lunes, 6 de mayo de 2019

Una vasta elegía

Título: Una vasta elegía
Autor: Salustiano Masó. 
Editorial / Impresor: Gráficas Do-Mo
Año de publicación: 1976 (1ª edición).
Colección: Serreta. 
Nº de volumen en la colección: 2
Género: Poesía.
ISBN 10:  978-84-400-9795-6
ISBN 13:  978-84-400-9795-8


Una de los más gratos descubrimientos este año para quien escribe esta reseña en Las notas de los cíclopes libreros ha sido conocer la existencia literaria de Salustiano Masó, alcalaíno nacido en 1923, con 96 años de edad que cumplirá en junio. Tal acercamiento a su obra ha sido gracias a un artículo que le ha dedicado la prensa digital complutense, la escribió a finales del pasado mes de abril de 2019 Vicente Alberto Serrano en La Luna de Alcalá. Tirando de ese hilo he ido encontrando diversas páginas dedicadas a Salustiano en muchos otros lugares que trascienden lo local y he encontrado un reconocimiento a su figura tanto nacional como mundial. Por ello me ha resultado tan gratificante como extraño el gran desconocimiento de su figura y de su obra, así como la propia Alcalá de Henares pareciera decidida a no saber quién es ni recordarle, mientras otros poetas incluso más jóvenes que él han recibido nombres de calles, monumentos y hasta bibliotecas. Todo sea que Salustiano está vivo, eterna problemática de los reconocimientos en la España de todas nuestras épocas. 

Salustiano Masó cuenta con veintidós poemarios propios, aparece en tres antologías (una de ellas nada menos que compilada por Leopoldo de Luis) y en 2013, ya muy anciano, se atrevió incluso a publicar sus memorias, La batalla de vivir (1923-1950), Memorias. Pero fuera de su propia obra, tiene innumerables traducciones al español de obras y autores ampliamente conocidos de la Literatura de todos los tiempos, siendo así que algunas de sus traducciones aparecen en la colección de los mejores libros del siglo XX que publicó el diario El Mundo. También ha traducido una ingente cantidad de literatura infantil y juvenil, siendo así que su sobrino es el ilustrador Albertoyos (Alberto de Hoyos Masó), especializado y reconocido en esa literatura. Es más, Salustiano Masó tiene varios premios de traducción, uno de ellos el Premio Nacional de Traducción, en 1996, y anteriormente uno mundial, el Premio de Traducción Literaria Nathorst-UNESCO, en 1993.  No son los únicos premios que ha recibido en su vida, hasta trece premios literarios cuenta en su haber, entre los que hay dos accésit de Poesía Adonáis (los de 1957 y 1960) o el más reciente Premio de Poesía Eres Tú, en 2010, que le publicó el libro Metafísica recreativa y le fomentó y publicitó como poeta olvidado o ignorado que merece la pena, introduciendo su obra en Internet para su mayor conocimiento. Aquel libro hacía referencia a la asignatura de Física recreativa que se estudiaba en los colegios entre los años 1930 y 1940. Como sea, quizá el mayor de sus reconocimientos, a pesar del peso pesado que supone todo lo dicho, fue su primer premio literario, que lo ganó en 1936, durante la guerra civil, con 13 años de edad, por un cuento llamado "El fin de la opresión", ya que uno de los miembros del jurado que le premió era ni más ni menos que el poeta Miguel Hernández. Tal cuento lo guardó su madre toda la vida, aún a riesgo de que en los años 1940 pudiera ser encontrado por algún registro de su casa por parte de la Falange o las autoridades franquistas, pudiendo traer consecuencias muy negativas para el padre. No será su único entronque de reconocimiento por parte de los más famosos poetas de su época, fue amigo de Buero Vallejo y Eduardo Zúñiga, conoció a José Hierro, y Gerardo Diego decía de él que era una de las promesas sólidas de la poesía española e incluso le invitaba a sentarse a su mesa de restaurante cuando viajaba a Gijón. Gerardo Diego llegó a nombrarle varias veces en algún poema que publicó en ABC.

Unos pocos de sus poemas se pueden leer en su propia página de Internet, aunque dada su vasta obra son excesivamente pocos. Comenzó a publicar poemas en varias revistitas de corte local que poco a poco fueron creciendo en difusión. Su primer libro fue Contemplación y aventura, en 1957, que fue publicado por ser su primer premio Adonáis. Su segundo libro fue su segundo Premio Adonáis, en 1960, Historia de un tiempo futuro. Los siguientes cuatro libros también recibieron premios algunos. Serían Jaque mate (1962), La pared (1967), Canto para la muerte (1968) y Como un hombre de tantos (1968). Pronto encontró un espacio habitual en la sección "Y poesía cada día" del histórico diario de noticias alcance estatal ABC a lo largo de esa década de 1960, donde pudo ser más ampliamente conocido. Detrás de su sección, anecdóticamente, aparecían las conocidas esquelas de ese periódico. De esa etapa el propio Salustiano declara que se ve influenciado por la poesía social que se llevaba por aquella época, si bien él era más dado a la metafísica y temas teológicos, así como a llevar una vida más que apegada a los cafés y la vida social con otros escritores, al recogimiento personal en el campo y la meditación introspectiva, cosa que hacía mucho en la Dehesa de la Villa, conocida popularmente como El Cerro de los Locos. 

Los siguientes libros contaban ya con que su persona tenía una relativa fama. Es la etapa en la que recibe varios premios importantes en diferentes provincias, pero por contra sus libros no fueron bien difundidos, por lo que su persona y obra quedaba escamoteada del público lector más general y amplio y quedaba relegado a un sector pequeño. El problema venía de que en los años de las épocas del Tardofranquismo y la Transición, que es prácticamente los años 1970, estaba mal visto por los intelectuales del momento que los libros publicados por un poeta fueran publicados fundamentalmente a base de obtener premios y no porque un editor hubiera decidido publicarle sin más. Aún con todo es la época en la que más se le conoce, donde Gerardo Diego interactúa con él y son amigos. Son los libros de La música y el recuerdo (1969), Piedra de escándalo (1970), Coro concertado (1971), La bramadera (1971), Pentagrama sin pájaros (1972), Ejercicio de contrapunto (1974), Amor y viceversa (1976), Una vasta elegía (1976), Canción de lo tachado (1977), Unas palabras donde vivir (1978) y Así es Babilonia (1978), este último fue ganador del prestigioso Premio Miguel Hernández de Poesía. Estos libros corresponderían, según Salustiano, a la corriente llamada Los Novísimos, que serían un engarce con la contracultura. Rompe varias de las temáticas tradicionales. Son los tiempos de los Leopoldo María Panero y los Luis Alberto de Cuenca, entre otros. Salustiano abrió sus ojos y mente a esta corriente renovadora y transgresora, si bien su personalidad introspectiva y reflexiva se deja marcar más en su obra, que en la de los citados, más llevados por entonces a una transgresión sin límite, incluso en lo estético.

En los años siguientes ganó unos cuantos premios más y publicó Las glosas de lo oscuro (1981). Se volcó en su faceta literaria de traductor, al tiempo que Leopoldo de Luis le sacó en 1983 en la antología Poesía escogida. Era todo un reconocimiento a su trayectoria y faceta como poeta de la segunda mitad del siglo XX español. Luego vino el libro Don de fábula (1986) y después la segunda antología que le hicieron Obra rememorada (1991) y aún una segunda antología en el mismo año de 1991, Clamor a fondo perdido. En 1993 recibiría el citado Premio Nathort-UNESCO por sus traducciones, y sintiéndose ya viejo, en 1995, con 72 años, publicó un nuevo libro, Final de partida. En 1996 recibió el Premio Nacional de Traducción, con lo que España le reconocía también esa faceta, aunque le falte reconocerle la literaria como poeta al mismo nivel que reconoció la de traductor. Todos los libros nuevos que sacó en esta etapa habían ya virado a una introspección total, propia de los años que iba ganando, por lo que se trata de poesía intimista, tan escrita sobre todo a finales del siglo XX. Iba así más o menos coincidiendo su estilo literario con las corrientes generales de sus épocas, aunque algunos estilos no los trabajó por no sentirlos, como pueda ser La Nueva Sentimentalidad o la citada Contracultura.

Cuando parecía que ya no escribiría más, en 2010 escribió un nuevo libro y ganó el citado premio Poesía Eres Tú, con Metafísica recreativa. Y en 2013, cumpliendo 90 años, sacó sus memorias, La batalla de vivir (1923-1950), Memorias. Dijo en 2010 a raíz de su más reciente libro de poesía que quizá debería haber dejado de escribir, pero el nuevo libro respondía a una necesidad personal e íntima que le incitaba a escribir y a expresarse escribiendo. Deseaba, dijo, transcender escribiendo, mediante la escritura. Dejar algo de él que transcendiera de sí a los demás. Poeta hasta la médula. Lo declaró para la editorial Poesía eres tú

Por todo ello no deja de ser sorprendente su desconocimiento general dentro de la Literatura española de la segunda mitad del siglo XX, y sobre todo en su propia Alcalá de Henares. Un desconocimiento de tal magnitud que casi parece el de los llamados Malditos de la Literatura. Su obra tiene una gran cantidad. Leídos varios de sus poemas y fragmentos, no fáciles de encontrar, se puede afirmar que es un poeta destacado y personal que no cae en versos fáciles, ni en temáticas arquetípicas. Es un poeta con todo un armazón que no le interesa la copla ni la coplilla. No hace rimas fáciles ni tiende a lo rural y lo localista. Su aspiración es una aspiración de nivel humano que va más allá de lo folclórico. Usa de elementos naturales en varios de sus poemas, sobre todo de las primeras obras, y se notan las etapas que le marcaron. 

Sirva aquí nombrar Una vasta elegía, de 1976. El libro fue publicado e impreso por la Imprenta-editorial Gráficas Do-Mo, en rústica, siendo el volumen número 2 de su colección Serreta. Salió en marzo de aquel año a setenta y dos céntimos de precio. Era una edición de bolsillo de unas cien páginas. Su cubierta era una sencilla ilustración de una espalda no sabemos si femenina o masculina, aparentemente joven, de alguien sentado, sin cabeza, la realizó su hijo, al igual que un retrato interior de Salustiano. Respondía así a un gusto en la época por eliminar de las cubiertas todo ápice de elementos de atracción propagandística, cambiándolo por un concepto artístico y conceptual. El libro contenía poemas de versos muy largos y de una cortante reflexión directa. Una temática de novísimo y un testimonio de uno de los pensamientos de la Transición. No olvidemos tampoco que en él hay también un profundo sentir de libertad y unas inquietudes metafísicas que se combinaron sin problema en su alma. En este libro se recogen tres intentos de tres libros anteriores que no pudieron salir a la luz. En ellos da un repaso a la visión de la dictadura y del final de Franco visto por él como persona de familia que perdió la guerra. Probablemente sea el testimonio poético más sincero y de más calidad en ese sentido de democracia que cobra cuentas a la dictadura. Unos poemas de gran calidad que habían tenido que estar en el cajón y que al ser publicados en 1976 demuestran una gran valentía por parte de Salustiano, a tan pocos meses de la muerte de Franco en noviembre de 1975. Dado lo difícil de encontrar libros suyos, pero deseoso de poder hacerlo y de reseñároslo con total propiedad, os dejo uno de los poemas de ese libro a modo de muestra de su obra.

VOLVERÉ (del poemario Una vasta elegía, 1976)

                       Volveré. De la sombra o la nada o las transmigraciones o el
                                 Reino, volveré.
                       Seré voluta de humo, chispazo de antimateria, pavesa de algún
                                 abismo, no lo sé; pero os prometo que volveré.

                       Y también os prometo no molestar a nadie, no incordiar ni
                                 dar sustos a deudos ni enemigos;
                       no consumar venganzas; no alternar con licántropos ni urdir
                               cortocircuitos:
                       seré un fantasma nada convencional, un espectro correctísimo.

                       Volveré, sí, a la tierra, pero no me busquéis en el castillo en ruinas
                                ni en la vetusta casa solariega
                       a mí que nunca tuve solar ni castillo ni siquiera una sábana con que
                                taparme a veces:
                       seré un fantasma indigente, expuesto a los calores y los fríos.

                       Buscadme entre las multitudes que amé y aborrecí al unísono:
                       aquellos a quienes nunca comprendí del todo, hombres y mujeres
                                en soledad o emparejados o ferozmente gregarios.
 
                       Estaré junto a ellos ayudándoles a arrastrar sus cadenas en la
                                noche,
                       yo que jamás fui capaz de librarles de un solo eslabón mientras
                                vivía.

                       Buscadme en mis querencias, tal un soplo de nostalgia glacial,
                                infinita:
                       en el tumulto y el color de los mercados, en las nochebuenas y
                                carnavales de los pobres,
                       allí donde el vino y la desesperación hagan brotar extrañas voces
                                jamás escritas,
                       donde haya un aquelarre sin convocatoria previa, una plática
                                al sol de visionarios no catalogados;
                       en todos los discursos políticos silbaré, y dirán: es el viento;

                       en los desahucios y confiscaciones haré volar las gorras de los
                                funcionarios;
                       en el sermón hipócrita seré un zarzal ardiendo; en la velada
                               espiritista, un largo silencio aterrador.

                       Y cómo vibraré, carcajada inaudible, cuando un perro cualquiera
                                levante la pata y haga lo suyo en pedestal de estatua o arco
                                de triunfo.
                       Si escucháis un torrente de aguas claras, sabréis que estoy allí,
                                fantasma en pleno día;

                       Y si las aguas corren turbias, habrá lágrimas mías con los
                                derrubios de la tempestad.
                       Lágrimas de añoranza, pues a pesar de todo era hermoso estar vivo.
 
                       Y si quien tenga ojos asiste a un juicio sumarísimo y ve caer al
                                juez que se dispone a decretar
                       la pena capital; si ve que cae de pronto sin causa que lo explique,
                       como cae un borracho, o un títere al que quiebran el hilo, o un
                                globo que solapadamente pinchan,
                       sabrá que estoy allí, fantasma inexorable, dañino, subversivo:
                                sabrá que estoy allí defendiendo la vida.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

2 comentarios:

  1. Gracias Canichu por dar a conocer esta apasionante historia . Felicidades

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  2. Yo no le conocía y me ha encantado. He leído algunos de sus poemas y me parecen tremendos. Ojala´alguien se dedique a reedirtarle y a ponerle en su sitio correcto.

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