viernes, 6 de septiembre de 2019

Las horas afiladas


Título: Las horas afiladas
Autor: José Pejó Vernis. 
Edita: Ayuntamiento de Mora.
Imprenta: Industrias Gráficas Rafael.
Año de publicación: 2014 (1ª edición).
Género: Poesía. Ilustración.
Depóstio Legal: TO 287-2014

De entre los libros que publicó José Pejó está Las horas afiladas, ganador en 2014 del XXXIX Certamen de Poesía "Rafael Fernández Pombo", convocado por el ayuntamiento de Mora, tierra de olivos, en la provincia de Toledo. El librito en realidad fue publicado en formato tipo cuadernillo, con cubiertas de cartulina gruesa y grapado en caballete. Contenía además diversas ilustraciones en tinta negra, sin escala de grises, producto de la creación de Emilyblue, que era además quien maquetó el poemario.

Se trataba de diecinueve poemas recogidos en cuarenta y una páginas, combinados con las ilustraciones citadas. Eran poemas breves, el más largo llega a veintidós versos, pero por lo general rondan los diez versos o menos. Muchos de ellos están presentados en la misma página por otros poemas aún más breves, por lo general de dos versos, aunque también había presentaciones de cuatro versos.

Estamos ante la obra quizá de cariz más nihilista de Pejó. Los poemas giran en torno a la vida. Pejó dota a la vida con el sentido de lo único existente más allá de las personas. El tiempo y la muerte aparecen y en el conjunto de todos los poemas parece que se nos indica que son la nada, reforzándose una y otra vez la vida y como valor único a celebrar en cada existencia. Ya en el primer poema hay una primera declaración rotunda de nihilismo, tal vez de agnosticismo. Desde luego hay en él cierto aire de desengaño y de afirmación de haber llegado a una conclusión sobre lo que nos hace estar aquí y por tanto lo que hay que atender.

La niña con pañuelo palestino y crucifijo
no resuelve el problema en la oración.
Se sube al autobús.
De pronto, cierra el cielo de sus ojos.
Cierro yo, al mismo tiempo,
los míos para verla en un poema
y no espero encontrar, cuando los abra,
ningún dios, en concreto, sólo a ella.

No es la temática general más habitual de Pejó, pero en este poemario alcanza a través de ella un alto nivel de perfección en su estilo. Pejó pudo estar reflexionando sobre el sentido de la existencia durante la composición de este poemario, ligándolo íntimamente a ese descreimiento que se nos presenta no como conflicto abierto, sino como serena conclusión y paz interior de aceptar el vacío existencial. Nos lo expresa además sin caer en profundas reflexiones filosóficas, como hacía Unamuno en sus poemas de comienzos del siglo XX, sino que lo hila en fino lenguaje netamente poético y alcanzable por cualquier lector.

(...)
El río sigue río en cada cambio
de civilizaciones, su poema es el agua,
y sus versos, al hilo de una ruta,
describen la realidad de su presente.
(...)

El poema donde más palpable se hacen estas ideas es el llamado "El hecho de nacer".

El hecho de nacer, el de inducir 
agua fértil en un cuerpo sediento
es surgir a la vida en tierra seca,
mientras la muerte viaja en otro tren,
hasta la última paz, polvo de estrella.

En la continuidad de este milagro,
ser pájaro, ser hombre, ser libélula
o ser escorpión es aprender a vivir tu propia vida.

Alumbraré otros versos donde me reconozca.
Tengo el candado abierto, un ideal
en mi mente de hierro, y un sueño como asilo.

Y todavía, en esta constante reafirmación de que la única verdad es la vida en sí, escribe en otro poema: "La primavera, aún no siendo la misma, / volverá, como siempre".  En otro poema iniciará con estos versos: "El aliento de vida es un concepto / con alma que nos hace independientes, / y hace al hombre rodar imprevisible". Aún así, Pejó proclama como poeta su deseo y afirmación de vivir y de que la vida se perpetúe de ser a ser. "La idea de uno mismo sale afuera / con su delirio y prende en los demás", escribe.

En cierto ya había rozado la temática existencialista en los poemas de su libro Un pañuelo bordado y un cuento de luz publicado el año anterior. Sin embargo la perfección la alcanza en este otro de Las horas afiladas. Se nota en este libro que el autor interiorizó poéticamente una preocupación por este tema durante un largo periodo, pero se lanza a escribir sobre él justo cuando tiene resuelta su posición ante un posible nihilismo de la existencia: el disfrute de la vida. Así pues no lo presenta como problema o como angustia, sino que lo plantea y lo resuelve. Para el gusto de quien esto reseña quizá se podría decir que es la mejor de sus obras. Lástima que se tratara de una edición humilde y de poca difusión. Ahora bien, es evidente que esta obra es diferente al del resto de su trayectoria.

Ante un libro como este, es evidente que cada hora está afilada y es cortante y determinante. Su título es fiel metáfora de lo que el poemario trata de decirnos. Mientras se esté vivo, todas las horas cuentan, y todas las horas al pasar han sido vitales. Cada hora es existencia.

Pejó estaba a cuatro años de su muerte, quizá a tres años y meses. En 2016, dos años o año y pico después de este libro, escribirá La soledad del aire, y, tal como nos anotó José Antonio Olmedo en su reseña, aún estaba en él una reflexión poética existencialista. Para entonces escribirá versos como: "a veces, te tropiezas con otro que no sabes, / y en él te identificas", o bien: "Cultivar el fulgor, amar el reto / de la magia, ser fiel a lo vivido / y dibujar un sueño en un boceto". Con lo cual, hemos de pensar que Pejó siguió interiorizando hasta cierto punto reflexiones existencialistas. La conclusión alcanzada en Las horas afiladas no sería la definitiva, pues en aquel otro libro de La soledad del aire ya vemos como reafirma su existencia identificándose o bien con construcciones que ha hecho de sí mismo mediante la escritura o bien en otras vidas (ficticias o reales), pero ante todo, ante la suma del tiempo vivido, se reafirma a sí mismo proclamando que hay que ser "fiel a lo vivido". Lo que nos hace únicos en nuestro pensamiento y acciones es lo que nos hace ser. Podríamos entender que el poeta consideró en 2016 que volverse atrás después del tiempo vivido acumulado sería una traición a la propia existencia. Pero pensemos que ya en 2014, en el citado poema "El hecho de nacer" podemos leer en sus últimos versos cómo el autor afirma que puede reconocerse a sí mismo en versos diferentes que pueda crear y dice "Alumbraré otros versos donde me reconozca". Por lo que existencia e identidad están unidas, siendo que la identidad se construiría con las acciones propias a las que ser fiel y con el argumento que de uno mismo uno se construya para sí. Recordemos de nuevo esos versos de "El aliento de vida es un concepto / con alma que nos hace independientes, / y hace al hombre rodar imprevisible".

En todo caso, en los tres últimos poemas de Las horas afiladas Pejó se aproxima a una temática que ya ha tratado en muchos de sus poemarios anteriores, la relación con otra persona como algo que hace cobrar mayor sentido a la vida. El nihilismo que respira este poemario se filtra esta vez en esta temática, pues al declararnos huérfanos a todos y cada uno de nosotros en la existencia, mitiga esta orfandad cuando dos vidas se cruzan y hacen el camino juntas. Es el amor o el cariño lo que hace compartir vidas y con ello mismo hace vivir, por tanto: da sentido a la existencia. No nos deja esta vez explícito si esa relación de amor o cariño es a una persona amada en sentido de pareja, o bien a una madre, padre, hermano, hermana, amistad, mascota, o a quién. En ese sentido, cierro esta reseña con su poema "En un imperceptible parpadeo".

En un imperceptible parpadeo, también
dos almas son capaces de viajar, presintiéndose,
hasta el punto infinito donde se unen sus viñas,
resplandecer las dos, con su orfandad,
dibujarse a sí mismas para ser,
amarse, raya a raya, en lo más íntimo,

y no dejar de sorprenderse nunca,

Así son las fronteras de la estima,
esas justas ladronas del querer.


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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