sábado, 23 de mayo de 2020

El Jarama

Título: El Jarama
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio. 
Editorial: Destino. 
Año de publicación: 1956 (1ª edición). 
Colección: Áncora y Delfín. 
Nº de volumen en la colección: 121. 
Género: Novela. 
Depósito Legal: B.13640-1961 (para la 5ª edición -1961- sacada a partir de la 1ª de 1956) [El ISBN existe solo a partir de 1966)
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Título: El Jarama
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio.
Editorial: DeBolsillo (Nuevas Ediciones de Bolsillo)
Año de publicación: 2018 (1ª edición).
Colección: Contemporánea. 
Nº de volumen en la colección: 26.201. 
Género: Novela.
ISBN: 978-84-9062-719-8 (edición para adultos)
ISBN: 978-84-6633-099-2 (edición escolar)

Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927-Madrid, 2019) es uno de los autores importantes de la Literatura española del siglo XX, más en concreto, de su segunda mitad, siendo una voz destacada de las letras españolas en los tiempos de la dictadura de Franco y la primera década de la actual Monarquía Parlamentaria, aunque no dejó de escribir en toda su vida. No es de Alcalá de Henares, ni vivió, ni estudió en Alcalá de Henares. Sí que es cierto que recibió el Premio Cervantes en 2004, por lo que vino a recogerlo de manos del rey Juan Carlos I, y que tiene una calle dedicada a él en el nuevo barrio de Espartales, en el norte de la ciudad. Sin embargo, Debió estar y conocer bien la ciudad y su funcionamiento, pues en una de sus obras más famosas, El Jarama, da detalles de ella y la transforma en uno de los municipios claves en la trama. Así que hoy le toca el turno a esta novela y a este autor. Fue una novela escrita en Madrid entre octubre de 1954 y marzo de 1955, y fue precisamente en 1955 que la presentó al prestigioso Premio Nadal, organizado por la revista barcelonesa Destino desde 1944, en homenaje al que fue su redactor jefe, Eugenio Nadal Gaya, la cual pasó a ser una editorial de libros de mismo nombre, Destino, dentro del llamado Grupo Nadal. La novela fue premiada, siendo este premio uno de los más importantes en España, por ello fue publicada en febrero de 1956 por primera vez. Rafael Sánchez Ferlosio era el duodécimo premiado con el Nadal.

Destino la publicó dentro de su colección de novelas y ensayos llamada Áncora y Delfín, con el famoso logotipo que ha perdurado como signo más que identificativo de esta editorial. Ocupaba el número 121 en la colección. Se hizo en cartoné, que es lo que popularmente se llama tapa dura, con sobrecubiertas de papel sobrias en blanco con enmarcaciones y letras en verde oliva con los datos básicos de la obra como ganadora del Nadal de 1955. El libro se vendió bastante bien, tuvo mucha aceptación. Para 1961 iba ya por la quinta edición. Las cubiertas de papel ahora mostraban una ilustración de unas bicicletas como las que usarían los protagonistas del relato. La cubierta de cartón duro oculta por esta sobrecubierta sería de azul marino, verjurado, con el símbolo de la colección troquelado en la portada y el lomo con el título, autor y de nuevo el logo en letras doradas. Esta edición de 1961 es la que yo tengo, por lo que es la que vamos a seguir, si bien cabe apuntar sobre ella que pese a lo prestigioso del premio y lo renombrado de la editorial, contenía numerosas erratas de impresión en el texto. Sea como sea, el libro ha tenido innumerables ediciones y reimpresiones y se ha incluido en colecciones diversas. En 1966 se puso en funcionamiento por primera vez el ISBN en Reino Unido, España lo adoptó en 1967 y ahí comienza otro de los hitos de las ediciones de este libro, al hacerse eco de él varios autores españoles importantes de la época en varios artículos de periódicos y revistas. Terminada la dictadura entre 1975 y 1978, el libro comenzó a ser lectura obligada en muchos institutos de bachillerato, hoy educación secundaria, lo que relanzó su lectura, conocimiento y compra, aunque en la actualidad hace ya varios años que el profesorado prefiere de este autor que los alumnos lean Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), el primer libro de Sánchez Ferlosio, mucho más imaginativo y próximo al gusto por lo fantástico que existe en lo que va de siglo XXI. La portada de las bicicletas se integró y se adaptó varias veces en las ediciones en rústica (tapa blanda). Una de las ediciones más curiosas vino en 1979, que se vendieron los dos primeros libros del autor juntos en un solo volumen de cartoné. A partir de 1989 buena parte de Ediciones Destino fue comprada por la Editorial Planeta, que controla el otro de los mayores premios literarios de España, el Premio Planeta, y en 1996 la compró en su totalidad, manteniendo su sello, ediciones y su catálogo. Eso hizo que el libro no solo esté disponible dentro de Destino, sino que también saltara a otras editoriales del Grupo Planeta, cada una con portadas, formatos y planteamientos diferentes, así como a colecciones vendidas a través de la prensa diaria. La edición más actual es en la editorial DeBolsillo, que pertenece a Planeta, sacada doblemente en 2018 en una edición normal para adultos y otra más crítica y a modo guía para su estudio escolar, el diseño de sus portadas puestas una al lado de la otra es digno de estudio y comentario como parte de las técnicas comerciales actuales de la venta de libros y el conocimiento de sus potenciales lectores.

Rafael Sánchez Ferlosio, nacido en 1927 en Roma, en la Italia gobernada por el fascismo de Mussolini, era hijo de otro escritor importante del siglo XX español, Rafael Sánchez Mazas, que, por otra parte, también llegó a ser Ministro de Franco entre 1939-1940, año de gran represión contra la gente de izquierdas que perdieron la guerra civil, y procurador en Cortes de 1943 a 1966, vía por la cual es probable que Rafael Sánchez Ferlosio conociera bien los procedimientos legales, su lenguaje y los escenarios y personajes de la Justicia española de la époc de Franco, que tan bien describe en El Jarama. Sus primeros años los vivió en aquella Italia de Mussolini, donde su padre era corresponsal del diario ABC. Además, Sánchez Mazas fue uno de los primeros ideólogos que dejaron asentada las ideas de Falange Española, al estilo del Partido Fascista italiano. Antes de ser nombrado Ministro de Franco en 1939, llegó a ser parte del servicio de relaciones exteriores de Falange, si bien fue librado de ser fusilado durante la guerra por parte de los republicanos de la mano de los propios republicanos. Rafael Sánchez Ferlosio tuvo por hermano a otras dos personas destacadas, un matemático filósofo, Miguel, y un cantante poeta, Chicho. Estudió con los jesuitas de manera férrea en el nacionalcatolicismo del franquismo. Desde niño le gustaba escribir cuentos que les leía a sus padres en los viajes en coche, tal como se narró en varios de sus obituarios en prensa cuando murió en 2019. Siendo joven veinteañero comenzó así varias historias que terminó hilando por estímulo de su madre, estas se transformaron en Industrias y andanzas de Alfanhuí, que se publicó en 1951, teniendo él 24 años de edad. Cabe la duda de si se hubieran fijado en él los editores si sus padres no hubieran tenido la relevancia que tuvieron en la cultura y la política del momento, igualmente para su segundo libro, El Jarama, escrito como se ha dicho entre 1954 y 1955, ganador del Nadal en 1955 y publicado en 1956. Esto dicho a pesar del gran éxito que tuvieron ambos y de la calidad que se les otorga, porque eso, evidentemente es también algo real. El propio autor decía en sus últimos años reconocer la gran suerte que tuvo de contar con unos padres que siempre le animaron y apoyaron para ser escritor, cuando la realidad social de su época llevaba a muchas personas y familias a otras realidades forzadas más duras.

Se casó en 1953 con su novia de hacía tres años, la escritora Carmen Martín Gaite, que a la vez ganaría el Nadal ella misma en 1957 y que también tiene en su biografía algunos nexos a Alcalá. Tuvieron un hijo que murió de meningitis en 1954, durante el proceso de escritura de la novela que nos ocupa, cosa que queda reflejada en el texto. Una segunda hija moriría también joven, ya en 1985. Ellos se separaron amistosamente en 1970. Tiempo después Sánchez Ferlosio iniciaría un segundo matrimonio con otra mujer. 

En 1961 sacó adelante otros dos libros de prosa, y aunque no abandonó el género de la novela, sí comenzó a dejarlo un poco apartado para dar prioridad a múltiples ensayos y sobre todo numerosos artículos de prensa que publicaba, por ejemplo en el diario ABC. Destacó especialmente por su crítica a la pedagogía de su tiempo. Consideraba la educación como algo básico para el cambio de la sociedad y la mejora personal de los individuos. Era contrario a la represión y a la mentalidad cerrada que limitaba las libertades y las probabilidades de cada uno. Defendía el libre pensamiento, el fin de los sistemas  basados en evaluaciones numéricas de los alumnos, contrario a la jerarquía en las aulas, contrario a que los padres se transformasen en guardias de las actividades de sus hijos mediante notas y permisos, etcétera. Al igual que su padre viró críticamente contra los valores de la dictadura, aunque era conservador. Sánchez Ferlosio defendió férreamente una pedagogía que debía hacer libres a las personas más allá de los gobiernos. Recibió el Premio Cervantes en 2004 y el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2009, aunque en realidad es receptor de hasta doce premios importantes de la Literatura española. Cuenta con nueve libros de prosa (entre novelas y recopilaciones de relatos) y veintiuna obras dedicadas a compilar ensayos. Como se ha dicho, moriría en Madrid en 2019.

El propio autor dijo de El Jarama que era su peor obra, que no comprendía su éxito y que si por él fuera la reescribiría entera. Comprendía que podía resultar incluso aburrida, sin que pasara nada aparente. Se burlaba de quienes habían querido ver en el libro alusiones políticas, referencias alegóricas a la guerra civil, o cualquier tema complejo. Él definió aquella obra hasta bien cerca de su muerte como una mala obra que gozó de un gran éxito, cuya temática no era otra que servirle de excusa para mostrar los diferentes tipos de lenguajes que coexisten en una sociedad como reflejo de la complejidad de la sociedad misma. En todo caso, pese a lo que el propio autor dijo, resulta innegable que la novela es reflejo de su época y retrata bien el nivel social alcanzado a mediados de la década de 1950 mediante la dictadura, las mentalidades reinantes, los derrotados y las formas sociales y creencias de los vencidos aceptadas como naturales incluso por los derrotados y sus hijos, así como los vientos de deseo de cambio en cuanto a lo moral se refería en los jóvenes. Y, pese a las palabras del autor, es evidente que la guerra civil y el paralelismo con los sucesos, están en la novela. 

El Jarama ha dividido a la crítica desde el inicio de su aparición. El escritor de relatos y cuentos Ignacio Aldecoa, que apreciaba a Sánchez Ferlosio y del que fue amigo, habló en un artículo de periódico muy elogiosamente del libro, dándole numerosos méritos literarios, lo que hizo que enseguida se interesaran por ella numerosas personas que no se atrevieron a contradecir a Aldecoa. Lo cierto es que en principio el libro no había levantado pasiones en el general de los lectores. Tenía incluso contundentes detractores que acusaban a la obra de todo lo que después dijo el autor de ella, y de más, criticándola de aburrida, anodina y de mera descripción de la juerga de un grupo de amigos. A la voz de Aldecoa alabando la novela se le sumó la de Miguel Delibes, que fue otro Premio Nadal en 1947. Y puesto que Sánchez Ferlosio venía de la familia que venía, tenía los amigos que tenía y tenía tales defensores, se le sumó que participaba de numerosos círculos literarios donde era amigo de otros tantos autores que han pasado a la Historia. Sumando voces, su novela quedó más que defendida frente a sus detractores, que por cierto nunca dejaron de aparecer incluso en fechas recientes. Quizá la voz más importante para aumentar la credibilidad de la valía de su prosa vino de un escritor español que estaba exiliado, en 1966 Max Aub escribía muy a favor de esta novela, con esto quedaba asentado que realmente la novela tenía una calidad extraordinaria para el momento.  

La novela fue premiada por la naturalidad de sus diálogos y por la riqueza de su lenguaje coloquial que se ajustaba a la perfección a la verdadera forma natural de hablar de los diferentes grupos sociales, desde los modernismos de los jóvenes a los modernismos introducidos por la prensa, el castizo, algún cultismo traído por las modas, la sobriedad castrense de la guardia civil, los formulismos del lenguaje legal, el lenguaje propio de la gente de pueblo o de los de la capital, el de los estudiantes, el de los sin estudios, el de personas que vivieron tiempos jóvenes en la guerra civil y aquellos que no la conocieron, etcétera. Precisamente ese mérito técnico que le reconoció el jurado es el único que se otorgaba Sánchez Ferlosio en esta obra, que por el contrario siempre fue más favorable a su primer libro sobre Alfanhuí, la historia de un niño que vive la realidad transformándola en fantasías, lo que da lugar a crear el relato de su historia a través de una especie de narración de cuentos creados por su propia forma de ver el mundo. Toda la riqueza léxica de El Jarama era resultado, según confesión del autor, de una enorme lista de palabras y expresiones que fue apuntando en una libreta durante años según las oía, todas las cuales se marcó por objetivo incluirlas en un relato largo en su apropiado contexto, y así lo hizo.

Si bien en Industrias y andanzas de Alfanhuí aparece el río Henares, la acción transcurre en Guadalajara, en El Jarama el río por excelencia es el Jarama, aunque se lleguen a mencionar el Manzanares, el Henares y el Tajo. En el primer libro, el de Alfanhuí, el protagonista abandona a su familia en Alcalá de Henares y parte siguiendo el río hacia Guadalajara; se menciona a las ancianas de Guadalajara que al acercarse mucho al Henares se descuidan y terminan cayendo al río, que las mata y las arrastra hasta la poblaciones por donde va la corriente pasada Guadalajara, hemos de pensar en Azuqueca de Henares, Meco o Alcalá de Henares, esta última como una probabilidad de muchos kilómetros de arrastre de la corriente. Un pasaje parecido aparecerá en El Jarama, cuando se menciona las ovejas que se descuidan, caen al río y el Jarama las lleva río abajo a otras poblaciones pasado San Fernando de Henares. Pero si en algo concierne esta novela a Alcalá de Henares no es tanto por el Henares, que desemboca en el Jarama a la altura de San Fernando de Henares con Coslada, sino por la mención misma de la ciudad y su protagonismo, así como de la naturaleza propia del Valle del Henares en el espacio y municipios entre Coslada y Alcalá de Henares. Aún hay un tercer libro de Sánchez Ferlosio donde se intuye Alcalá de Henares, El testimonio de Yarfoz, publicado en 1986, ambientado en una civilización ficticia de época protohistórica previa a los romanos, entre Alcalá, Titulcia y Madrid, volviendo una vez más a elegir este escenario geográfico para sus ficciones. Hemos de pensar que él estaba plenamente relacionado con esta zona Este de la Comunidad de Madrid.

Como sea, hay que explicar por encima el argumento de la obra El Jarama para poder ahondar en ella. En realidad se aproxima mucho a lo que sería una novela de costumbres como las de finales del siglo XIX y comienzos del XX. El Jarama es una de las obras cumbres del llamado realismo social, que es una de las corrientes literarias que se dieron en España entre los años 1940 y 1950, con algunas obras aún en los años 1960, imbuídos ya en textos que apuntaban ya a la experimentación. Dentro de esa corriente se ha enmarcado a menudo a Cela, Delibes, López Pacheco, Martín-Santos o el propio Sánchez Ferlosio, como los más destacados, con obras como La Colmena, La familia de Pascual Duarte, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Central Eléctrica, Tiempo de silencio o esta: El Jarama. Antes de avanzar volvamos a mencionar a Sánchez Ferlosio rechazando a los que denominaron a su novela como realismo social, cosa que apoyó Delibes décadas antes de que lo descartara el autor, si bien Delibes razonaba que los realistas sociales siempre introducían un aliciente político al relato como explicación de lo que denunciaban de la realidad social, Sánchez Ferlosio una vez más defendía que la obra era un ejercicio para poder experimentar los diferentes lenguajes que a la vez forman el español al hablar las diferentes clases de tipos sociales que hay en una sociedad. Pero tanto el razonamiento de Delibes como el del autor son tramposos, porque si hay algo en El Jarama es desde luego una sutil referencia a la política del momento a través de como la dictadura y el trauma de la guerra había conformado a todos los personajes de la novela. Quien más, quien menos, todos en esta novela tiene su biografía afectada por la dictadura, su política, sus leyes, su administración y sus modos, creencias y costumbres sociales. Es inherente.

En todo caso el propio autor, que era admirador del cine neorrealista italiano nacido justo al final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, el cual dominará el cine de origen europeo en la década de 1950 en la que se escribe la novela, dirá que su novela es neorrealista, atándola así a un género otorgado al cine, no a la literatura, a pesar de que en pleno siglo XXI, con una cultura audiovisual fuerte, empiecen a haber voces que hablen de neorrealismo literario. Es cierto que la novela se estructura de manera lineal durante más de diez horas de un domingo a tiempo real, sin escatimar detalles, desde los interesantes a los más comunes y anodinos, y organiza incluso varios escenarios de sucesos y grupos sociales que se entrecruzan al modo de las escenas, tramas, ritmos y secuencias del cine neorrealista, y que incluso los diálogos están tan hasta el mínimo detalle que parecieran guiarnos en la acción al modo de los guiones de cine, pero todo esto es parte del realismo social, no obstante, el realismo, el que se dio en el siglo XIX con Benito Pérez Galdós, por ejemplo, ya usaba de toda esta naturalidad realista, buscando la realidad de lo narrado. Sea como sea, el director de cine Carlos Saura hizo un guiño a la novela en la película Los golfos (1959) y quiso llevarla al cine en 1964 sin lograrlo, aunque, hasta cierto punto, su película La caza (1966) guarda mucha relación en su relato con esta novela.

Un grupo de once amigos, chicos y chicas, de una veintena de años, se van a pasar un domingo de verano al río Jarama. Básicamente todos son de Vallecas, un pueblo que ya en esa mitad de los años 1950 es descrito como si fuera parte de Madrid capital, como si fuera un barrio, tal como hoy día lo es. Van a la zona del río de San Fernando de Henares próxima a Coslada, por donde está la presa donde se juntan los ríos. Allí hay otros grupos de jóvenes y familias de la capital que mezclarán sus historias con ellos, a la vez que la gente del pueblo que les atiende por tener un bar cercano nos muestra su propia realidad al celebrar entre ellos y sus vecinos un domingo de vinos y comidas de terraza en el negocio, entre los vecinos hay un matrimonio alemán que vive en el pueblo desde hace varios años. Entre medias de todos los grupos hay un cementerio a orillas del río y una pareja de guardia civiles que les dejan estar pero dentro de unas normales morales que chocan con la juventud y con las costumbres de la capital. En determinado momento ocurrirá una desgracia y, en ese momento, intervienen gentes de leyes, y una de esas personas será el juez de la partida judicial, que es la de Alcalá de Henares, por lo que la acción pasa por recogerle de una fiesta en el Casino de la Plaza de Cervantes, descrita con gran precisión tanto la plaza como el Casino, y llevarle a San Fernando de Henares, mientras en el camino se cruzan con norteamericanos que están allí porque van a instalar una base aérea militar en Torrejón de Ardoz por los acuerdos del gobierno de Franco con Estados Unidos de América. 

La novela se puede leer a diferentes niveles, no sólo como contraste de las diferentes tipologías sociales de España, todas atravesadas por la dictadura, para su gusto o disgusto. Podemos encontrar un conflicto generacional; la entrada de nuevos gustos e ideas en España; deseos de democracia o de justicia que extrañamente se leen en la novela incluso en su más que probable quinta edición con censuras de 1961; referencias implícitas o latentes a la represión franquista (por ejemplo en la melancolía del hombre de los zapatos blancos o en la mención del apellido Ocaña como algo malo, en referencia al penal de Ocaña donde se produjeron en los años 1940 numerosos fusilamientos, entre ellos los de los ocho inocentes de Alcalá de Henares acusados y sentenciados culpables por la explosión del polvorín de Alcalá de Henares en 1947, ejecutados en 1948); en pleno siglo XXI podemos rastrear la evolución de los municipios de la Comunidad de Madrid e incluso de sus rastros ecológicos; podemos comprobar una mentalidad que aún en los años 1980 y 1990 muchos hemos conocido en numerosas personas de nuestro entorno; etcétera. Lo cierto es que la novela muestra vidas comunes en un domingo común donde ocurre un accidente, pero el retrato es tan fiel y fidedigno a la realidad social que había y que perduró incluso mentalmente hasta en pleno 2020 en varios sectores de la población, que es una novela con una gran cantidad de cualidades a pesar de que, seamos sinceros, ciertamente resulta aburrido leerla en principio hasta que no pasas un número considerable de hojas, y eso teniendo en cuenta que tengas unos mínimos conocimientos de claves políticas, culturales y sociales del siglo XX, incluidas las musicales, para poder saborearla bien. El lector de 2020 no es el lector de 1956, nosotros jugamos con la ventaja de saber qué ocurrió y por tanto sabemos porqué está ocurriendo tal cosa en la trama que probablemente en 1956 fue pasado por alto como algo sin importancia. Max Aub lo dijo, la novela está llena de sutilezas muy finas que hay que saber descubrir, porque juntas forman un total aldabonazo contra lo que supuso la dictadura. Bien es cierto que para el lector de 1956 o de 1966, al estar en marcha la dictadura y tan cerca la guerra, la lectura de este libro probablemente les supuso numerosas cuestiones que a nosotros se nos escapan, y quizá hay que leer las voces de quienes dejaron su visión por escrito para poder recuperar algo de aquellas claves de escritor para el lector.

Aparece el valle del Henares, se menciona el Cerro del Viso que tanto marca la Historia y la orografía alcalaína, la línea de tren que va a Alcalá de Henares, que en realidad une Madrid con Zaragoza y Barcelona, por tanto lleva a Europa y todo lo que eso significa, pero a la vez va de la ciudad al mundo rural que usan los de ciudad para pasar el rato, atropellando una realidad de las cosas y el mundo a otra y al revés, aparece el dulce más famoso de Alcalá, las almendras garrapiñadas y las monjas que las hacen, aparece su juzgado y su carácter de cabeza de partido judicial, su carácter de ciudad de provincia, la Plaza de Cervantes y la estatua de Cervantes al detalle, el Casino descrito incluso por dentro, apegado al Paraninfo, con todo lujo de detalles, y la carretera vieja que une San Fernando con Alcalá, que pasaba justo por la mitad de Torrejón de Ardoz partiéndolo por la mitad, lo que hoy día es su calle principal al trasladarse la carretera un poco más al norte. 

En su todo, la novela menciona a los citados Coslada, San Fernando de Henares, Torrejón de Ardoz, Alcalá de Henares, Meco, Vallecas (como parte de Madrid ya) y Madrid, pero también a Almodóvar, Brunete y Paracuellos del Jarama. Sobra decir que precisamente el lugar del domingueo no es casual, pues elige justo la ubicación de una de las batallas más importantes de la guerra civil, El Jarama, hasta el punto que incluso lo mencionan los personajes al principio, pese a que parte de ellos no quiere hablar de la guerra, pero la guerra estará latente de manera directa e indirecta en numerosos pasajes y personajes. De hecho, pareciera que la trama esté ordenada guardando un paralelismo con aquella batalla y que incluso algunas frases y párrafos, con todo su realismo, pudieran ser alegorías y metáforas a hechos de los que no se podía hablar de cualquier modo en el gobierno de Franco. Así pues el grupo de jóvenes bien podría asemejarse a los libertarios venidos de Madrid para defender el Jarama, dado su comportamiento grupal y comunitario, los cuales en determinado momento se asocian a otro grupo de jóvenes que se asemejan a lo que pudiera entenderse comunistas y son asistidos aún por un joven estudiante de medicina que, por alusiones a su papel en la obra y porque el presidente Negrín era médico, pudieran ser los republicanos burgueses. Los del pueblo andarían entre los alzados, sobre todo los guardias civiles, y los que se posicionaron con Franco desde una variedad de posibilidades que irían del convencimiento ideológico, a laa creencia en un orden moral determinado o bien a verse afectados de vivir en zona ocupada a pesar de no estar convencidos de las ideas de los de allí. En fin, todo es más complejo, pero pareciera que la novela narra la batalla del Jarama a través de un día normal y corriente de domingueo en tiempos de paz, y más allá todavía, en metáfora y alegoría, incluso narraría una alegoría explicativa de la guerra civil española y sus consecuencias en general. No faltan los que serían exiliados, la ayuda alemana, los aliados naturales (los norteamericanos) desentendiéndose de ayudar a la República, las comunas en la guerra, o el mayo de 1937 por ejemplo. Y todo ello, a la vez, dando un retrato de lo que era la sociedad española con Franco en plena década de 1950 tras varios años de dictadura sin hablar directamente ni de la dictadura ni de política. Y sin embargo, como decía Sánchez Ferlosio, se trata de una simple historia hasta cierto punto aburrida de un grupo de jóvenes domingueros de la capital que van a un pueblo cercano a pasar el día sin siquiera molestarse mucho en respetar o conocer algunas cuestiones de la vida del pueblo.

Brisas fuertes que parecen bombardeos, borrachos que se les cae el vino y se derrama mientras ellos caen, la novela es una novela donde aparece Alcalá y se la puede rastrear en su evolución en la década de 1950, pero ante todo es una de las novelas consideradas esenciales del realismo social del siglo XX español.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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