Título: Libro de buen amor, también conocido como Libro del arcipreste y como Libro de los cantares.
Autor: Juan Ruiz, arcipreste de Hita.
Manuscrito original: 1330, revisado y ampliado ("recompuesto", dijo el propio autor) en 1343.
Copias iniciales: Se desconoce cuándo comenzó, pero se sospecha que tuvo difusión amplia e inmediata porque en 1366 Geoffrey Chaucer probablemente ya conocería la obra y la llevaría a Portugal y Francia. Hay un manuscrito "T" conservado en la catedral de Toledo desde finales del siglo XIV, un manuscrito "S" del Colegio Mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca datado a comienzos del siglo XV, y un manuscrito "G" que perteneció a Benito Pérez Gayoso, conservado en la biblioteca de la Real Academia Española de la lengua, que data de finales del siglo XV. Así mismo, Isabel I, "la Católica", contaba con un ejemplar que se catalogó en el inventario de sus bienes en su testamento de 1505.
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Título: Libro de buen amor.
Autor: Juan Ruiz, arcipreste de Hita.
Editor: Tomás Antonio Sánchez.
Año de publicación: 1790 (recopilado dentro del IV tomo de la obra Colección; fue la primera vez que se documenta una edición literaria crítica y que analiza la obra dentro de un estudio hispanomedievalista y filológico).
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Título: Libro de buen amor.
Autor: Juan Ruiz, arcipreste de Hita.
Editorial: Castalia.
Año de publicación: 1954 (1ª edición editada en castellano actual y prologada por María Brey Mariño).
Colección: Odres Nuevos.
Nº de volumen en la colección: 2.
Género: Poesía; Mester de Clerecía; Poesía goliarda; Picaresca; Poesía erótica; Poesía ejemplar.
ISBN: 978-84-7039-026-0.
Entramos en una primera semana de octubre en la que Alcalá de Henares hubiera celebrado la Semana Cervantina, con su conocido Mercado Cervantino, al que en general popularmente se le conoce erróneamente como Mercado Medieval, siendo el más grande de Europa que se celebra con tales características. Ayuntamiento, comerciantes, ciudadanos y visitantes no hacen mucho por resolver el error, ocurriendo normalmente que incluso se da pie a ambientaciones y representaciones estrictamente medievales incluso más allá de las fabulaciones de don Quijote, que se creía caballero andante. Lo cervantino debería ser del siglo XVI al XVII inicios, pero si se quisiera hacer referencias a las imaginaciones de Quijote, cabe algo de medieval, solo que ese mercado a menudo abusa de esa licencia y pareciera más medieval (lleno de anacronismos de todo tipo) que cervantino. Como sea, de entre los escritores de Alcalá de Henares, contamos con otro de los grandes literatos que destacan de manera importante en la Literatura española y en la mundial, al igual que Cervantes, el cual sí sería propio de la Edad Media, en concreto apuntaría al paso entre la Plena Edad Media a la Baja Edad Media, sería Juan Ruiz, conocido como el arcipreste de Hita, por haber ejercido a lo largo de su vida el arciprestazgo de Hita, una localidad de Guadalajara cercana a Alcalá de Henares, relativamente, y dependiente del arzobispado de Toledo, al igual que Alcalá en aquellas épocas. Sea por las fechas del Mercado Cervantino que debería comenzar en la semana que empieza, y que no se producirá al ser anulado por la pandemia de la Covid-19, que hoy hablaremos del arcipreste de Hita y su obra
Libro de buen amor, también conocido como
Libro del arcipreste y como
Libro de los cantares, pues Juan Ruiz no le dio título alguno cuando lo escribió, siendo el título que hoy conocemos más un título que le otorgó el medievalista Sánchez Albornoz en la primera mitad del siglo XX, a raiz del inicio de uno de los versos que dice en castellano antiguo esa misma expresión de libro de buen amor a la hora de presentar la obra.
Las biografías de Juan Ruiz dicen poco, pues no se sabe de él casi nada. Firmada por él sólo hay una obra, el
Libro de Buen Amor,
si hay otras, no las firmó. En ella escribió ser de Alcalá, al ser
arcipreste y estar en Alcalá de Henares una de las sedes del arzobispado
de Toledo, se cree que se refiere a esta ciudad de Alcalá de Henares.
Pero además, de lo poco que nos ha llegado de su biografía, sabemos que
sus peleas con otras autoridades religiosas y que su participación en
determinadas puestas en práctica o en elaboración de determinadas leyes
también tienen por fuerza a esta ciudad por epicentro. Habría
referencias veladas sobre ello. Además, Hita es una población cercana a
Alcalá y aquellos lugares hasta donde se alargaba su autoridad eclesial
y judicial. Más aún, a lo largo de su libro se llega a mencionar las
riberas del Henares, que obviamente pasa por Alcalá de Henares, y las
sitúa en un ambiente de amor pastoril, lo que era muy común en la
poética Plena y Bajo medieval hasta empalmar incluso con parte de la
poética del siglo XVI. El recorrido del protagonista del libro, del que
no se sabe si es autobiográfico o con algunas partes de inspiración
autobiográfica, pasa por tierras de Madrid y de Guadalajara. Casi todos
los biógrafos y filólogos coinciden en que Juan Ruiz es natural de
Alcalá de Henares, aunque desde Jaén también lo reclaman para sí los de
Alcalá la Real, por la analogía de los rasgos biográficos del arcipreste
con los de Juan Ruiz de Cisneros, un hijo bastardo de un noble, señor
de Cisneros, natural de allí. Básicamente, cuando se quiso imponer el
celibato para aquellas personas que ejercían el sacerdocio, hubo una
serie de resistentes que se acogìan a una tradición castellana por la
cual había frailes y sacerdotes que se asociaban en un pacto a una
mujer. En ese forcejeo, con implicaciones económicas y de poder, Juan
Ruiz entró en conflicto con sus superiores, aparte de cuestiones de
luchas jerárquicas. Por ello pisaría la cárcel y se aderezaría con
acusaciones de posibles irreverencias religiosas en su obra.
Juan Ruiz escribió el
Libro de Buen Amor en 1330, pero lo
rehízo y volvió a publicar en 1343, si bien algunas estrofas, no muchas,
se han perdido por causas desconocidas. Él había nacido en 1283, no se
sabe si estudió en Toledo, en los estudios generales de Alcalá de
Henares o quizá en la propia Hita. La cosa es que escribió el libro por
primera vez cuando tenía 47 años, más o menos. Hay en el libro un estilo
pastoral con referencias al lenguaje de Ovidio que se ha rastreado
también como un estilo literario de diversos religiosos del momento que
corresponden al valle del Henares y que probablemente lo aprendieron en
los estudios que se daban en Alcalá de Henares. Juan Ruiz demuestra
tener una cultura superior a otros religiosos contemporáneos de él. Esa
primera escritura del manuscrito parece ser que era más picara y más
eróticamente divertida. He aquí otro problema. Mayoritariamente se
piensa que estos poemas encadenados los escribió como entretenimiento
mientras estaba en la cárcel. Otros piensan por contra que fue
precisamente la primera publicación del libro la que le llevó a la
cárcel. Si nos ceñimos a la corriente de opinión mayoritaria tenemos un
paralelismo entre Juan Ruiz y Cervantes, escritores de presidio de
relevancia universal. La autoridad religiosa del arcipreste de Hita, por
tanto judicial y recaudatoria también, así como de influencia política
en la época, había entrado en conflicto con la autoridad del arzobispo
de Toledo Gil de Albornoz, otro de los personajes que en el siglo XIV
marcó a la historia de Alcalá de Henares. Como mínimo el arcipreste y el
arzobispo debieron protagonizar alguno de sus enfrentamientos en el
palacio arzobispal alcalaíno. El arcipreste de Hita incluso llegó a ser
desposeído del arciprestazgo. En la introducción que hace en los
primeros versos del libro, Juan Ruiz advoca a la Virgen María para que
le proteja aludiendo a gente falsa que conspiró contra él, como si se le
hubiera hecho un gran mal que le llevó a prisión (si bien hay quien
cree que se trata de una prisión metafísica). En esos versos habla de
una gran injusticia contra su persona, a pesar de ser él, dice, pecador
arrepentido.
La edición de 1330, también se ha especulado con ello, pudiera
aludir a una dama de la alta nobleza, o de cierta importancia al menos,
que era reconocible por la gente con poder, lo que pudo ser otro motivo
de conflicto en la vida del autor y de remiendo de la obra. Juan Ruiz
escribió que quien quisiera ampliar o remendar su libro que lo hiciera,
aunque no parece que esto ocurriera, no al menos en cuanto a ampliarla,
dicen los filólogos, pero aquella primera versión sí que vio su rápida
retirada de su distribución, sin que nos haya llegado el porqué. Sus
problemas con el arzobispo y la posible alusión a una alta dama pudiera
tener la clave. También es verdad que el extenso libro de poemas
encadenados pertenecía a la tradición de la poesía culta del mester de
clerecía, usando referencias en latín, citas de libros sagrados y no
sagrados, invocaciones a la Virgen, versos en cuaderna vía, etcétera.
Pero también tenía algo de la poesía goliardesca, o sea, de sátira
social y política, y del mester de juglaría, que era el cancionero y
poemario propios de la cultura popular, menos refinado, menos cultista y
menos sutil que el mester de clerecía. Los versos endecasílabos o los
octosílabos se combinan sin problema con las tipologías más
intelectuales. Hay un ritmo de rima como de canción popular que se
ajusta a poder ser cantado por los pueblos. El arcipreste es una rareza
en su época, pues por su posición social y cultural no le corresponde
componer con recursos de juglar, pero lo hace. No sólo eso, conoce el
mundo del amor y del sexo extremadamente bien. ¿Tuvo un pasado sexual
agitado? No era necesario, en aquellas épocas los escándalos sexuales de
los religiosos eran tan habituales que no eran tan escandalosos, pero
eran suficientes para agitar las iras y los movimientos políticos en
contra cuando convenía utilizarlos.
En 1343 saca su versión
definitiva, con 60 años. Le añadió fundamentalmente las partes que
corresponden más a las llamadas a la Virgen invocando su perdón y
protección, las partes que tienden a explicar que no se ensalza el
pecado, sino que se muestra lo incorrecto para llevar al lector por el
buen camino, y, en fin, casi todas las partes que rebajan el elevado
tono erótico festivo a un tono que pretende decirle al lector que ese es
un libro ejemplarizante, mostrando lo erróneo, para llevar al buen
camino. A nadie se le escapa que el efecto del libro sigue siendo, aún
hoy día, el contrario. En la Edad Media tenía unas connotaciones, hoy,
con la revolución sexual del siglo XX, nos resulta gratamente divertido y
aleccionador para los no iniciados en los asuntos del amor.
La
verdad es que resulta llamativo el enorme conocimiento del arcipreste en
todo tipo de relaciones netamente sexuales o mezcladas con
enamoramiento, tanto fracasadas como acertadas. Los comportamientos que
describe siguen siendo los mismos entre mujeres y hombres incluso hoy
día. Si bien ya no necesitamos de trotaconventos (alcahuetas al estilo
de la posterior novela La Celestina que se escribiría en el siglo XV)
todas las dudas de ellas, también todos sus deseos, negativas y
afirmativas, y todas las de ellos, son una perfecta descripción
psicológica y sociológica tanto del mundo iniciático en lo sexual de los
adolescentes, como del mundo sexual de los adultos, depende de la parte
del libro que se lea. Sigmund Freud debería haberse leído este libro
entre finales del XIX y principios del XX, se hubiera sorprendido mucho
de ver algunas de sus ideas ya en el siglo XIV castellano.
La difusión del libro del arcipreste fue inmediata y grande. En 1366 se encuentra en Castilla Geoffrey Chaucer. Hay una doble especulación sobre este hecho. Por un lado hay quien cree que el arcipreste estaba influido por la literatura francesa, lo que atrajo a Chaucer, por otro, que el arcipreste influyó en él, en Chaucer, simplemente. Lo que queda claro es que Chaucer leyó la obra. La llevó a Portugal. Allí se tradujo al portugués en 1375 e influye en otros autores. Luego la llevó a Francia con un resultado similar. Más aún, la obra más famosa de Chaucer, Los cuentos de Canterbury, terndría características y referencias del Libro de buen amor.
El libro tiene personajes tales como las alcahuetas, de hecho una de
ellas, la Trotaconventos, le sirve las mujeres jóvenes en bandeja al
arcipreste, precedente de la novela teatralizada La Celestina, de
Fernando de Rojas, en el siglo XV siguiente. Es de destacar también una
de sus partes finales, la dedicada a la muerte igualadora de todos los
seres y a todas las personas en el episodio en el que muere
Trotaconventos, anticipó también la obra de Jorge Manrique también en el
siglo XV, Coplas por la muerte de su padre. Dentro del siglo XIV
en el que vivió el arcipreste, su obra influyó en los cuentos que
escribió don Juan Manuel, al menos en el estilo, en la introducción de
fábulas y en dejarse influir por el lenguaje, estilo e historias
musulmanas, con la diferencia de que si bien el arcipreste daba pie a
enmendar o ampliar su obra, don Juan Manuel pedía lo contrario,
intentando dejar fijo lo que él escribiera.
La catedral de Toledo conservará un manuscrito de finales del siglo XIV, el Colegio Mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca conservará otro de comienzos del siglo XV (recordemos que San Bartolomé es uno de los patronos de Alcalá de Henares), y aún habría otro manuscrito conservado de finales del siglo XV, todos ellos probables manuscritos redactados por el arcipreste. Luego habría numerosas copias en el siglo XV, una de ellas propiedad de Isabel I, "la Católica", el siglo XVI y XVII verán menos copias, pero el conocimiento de la obra es amplio. Sus fábulas, sus historias, su picaresca. Hay numerosas referencias en nuevas obras, y algunas se dejan llevar por sus argumentos aún ignorando el escritor el origen de lo que escribía. En el siglo XVIII se recupera de nuevo numerosas ediciones de la obra, pero es Tomás Antonio Sánchez quien la incluye en el tomo IV de su obra
Colecciones por primera vez con un estudio crítico hispanomedieval y filológico. Es el mismo editor que había recuperado
El cantar de Mío Cid. A partir de aquí se suceden numerosas ediciones posteriores con análisis críticos de todo tipo, especialmente a partir de comienzos del siglo XX con Sánchez Albornoz.
Al igual que cuando hablamos del citado libro del Cid, vamos a seguir la edición que le hizo la editorial Castalia en su colección Odres Nuevos, siendo el número 2 de la colección. Ya hablamos entonces del origen e intención de esa colección, remito allí a releerlo. En este caso, el Libro de buen amor, había sido editado antes que el del Cid, fue en 1954, en una edición pasada al castellano actual, estudiada y analizada por María Brey Mariño. La segunda edición vino en 1960, la tercera en 1964, la quinta en 1965, y así innumerablemente se ha reeditado con gran éxito, tal vez también porque es una edición accesible para los estudios escolares y de bachillerato. Hay otras muchas editoriales que lo han editado y reeditado, pero destaca como editoriales de referencia por sus estudios analíticos esta editorial de Castalia y las ediciones de la editorial Cátedra. Los principales focos de debate actual en torno a la obra y al autor se dan hoy día en las páginas de sus prólogos e introducciones. Así por ejemplo ahí se lanzó la teoría de Alcalá la Real y de Juan Ruiz de Cisneros y ahí fue donde la gran mayoría la descartó ya que no aportaban pruebas de ningún tipo, mientras que otros investigadores aportaban pruebas de lo ya consensuado.
El libro de Castalia trabajado por María Brey contaba con las cubiertas típicas de la colección Odres Nuevos, con filigranas entre la Edad Media y las ilustraciones juveniles que se estilaban en España en los años 1950 y 1960, se enmarcaba una escena medieval coloreada que posteriormente fue sustituida por otra en blanco y negro, sin escala de grises ni sombreados. Esa fue la cubierta tradicional de esta edición, mientras otras editoriales iban editando el libro de manera similar, pero adaptado a sus lineas editoriales, como Cátedra y su fondo en negro, o bien comenzaban a innovar con cubiertas más modernas y atrevidas para un texto que si bien era de un tono erótico subido para una España en una dictadura de Franco un tanto reprimida en lo sexual, en la España democrática quedaba más como testimonio que como picardía adulta, por así decirlo de manera fina. Quizá por ese motivo Castalia modernizó sus cubiertas, al igual que hizo con el libro del Cid. Actualmente tiene una doble edición. Desde 2011 el libro dentro de la colección Odres Nuevos, por tanto: pasado el texto a castellano actual y analizado por María Brey, presenta una cubierta con un fragmento de una pintura medieval donde un hombre desnudo claramente va a tener relaciones sexuales con una mujer desnuda y se vuelve al espectador como si hubieran sido pillados en algo que no deben hacer. Y desde 2016 Castalia tiene otra edición, está en castellano antiguo, comentada por Gibbon-Monnypenny, con una imagen medieval de una dama vestida leyendo un libro (tal vez religioso) a un caballero vestido y arrodillado ante ella en acción oratoria o suplicatoria (he ahí la ambivalencia con la que jugó con humor el diseñador de la portada). Pero esta misma editorial aún tiene una tercera edición en venta actualmente comentada por José Luis Girón, con una portada donde un príncipe o rey medieval toma de las manos a una mujer arrodillada ante él, ambos vestidos y en una escena que recuerda el vasallaje o el matrimonio.
De la edición que nos ocupa de María Brey, de cuyo libro yo tengo una edición de 1991, cabe decir que María Brey perteneció al cuerpo de archiveros y bibliotecarios del Estado desde 1931. Ella pertenecía a la Institución Libre de Enseñanza. Su matrimonio con otro destacado bibliófilo y sus propios méritos hizo que viajara conociendo numerosas bibliotecas importantes del mundo. Ocupó varios cargos importantes y realizó numerosos estudios literarios de la Edad Media. Fue ella quien se ofreció a colaborar con Castalia en los años 1950 para poner en castellano actual varias obras del castellano antiguo, con la idea de difundir y enseñar mejor esta Literatura. Precisamente ella fue la directora de la colección Odres Nuevos, y su trabajo con el Libro de buen amor era un trabajo al que le había dado mucho tiempo y mucho esfuerzo y mimo.
La obra demuestra a un autor habituado a las relaciones multiculturales, tanto por los hechos que relata, las mujeres que ambienta en esta pseudo autobiografía entre lo ficticio y lo real, como por los recursos y lenguaje que usa, demuestra tener relaciones, conexiones y tratos directos con cristianos (evidentemente), musulmanes, mudéjares, mozárabes, judíos, portugueses, franceses, puede que con gente subsahariana y, más lejos, con la antigua cultura romana. Trata de todo ello además de manera abierta y sin prejuicios. El ejercicio del amor libre y una sexualidad desatada sirve prácticamente de pegamento para solucionar todos los problemas sociales del momento y los políticos, si bien siempre existe la obligada objeción cristiana contra un libertinaje sexual del que, por otra parte, en el fondo no parece que le resulte al arcipreste algo realmente reprensible. Recordemos, uno de los pasajes donde loa un ejemplo de buen amor es el que entra en juego una mujer no virgen y no casada.
Y con esto cierro por hoy,
remitiéndome a esa parte donde Juan Ruiz nos habla de su preferencia por
las mujeres de baja estatura. Creo que es un poema muy original incluso
hoy dentro de los poemas de amor que se han escrito. Muchos de los
poetas amorosos hablan casi siempre de mujeres ideales, pero Juan Ruiz
habla sinceramente que él prefiere a su ideal, la mujer pequeña, que no
corresponde al ideal general (pues describe cuál es en su época ese ideal en otras
partes del libro). Cierto que alaba a las mujeres pequeñas con cierto
sentido del humor entre malicioso y adorador de ellas. A mí,
sinceramente, me parece estupendo esta manifestación de amor a las
mujeres pequeñas.
ELOGIO DE LA MUJER CHIQUITA
Quiero abreviar, señores, esta predicación
porque siempre gusté de pequeño sermón
y de mujer pequeña y de breve razón,
pues lo poco y bien dicho queda en el corazón.
De quien mucho habla, ríen; quien mucho ríe es loco;
hay en la mujer chica amor grande y no poco.
Cambié grande por chicas, mas las chicas no troco.
Quien da chica por grande se arrepiente del troco.
De que alabe a las chicas el Amor me hizo ruego;
que cante sus noblezas, voy a decirlas luego.
Loaré a las chiquitas, y lo tendréis por juego.
¡Son frías como nieve y arden más que el fuego!
Son heladas por fuera, pero, en amor, ardientes;
en la cama solaz, placenteras, rientes,
en la casa, hacendosas, cuerdas y complacientes;
veréis más cualidades tan pronto paréis mientes.
En pequeño jacinto yace gran resplandor,
en azúcar muy poco yace mucho dulzor,
en la mujer pequeña yace muy gran amor;
pocas palabras bastan al buen entendedor.
Es muy pequeño el grano de la buena pimienta,
pero más que la nuez reconforta y calienta:
así, en mujer pequeña, cuando en amor consienta,
no hay placer en el mundo que en ella no se sienta.
Cómo en la chica rosa está mucho color,
como en oro muy poco, gran precio y gran valor,
como en poco perfume yace muy buen olor,
así, mujer pequeña guarda muy gran amor.
Como rubí pequeño tiene mucha bondad,
color, virtud y precio, nobleza y claridad,
así, la mujer chica tiene mucha beldad,
hermosura y donaire, amor y lealtad.
Chica es la calandria y chico el ruiseñor,
pero más dulce cantan que otra ave mayor;
la mujer, cuando es chica, por eso es aún mejor,
en amor es más dulce que azúcar y que flor.
Son aves pequeñuelas papagayo y orior,
pero cualquiera de ellas es dulce cantador;
precioso pajarillo, preciado trinador,
como ellos es la dama pequeña con amor.
Para mujer pequeña no hay comparación:
terrenal paraíso y gran consolación,
recreo y alegría, placer y bendición,
mejor es en la prueba que en la salutación.
Siempre quise a la chica más que a grande o mayor;
¡escapar de un mal grande nunca ha sido un error!
Del mal tomar lo menos, dícelo el sabidor,
por ello, entre mujeres, ¡la menor es mejor!
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".