lunes, 1 de abril de 2019

Vida y hechos de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache

1.- Título: Primera parte de Guzmán de Alfarache.
Autor: Mateo Alemán.
Editor: Várez de Castro. 
Impresor: Várez de Castro (Madrid). 
Año de publicación: 1599. (1ª edición)
2.- Título: Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana.
Autor: Mateo Alemán.
Editor: Pedro Crasbeek. 
Impresor: Pedro Crasbeek (Lisboa). 
Año de publicación: 1604. (1ª edición)
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Título: Guzmán de Alfarache. 
Autor: Mateo Alemán.
Editorial: Penguin Clásicos.
Año de publicación: 2015 (1ª edición; a cargo de Florencio Sevilla Arroyo).
Género: Novela, Picaresca.
ISBN:  978-84-91050360

El sevillano Mateo Alemán y de Enero (1547-1615) es uno de los autores del Siglo de Oro que también tiene su enlace con Alcalá de Henares. Su obra más famosa es la novela picaresca conocida actualmente como Vida y hechos de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, o bien: Vida y obra de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, y más comúnmente en lo tiempos más recientes simplemente como Guzmán de Alfarache. En realidad se trata de dos libros, como ocurriera con El Quijote de Cervantes. El primero se llamó Primera parte de Guzmán de Alfarache, publicado por primera vez en Madrid en 1599 por dos ocasiones, y ese mismo año una tercera vez en Sevilla; el segundo fue Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana, publicado en 1604 primero en Lisboa y en pocos meses después en Valencia. En 1681 ya aparece una edición Amberes que compilaba los dos ejemplares en un sólo volumen. La cosa es que la novela tuvo gran éxito desde el primer momento. De inmediato contó con un gran número de ventas, por tanto de ediciones en muchas ciudades tanto españolas como del resto de Europa. Más aún, fue incluso traducido a varios idiomas ya en vida misma de Mateo Alemán, y sufrió ediciones que se escapaban al control económico del autor, lo que llamaríamos ediciones piratas hoy día, y también, como le pasó a Cervantes, incluso segundas partes escritas por autores diferentes sin autorización. Aunque la mentalidad de la época aquello era poco menos que una especie de reconocimiento al autor y la obra, a Mateo Alemán, como le pasaría años después a Cervantes, no le gustó aquello porque perdía dinero, así pues continúo su libro él mismo colocando a su personaje Guzmán de Alfarache en edad anciana. En cierto modo hay paralelismos con Cervantes, hay quien piensa si los sucesos de Mateo Alemán no harían reflexionar e inspirar a Cervantes. No obstante, uno de los posibles plagiadores o apropiadores de la obra, pudiera ser el impresor Mateo Luxán de Sayavedra en 1602, lo que nos hace pensar primero en la picaresca de los propios impresores-editores para hacer más ventas, y segundo en el curioso parecido de su segundo apellido, Sayavedra, con el de Miguel de Cervantes Saavedra.

Obviamente la obra de Mateo Alemán ha sido reeditada y reimprimida en numerosas ocasiones, si bien es cierto que hace varias décadas que no es el autor más consultado del Siglo de Oro incluso en las aulas escolares. Así pues, como edición actual citaré la que la editorial Penguin, a través de su linea editorial y colección Clásicos sacó en 2015, reuniendo las dos partes en un sólo volumen, y no en dos, como tradicionalmente viene haciendo a lo largo de muchas ediciones la prestigiosa y académica editorial Cátedra. Penguin Clásicos dejó la edición a cargo de Florencio Sevilla Arroyo. Se realizó en tapa blanda y con un diseño de cubierta bastante innovador, teniendo en cuenta que en líneas generales hasta el momento se había editado esta obra o bien con cubiertas sobrias, o bien con fragmentos de cuadros propios del Barroco con referencias a personajes pícaros. Se trataba de una ilustración con retoques informáticos, más bien de toque esquemático y alegórico con referencia al presidio, tan relacionado con la picaresca. Usaron unos tonos de color y un diseño que visualmente renovaba la obra, al menos en cuanto a su presentación visual ante un posible lector. Quizá buscaban atraer así a lectores jóvenes, pues el teto sigue siendo, más o menos limpiado en esta edición, un texto propio del siglo XVI al XVII españoles, inserto en el Barroco, con su humor de la época, sus formas de narrar de la época, sus críticas de su época y los valores de su época.

El género picaresco era un género propiamente español que a menudo se combinaba con otro invento español: el humor negro. La obra más exitosa que dejó definitivamente instaurado ese género fue El Lazarillo de Tormes, anónimo, publicado en 1554, siendo además su tercer editor en ese año Salcedo, de Alcalá de Henares. Cuando Mateo Alemán publicó la primera parte de Guzmán de Alfarache quedaban aún un poco más de veinte años para que otro escritor de la época atado a Alcalá de Henares, Quevedo, publicará El Buscón. Así pues, después del Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache fue el siguiente gran éxito de la picaresca, aunque se hubieran publicado ya otras cosas de ese género.

Mateo Alemán, como ya he señalado, era de Sevilla, aunque su padre, médico cirujano de la cárcel de Sevilla, era de origen judaizante y con antepasados muertos en la hoguera por la Inquisición (lo que le aproxima al pasado familiar idéntico de Fernando de Rojas, autor de La Celestina). Este hombre, el padre de Mateo Alemán, se casó con una mujer con raíces italianas y relacionada con las poderosas familias de la banca del momento, para las que el propio Mateo Alemán llegará a trabajar en alguna etapa de su vida. Mateo Alemán tendrá algunos rasgos físicos que delatan en su familia un origen no del todo español, así por ejemplo, era pelirrojo. Empezó sus estudios en Sevilla y los prosiguió en la Universidad de Salamanca, pero luego se trasladó a la Universidad de Alcalá de Henares. No llegó a licenciarse, pero está claro que su estancia en esta ciudad le marcó positivamente, a la vez que le dejó grabado el ambiente de picaresca, juerga y prostitución. La vida estudiantil y el ambiente de este lugar sale reflejado en su obra de manera decisiva. Tras su vida estudiantil comenzó a trabajar de recaudador de impuestos, tuvo diversos negocios, que no excluyen la venta de una esclava, pero pasó dos años y medio de su vida en la cárcel por no pagar sus deudas. Allí tomó contacto total y se instruyó en la vida y costumbres de los criminales. Cuando salió, pasó a trabajar para la familia de banqueros Fugger en las minas de Almadén. Regresó a la Corte de Madrid, donde escribió la primera parte de su novela, aunque él escribió más libros aparte de Guzmán de Alfarache. Volvió a Sevilla, donde le volvieron a encarcelar en 1602 por impago de deudas. Le sacó bajo fianza un familiar suyo, mientras su libro cobraba una gran fama por una gran cantidad de lugares e incluso aparecían versiones apócrifas de autores desconocidos que se beneficiaban económicamente del tirón del éxito de la primera parte de su novela. Alemán se enfadó y decidió publicar la segunda parte para acabar con todo aquello. El éxito fue mayor, fue el momento en el que se comenzó a traducir y publicar en el resto de Europa. En 1608 obtuvo permiso para ir a México, al servicio de un arzobispo. En ese periodo escribió y publicó más libros. Lo último que se sabe de él es que en 1615 se trasladó de ciudad dentro del Virreinato de la Nueva España (México) por lo que se cree que debió morir en esas fechas, al desaparecer todo tipo de información nueva sobre él. Hay quien sitúa la muerte en 1614, pero la información de 1615 pondría la fecha del óbito en ese 1615, existen dudas.

Mateo Alemán tiene actualmente en Alcalá de Henares una calle dedicada y un Instituto de Segunda Enseñanza con su nombre en la avenida del Ejército, ambos ubicados en el Distrito II, uno de los más populares y humildes de la ciudad.

Una de las diferencias principales de Mateo Alemán con Miguel de Cervantes como escritor de narrativa, pero también con otros escritores como escritor de picaresca, se basa principalmente en que su obra refleja una personalidad de misantropía. Mateo Alemán no era un filántropo ni un ciudadano del mundo que creyera en los altos valores, ni mucho menos en los valores positivos que terminen perfeccionando a la persona. Mateo Alemán era fundamentalmente misántropo, hasta el punto que incluso llegó a criticar duramente a su propio padre por tener ascendencia judía. Igualmente se sospecha de la posibilidad de tener algún pariente femenino, tal vez su madre, que ejerciera la prostitución, lo que hace que aún desconfíe más del ser humano como camino de perfección.

En Guzmán de Alfarache hay, según sus estudiosos, numerosas referencias directas e indirectas a la propia biografía del autor y también habría muy posibles y evidentes episodios que pudo vivir o conocer en su propia vida, todo lo cual otorga a las vivencias de su protagonista y de los personajes alrededor de este. La novela en todo caso es una novela de ficción, a pesar de que pueda tener unas grandes dosis de referencias autobiográficas.

El género picaresco gozó de gran éxito, a pesar de que ponía en evidencia las carencias sociales del Imperio Español, razón por la cual muchas de estas obras eran censuradas o directamente no pasaban los permisos para su publicación. Por ello, bastantes de estos autores solían recurrrir al anonimato o a usar pseudónimos, intentando evitar además su persecución y condena por las autoridades. En el caso de Mateo Alemán se superó la censura, tal vez porque otra de las grandes diferencias con sus compañeras de género en la época era que se basaba en un fuerte carácter moralizante. Usaba la crítica social para señalar muy contundentemente a todo tipo de hipocresías generadas por los que se tenían por más fanáticos creyentes de Cristo, haciendo con sus obras justo lo contrario de sus enseñanzas. Del mismo modo hacia los poderosos de la monarquía que se enseñoreaban con unos valores morales que no ponían en práctica respecto a los más necesitados. Pudo no haber pasado la censura. La primera parte estaba ya escrita en 1597, pero la enfermedad y muerte del emperador Felipe II en 1598 había impedido su impresión, ya que casi todo el papel se usó en panegíricos por su defunción y para sus actos religiosos. La obra terminó publicada en 1599, pasando desapercibida en la primera edición madrileña, estando llena de erratas en la segunda madrileña y, definitivamente ese año, llamando la atención al público a partir de la tercera edición, ese mismo año, en Sevilla.

El mundo que dibujaba Mateo Alemán era un mundo lleno de violencia sin compasión, descarnado, donde vivían los fuertes y los débiles, y donde los más espabilados recurrían a todo tipo de negocios del hampa para sobrevivir, fuese prostitución, robos, engaños o lo que fuera.

El siglo XVI español se había enfrentado a la Reforma religiosa que trajo las diferentes corrientes protestantes dentro del cristianismo. Las diversas guerras en Europa por este motivo y también la Inquisición en España y la censura, acompañaron a la Contrarreforma que el cristianismo católico inició en el Concilio de Trento para frenar el protestantismo. El Imperio Español aportó teólogos y todo tipo de recursos y acciones para apoyar las tesis de la Contrarreforma e imponerlas. Para el final del siglo XVI el propio suelo español vivía los momentos más férreos de los efectos de este control de la Iglesia a la sociedad con ayuda del Estado. Mientras se creaban grandes actos religiosos, procesos inquisitoriales, ejecuciones, guerras y demás, el Imperio Español contenía en sí una sociedad empobrecida y embrutecida en todos los sentidos, violentada. Mateo Alemán pretende denunciar todo esto con su obra, pero lo hace de tal manera que le queda una obra de humor picaresco con una fuerte carga moralizante, como he dicho, y por tanto la Inquisición pudo entender que la obra podía ayudar de alguna manera a acabar con aquellos que eran hipócritas, en términos bíblicos: fariseos.

La segunda parte es la más relacionada con Alcalá, ya que Guzmán de Alfarache, ya anciano, desea ir a Alcalá de Henares para recibir clases de teología en su Universidad. De este modo retrata el ambiente de los estudiantes, que el propio Mateo Alemán había vivido en persona, y sus juergas y tretas para ganarse la vida y a las mujeres. Inevitable la mención de las numerosas prostitutas de la ciudad, por entre las cuáles quizá se coló alguna que fuese real, y la corrupción ética y moral de los que se formaban en teología.

La primera parte es la más estrictamente pícara, con un Guzmán de Alfarache joven corriendo todo tipo de aventuras y sucesos para ganarse la vida, lo que es el rasgo que define el género. La segunda parte es la moralizante y didáctica, con un Guzmán de Alfarache muy crítico con la sociedad que le rodea, a la que él mismo ha pertenecido.

En todo caso, aunque es una novela, es un testimonio interesante por cuanto el contexto que describe Mateo Alemán es el mismo en el que se formaron no sólo él o Cervantes, si no también Quevedo, Lope de Vega, Francisco de Figueroa, Francisco Díaz, San Ignacio de Loyola, Vallés (apodado "El Divino"), por donde se movió fray Luis de León, que llegó a ver Santa Teresa de Jesús, etcétera.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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