viernes, 17 de febrero de 2023

Hacia la cúspide

Título: Hacia la cúspide.
Autor: Pedro Gamo Ortega; Jacinto Gamo García.
Editoriales: El Ojo de Poe / Ediciones del Recuerdo
Año de publicación: 2020 (1ª edición ambas editoriales; nota dedicatoria de Jacinto Gamo).
Género: Poesía; Ilustración
ISBN: 978-84-122366-4-4

 

Uno de los autores del siglo XX menos conocidos de Alcalá de Henares fue Pedro Gamo Ortega. Había nacido en la Alcarria de Guadalajara, en el pueblo de Congostrina en 1898. Su familia tenía dinero como para ingresarle de joven en el seminario de Sigüenza y darle estudios de bachillerato. Siendo así de joven escribió la obra de zarzuela Las maletas, que no publicó. Pasó a estudiar estudios superiores a Madrid, donde se formó como Diplomado de Hacienda y tuvo su primer destino en La Coruña en las década de 1920, allí publicó su primer libro que era la novela La reina de los cantones, de 1925, que era costumbrista. En 1931 volvía a estar por la Alcarria, pues se casó con Carmen García Silvestre, nieta de Valentín Silvestre Fombuena, inventor de origen valenciano que se asentó en la provincia de Guadalajara. Ese mismo año de 1931 obtuvo plaza de Hacienda en Barcelona, a donde se trasladaron. Durante su estancia catalana se vio influenciado por las poesías amorosas de Bécquer y escribió su primer poemario en 1933, Sonrisas, versos a mujeres, que seguía siendo costumbrista. Estallada la guerra civil en 1936 la pasará ejerciendo, pero al final de esta en 1939 publicó el opúsculo Coronas de laurel dedicado a la victoria del general Francisco Franco, puede que esto nos indique claramente que los procesos de depuración al funcionariado iniciados por la dictadura no le perjudicaron, pudo seguir ejerciendo en Barcelona hasta 1946. La vida no debió irle muy mal, pues llegó a tener seis hijos. Tras esto fue enviado con su plaza a Madrid, donde residió hasta 1948. Luego buscó una localidad más tranquila para fijar su residencia, de ese modo se afincó definitivamente en Alcalá de Henares y donde nace su séptimo hijo en 1950, Jacinto Gamo García. Allí se comenzó a relacionar con otros escritores y poetas de Alcalá de Henares de ese momento y fundan la asociación cultural "Ruta Cervantina". En 1958 tiene preparado su último poemario, escrito este ya en Alcalá de Henares, Hacia la cúspide, con algunos poemas que hacen referencia a lugares donde estuvo en la década de 1950. Sin embargo, con 60 años el autor muere dejando el libro inédito sin publicar.

Precisamente su hijo más joven, Jacinto Gamo García, que también tendrá una trayectoria importante en Alcalá, principalmente como profesor de su Universidad recuperada en la década de 1970, pero también con obra escrita, recuperó Hacia la cúspide en 2020, el año de la pandemia de Covid-19, en recuerdo de su padre, el cual murió cuando él tenía 8 años de edad. Lo autopublicó en la editorial El Ojo de Poe, pero también en una edición gratuita digital en Ediciones del Recuerdo, que se puede leer por aquí. En ambas ediciones contribuyó a los dibujos de cubierta e interior Ángel Humanes, pues contenía ilustraciones y fotografías familiares, y diseñó y maquetó la impresión un conocido en estas notas y creador muy activo en publicaciones alcalaínas: Vicente Alberto Serrano. Algunas referencias en Internet adjudican a Jacinto Gamo la autoría, aunque solo ha ejercido de editor y ha aportado la nota inicial, pues realmente se trata del libro de poesías de Pedro Gamo, su padre, publicado sesenta y dos años más tarde de su escritura y de la muerte del autor. Sí que es cierto que tiene numerosas fotografías familiares comentadas a pie que en cierto modo hacen del poemario también un libro de memorias del hijo.

Se trata de un poemario que tira por lo lírico, por lo sentimental, por el apego a los lugares como parte de lo que formaron al autor, aplaude a la Naturaleza y lo rural, no hay apenas referencias a lo urbano, donde desarrolló su carrera el autor, lo que quizá hable de una persona más apegada a ese origen más humilde. También contiene en sí numerosas referencias de sentimiento religioso, que preside todo el libro. El primer poema que abre el poemario está dedicado precisamente a una conversación íntima entre el poeta y Dios. Tiene también el poemario un carácter costumbrista, conservador, un estilo ya anticuado incluso para la mitad del siglo XX español, cuando en la primera mitad muchos poetas habían dado ya el salto a experimentos fórmulas y temas más modernos y osados, se apega en cierto modo a una tradición poética más cercana al siglo XIX, como mucho a los inicios del siglo XX, pero que en las primeras décadas tras la guerra civil se fomentaba desde concursos literarios, revistas, las escuelas, por ser más del gusto de las autoridades del momento y que en la sociedad más común, sobre todo rural, tuvo arraigo y gustaba. No obstante, al haber nacido en 1898, probablemente el autor se identificaba en el gusto por esta poesía, pues en su juventud en el seminario de Sigüenza en el comienzo de siglo posiblemente fue formado en este estilo, es difícil pensar que en el seminario se trataran a los que entonces eran poetas más novedosos como Machado, Lorca o Aleixandre. Tiene su lógica que por su propia cuenta años después, en la Barcelona de 1930, estando rodeado allí de vanguardistas en esos años de la República, él se decante por el gusto hacia Gustavo Adolfo Bécquer.  

En todo caso es un poemario cuidado, bien medido, dentro de las normas tradicionales de la métrica, con un lenguaje claro y unas temáticas normalmente de loa, alabanza y reconocimiento al otro y a los lugares sencillos. Bien es cierto que siguiendo el lirismo rural que a menudo devenía en cancioncillas, abunda a menudo todo tipo de diminutivos y aumentativos a modo de expresiones cariñosas.

Abundan poemas dedicados a lugares como Tarazona, Aragón, Atienza, Hita, Océn, el pico de Ocejón, la Alcarria está presente, Castilla entera como referencia, a la vez aparecen personajes históricos reclamados por la historiografía que se escribía por entonces, como El Cid "Campeador" y su "cruzada" o el alcalaíno también relacionado con la Alcarria el arcipreste de Hita

Es inevitable la presencia del Henares, río cuyo valle transcurre entre Guadalajara y parte de Madrid, siendo su paso por Alcalá de Henares evidente. Un extenso poema dedicado a él dice así: 

Canto al Henares
 
Yo te he visto nacer, querido Henares,
del seno de tranquila cordillera
que, con dulce humildad de franciscano
y candidez de doncellita ingenua,
la península en dos pedazos parte;
y a cada mar, del suyo le hace entrega.
Niño al principio, juguetón retozas
por los campos floridos de Alcuneza
cuyas praderas en el mes de junio
alfombran margaritas y azucenas.
¡Con qué alegría entre los guijos brincas!
¡Con qué gozo discurres entre hierbas!
¡Y cómo velocísimo caminas
cual si tuvieras alas más que piernas!
¿Qué transparencia comparar se puede
con tu diáfana y pura transparencia,
si el más limpio cristal es negro lodo
en parangón con tu carita tersa?
¡oh, la sana alegría de la infancia
toda luz, toda fe, toda pureza!
Con ganas de hombrear, un mozalbete
eres ya cuando pasas por Sigüenza;
ciudad que tiene los encantos todos 
la tierra amable, cariñosa y buena;
y, fundido con ella en dulce abrazo,
con ella vives, y se esponja ella,
quedando con la vida que le infundes
apta y fecunda para augusta empresa.
Y son luego manzanas olorosas...
Y son melocotones y ciruelas...
Y son granos de trigo en las espigas...
Y es el pan que nos nutre y nos sustenta.
¡Bien has cumplido tu misión, Henares!
Ya ¿que más ambicionas en la tierra?
Guadalajara silencioso cruzas
y a besar sus murallas no te acercas
para no perturbar su dulce sueño
de casta y hermosísima princesa.
es al llegar a tu Alcalá, pausado,
cuando hogaño mis ojos te contemplan,
cansino el paso, la mirada turbia,
con séquito de barros e impurezas.
¡las faltas todas de tu larga vida
que te esculpe en el rostro la conciencia!
Tal vez por ello te deslizas triste,
présago de la muerte que te acecha.
¡sigue adelante impávido y sereno!
¡No las temas, Henares, no la temas!
Que cuando llegues al inmenso océano
y con él se confundan tus moléculas,
con otra forma seguirás viviendo
y obtendrás tu prístina transparencia.
Te quiero tanto, Henares, porque eres
de mi vida la imagen verdadera:
infancia sonrosada y cristalina...
Juventud agradable y pasajera...
Virilidad espléndida y fecunda...
Y hoy, que las nieves en mi sien blanquean,
esperando tranquilo y resignado
la ancianidad que veo que se acerca.
¡feliz, si, como tú, como tú, voy a lo inmenso
donde mi alma se limpie y resplandezca!
 
Pero muy evidentemente también es inevitable un poema dedicado a Alcalá de Henares, donde residía cuando acabó el poemario. Su soneto contiene en sí una crítica que otros autores, incluido Azaña, habían escrito ya, el adormecimiento de la ciudad pensando en sus viejas glorias, pero a la vez hay una alabanza precisamente por esas glorias: 
 
Alcalá de Henares
 
En estrofas de piedra tus soportales
y vetustos conventos, que hoy son cuarteles,
evocando estudiantes, maestros, bedeles...
hablan de tus pasados días triunfales.
 
Al rumor del Henares que sus cristales
vertiendo va galante por tus vergeles,
¡oh, Alcalá! te has dormido con los laureles
sobre la rubia alfombra de los trigales.
 
dormida, que no muerta, guardas vigor
para tu antigua fama sacar a flote;
aunque... no necesitas más prez ni honor:
 
pues nos diste los santos Justo y Pastor,
y nos diste a Cervantes el de El Quijote,
y al Arcipreste de Hita el de El Buen Amor.

  Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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