimientos y nuestros pensamientos son, al igual que los de las mujeres, algo más complejo. Poco se ha hablado de esto en nuestros días y, cuando se ha hablado, la voz del hombre no es precisamente la más atendida en general, salvo la que respalda las ideas más tópicas hoy por hoy.
Volviendo a la obra estrictamente, esta abarca también el pensamiento de que la sexualidad se ha diversificado, como defiende Luna Miguel, y eso se puede leer en los últimos poemas, donde se leen escenas de pareja abierta, o sea: de sexo con otras personas de manera consentida y acordada. Defiende Luna Miguel que diez años atrás de este libro la sexualidad y el amor no eran temas abiertos, lo que me devuelve a la reflexión inicial, esto no es tanto así. Montones de personas desconocidas han escrito muy abiertamente de todo esto, lo que ha faltado es valentía en los editores para premiarlo o sacarlo a la luz. Personalmente, uno que está muy curtido en poesía de bares y contracultural desde la década de 1990, todo esto sí estaba, pero era precisamente eso: contracultural, y no porque no se quisiera sacar a la luz por parte de los autores, sino porque no se querían arriesgar a sacarlo quienes tenían los medios. Y aún hoy sigue siendo así al menos de que estén convencidos que la persona que escribe les va a proporcionar muchos compradores lectores, cosa que hoy día se suele medir mucho fijándose en los números de seguidores en las redes sociales. Estoy de acuerdo con Luna Miguel de que Internet ha ayudado a diversificar opiniones, pero el panorama sigue siendo fundamentalmente difícil. Máxime cuando una buena parte de lectores aún cree que en España la poesía es solo Bécquer, a lo sumo Machado o Lorca.
Para Luna Miguel este libro le es una oportunidad más para abordar las reflexiones actuales del Movimiento #MeToo, surgido en su origen en octubre de 2017 por la denuncia de actrices y mujeres del mundo del cine estadounidense sobre abusos, acoso y agresión sexual por parte del productor Harvey Weinstein (aún en los tribunales por casos que no paran de salir a la luz). Este movimiento se extendió por todo el mundo occidental y parte del oriental en todos los ámbitos tanto famosos, como pueda ser el caso que rodea al cantante de ópera Plácido Domingo, como anónimos, como puedan ser los siempre condenables y lamentables casos de violaciones o acosos laborales que aparecen en los telediarios. Evidentemente el libro no va de agresiones sexuales, nada más lejos, aunque se menciona la violación de una amiga en París. El libro, que no va de agresiones sexuales, sí ayuda a explicar lo que gusta y lo que no gusta a las mujeres desde la ficción de un punto de vista masculino en su forma de pensar o de actuar, en el sentido del debate abierto por #MeToo. Se habla con cierta ternura de algunas cuestiones, y eso sí es un punto a favor en ese ejercicio de empatía o de relativa empatía de la autora con el sexo masculino y su forma de pensar. Tiene un particular peso el trato de cómo pudiera ser el sentimiento de paternalidad en contraste con el amor por la pareja, o mejor dicho según se trata en estos poemas: con la sexualidad y su deseo. El mayor peso del poemario está precisamente en el sexo.
En cierto modo ya hemos abordado un poco la parte más técnica de los poemas a través de hablar de ellos. Cabe destacar, aparte de su prosaísmo, la experimentación de la ausencia total de las letras mayúsculas y de todo signo de puntuación. En estos versos largos impera por necesidad el encabalgamiento. Se necesita de una lectura atenta extra, no solo para poder llenarte de la sensibilidad y del mensaje, sino porque ante la ausencia de puntos, comas y otros signos, las oraciones se suceden sin pausa ni aviso, a veces en el mismo verso, lo que hace que al leer y no saber dónde está la pausa puedes perderte con mucha facilidad una y otra vez, dando la sensación de un sin sentido. Pero tiene sentido, lo único que te pide la autora con este recurso es un ejercicio de reflexión y de ordenación en tu propia cabeza, o sea: reclama la atención plena en tu lectura, ya no solo para entender el poema, sino también para que escuches lo que ella te está contando. No es una lectura fácil por el uso de este recurso, pero no es una lectura imposible de entender.
Es un buen libro de la contracultura. En general me parece recomendable. Bukowski y Luna Miguel pueden ocupar mano con mano el mismo espacio en mi biblioteca. Me gustan, cada uno con su visión. Repito algo que mencioné antes, hay varias cosas y poemas que me parecen muy sobresalientes en esta obra. Y muy de testimonio pasional de una forma de ser hoy día y de tiempos cambiantes.
Estos poemas fueron escritos entre 2016 y 2021, entre Barcelona, París, Almería y Madrid. Se cuela inevitablemente como obra testimonio de su tiempo el confinamiento por la pandemia de Covid-19 en 2020, pero es tratado desde esa convivencia hombre y mujer y su sentimentalidad. No se transforma en el eje, como ha ocurrido en poemarios de otros autores ya comentados. Luna Miguel tiene claro de qué quiere escribir. Tiene claro su rumbo, lo que la muestra como una autora merecidamente consolidada como tal. Quizá una de las características que se corresponden con otras personas de su generación a la hora de escribir es la referencia perpetua a numerosos nombres de personas y obras que admiran, pero ella ya explicó en la prensa mexicana que precisamente en este libro ella quería exponer y dar relevancia a las poetas, como ya se dijo. Eso hace que los lectores de esta obra tengan que manejar esas referencias, conocer a esas personas y sus obras, hace del libro un pequeño ejercicio de erudición que requiere de esos conocimientos o al menos que trate de aprenderse por parte del lector. Salvando las distancias, parece querer repetir algunos de los recursos de Góngora en el siglo XVII: una redacción compleja (en este caso por la falta de puntuación) y la necesidad de tener unas determinadas referencias culturales (en este caso de poetas femeninas y sus obras, a menudo nada evidentes ni las más conocidas).
cuando el tren nos deja en la estación de sants
ella agarra la mochila que contiene la mitad
de los trece kilos de novela francesa que ha adquirido
enfermizamente en las librerías feministas
de parís y la toca con más suavidad de la que ha tocado
nunca la cabeza de nuestro hijo como si dentro
de aquel tejido las novelas de señoras enamoradas
fueran la fontanela de una recién nacida
(...)
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".