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sábado, 18 de julio de 2020

El testimonio de Yarfoz

Título: El testimonio de Yarfoz
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio. 
Editorial: Alianza Editorial. 
Año de publicación: 1986 (1ª edición). 
Género: Novela. 
ISBN 13: 978-84-206-9053-7
ISBN 10: 84-206-9053-8
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Título: El testimonio de Yarfoz
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio.
Editorial: DeBolsillo (Nuevas Ediciones de Bolsillo)
Año de publicación: 2015 (1ª edición; Nota de los editores y epílogo de Gonzalo Hidalgo Bayal).
Colección: Contemporánea. 
Género: Novela.
ISBN: 978-84-9062-721-1

La tercera vez que comentaremos por aquí a Rafael Sánchez Ferlosio será esta vez será por su regreso a la novel tras publicar Industrias y andanzas de Alfanhuí en 1951 y El Jarama en 1956. Se hizo esperar, pese a que entremedias publicó innumerables artículos y ensayos. Lo publicó en 1986 en castellano y en enero de 1987 ya tenía su traducción al francés. Se trata del libro El testimonio de Yarfoz. En realidad, algunos análisis y contrastes con otros textos de del autor hacen pensar a varios de sus estudiosos que ya tuviera unas primeras ideas y notas justo en la década de 1950, durante el proceso de sus dos primeras novelas; otros indican que más bien comenzó a trabajar en esta nueva obra o bien justo al acabar El Jarama y recibir el Premio Nadal en 1956; pero lo que confesó Sánchez Ferlosio es que comenzó con esta obra sobre 1969, mientras que en otros lugares el mismo autor confesaba haber estado quince años sumido en estudios filológicos después de El Jarama, lo que le llevaría a abandonar la novela por interesarse por otros géneros que invitaban más a la reflexión, eso nos ubicaría en torno a 1971. Sea como sea, la tercera novela no se publicó hasta 1986, en tapa blanda con la editorial Alianza. La cubierta era bastante sobria, dando toda la importancia a conocer el texto, ya que por sí sola no desvelaba nada. Llegó a existir la citada traducción al francés por el autor en enero de 1987, la editorial Destino la reeditó en 2002 incluyendo ya un paisaje de meseta en la cubierta. En 2004 Sánchez Ferlosio recibió el Premio Cervantes y en 2009 el Premio Nacional de las Letras y eso hizo que se reeditaran sus libros, siguiendo la idea de un paisaje mesetario esta novela la volvió a editar Austral en 2010, con prólogo de Rosa Montero. La siguiente edición será la más actual hasta la fecha, estando dentro del grupo Penguin Random House, la sacaron junto al resto de su obra en la editorial DeBolsillo, en la colección Contemporánea, con una nota de los editores que indicaba algunas correcciones echas al texto, y un epílogo de Gonzalo Hidalgo Bayal que en realidad era un ensayo en torno a las tres novelas del autor y la importancia de usar las palabras precisas que le dio a todos sus textos, tal edición es de 2015 y es la que vamos a seguir para estas notas. Contenía en su cubierta un paisaje mesetario típico de Castilla, en blanco y negro y cierto toque como de azulejo que le daba falsa sensación de falso cubismo. El autor moriría en 2019

La cuestión es que la novela está aparentemente incompleta, a pesar de que como mínimo le había dedicado diecisiete años de su vida. Tal como indica el falso prólogo de un editor, que no es otro que la voz protagonista que nos anuncia que a continuación se presenta el texto manuscrito de un hidráulico llamado Yarfoz, solo es un fragmento de unas memorias que aportarían luz sobre las guerras barcialeas. Aparentemente solo es un fragmento, lo más curioso es que el propio Sánchez Ferlosio se dedicó a alimentar la idea de que solo era un fragmento, ya que llegó a declarar que no sabía si algún día lograría acabar el conjunto completo de estos escritos, que se llamaría precisamente Las Guerras Barcialeas, a las que hipotéticamente les dedicó toda su vida tras acabar El Jarama. En enero de 1980 ya había publicado un relato de diez páginas en la revista Nueva Estafeta, el cual título: "Libro Primero", y se indicaba que lo era de Las Guerras Barcialeas. Aparentemente era un estudio histórico al que le dedicó mucho tiempo, aunque evidentemente era un regreso a la prosa de ficción, a la narrativa, en un pequeño relato. La revista Nueva Estafeta volvió a sacar este texto posteriormente con el título. "Sánchez Ferlosio / Clásicos remotos". Posteriormente, el propio autor revisaría el texto y lo volvería a publicar ahora en El geco, dentro de lo que llamó Historia de las Guerras Barcialeas, con el título de "Los lectores del ayer. Introducción de Ogai el Viejo". En ese relato ya se menciona en voz del protagonista Ogai la existencia de un apéndice que da luz a los sucesos de aquellas guerras y escrito como testimonio de un hidráulico llamado Yarfoz. Dentro de este conjunto de relatos que sacó a la luz están también "El escudo de Jotán", "El huésped de las nieves", "El reincidente" y "Plata y ónix", dando a entender que no había abandonado la narrativa de ficción y que realmente el proyecto de las Guerras Barcialeas existía y estaba en proceso siempre inacabado. 

En 1985 murió joven su hija Marta y Sánchez Ferlosio se entregó al refugio de la escritura compulsiva y aislada. Fruto de aquello en 1986 publicó de golpe cuatro libros, entre ellos El testimonio de Yarfoz. Consideraba que esta novela era la mejor de sus novelas, muy por encima de las dos primeras, tan encumbradas y apreciadas, sin embargo, público y crítica recibieron el regreso a la novela con tanta expectación como posterior desilusión. Muchas críticos mostraron su desconcierto ante el libro que tenían en las manos, lo que parece ser que Sánchez Ferlosio recibió con molestia, pensando que no habían comprendido el libro y todo lo que este contraía dentro de sí. 

El libro es sin duda muy duro de leer, es de muy difícil lectura incluso para las personas más eruditas o para los filólogos. Contiene largos párrafos que pueden ocupar varias páginas sin que ellos haya ninguna incorrección gramatical. Tiene ritmos sintácticos y fonéticos a veces tediosos. Se mete por vericuetos interminables de reflexión, ensayo y lenguaje unas veces jurídico, como en su segunda novela, otras veces puramente de debate filológico, otras veces es pura filosofía, incursiona en el lenguaje neto de los tecnicismos de la ciencia hidráulica, en otras ocasiones abraza el tono de cronista de la Edad Media venido a la Edad Antigua, etcétera. Todo ello con un lenguaje muy rico, exacto y preciso, tan preciso que el autor no repara en explicarnos porqué elige una palabra y no otra para determinada frase, usando el recurso de introducir un personaje de profesión traductor del que se cuestiona la exactitud de lo que traduce, por ello también los diferentes modos de entender el mundo por parte de las diferentes culturas. Hay que reconocer que si la primera novela se recreaba en la imagen, pareciendo una colección de cuentos, y la segunda en recoger las diferentes formas de hablar en la sociedad, siendo un catálogo de argots, en esta tercera novela se recrea en las palabras exactas para su uso en ensayos de profundas y complejas reflexiones intelectuales de toda índole, con un trasfondo de lo jurídico como medio de traducir a actos nuestros modo de entender la vida. Es un libro ejemplar en cuanto a todo lo referido al lenguaje, y una vez que lo lees completo es cierto que cobra un sentido que lo revaloriza en mucho y muestra la gran inteligencia del autor, que creo un auténtico laberinto en el que perderse (literalmente) para poder darnos un mensaje preciso y exacto de lo que quería decirnos desde el principio. Pero para leerlo completo hay que perderse, te obliga a perderte en montones de detalles y disquisiciones, parece un conjunto de ensayos agrupados con un hilo argumental, y eso hace perder la paciencia. Solo se lee si el lector es constante y disciplinado, aparte de gustarle la reflexión profunda y compleja. El premio final merece la pena, pero el camino es arduo. Quizá es un libro que te invita a anotarle por todos lados para ayudarte en su lectura y en sus consultas futuras. Ahora bien, toda esta inteligencia no es muy comercial. Su carácter comercial le viene por la importancia del autor en la Literatura, pero es evidente que de no ser él, el libro no hubiera sido fácil que fuera aceptado por un editor. Puede valer para entregarlo directamente a la Real Academia Española de la Lengua como una obra maestra del lenguaje castellano en la actualidad, pero como novela es francamente muy dura de leer. Insisto, si se logra superar el gigantesco reto que nos propone el autor, si se logra tener paciencia y generosidad con tu tiempo, sí es cierto que el final del libro es una recompensa grata que le da sentido a todos y cada uno de los rincones que aparentemente nos hubieran parecido digresiones.

Las Guerras Barcialeas no existen. Son una ficción a las que Sánchez Ferlosio jugó a darles cartas de realidad en este libro, en los relatos, en ensayos... y hasta en entrevistas. El conjunto de relatos, que no son en concreto este libro, sino que el libro es parte de ellos, se ambientan en una época previa al Imperio Romano. Hay quien ha afirmado que le recuerdan a los territorios y personajes inventados en los libros de Conan escritos por Robert E. Howard a partir de 1932. Lo cierto es que algo del género de la fantasía épica sí tiene, de hecho tiene algo casi de los libros de caballerías de los siglos XV y XVI que cita Cervantes en El Quijote. Sin duda nombres y sucesos serían dignos de nombrarlos Cervantes para su burla y crítica. Ahora bien, Sánchez Ferlosio le dota a todo ello un lenguaje y unos sucesos que están desde la verosimilitud de lo real, no hay fantasía, hay un lenguaje que cuadra con las crónicas de los textos más antiguos conocidos en las civilizaciones más desarrolladas previas a la expansión de los romanos, o incluso propio de los textos de un Julio César o de Cicerón. Como historiador he de reconocer que Sánchez Ferlosio debió estudiar bastante los crónicos antiguos para lograr este efecto y a la vez introducir argumentaciones actuales.

Casi todo el mundo parece estar de acuerdo en que el territorio en el que se desarrolla todo es el de la Península Ibérica, y puesto que las principales ciudades en disputa están en una meseta extensa, se identifica las acción en general con Castilla. Para muchos parece claro que la ciudad de Tetrecia en la novela no es otra que la antigua Titulcia, que tanto ha dado a la arqueología actual. Por ese camino aparecerían también Madrid y Alcalá de Henares, entre otras ciudades, solo que con falsos nombres inventados, imitando los hipotéticos nombres de unas civilizaciones ibéricas desaparecidas. Siguiendo esta lógica, si el primer libro tenía al Henares por centro y la segunda novela al Jarama, ahora el protagonismo correría de la cuenta del Manzanares y del Tajo, sin dejar de salir los otros ríos y sus ciudades. Pero hay filólogos que consideran que el nombre de Barcial en realidad guardaría relación con un lugar de Extremadura y se lleva la acción a Extremadura y no a Madrid. Tras leer el libro lo único que puedo afirmar a este respecto es que en Madrid ni hay cataratas ni hubo flamencos rosas, del mismo modo que pese a existir unas grafías íberas nunca descifradas a fecha de hoy, la protohistoria ibérica no cuenta con civilizaciones tan avanzadas como para tener técnicos hidráulicos, ingenieros arquitectónicos, expertos madereros, etcétera. Si tuviéramos que tener eso en cuenta podríamos hablar o bien de Andalucía y Extremadura, donde pudo estar el reino de Tartesos, o bien directamente podemos imaginar un territorio imaginario o como mucho de Oriente Próximo. Pero, de nuevo un "pero", es evidente que los nombres inventados siguen algún tipo de lógica filológica y que las descripciones paisajísticas tienen mucho detalle, podrían incluir algún "disfraz" que dificulta reconocerlas del todo, y dado que filólogos y estudiosos de Sánchez Albornoz en su mayoría afirman el triángulo Madrid-Titulcia-Alcalá de Henares, y los ríos Manzanares-Jarama-Henares-Tajo, se podría dar por bueno que esta novela tiene esa ubicación. Lo más claro es la aparición de la extensa meseta cerealista de las dos Castillas, y tengo la impresión que en el deambular de los personajes podrían estar yendo a territorios más lejanos, ya sea hacia Portugal o hacia Cataluña-Valencia, no queda claro.

El libro se puede leer por sí solo, deja el final abierto igual que innumerables textos de  la Edad Antigua, muchos por la misma razón: incompleto por el tiempo. Un hidráulico, Yarfoz, que trabaja para la familia de un príncipe, decide escribir de anciano sus memorias sobre los episodios que le tocaron vivir en el periodo de las Guerras Barcialeas. Él vivía en un extenso periodo de tregua cuando recibió el encargo de una ambiciosa obra de ingeniería hidráulica para toda la confederación de pueblos que forman el reino. Estas obras reviven los recelos de ruptura de unos pactos de paz que previamente tuvieron los abuelos y padres de los que gobiernan en ese momento. El padre del príncipe asesina por orgullo al general del pueblo vecino con quienes tenían pactos de tregua, por lo que el príncipe, Nébride, decide pasar al exilio y renunciar a la herencia familiar. Con él parten al exilio sus servidores por propia voluntad, entre ellos Yarfoz. Recorren numerosos territorios conociendo todo tipo de diferencias culturales, tecnológicas y filosóficas entre sus vecinos. Algunos pasajes son realmente atractivos, como el dedicado a los monos mendicantes, o al cortejo con caballos a las damas de otro pueblo, no exento de picardía sexual, pero hay también extensos pasajes dedicados a la descripción técnica de algunas arquitecturas. Llama la atención todo el conjunto de reflexiones sobre el grabado de la memoria en piedra en las tumbas de los muertos. es un libro realmente lleno de reflexiones muy diversas. Pasan las décadas y muere el padre del príncipe, por lo que pasa a ser buscado, aunque él se oculta bajo falsa identidad. Su hijo Sorfos entretanto se hace militar mercenario para un pueblo vecino y cuando Tagrana, su general, descubre que es un príncipe, le propone regresar a su país para hacerse con el gobierno saltándose el turno del padre, ya que el padre, al que se le usurpó el gobierno, no quiere el gobierno. Sorfos, aún con todo, quiere alcanzar el gobierno sin llegar a la violencia. Con esta base argumental se desarrolla todo el libro.

Personalmente, a sabiendas de que su composición está como mínimo desarrollada entre 1969 y 1986, con ese fuerte empuje que recibió en 1985, creo que en determinadas partes hay paralelismos más o menos claros a la España de la Transición, especialmente en la construcción de la política de las Autonomías, pero sobre todo en el delicado paso de un largo gobierno de usurpación por mano militar a otro nuevo de manos del gobernante legítimo que quiere recuperar su autoridad de manera no violenta, a ser posible obteniendo el reconocimiento de la legitimidad por parte tanto de los partidarios como de los contrarios. En este sentido es altamente destacable en los capítulos finales leer con atención cómo planea Sorfos junto a Tagrana y otros generales la manera por la cual la recuperación del poder solo se legitimaría y se aceptaría a la vez que no habría violencia. Probablemente es uno de los textos más clarividentes para explicar el paso de la dictadura franquista a la monarquía parlamentaria, siendo esta novela una ficción sobre unas civilizaciones inexistentes en la península antes de los romanos y diría que antes de los cartagineses. 

Expuesto el libro, este fue el tercer libro de Sánchez Ferlosio en relación a Alcalá de Henares, la ciudad de la gente del derecho, si bien, como veis, en este caso es muy interpretable el alcance o no de Alcalá en esta obra.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

domingo, 5 de julio de 2020

Industrias y andanzas de Alfanhuí

Título: Industrias y andanzas de Alfanhuí
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio. 
Impresor: Talleres Gráficos Cíes (Madrid). 
Año de publicación: 1951 (1ª edición).  
Género: Novela. 
Depósito Legal: [El cíclope librero no ha localizado el depósito legal de era primera edición, que fue autoedición. Hay que recordar además que el ISBN existe solo a partir de 1966. Sin embargo, la Biblioteca Nacional de España, en su página dedicada a datos técnicos de libros, recoge el Depósito Legal B.6751-1961 para la primera edición que Destino Libros publicó en 1961 de este libro, que es el más antiguo que esa misma página recoge, aunque se editó con el título: Industrias y andanzas de Alfanhuí ; y: El corazón caliente ; Dientes, pólvora, febrero, lo que indica que la novela al editarse por primera vez en Destino Libros se hizo junto a esos dos relatos. No obstante, la propia Biblioteca Nacional de España conserva el ejemplar de 1951 y en su ficha tampoco aparece su Depósito Legal.]
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Título: Industrias y andanzas de Alfanhuí.
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio.
Editorial: Bibliotex (editorial del periódico El Mundo).
Año de publicación: 2001 (1ª edición; prólogo de Agustín Cerezales).
Colección: Biblioteca El Mundo. Las 100 Mejores Novelas en Castellano del Siglo XX.
Nº de volumen en la colección: 35.
Género: Novela.
ISBN: 978-84-8130-281-3

  Cuando hablamos de El Jarama en estas notas ya mencionamos que Rafael Sánchez Ferlosio también hizo aparecer a Alcalá de Henares en la que fue su primera novela, Industrias y andanzas de Alfanhuí, terminada de escribir en diciembre de 1950 y publicada en 1951 recurriendo a la autopublicación. Estaba Sánchez Ferlosio entre los 23 y 24 años de edad. Hay entre los dos libros un espacio de cinco años. Ya decíamos en El Jarama que el padre de Rafael Sánchez Ferlosio era el escritor, ideólogo de Falange y Ministro de la dictadura de Franco, Rafael Sánchez Mazas. Esto posicionaba económica, cultural y socialmente a Sánchez Ferlosio en una posición altamente privilegiada. Ya contamos que la novela Industrias y andanzas de Alfanhuí eran en origen un grupo de cuentos que el joven escritor iba escribiendo y luego leía a sus padres en viajes en coche. Fueron su madre y su padre quienes le animaban a seguir por esa senda y le otorgaban todo tipo de oportunidades. Probablemente fue su padre el que le animó a darle un hilo conductor a todos esos cuentos para hacerlos novela, aunque otro escritor que le conoció en aquellas épocas, Juan Benet escribió décadas más tarde en una introducción de una de las ediciones posteriores que Sánchez Ferlosio andaba ensimismado en los viajes en coche y que tal vez estaba pensando en las historias que estaba escribiendo. Sea como sea, y a pesar de que Sánchez Ferlosio en 2001 escribía que el libro lo había hecho un primo suyo (lo que era una broma del autor que terminó hablando mal de cómo estaba compuesto, igual que le pasó con El Jarama), su obra es innegablemente suya, tiene todo su estilo y recursos, no solo eso: le consagró de manera inmediata. Pero aquella renuncia la escribió en una reseña de su propio libro para el diario El Mundo, que decidió editarlo dentro de una colección donde seleccionaron los que ese periódico consideró las cien mejores novelas en habla castellana del siglo XX. Seguiremos la reseña de este libro a través de esa edición de 2001, que fue en tapa dura con sobrecubiertas en papel con un niño en medio del campo cazando insectos, contaba esa edición con el prólogo de Agustín Cerezales.

No sabemos si sus padres no hubieran sido los que fueron si Sánchez Ferlosio hubiese tenido las oportunidades y el éxito inmediato que tuvo. La cuestión es que su madre le animó a publicar el libro y fue ella misma quien pagó ni más ni menos que la impresión de mil ejemplares en la imprenta de los Talleres Gráficos Cíes, de Madrid. La tipología de la letra del título recordaba un poco a la tipología de las letras epigráficas de la antigua Roma, o bien de las lápidas colocadas en todo tipo de edificios desde el Renacimiento. El título, ayudado por el nombre del autor, encuadraba literalmente un dibujo de un retrato de Alfanhuí que había realizado el propio Sánchez Ferlosio. Tenía ese retrato una expresión más que avispada, algo de pocos amigos, un tanto amenazante, incluso tal vez algo salvaje. El libro fue retomado por Destino Libros en 1961, recordemos que en 1956 había ganado el Premio Nadal con El Jarama y que para 1961 iba por la quinta edición de ese segundo libro que escribió entre 1954 y 1955. Cuando Industrias y andanzas de Alfanhuí llegó a la editorial Destino ya tenía bastante recorrido hecho, y reconocimiento. Se han hecho muchísimas ediciones posteriores a la primera autoedición de 1951, así por ejemplo, la propia editorial Destino la incluía en su colección de bolsillo con el número 47 en el año 1979. Pero es que hubo hasta ediciones en otros idiomas, por ejemplo en inglés, en 1961, diez años después de aquella primera autoedición. Ciertamente la portada ha cambiado innumerables veces, y ha saltado de colección en colección. Algunas ediciones la publicaron junto a otros relatos, como la citada primera edición en Destino en 1961, otras incluso cambiaron el nombre reduciéndolo a Alfanhuí, o bien escribiendo Las aventuras del ingenioso Alfanhuí. Una de las ediciones más modernas es la realizada en 2015 por la editorial DeBolsillo.

Volvemos a aquel 1951 y a la autoedición que pagó su madre de mil ejemplares. Sánchez Ferlosio contaba con la ventaja de conocer a través de sus padres a todo tipo de editores y de escritores. Pensemos por ejemplo que durante la composición de la novela en sus fase de cuentos y relatos breves fue asesorado ni más ni menos que por Ignacio Aldecoa, gran cuentista del siglo XX y amigo de Sánchez Ferlosio. O bien que gracias a su padre era amigo de Camilo José Cela, que en 1951 era un escritor ya muy reconocido. Sánchez Ferlosio usaba sus mil ejemplares no sólo para venderlos, sino también para fomentarlos y regalarlos entre todas estas personalidades y otras, con acierto, pues escribieron con muchas loas a la obra en la prensa de la época. Tuvo buenos padrinos, entre ellos, obviamente, su padre, Sánchez Mazas. Precisamente ese asunto se repetiría con El Jarama, como ya se comentó entonces, por lo que hay que recordar y reconocer que nunca ha desaparecido una polémica que, en unas épocas más fuerte y en otras con menos contundencia, cuestiona el éxito de Sánchez Ferlosio si no hubiera tenido todos esos contactos y aquel posicionamiento social en aquellos años de la dictadura. Sabemos que en los años 1980, cuando volvió a hacer novela tras un largo periodo dedicándose al ensayo, le molestó que algunos críticos revivieran la cuestión de los "padrinos", pero también sabemos que en los últimos años de su vida (murió en 2019), incluso desde aquella reseña que hizo él de Alfanhuí en 2001, él también reflexionó sobre esta circunstancia de su obra y vida, no sin faltarle ironía para consigo mismo, y se presentó autocrítico, aunque consciente de su gran dominio del idioma, con el cual también era muy autocrítico, condenó sus dos primeras novelas y otros tantos de sus escritos por no considerarlos bien redactados, a pesar de que son obras ejemplarmente redactadas en el dominio preciso del idioma.

Vamos ahora a un año antes de la publicación de 1951, a su composición, sabemos que lo acabó en diciembre de 1950, tal vez lo desarrolló a lo largo de todo 1950, tal vez hubo alguna cosa en 1949 o año previo. Hay quien relaciona la obra con La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554). En ambas el protagonista es un niño que en su juventud se lanza al mundo y viaja por el interior peninsular pasando de trabajo en trabajo para diferentes personas, entre medias demuestra tener un gran ingenio para lograr los diversos objetivos que se propone. Ahora bien, no parece que en Alfanhuí haya la carga de crítica social y política que contiene el Lazarillo. Algo hay en cuanto a lo social, pero poco, como por ejemplo en el capítulo noveno de la primera parte, donde aparecen unos ladrones y hay una conversación en torno al dinero y el acceso a él. O en el capítulo sexto de la tercera parte, en la cual se habla de la ancianidad a través de la vida de unos bueyes. También quien relaciona la composición con otro clásico del Siglo de Oro, Don Quijote de la Mancha (1605-1615, Miguel de Cervantes). Igualmente por salir al mundo, por las Castillas, y vivir diversas aventuras en medio de lo que parece una imaginación desbordada. Sin embargo, Alfanhuí no está loco y tampoco queda claro si lo que se narra es producto de su imaginación o de una descripción poética muy elevada. En medio de una época donde lo que primaba en España era el género del realismo social y el del exilio interior y el desarraigo, esta novela llena de fantasías sin duda fue un hecho excepcional, quizá por ello muchos críticos y escritores apostaron porque se trataba de imaginaciones de Alfanhuí, como si no fuera posible ya el surrealismo. Más aún, pasados unos años, en la década de 1960, al nacer con propiedad en Hispanoamérica lo que se llamó realismo mágico, hubo quienes al hablar de la historia de Alfanhuí sostuvo la teoría y la defendió acerca de que Sánchez Ferlosio se había adelantado unos quince años antes y desde España, situando a esta novela en el origen del realismo mágico, pero la cuestión es que ni este tipo de literatura fraguó en España, ni tampoco en el autor. La segunda novela, El Jarama, ya dijimos que estaba claramente en el realismo social.

La juventud de Sánchez Ferlosio con su primera novela nos hace pensar que efectivamente conocía bien esas novelas clásicas, que son lecturas obligadas en colegios, institutos y Universidades, y que están relacionadas con Alcalá de Henares, de donde parte la vida de Alfanhuí. Pero sobre todo se nota en una gran cantidad de recursos que nos recuerdan a las corrientes literarias de la primera mitad del siglo XX, la Edad de Plata, tan estudiada también en los centros de enseñanza, aún a pesar de las censuras de la dictadura de Franco. Pensemos además que Sánchez Mazas, el padre, como escritor que era conoció a buena parte de aquellos de los llamados -ismos y cuyas carreras y vidas se truncaron con la guerra civil, ya por muerte, ya por exilio. Es evidente, por ejemplo, que si bien en El Jarama prima la búsqueda de la perfecta estética de vocabulario y lenguajes múltiples de la sociedad, en la historia de Alfanhuí hay todo un esfuerzo por reflejar colores y atarlos a imágenes a menudo surrealistas que describen el mundo rural común. Así por ejemplo tenemos al protagonista entrando en un pozo para hacerse con los colores de una aguas con las que regará unos árboles pra que den frutos de colores. Hay en todo esto surrealismo, pero hay también una gran cantidad de recursos tomados del modernismo y del simbolismo. Todo ello está ahí, y parece más lógico pensar que en plena juventud del autor sus conocimientos iniciales de la Literatura entraron de lleno en la composición de lo que en principio eran cuentos y después fue novela.

Por otro lado, dado que Camilo José Cela fue vital en la promoción del libro, amigo de Sánchez Mazas y por medio del padre, amigo de un joven Sánchez Ferlosio, hay quien ha querido ver algo de La familia de Pascual Duarte (1942) en Industrias y andanzas de Alfanhuí. Ambas salidas de un mundo rural y brutal, siendo así que Sánchez Ferlosio lo dulcificaría todo con la visión de un niño sobre toda aquella pobreza que vivió el campo español tras la guerra, en los primeros años de la dictadura, no obstante el niño se ve obligado a salir de la casa familiar para ir a trabajar de patrón en patrón. Al menos sí es cierto que Alfanhuí comete un acto de barbarismo inexplicable al asesinar una marioneta. Pero no parece consistente querer poner el libro de Alfanhuí en la cuenta de los libros de realismo social, por ello hay quien habla que de ponerle del lado de algo habría que ponerle junto a la poesía en prosa, más que junto a la novela, incluso, como por ejemplo Platero y yo (1914, Juan Ramón Jiménez). Tiene mayor lógica. Pero, puesto que Cela es tan importante en los inicios de Sánchez Ferlosio, pues incluso escribió en prensa sobre el libro, hay quien analiza que Alfanhuí tiene relación directa con Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944). Esta teoría puede tener alguna consistencia, al menos en cuanto a la idea de retomar la vida del pícaro, pero Alfanhuí no es un pícaro, sino un chico con mucho ingenio y gran curiosidad.

Llegados a este punto sobre la composición del libro, se intuye que tal vez el padre, Sánchez Mazas, ayudó a su hijo con recomendaciones y tal vez con correcciones de texto. No deja de ser sorprendente el fluido y rico léxico de Sánchez Ferlosio adolescente. Además, es muy probable que Sánchez Ferlosio tuviera realmente su principal inspirador en su propio padre, pues el mismo año de 1951 que se publica el libro de Alfanhuí, Sánchez Mazas publicó La vida nueva de Pedrito de Andía, el cual tiene unas conexiones de argumento muy claras y evidentes. Es probable que del mismo modo que Sánchez Ferlosio leía y mostraba a su padre y madre lo que iba creando, el padre le diera acceso a lo que él mismo iba escribiendo para ese otro libro. El proceso de escritura de ambos libros en ambos escritores sería por tanto paralelo e interrelacionado dentro de las relaciones familiares en su casa.

En 2001 Sánchez Ferlosio decía de este su primer libro que, pese a su reconocimiento y éxito, era una novela mal hilada, una colección de cuentos puestos en un hilo conductor a modo de relato más largo. En cuanto a su género él mismo rechaza que sea del realismo social por el mero hecho de componerse en esa época y por lo que supuso sus amistades y su segundo libro. Se ríe de la consideración de que sea realismo mágico, cuando aún no existía el género. Tampoco acepta que sea fantasía. No le desagrada la idea de poesía en prosa, pero aclara que no es poesía. De ponerlo en algún sitio, él lo pone dentro de la ciencia ficción. Sinceramente, quien esto escribe, yo particularmente rechazo de plano que sea un libro de ciencia ficción. Reconozco que hay algunos capítulos donde Alfanhuí hace algunos inventos con resultados un tanto fantásticos, por lo que podríamos entender que ha usado una ciencia relativa que da por resultado consecuencias que en la vida real no ocurren, pero son una hipótesis, lo que se llamaría ciencia ficción, pero el conjunto total del libro no va de eso, pues otros trabajos de Alfanhuí no tienen que ver con nada ni fantástico ni con implicaciones de investigación y ciencia, como por ejemplo cuando se hizo boyero, o bien simplemente vagabundea por la ciudad, como cuando llega a Madrid, o simplemente siega, como en Alcalá de Henares. Aunque haya algún pasaje que siendo generosos podríamos decir "ciencia ficción", el conjunto del libro no lo es. Fantasía es más probable, pero como existe la probabilidad de la imaginación del protagonista toda catalogación se hace compleja. Tiene un poco de todo lo mencionado. Sin duda lo que sí hay es una carga poética muy alta, al estilo de los modernistas y simbolistas de comienzos del siglo XX, como ya se anotó.

El libro se divide en tres partes que corresponden a tres salidas diferentes de Alfanhuí al mundo, en las cuales prueba suerte, falla, regresa a la casa materna y vuelve a intentarlo tras una temporada, lo que hace su conexión con la vida del Quijote. Un protagonista fundamental es el mundo rural, pero sobre todo en torno al Valle del Henares. El río Henares es la ruta de la vida de Alfanhuí, que, por otro lado, el hace a contracorriente. Alfanhuí es de Alcalá de Henares. Su familia vive en los barrios de las afueras, cerca del río y cerca de un molino de harina. No se describe mucho sobre qué zona exacta de Alcalá de Henares se trata, aunque se dice que se ven colinas. Posiblemente se trate de la zona del molino de la Esgaravita, que fundó siglos atrás el cardenal Cisneros, en el siglo XVI, pero que estuvo reformado y útil hasta una parte importante del siglo XX, hoy en ruinas, por la zona de la mota, en el barrio de El Val, pero como no hay ningún descriptor definitivo, tengamos en cuenta también la posibilidad del molino de los García, también en ruinas actualmente, allá por donde estaba el puente del Zulema, camino del Gurugú y del Cementerio Jardín de nuestros días. Se sabe que la familia de Alfanhuí tiene madre, pero poco se dice del padre, que murió. Son pobres y viven de la siega de los campos de trigo, de los que efectivamente Alcalá tuvo bastante actividad en otras épocas. Alfanhuí se marcha siguiendo el río en dirección contraria a su fluir, por lo que va atravesando el Valle del Henares, pasando los pueblos, obviamente se trataría de Meco y de Azuqueca de Henares, hasta llegar a Guadalajara, pero se queda en el entorno rural. En esta primera salida encuentra trabajo al servicio de un taxidermista y demuestra grandes facultades inventivas para atrapar todo tipo de colores. Todo le llama la atención. De hecho, su nombre lo recibe de este primer patrón. No conocemos el nombre real del chico, sabemos que al taxidermista el chico le recordaba la figura de los alcaravanes, por lo que le pone por nombre el sonido onomatopéyico que estos emiten, Alfanhuí. Muerto el maestro, vuelve a casa, pero sus inquietudes hacen que vuelva a salir, ahora en la otra dirección del río, hacia donde fluye. Pensamos que pasa ahora por Torrejón de Ardoz, San Fernando de Henares, Coslada, Canillejas, Vallecas... pero en esta segunda parte donde se instala Alfanhuí es Madrid capital, con lo que se ha separado tanto del Henares, como del valle y el mundo rural. Va de pensión en pensión y de callejeo en callejeo, y de parrandas varias con un personaje descrito como una marioneta pero que se comporta como un vividor que vive del teatro callejero. En esta parte, separado de lo rural, todo se vuelve gris. Alfanhuí se degenera. Tiene un desarraigo claro que lo despersonaliza y lo embrutece en una violencia inexplicable, que quizá es lo que hace que algunos hablen de denuncia de realismo social sobre lo que la emigración del campo a la ciudad le producía a la gente, pues son las épocas en las que van llegando a Madrid y otras ciudades numerosas personas empobrecidas del campo castellano. Alfanhuí comete un acto de brutalidad y sale huyendo de sí mismo en dirección a las montañas, esto es: la Sierra de Madrid. Así comienza la tercera parte, donde llega a La Moraleja, que en 1950 aún es un pequeño pueblo de montaña más aldea que pueblo, no como ahora que es una de las zonas donde viven muchas de las personas más ricas de Madrid y de España. En La Moraleja vive su abuela paterna, que no conoce al nieto y que no parece fiarse mucho de él, pues esconde de manera continua las pertenencias del abuelo muerto. Se intuye aquí ya una tragedia familiar no explicada en detalle, pero bien dibujada. Además podemos darnos cuenta de lo profundo de esa España desarraigada que emigra del pueblo a la ciudad en busca de trabajo, pues se hace evidente que ni Alfanhuí conoce a sus abuelos y su pasado, ni la abuela a él, ni el padre fue a ver a sus padres una vez que fue a buscar trabajo fuera de La Moraleja. Si tuviéramos que analizar la novela más allá de la estética y los cuentos, quizá el motivo central sea el desarraigo rural por causa de la emigración interior forzosa por la postguerra y el hambre, pero esto es algo que se lee y se lee con gran detenimiento, si no pasa desapercibido. La abuela, en todo caso, le encuentra trabajo de boyero y desprecio su pasado de taxidermista, por ser un trabajo de lo muerto y no de lo vivo, y por ser un trabajo para producir cosas inútiles para los caprichos de la gente de la ciudad, lo que necesita es cosas útiles para la propia vida y la de las personas cercanas. Quizá en esta tercera parte es donde más claramente hay algunas denuncias sociales, en concreto sobre el comportamiento de las personas. Alfanhuí también sentirá la necesidad de irse de allí y viajará al norte, hacia Palencia, hasta desaparecer rodeado de alcaravanes en continuo vuelo siempre al horizonte.

Hay desde luego una defensa de lo rural y de lo natural, como también se leerá en El Jarama, aunque en esa otra novela con protagonistas urbanos de la capital. Todo lo que viniera de la ciudad es como si afectara a la persona desvirtuándola. Son dos novelas que no solo asientan un gran dominio del lenguaje, fueron a la vez un inicio de carrera literaria sorprendente que se interrumpiría varios años por parte del autor que, tras ellas, comenzó a estudiar filología en profundidad durante los quince años siguientes a El Jarama, lo que le llevó a escribir numerosos ensayos y tardaría en sacar su siguiente novela. La publicaría en 1986, pero esa tercera novela tiene sus orígenes de redacción justo en las épocas de estas dos novelas, pero esa ya es otra historia que también tiene que ver con Alcalá de Henares.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

sábado, 23 de mayo de 2020

El Jarama

Título: El Jarama
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio. 
Editorial: Destino. 
Año de publicación: 1956 (1ª edición). 
Colección: Áncora y Delfín. 
Nº de volumen en la colección: 121. 
Género: Novela. 
Depósito Legal: B.13640-1961 (para la 5ª edición -1961- sacada a partir de la 1ª de 1956) [El ISBN existe solo a partir de 1966)
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Título: El Jarama
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio.
Editorial: DeBolsillo (Nuevas Ediciones de Bolsillo)
Año de publicación: 2018 (1ª edición).
Colección: Contemporánea. 
Nº de volumen en la colección: 26.201. 
Género: Novela.
ISBN: 978-84-9062-719-8 (edición para adultos)
ISBN: 978-84-6633-099-2 (edición escolar)

Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927-Madrid, 2019) es uno de los autores importantes de la Literatura española del siglo XX, más en concreto, de su segunda mitad, siendo una voz destacada de las letras españolas en los tiempos de la dictadura de Franco y la primera década de la actual Monarquía Parlamentaria, aunque no dejó de escribir en toda su vida. No es de Alcalá de Henares, ni vivió, ni estudió en Alcalá de Henares. Sí que es cierto que recibió el Premio Cervantes en 2004, por lo que vino a recogerlo de manos del rey Juan Carlos I, y que tiene una calle dedicada a él en el nuevo barrio de Espartales, en el norte de la ciudad. Sin embargo, Debió estar y conocer bien la ciudad y su funcionamiento, pues en una de sus obras más famosas, El Jarama, da detalles de ella y la transforma en uno de los municipios claves en la trama. Así que hoy le toca el turno a esta novela y a este autor. Fue una novela escrita en Madrid entre octubre de 1954 y marzo de 1955, y fue precisamente en 1955 que la presentó al prestigioso Premio Nadal, organizado por la revista barcelonesa Destino desde 1944, en homenaje al que fue su redactor jefe, Eugenio Nadal Gaya, la cual pasó a ser una editorial de libros de mismo nombre, Destino, dentro del llamado Grupo Nadal. La novela fue premiada, siendo este premio uno de los más importantes en España, por ello fue publicada en febrero de 1956 por primera vez. Rafael Sánchez Ferlosio era el duodécimo premiado con el Nadal.

Destino la publicó dentro de su colección de novelas y ensayos llamada Áncora y Delfín, con el famoso logotipo que ha perdurado como signo más que identificativo de esta editorial. Ocupaba el número 121 en la colección. Se hizo en cartoné, que es lo que popularmente se llama tapa dura, con sobrecubiertas de papel sobrias en blanco con enmarcaciones y letras en verde oliva con los datos básicos de la obra como ganadora del Nadal de 1955. El libro se vendió bastante bien, tuvo mucha aceptación. Para 1961 iba ya por la quinta edición. Las cubiertas de papel ahora mostraban una ilustración de unas bicicletas como las que usarían los protagonistas del relato. La cubierta de cartón duro oculta por esta sobrecubierta sería de azul marino, verjurado, con el símbolo de la colección troquelado en la portada y el lomo con el título, autor y de nuevo el logo en letras doradas. Esta edición de 1961 es la que yo tengo, por lo que es la que vamos a seguir, si bien cabe apuntar sobre ella que pese a lo prestigioso del premio y lo renombrado de la editorial, contenía numerosas erratas de impresión en el texto. Sea como sea, el libro ha tenido innumerables ediciones y reimpresiones y se ha incluido en colecciones diversas. En 1966 se puso en funcionamiento por primera vez el ISBN en Reino Unido, España lo adoptó en 1967 y ahí comienza otro de los hitos de las ediciones de este libro, al hacerse eco de él varios autores españoles importantes de la época en varios artículos de periódicos y revistas. Terminada la dictadura entre 1975 y 1978, el libro comenzó a ser lectura obligada en muchos institutos de bachillerato, hoy educación secundaria, lo que relanzó su lectura, conocimiento y compra, aunque en la actualidad hace ya varios años que el profesorado prefiere de este autor que los alumnos lean Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), el primer libro de Sánchez Ferlosio, mucho más imaginativo y próximo al gusto por lo fantástico que existe en lo que va de siglo XXI. La portada de las bicicletas se integró y se adaptó varias veces en las ediciones en rústica (tapa blanda). Una de las ediciones más curiosas vino en 1979, que se vendieron los dos primeros libros del autor juntos en un solo volumen de cartoné. A partir de 1989 buena parte de Ediciones Destino fue comprada por la Editorial Planeta, que controla el otro de los mayores premios literarios de España, el Premio Planeta, y en 1996 la compró en su totalidad, manteniendo su sello, ediciones y su catálogo. Eso hizo que el libro no solo esté disponible dentro de Destino, sino que también saltara a otras editoriales del Grupo Planeta, cada una con portadas, formatos y planteamientos diferentes, así como a colecciones vendidas a través de la prensa diaria. La edición más actual es en la editorial DeBolsillo, que pertenece a Planeta, sacada doblemente en 2018 en una edición normal para adultos y otra más crítica y a modo guía para su estudio escolar, el diseño de sus portadas puestas una al lado de la otra es digno de estudio y comentario como parte de las técnicas comerciales actuales de la venta de libros y el conocimiento de sus potenciales lectores.

Rafael Sánchez Ferlosio, nacido en 1927 en Roma, en la Italia gobernada por el fascismo de Mussolini, era hijo de otro escritor importante del siglo XX español, Rafael Sánchez Mazas, que, por otra parte, también llegó a ser Ministro de Franco entre 1939-1940, año de gran represión contra la gente de izquierdas que perdieron la guerra civil, y procurador en Cortes de 1943 a 1966, vía por la cual es probable que Rafael Sánchez Ferlosio conociera bien los procedimientos legales, su lenguaje y los escenarios y personajes de la Justicia española de la époc de Franco, que tan bien describe en El Jarama. Sus primeros años los vivió en aquella Italia de Mussolini, donde su padre era corresponsal del diario ABC. Además, Sánchez Mazas fue uno de los primeros ideólogos que dejaron asentada las ideas de Falange Española, al estilo del Partido Fascista italiano. Antes de ser nombrado Ministro de Franco en 1939, llegó a ser parte del servicio de relaciones exteriores de Falange, si bien fue librado de ser fusilado durante la guerra por parte de los republicanos de la mano de los propios republicanos. Rafael Sánchez Ferlosio tuvo por hermano a otras dos personas destacadas, un matemático filósofo, Miguel, y un cantante poeta, Chicho. Estudió con los jesuitas de manera férrea en el nacionalcatolicismo del franquismo. Desde niño le gustaba escribir cuentos que les leía a sus padres en los viajes en coche, tal como se narró en varios de sus obituarios en prensa cuando murió en 2019. Siendo joven veinteañero comenzó así varias historias que terminó hilando por estímulo de su madre, estas se transformaron en Industrias y andanzas de Alfanhuí, que se publicó en 1951, teniendo él 24 años de edad. Cabe la duda de si se hubieran fijado en él los editores si sus padres no hubieran tenido la relevancia que tuvieron en la cultura y la política del momento, igualmente para su segundo libro, El Jarama, escrito como se ha dicho entre 1954 y 1955, ganador del Nadal en 1955 y publicado en 1956. Esto dicho a pesar del gran éxito que tuvieron ambos y de la calidad que se les otorga, porque eso, evidentemente es también algo real. El propio autor decía en sus últimos años reconocer la gran suerte que tuvo de contar con unos padres que siempre le animaron y apoyaron para ser escritor, cuando la realidad social de su época llevaba a muchas personas y familias a otras realidades forzadas más duras.

Se casó en 1953 con su novia de hacía tres años, la escritora Carmen Martín Gaite, que a la vez ganaría el Nadal ella misma en 1957 y que también tiene en su biografía algunos nexos a Alcalá. Tuvieron un hijo que murió de meningitis en 1954, durante el proceso de escritura de la novela que nos ocupa, cosa que queda reflejada en el texto. Una segunda hija moriría también joven, ya en 1985. Ellos se separaron amistosamente en 1970. Tiempo después Sánchez Ferlosio iniciaría un segundo matrimonio con otra mujer. 

En 1961 sacó adelante otros dos libros de prosa, y aunque no abandonó el género de la novela, sí comenzó a dejarlo un poco apartado para dar prioridad a múltiples ensayos y sobre todo numerosos artículos de prensa que publicaba, por ejemplo en el diario ABC. Destacó especialmente por su crítica a la pedagogía de su tiempo. Consideraba la educación como algo básico para el cambio de la sociedad y la mejora personal de los individuos. Era contrario a la represión y a la mentalidad cerrada que limitaba las libertades y las probabilidades de cada uno. Defendía el libre pensamiento, el fin de los sistemas  basados en evaluaciones numéricas de los alumnos, contrario a la jerarquía en las aulas, contrario a que los padres se transformasen en guardias de las actividades de sus hijos mediante notas y permisos, etcétera. Al igual que su padre viró críticamente contra los valores de la dictadura, aunque era conservador. Sánchez Ferlosio defendió férreamente una pedagogía que debía hacer libres a las personas más allá de los gobiernos. Recibió el Premio Cervantes en 2004 y el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2009, aunque en realidad es receptor de hasta doce premios importantes de la Literatura española. Cuenta con nueve libros de prosa (entre novelas y recopilaciones de relatos) y veintiuna obras dedicadas a compilar ensayos. Como se ha dicho, moriría en Madrid en 2019.

El propio autor dijo de El Jarama que era su peor obra, que no comprendía su éxito y que si por él fuera la reescribiría entera. Comprendía que podía resultar incluso aburrida, sin que pasara nada aparente. Se burlaba de quienes habían querido ver en el libro alusiones políticas, referencias alegóricas a la guerra civil, o cualquier tema complejo. Él definió aquella obra hasta bien cerca de su muerte como una mala obra que gozó de un gran éxito, cuya temática no era otra que servirle de excusa para mostrar los diferentes tipos de lenguajes que coexisten en una sociedad como reflejo de la complejidad de la sociedad misma. En todo caso, pese a lo que el propio autor dijo, resulta innegable que la novela es reflejo de su época y retrata bien el nivel social alcanzado a mediados de la década de 1950 mediante la dictadura, las mentalidades reinantes, los derrotados y las formas sociales y creencias de los vencidos aceptadas como naturales incluso por los derrotados y sus hijos, así como los vientos de deseo de cambio en cuanto a lo moral se refería en los jóvenes. Y, pese a las palabras del autor, es evidente que la guerra civil y el paralelismo con los sucesos, están en la novela. 

El Jarama ha dividido a la crítica desde el inicio de su aparición. El escritor de relatos y cuentos Ignacio Aldecoa, que apreciaba a Sánchez Ferlosio y del que fue amigo, habló en un artículo de periódico muy elogiosamente del libro, dándole numerosos méritos literarios, lo que hizo que enseguida se interesaran por ella numerosas personas que no se atrevieron a contradecir a Aldecoa. Lo cierto es que en principio el libro no había levantado pasiones en el general de los lectores. Tenía incluso contundentes detractores que acusaban a la obra de todo lo que después dijo el autor de ella, y de más, criticándola de aburrida, anodina y de mera descripción de la juerga de un grupo de amigos. A la voz de Aldecoa alabando la novela se le sumó la de Miguel Delibes, que fue otro Premio Nadal en 1947. Y puesto que Sánchez Ferlosio venía de la familia que venía, tenía los amigos que tenía y tenía tales defensores, se le sumó que participaba de numerosos círculos literarios donde era amigo de otros tantos autores que han pasado a la Historia. Sumando voces, su novela quedó más que defendida frente a sus detractores, que por cierto nunca dejaron de aparecer incluso en fechas recientes. Quizá la voz más importante para aumentar la credibilidad de la valía de su prosa vino de un escritor español que estaba exiliado, en 1966 Max Aub escribía muy a favor de esta novela, con esto quedaba asentado que realmente la novela tenía una calidad extraordinaria para el momento.  

La novela fue premiada por la naturalidad de sus diálogos y por la riqueza de su lenguaje coloquial que se ajustaba a la perfección a la verdadera forma natural de hablar de los diferentes grupos sociales, desde los modernismos de los jóvenes a los modernismos introducidos por la prensa, el castizo, algún cultismo traído por las modas, la sobriedad castrense de la guardia civil, los formulismos del lenguaje legal, el lenguaje propio de la gente de pueblo o de los de la capital, el de los estudiantes, el de los sin estudios, el de personas que vivieron tiempos jóvenes en la guerra civil y aquellos que no la conocieron, etcétera. Precisamente ese mérito técnico que le reconoció el jurado es el único que se otorgaba Sánchez Ferlosio en esta obra, que por el contrario siempre fue más favorable a su primer libro sobre Alfanhuí, la historia de un niño que vive la realidad transformándola en fantasías, lo que da lugar a crear el relato de su historia a través de una especie de narración de cuentos creados por su propia forma de ver el mundo. Toda la riqueza léxica de El Jarama era resultado, según confesión del autor, de una enorme lista de palabras y expresiones que fue apuntando en una libreta durante años según las oía, todas las cuales se marcó por objetivo incluirlas en un relato largo en su apropiado contexto, y así lo hizo.

Si bien en Industrias y andanzas de Alfanhuí aparece el río Henares, la acción transcurre en Guadalajara, en El Jarama el río por excelencia es el Jarama, aunque se lleguen a mencionar el Manzanares, el Henares y el Tajo. En el primer libro, el de Alfanhuí, el protagonista abandona a su familia en Alcalá de Henares y parte siguiendo el río hacia Guadalajara; se menciona a las ancianas de Guadalajara que al acercarse mucho al Henares se descuidan y terminan cayendo al río, que las mata y las arrastra hasta la poblaciones por donde va la corriente pasada Guadalajara, hemos de pensar en Azuqueca de Henares, Meco o Alcalá de Henares, esta última como una probabilidad de muchos kilómetros de arrastre de la corriente. Un pasaje parecido aparecerá en El Jarama, cuando se menciona las ovejas que se descuidan, caen al río y el Jarama las lleva río abajo a otras poblaciones pasado San Fernando de Henares. Pero si en algo concierne esta novela a Alcalá de Henares no es tanto por el Henares, que desemboca en el Jarama a la altura de San Fernando de Henares con Coslada, sino por la mención misma de la ciudad y su protagonismo, así como de la naturaleza propia del Valle del Henares en el espacio y municipios entre Coslada y Alcalá de Henares. Aún hay un tercer libro de Sánchez Ferlosio donde se intuye Alcalá de Henares, El testimonio de Yarfoz, publicado en 1986, ambientado en una civilización ficticia de época protohistórica previa a los romanos, entre Alcalá, Titulcia y Madrid, volviendo una vez más a elegir este escenario geográfico para sus ficciones. Hemos de pensar que él estaba plenamente relacionado con esta zona Este de la Comunidad de Madrid.

Como sea, hay que explicar por encima el argumento de la obra El Jarama para poder ahondar en ella. En realidad se aproxima mucho a lo que sería una novela de costumbres como las de finales del siglo XIX y comienzos del XX. El Jarama es una de las obras cumbres del llamado realismo social, que es una de las corrientes literarias que se dieron en España entre los años 1940 y 1950, con algunas obras aún en los años 1960, imbuídos ya en textos que apuntaban ya a la experimentación. Dentro de esa corriente se ha enmarcado a menudo a Cela, Delibes, López Pacheco, Martín-Santos o el propio Sánchez Ferlosio, como los más destacados, con obras como La Colmena, La familia de Pascual Duarte, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Central Eléctrica, Tiempo de silencio o esta: El Jarama. Antes de avanzar volvamos a mencionar a Sánchez Ferlosio rechazando a los que denominaron a su novela como realismo social, cosa que apoyó Delibes décadas antes de que lo descartara el autor, si bien Delibes razonaba que los realistas sociales siempre introducían un aliciente político al relato como explicación de lo que denunciaban de la realidad social, Sánchez Ferlosio una vez más defendía que la obra era un ejercicio para poder experimentar los diferentes lenguajes que a la vez forman el español al hablar las diferentes clases de tipos sociales que hay en una sociedad. Pero tanto el razonamiento de Delibes como el del autor son tramposos, porque si hay algo en El Jarama es desde luego una sutil referencia a la política del momento a través de como la dictadura y el trauma de la guerra había conformado a todos los personajes de la novela. Quien más, quien menos, todos en esta novela tiene su biografía afectada por la dictadura, su política, sus leyes, su administración y sus modos, creencias y costumbres sociales. Es inherente.

En todo caso el propio autor, que era admirador del cine neorrealista italiano nacido justo al final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, el cual dominará el cine de origen europeo en la década de 1950 en la que se escribe la novela, dirá que su novela es neorrealista, atándola así a un género otorgado al cine, no a la literatura, a pesar de que en pleno siglo XXI, con una cultura audiovisual fuerte, empiecen a haber voces que hablen de neorrealismo literario. Es cierto que la novela se estructura de manera lineal durante más de diez horas de un domingo a tiempo real, sin escatimar detalles, desde los interesantes a los más comunes y anodinos, y organiza incluso varios escenarios de sucesos y grupos sociales que se entrecruzan al modo de las escenas, tramas, ritmos y secuencias del cine neorrealista, y que incluso los diálogos están tan hasta el mínimo detalle que parecieran guiarnos en la acción al modo de los guiones de cine, pero todo esto es parte del realismo social, no obstante, el realismo, el que se dio en el siglo XIX con Benito Pérez Galdós, por ejemplo, ya usaba de toda esta naturalidad realista, buscando la realidad de lo narrado. Sea como sea, el director de cine Carlos Saura hizo un guiño a la novela en la película Los golfos (1959) y quiso llevarla al cine en 1964 sin lograrlo, aunque, hasta cierto punto, su película La caza (1966) guarda mucha relación en su relato con esta novela.

Un grupo de once amigos, chicos y chicas, de una veintena de años, se van a pasar un domingo de verano al río Jarama. Básicamente todos son de Vallecas, un pueblo que ya en esa mitad de los años 1950 es descrito como si fuera parte de Madrid capital, como si fuera un barrio, tal como hoy día lo es. Van a la zona del río de San Fernando de Henares próxima a Coslada, por donde está la presa donde se juntan los ríos. Allí hay otros grupos de jóvenes y familias de la capital que mezclarán sus historias con ellos, a la vez que la gente del pueblo que les atiende por tener un bar cercano nos muestra su propia realidad al celebrar entre ellos y sus vecinos un domingo de vinos y comidas de terraza en el negocio, entre los vecinos hay un matrimonio alemán que vive en el pueblo desde hace varios años. Entre medias de todos los grupos hay un cementerio a orillas del río y una pareja de guardia civiles que les dejan estar pero dentro de unas normales morales que chocan con la juventud y con las costumbres de la capital. En determinado momento ocurrirá una desgracia y, en ese momento, intervienen gentes de leyes, y una de esas personas será el juez de la partida judicial, que es la de Alcalá de Henares, por lo que la acción pasa por recogerle de una fiesta en el Casino de la Plaza de Cervantes, descrita con gran precisión tanto la plaza como el Casino, y llevarle a San Fernando de Henares, mientras en el camino se cruzan con norteamericanos que están allí porque van a instalar una base aérea militar en Torrejón de Ardoz por los acuerdos del gobierno de Franco con Estados Unidos de América. 

La novela se puede leer a diferentes niveles, no sólo como contraste de las diferentes tipologías sociales de España, todas atravesadas por la dictadura, para su gusto o disgusto. Podemos encontrar un conflicto generacional; la entrada de nuevos gustos e ideas en España; deseos de democracia o de justicia que extrañamente se leen en la novela incluso en su más que probable quinta edición con censuras de 1961; referencias implícitas o latentes a la represión franquista (por ejemplo en la melancolía del hombre de los zapatos blancos o en la mención del apellido Ocaña como algo malo, en referencia al penal de Ocaña donde se produjeron en los años 1940 numerosos fusilamientos, entre ellos los de los ocho inocentes de Alcalá de Henares acusados y sentenciados culpables por la explosión del polvorín de Alcalá de Henares en 1947, ejecutados en 1948); en pleno siglo XXI podemos rastrear la evolución de los municipios de la Comunidad de Madrid e incluso de sus rastros ecológicos; podemos comprobar una mentalidad que aún en los años 1980 y 1990 muchos hemos conocido en numerosas personas de nuestro entorno; etcétera. Lo cierto es que la novela muestra vidas comunes en un domingo común donde ocurre un accidente, pero el retrato es tan fiel y fidedigno a la realidad social que había y que perduró incluso mentalmente hasta en pleno 2020 en varios sectores de la población, que es una novela con una gran cantidad de cualidades a pesar de que, seamos sinceros, ciertamente resulta aburrido leerla en principio hasta que no pasas un número considerable de hojas, y eso teniendo en cuenta que tengas unos mínimos conocimientos de claves políticas, culturales y sociales del siglo XX, incluidas las musicales, para poder saborearla bien. El lector de 2020 no es el lector de 1956, nosotros jugamos con la ventaja de saber qué ocurrió y por tanto sabemos porqué está ocurriendo tal cosa en la trama que probablemente en 1956 fue pasado por alto como algo sin importancia. Max Aub lo dijo, la novela está llena de sutilezas muy finas que hay que saber descubrir, porque juntas forman un total aldabonazo contra lo que supuso la dictadura. Bien es cierto que para el lector de 1956 o de 1966, al estar en marcha la dictadura y tan cerca la guerra, la lectura de este libro probablemente les supuso numerosas cuestiones que a nosotros se nos escapan, y quizá hay que leer las voces de quienes dejaron su visión por escrito para poder recuperar algo de aquellas claves de escritor para el lector.

Aparece el valle del Henares, se menciona el Cerro del Viso que tanto marca la Historia y la orografía alcalaína, la línea de tren que va a Alcalá de Henares, que en realidad une Madrid con Zaragoza y Barcelona, por tanto lleva a Europa y todo lo que eso significa, pero a la vez va de la ciudad al mundo rural que usan los de ciudad para pasar el rato, atropellando una realidad de las cosas y el mundo a otra y al revés, aparece el dulce más famoso de Alcalá, las almendras garrapiñadas y las monjas que las hacen, aparece su juzgado y su carácter de cabeza de partido judicial, su carácter de ciudad de provincia, la Plaza de Cervantes y la estatua de Cervantes al detalle, el Casino descrito incluso por dentro, apegado al Paraninfo, con todo lujo de detalles, y la carretera vieja que une San Fernando con Alcalá, que pasaba justo por la mitad de Torrejón de Ardoz partiéndolo por la mitad, lo que hoy día es su calle principal al trasladarse la carretera un poco más al norte. 

En su todo, la novela menciona a los citados Coslada, San Fernando de Henares, Torrejón de Ardoz, Alcalá de Henares, Meco, Vallecas (como parte de Madrid ya) y Madrid, pero también a Almodóvar, Brunete y Paracuellos del Jarama. Sobra decir que precisamente el lugar del domingueo no es casual, pues elige justo la ubicación de una de las batallas más importantes de la guerra civil, El Jarama, hasta el punto que incluso lo mencionan los personajes al principio, pese a que parte de ellos no quiere hablar de la guerra, pero la guerra estará latente de manera directa e indirecta en numerosos pasajes y personajes. De hecho, pareciera que la trama esté ordenada guardando un paralelismo con aquella batalla y que incluso algunas frases y párrafos, con todo su realismo, pudieran ser alegorías y metáforas a hechos de los que no se podía hablar de cualquier modo en el gobierno de Franco. Así pues el grupo de jóvenes bien podría asemejarse a los libertarios venidos de Madrid para defender el Jarama, dado su comportamiento grupal y comunitario, los cuales en determinado momento se asocian a otro grupo de jóvenes que se asemejan a lo que pudiera entenderse comunistas y son asistidos aún por un joven estudiante de medicina que, por alusiones a su papel en la obra y porque el presidente Negrín era médico, pudieran ser los republicanos burgueses. Los del pueblo andarían entre los alzados, sobre todo los guardias civiles, y los que se posicionaron con Franco desde una variedad de posibilidades que irían del convencimiento ideológico, a laa creencia en un orden moral determinado o bien a verse afectados de vivir en zona ocupada a pesar de no estar convencidos de las ideas de los de allí. En fin, todo es más complejo, pero pareciera que la novela narra la batalla del Jarama a través de un día normal y corriente de domingueo en tiempos de paz, y más allá todavía, en metáfora y alegoría, incluso narraría una alegoría explicativa de la guerra civil española y sus consecuencias en general. No faltan los que serían exiliados, la ayuda alemana, los aliados naturales (los norteamericanos) desentendiéndose de ayudar a la República, las comunas en la guerra, o el mayo de 1937 por ejemplo. Y todo ello, a la vez, dando un retrato de lo que era la sociedad española con Franco en plena década de 1950 tras varios años de dictadura sin hablar directamente ni de la dictadura ni de política. Y sin embargo, como decía Sánchez Ferlosio, se trata de una simple historia hasta cierto punto aburrida de un grupo de jóvenes domingueros de la capital que van a un pueblo cercano a pasar el día sin siquiera molestarse mucho en respetar o conocer algunas cuestiones de la vida del pueblo.

Brisas fuertes que parecen bombardeos, borrachos que se les cae el vino y se derrama mientras ellos caen, la novela es una novela donde aparece Alcalá y se la puede rastrear en su evolución en la década de 1950, pero ante todo es una de las novelas consideradas esenciales del realismo social del siglo XX español.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".