Autor: Francisco García Cuevas.
Editorial e impresor: El amigo del pueblo.
Año de publicación: 1910 (1ª edición).
Género: Novela.
Francisco García Cuevas fue uno de los autores alcalaínos a caballo entre el final del siglo XIX y el comienzo del siglo XX. Su labor fue principalmente periodística y muy centrada en la promoción de las ideas católicas más extremas y una ideología ultraconservadora. Él es una de las primeras personas que aparecen en los primeros años de la creación de la Mutual Obrera Complutense, hoy día Mutual Complutense, la cual era una asociación católica para la formación y representación de las clases obreras, según las ideas que lanzó el Papa León XIII en 1891 a través de su encíclica Rerum novarum, con la finalidad de frenar el avance de las ideas socialistas entre las personas más humildes de la sociedad. García Cuevas participó de todo aquello sobre todo también a través de su propio periódico local, El amigo del pueblo, mediante el cual a la vez publicó en su imprenta varios libros. Estos se vendieron en la propia Alcalá de Henares en la tienda que también pertenecía al autor, La Bola de Oro, que en su día se describía ubicada en la Plaza de Cervantes, y que en realidad está en una calle adyacente, la que da con el lateral del ayuntamiento. Estos libros también se vendieron en varias librerías de Madrid capital y, a través de la venta por correo y sus conexiones con otros periódicos católicos, en otros lugares de España. Hoy día sabemos gracias a las firmas dedicatorias que algunos ejemplares se compraron en Andalucía. Así por ejemplo, García Cuevas escribió a principio de siglo XX un libro claramente de proselitismo católico ultraconservador contestando y refutando las nuevas ideas sociales de su época, La verdad cristiana, cartas de un librepensador. Tal libro se anunciaba en la contraportada de un segundo libro que es de interés para la presente reseña, Villafeliz o El paraíso perdido.
Villafeliz o El paraíso perdido se escribió en 1909, según se lee en una nota final de esta novela, pero se publicó en 1910. Se editó, como se ha dicho, en la misma imprenta que el periódico El amigo del pueblo, por tanto, aunque el nombre de esta publicación lo ocultaba, el editor e impresor era el mismo autor, Francisco García Cuevas. Sólo tuvo una edición, de trescientas dieciséis páginas, en un papel grueso, con una portada acartonada y blanda, y unas páginas mal guillotinadas o directamente sin guillotinar, es una edición intonso, lo que abarataba el precio a la venta. La portada era un dibujo con los personajes principales de la novela, vestidos con los trajes rurales de gente humilde propios de lo que sería la época, una imagen quizá ya por entonces algo anticuada.
Quien escribe esta reseña, Daniel López-Serrano Páez, le dedicó a este libro un artículo de investigación publicado como "Villafeliz o El paraíso perdido, un preludio de distopía en 1910", en Libro de Actas del XV Encuentro de Historiadores del Valle del Henares, año 2016, páginas 269 a 283. Ya en ese momento ponía de relieve que esta novela de García Cuevas es un preludio de distopía, antes de que este género literario adquiriera sus características propiamente dichas al asentarlas Zamiatin en su novela escrita entre 1920 y 1921 (publicada íntegra en 1924), Nosotros. Una distopía es la utopía llevada a la práctica de tal manera que, por el afán de llevarla a rajatabla sin reparar en aquellos aspectos que pudieran no cuadrar con las necesidades de los individuos o las sociedades, esta utopía no sería un mundo perfecto y maravilloso, sino una suerte de mundo negativo donde el ser humano termina alienado o sometido. Un mundo donde se ha obtenido por tanto lo contrario de lo que se deseaba obtener. Un mundo donde buscando lo ideal, se ha buscado de tal forma que se ha encontrado su némesis, tal por ejemplo, en términos religiosos, sería el Infierno del Cielo.
Sin embargo, García Cuevas no termina de dar con la fórmula exacta del género distópico, como haría Zamiatin unos años después tras vivir los primeros años de la Unión Soviética y descubrir que aquella dictadura no era el mundo por el que él habría contribuido. El caso de García Cuevas aborda algunos de los aspectos que formarán lo que será la distopía, aunque su contribución quede relegada a un ámbito local alcalaíno, regional madrileño y testimonialmente nacional español en algunas ciudades mínimas. Ahora bien, se alimenta sobre todo de la crítica política sarcástica que ya tocó y alimentó el y al periodismo español el siglo XIX con Mariano José de Larra a la cabeza, o los hermanos Bécquer con sus sátiras. Un estilo que para las décadas del último cuarto del siglo XIX estaba en plena vigencia sobre todo en la prensa obrera, a la cual García Cuevas quería combatir en ideas. No es casualidad que el segundo nombre de la novela Villafeliz sea El paraíso perdido, es una referencia a la novela también llamada El paraíso perdido que escribió John Milton en 1667, y cuya trama es la venganza del Diablo respecto a Dios utilizando a Adán y a Eva metiéndoles ideas en la cabeza que debían provocar el enfado de Dios hasta que les expulsase del Paraíso.
El género de la utopía y de la ciencia ficción se había pisado poco en España, pero algo se había escrito, especialmente en las últimas décadas del siglo XIX. Precisamente encontramos en otro periodista conservador varios de los primeros relatos que campan por este género en España, el catalán Nilo María Fabra, aunque este con una tendencia más burguesa y menos reaccionaria que García Cuevas. Sus libros son anteriores a los de García Cuevas, aunque ambos vivieron de manera coetánea un tiempo. Varias de las cuestiones sociales futuras que Fabra usará para reírse de ellas aparecerán en la novela de García Cuevas, por lo que queda la duda de si el alcalaíno leyó al catalán, o si bien había puntos comunes de crítica a determinadas ideas del socialismo en España por parte de los conservadores de España. Es recomendable leer a ambos autores y comparar, si el lector está interesado en estas temáticas. Por lo demás, si el lector está interesado más bien en la utopía, la distopía y la ciencia ficción, es altamente recomendable leer a Fabra, y la lectura de García Cuevas es prescindible en cuanto a calidad, pero imprescindible en cuanto a precedente de un tipo de literatura aún por crearse y asentarse en el mundo, que bebe, eso sí, aún mucho de la prensa de crítica política y social con sarcasmos del siglo XIX.
Villafeliz o El paraíso perdido está en lo literario estilísticamente desfasada para su tiempo, que comenzaba a sumergirse en las corrientes literarias más experimentales. En cuanto a las ideas que lanza, se aferra a una España más propia de cien o doscientos años atrás de aquel 1909-1910 en la que se escribió, pues defiende una España monárquica, fuertemente jerarquizada, con un gran peso social de la Iglesia sobre la población y la educación, y con una población trabajadora apartada de la alfabetización y determinadas libertades (sean las de prensa, opinión, enseñanza, asociación, huelga, etcétera), especialmente las mujeres, como ideal de mantenimiento del orden social. Es reflejo de una España conservadora que se atenía a una España del Antiguo Régimen muchas décadas atrás abolido, pero que en 1910 recobra fuerza y arremeterá contra la nueva España que nacía hasta apoyar al golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923 y posteriormente enrarecer el ambiente social y alterar la convivencia con su radicalización y apoyo al golpe de 1936, posterior guerra civil y dictadura de Franco que guiará el destino de España por buena parte del siglo XX. Pero es 1910 y estas ideas ultraconservadoras que refleja la novela de García Cuevas, aunque están muy marcadas en este autor, aún no han llegado a todo el potencial al que llegarán en el resto del siglo. Es una novela anquilosada en otras épocas.
La novela habla de un pueblo perdido de los Pirineos, aunque en realidad el autor describió personajes ficticios que se correspondían tanto con arquetipos deformados de la izquierda tal como la parodiaba y la insultaba la derecha política de la época (insultos, tópicos y parodias que han persistido hasta el imaginario de la España conservadora de hoy día), como con personajes que sabemos gracias a los estudios históricos más recientes que existieron en la Alcalá de Henares que vivió el autor. Algunos de ellos entraron en conflicto con él en persona, como por ejemplo el maestro Francisco Pardinas, dueño de la escuela El Porvenir de la Infancia, donde, acorde a la ley vigente de aquella época, se ofrecía la posibilidad de no enseñar religión a los niños en el sentido de catequesis, sino Historia de las Religiones, por lo que García Cuevas desde su periódico inició una campaña contra el maestro y su escuela que le costaría muy caro al final de la guerra civil, muchos años después. En el libro aparece el maestro como el más pernicioso de todos los izquierdistas, por sus enseñanzas. Es sólo un ejemplo de personaje que podría tener correspondencia entre la vida real y la de los personajes del libro. En Alcalá había cobrado importancia una huelga de mujeres en 1898, en el libro aparece una mujer como líder de amotinadas. Y así podríamos seguir con el resto del elenco. El libro tiene además lugares comunes con algunas incomprensiones de las ideas socialistas y se lanza a su ridiculización demostrando en realidad que el autor no había comprendido en absoluto el planteamiento que el socialismo del momento daba como soluciones a los problemas sociales, tales como por ejemplo el reparto de la propiedad y su socialización.
La trama cuenta como un periódico obrero es leído en un bar por el maestro, provocando así convencer al resto de arquetipos de trabajadores que se encuentran presentes. Los muestra como analfabetos embrutecidos y manejables y de este modo, ante un alcalde corrupto, pues también arremete contra el sistema político turnista que funcionaba en España desde 1876, pero especialmente desde la muerte de Alfonso XII en 1885, muestra un desvarío de huelga equiparada a desorden y caos, que es peor caos cuando las mujeres comienzan a actuar, y que sólo lleva a la violencia y las ambiciones personales, por lo que se propone como orden la intervención de la guardia civil y el ejército y la colocación del sacerdote del pueblo como garante de buen gobierno social. Todos catequizados y expulsados los que no. Todo ello con un tono sarcástico y ridiculizante que, en realidad, más que ingenio demuestra unas grandes dotes para el insulto y la incomprensión hacia todo aquel que no pensaba en los mismos términos ultraconservadores del catolicismo de García Cuevas.
Este libro, pese a tener una pésima forma de ser narrado, una mala prosa, nos sirve de aproximación sociológica o ideológica de determinados sectores de la sociedad más reaccionaria, y pueda servir para comprender los desencuentros, los tópicos y los insultos de una España con la otra, aunque se trate de una novela sarcástica. Se aproxima a lo que podría ser en el futuro una distopía porque desbarata en caos todos los intentos de los habitantes de Villafeliz de construir una sociedad nueva socialmente más justa, pero no llega a ser una distopía porque el autor prefiere ahondar en el aspecto de la crítica feroz y el insulto al oponente político. Retrata con sarcasmo unas costumbres de la gente más humilde, pero ni siquiera para corregirlas, sino para mostrar a la gente de izquierdas poco menos que como gente bárbara a la que hay que someter a jerarquía y mantener bajo la guía de la Iglesia sin posibilidad de réplica o pensamiento discordante. Por ello no termina de ser una distopía, porque la intención de esta novela es muy otra a la intención que los Zamiatin, Orwell, Çapek, Huxley o Bradbury del futuro le darían al género distópico. La propuesta final de García Cuevas es una involución quién sabe si al siglo XVIII o anterior pero aquello era el siglo XX. Aún con todo, tuvo sus lectores y la novela hoy día es objeto (barato) de colección.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
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