Título: Gritos de papel. Las cartas de súplica del exilio español (1936-1945).
Autora: Guadalupe Adámez Castro.
Editorial: Comares Editorial.
Año de publicación: 2017. (1ª edición)
Colección: Comares Historia.
ISBN: 978-84-9045-491-6
Guadalupe Adámez Castro es Doctora en Historia por la Universidad de Alcalá de Henares, ciudad, la de Alcalá, de donde procede y donde vive. Sus investigaciones y estudios universitarios para obtener el doctorado obtuvieron el Premio Nacional a la Mejor Tesis Doctoral Sobre Movimientos Migratorios en el mundo contemporáneo, otorgado por el Centro de Estudios de Emigraciones y Exilio y la Dirección General de Migraciones del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Precisamente con el apoyo del premio de esos organismos estatales y mediante la editorial Comares publicó dicha tesis doctoral tras adaptarla y reducirla para un público lector más amplio, como se suele estilar en las publicaciones de tesis universitarias. Es una costumbre de nuestras épocas que suele privar a los lectores más especializados de muchos de los datos que podrían realmente interesarle para su consulta, considerándolos los editores pesados para su lectura. Como sea, se produjo la publicación en 2017 bajo el título Gritos de papel. Las cartas de súplica del exilio español (1936-1945).
Se trata de un libro con un diseño elegante y moderno para lo que suelen ser las publicaciones académicas. Contiene unas cubiertas con solapas amplias y una portada con una fotografía en blanco y negro que combina artísticamente el color sepia de las fotografías envejecidas proyectado en una maleta atada con una tela pertenecientes a una madre y una hija en su intento de paso de los Pirineos andando, presumiblemente, bajo un cielo que aparece en un azul pastel. El libro trae fotografías y gráficos que, junto a los pies de notas, ayudan a entender tanto los datos que se dan como el origen de los archivos y entrevistas orales de donde han sido sacados. Ofrece además una amplia bibliografía y fuentes, así como una guía de siglas y todas aquellas cuestiones que pudieran ser necesarias para entender lo que se nos explica argumentalmente. En ese sentido la propia autora aporta un prólogo donde explica el porqué del libro, el porqué de cada capítulo, cómo se organizan y cuáles son sus objetivos, a modo de guía explicativa donde, además, da agradecimientos a personas e instituciones que la ayudaron en la tarea investigadora, agradecimientos que se repiten a otras personas a lo largo de las notas a pie de página del resto del libro.
A pesar de lo premiado del libro, eso sí, y de la prestigiosa editorial que lo edita, así como las instituciones que lo avalan, en la página 66 se puede leer que las instituciones republicanas se mantuvieron hasta la muerte de Franco en 1975, dando fin a su labor histórica. Se trata de un error de cierto peso en un libro que trata del exilio y de las instituciones republicanas que lo trataron. Las instituciones republicanas acabaron toda su actividad y su labor histórica el 21 de junio de 1977, con las elecciones en España, y no con la muerte de Franco en noviembre de 1975. Fue el jefe del Estado republicano en el exilio, José Maldonado, quien dio el comunicado del final. Es un error mínimo que, además, más adelante, en otro capítulo del libro, entra en contradicción, ya que se volverá a citar la fecha del fin de las instituciones republicanas ahora sí en su año correcto, 1977. Así mismo, en la página 73 aparece un gráfico representativo de la asistencia social para los refugiados que es un tanto confuso como organigrama. Con espíritu de archivero e historiador, quien escribe esto ha tratado de encontrarle un sentido menos confuso de lo que se ve en un primer vistazo, se logra y se suple gracias a la explicación en texto sobre la asistencia social en la página 72 y siguientes. Son sólo dos detalles que no deslucen ni perjudican ni aminoran el valor documental e informativo del libro, pero llama la atención que aparezcan, dan sensación de que las personas dedicadas a revisar el texto, tanto como tesis doctoral que como libro avalado por instituciones del gobierno y editado por Comares, no han hecho con atención total su trabajo. No obstante, esos detalles no es lo más significativo ni lo más importante del libro.
La temática del presente estudio, bastante novedoso y dentro de la corriente que en las décadas más recientes quiere dar voz y visibilidad a las personas anónimas en la Historia para poder escribir y comprender esta de un modo más acertado y próximo a la realidad, trata sobre las cartas de súplica que escribieron los españoles que se tuvieron que exiliar de España entre 1936 y 1945 a causa de la guerra civil de 1936-1939. Sin embargo, en realidad el grueso de las cartas que se han tratado se centra entre 1939 y 1942 ó 1943. Del mismo modo que, aunque se ha consultado bastantes archivos, tienen una notable importancia los fondos de archivos mexicanos y, dentro de España, en el Archivo Obrero, en el correspondiente a la Fundación Pablo Iglesias, el Archivo Amaro del Rosal Díaz, persona que estuvo al cargo de la organización para atender a los refugiados y exiliados españoles en México. Se echa en falta, por ejemplo, la consulta del archivo del PSOE, Agrupación Socialista de París (1944-1990), dentro del propio Archivo Histórico de la Fundación Pablo Iglesias, u otros archivos que no aparecen en la lista de los consultados, como por ejemplo el Archivo Anselmo Lorenzo. En el caso del archivo de la Agrupación Socialista de París se podría haber comprobado cómo las cartas de súplica tuvieron una continuidad y una importante actividad tras liberarse París y, una semana después, reconstituirse de nuevo esta agrupación, la cual recibía peticiones de búsqueda de otros españoles que habían desaparecido o a los que se les había perdido la pista, de ayuda alimenticia y sanitaria, de ayuda para obtener referencias para trabajar, etcétera, cosa que se prolongará más allá de la Segunda Guerra Mundial, en los primeros años de la segunda mitad de la década de 1940. Igualmente, una amplitud mayor de testimonios procedentes de otros archivos hubiera podido aportar al libro una visión más allá de la socialdemócrata, ya que se hace evidente en la lectura que al ser la mayoría de cartas de procedencia de organismos o personas socialdemócratas pareciera que fuera esta tendencia la principal protagonista de todos los aspectos referentes a estos exilios y estas súplicas. En todo caso, el libro es una buena punta de lanza en esta temática poco pisada y siempre puede estar abierto a futuras revisiones o ampliaciones si la autora lo deseara. De momento, el libro es un buen libro.
Las cartas de súplica de los exiliados eran cartas que escribían las personas exiliadas para lograr de las autoridades del gobierno en el exilio, los partidos, los sindicatos y organizaciones internacionales (como por ejemplo Y.M.C.A. o los cuáqueros) algún tipo de ayuda, ya fuera ropa, comida, medicinas, búsqueda de alguna persona y principalmente el poder salir de los campos de refugiados franceses, ya que estos funcionaban casi como campos de concentración, alambradas y guardias incluidos, y donde las condiciones de vida eran muy malas, abundando las enfermedades e incluso muertes. Se solía solicitar el pasaje hacia otros países, principalmente a México. El exilio comenzó desde el mismo inicio de la guerra civil en julio de 1936, aumentó considerablemente con la caída de la zona republicana del norte de España en 1937 y se multiplicó de manera altamente exponencial con la derrota en el Ebro en 1938 y la caída de Cataluña, momento en el cual, en enero de 1939, se batió un récord de personas que marcharon al exilio precipitadamente tratando de pasar a pie los Pirineos hacia Francia, con una frontera que se abría y cerraba intermitentemente. Lo peculiar de este exilio, como señala acertadamente Guadalupe está en que también el gobierno republicano marchó al exilio manteniendo sus instituciones y contando con dinero, con lo que ante las grandes masas de exiliados y las cartas que se recibían se optó por tratar de organizar a los exiliados. El propósito era doble. Por un lado Francia se veía desbordada, por otro todos los países de recepción tenían su preferencia y sus justificaciones laborales para aceptar refugiados, y por otro lado más, el gobierno republicano, los partidos y los sindicatos, querían mantener un sentimiento de unidad y sentían tener una deuda de protección con unos españoles que habrían de regresar a España algún día y restituir los valores de la República.
Se fundó la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), que trató de encauzar las peticiones de particulares, partidos y sindicatos, y paralelamente también se fundó el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), por parte del presidente Negrín. Estos dos organismos entraron en conflicto entre sí. La JARE decía querer atender a todos los republicanos exiliados, sin distinción, aunque en realidad daba preferencia a socialdemócratas y republicanos, y subsidiariamente a anarquistas. El SERE también decía atender a todos los exiliados, pero daba preferencia a comunistas y negrinistas del PSOE (que a esas alturas se sentían próximos a los comunistas). Como se puede ver, había un peso importante de la política a la hora de atender a las personas que buscaban refugio. Aunque este problema existió de manera importante y ha sido tratado por numerosos historiadores desde el inicio de los estudios sobre la guerra civil, en el libro de Guadalupe se menciona, pero no se ahonda ni explica. Aunque hubiera sido deseable para quien escribe que se hubiera tocado el tema en un libro dedicado precisamente a las necesidades de los exiliados tratadas desde las instituciones republicanas, la autora ha preferido dar por obviado el asunto y centrarse principalmente en lo que las personas solicitaban, cómo solicitaban y qué mecanismos y cómo se ponían a funcionar para recibir y atender a las cartas. De hecho, Guadalupe opta también por no analizar los componentes políticos de los exiliados peticionarios, aunque menciona partidos y sindicatos. Su foco de atención es simplemente en el hecho de personas que escriben cartas peticionarias. Quiere remarcar el valor humano que trasciende de esas cartas, lo que, en un libro sobre el exilio deja en el lector muchas preguntas en el aire que querer formular, ya que los exiliados no lo eran por serlo y sus circunstancias no eran sólo humanas, sino también políticas en medio de una derrota y un amplio sentimiento de división ideológica y de culpas y no culpas republicanas y rechazo común a Franco y apoyo a los ejecutados. Aunque, eso sí, existiría una solidaridad común y básica entre todos los derrotados, más allá de sus ideologías y apoyos, especialmente entre las personas que no tuvieron cargos de ningún tipo.
Leyendo parece que Guadalupe quiere ahondar en aquellas personas que se hubieran visto en el exilio siendo apolíticas o sin interesarles demasiado la política pero viéndose envueltas por las circunstancias en uno u otro lado. Esta idea queda clara en el libro, la autora desea analizar el exilio desde lo humano, simplemente, pero es obvio y evidente que aquel periodo fue muy convulso y muy participativo de la política. Los exiliados no lo eran simplemente por serlo. Se puede ver en estas cartas cómo muchos de ellos escriben autobiografías destacando sus méritos políticos para intentar obtener pasajes a otros países.
Habría desde el final de la guerra al final de marzo de 1939 un periodo hasta agosto de ese año, momento en el que estalla la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente lo que sería otro más hasta la formación del gobierno de Vichy en Francia, colaboracionista con los nazis, y de ahí a otros periodos que dependerán de los acontecimientos de la guerra mundial influyendo en los exiliados españoles. El libro analiza cómo van cambiando las cartas suplicatorias, así como la forma en la que se van encauzando institucionalmente y cómo cambian el tipo predominante de peticiones. Encontramos así desde cartas muy simples a otras que se elaboran con manuales de escritura epistolar, talleres para enseñar en los campos de refugiados a dirigirse a las oficinas de ayuda, cartas toscas y con escasez de papel, llenas de faltas de ortografía, a otras más elegantes y perfectamente redactadas. Son un reflejo heterogéneo de un exilio que había unido en lo común a todo tipo de personas. Aunque los intelectuales son los exiliados que más han llamado la atención, la mayor parte de los refugiados eran gente provenientes de trabajos agrícolas e incluso industriales. Eran estos los más solicitados por los países de acogida, pero los organismos se las apañaban para colar a numerosas personas que no tenían determinadas aptitudes, merced de su pasado en tal o cual partido o sindicato, o bien por su labor en el ejército, en algún cargo o simplemente porque algunos casos eran extremadamente descorazonadores y necesitaban de algún tipo de ayuda especial, como por ejemplo colarles por delante de otras personas.
La necesidad de papel, lapiceros, plumas, tinta, sobres y sellos se transformó en algo básico y objeto de tráfico en los campos de refugiados franceses, pero la actividad peticionaria continuó fuera de ellos, en otros países de acogida, ya que se llegaba a ellos sin nada y se seguía necesitando ayuda, en especial las familias con niños pequeños al cargo. Este libro es por tanto un libro de Historia actual y un libro de Historia de la cultura escrita. La labor de Guadalape Adámez es importante y completa una visión más de lo que fue el exilio y cómo funcionó al lograr poner en contexto y reconstruir cómo funcionaban los trámites que debía realizar un refugiado para recibir ayudas. En ese sentido nos reconstruye igualmente cómo se organizó una de las primeras instituciones administrativas de la República en el exilio, con todas las vicisitudes que tenían en aquellos trágicos momentos. Una labor que necesitaba de conocer los documentos de diferentes archivos de diferentes países. Aunque aún se puede ahondar más y se debería tratar de ir completando todas las visiones y profundidades posibles a las que se pueda llegar por parte de cualquier historiador más en el futuro. A través de esos trámites conocemos además las necesidades y problemas de los exiliados más modestos. Guadalupe además reconstruye también un fragmento de la cultura popular de estas personas al exponer sus relatos, pero también al abrirnos cada capítulo con testimonios y poemas de exiliados reconocidos. No obstante, el libro ha sido presentado en diversos lugares acompañada ella por Borja Montero quien, al final de cada acto, toca con su guitarra canciones compuestas por exiliados y también canciones compuestas por el exilio, lo que es una labor extra añadida de las mentalidades y la cultura que se fue creando en aquellos campos de refugiados y en aquellos países de acogida.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
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