domingo, 5 de julio de 2020

Industrias y andanzas de Alfanhuí

Título: Industrias y andanzas de Alfanhuí
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio. 
Impresor: Talleres Gráficos Cíes (Madrid). 
Año de publicación: 1951 (1ª edición).  
Género: Novela. 
Depósito Legal: [El cíclope librero no ha localizado el depósito legal de era primera edición, que fue autoedición. Hay que recordar además que el ISBN existe solo a partir de 1966. Sin embargo, la Biblioteca Nacional de España, en su página dedicada a datos técnicos de libros, recoge el Depósito Legal B.6751-1961 para la primera edición que Destino Libros publicó en 1961 de este libro, que es el más antiguo que esa misma página recoge, aunque se editó con el título: Industrias y andanzas de Alfanhuí ; y: El corazón caliente ; Dientes, pólvora, febrero, lo que indica que la novela al editarse por primera vez en Destino Libros se hizo junto a esos dos relatos. No obstante, la propia Biblioteca Nacional de España conserva el ejemplar de 1951 y en su ficha tampoco aparece su Depósito Legal.]
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Título: Industrias y andanzas de Alfanhuí.
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio.
Editorial: Bibliotex (editorial del periódico El Mundo).
Año de publicación: 2001 (1ª edición; prólogo de Agustín Cerezales).
Colección: Biblioteca El Mundo. Las 100 Mejores Novelas en Castellano del Siglo XX.
Nº de volumen en la colección: 35.
Género: Novela.
ISBN: 978-84-8130-281-3

  Cuando hablamos de El Jarama en estas notas ya mencionamos que Rafael Sánchez Ferlosio también hizo aparecer a Alcalá de Henares en la que fue su primera novela, Industrias y andanzas de Alfanhuí, terminada de escribir en diciembre de 1950 y publicada en 1951 recurriendo a la autopublicación. Estaba Sánchez Ferlosio entre los 23 y 24 años de edad. Hay entre los dos libros un espacio de cinco años. Ya decíamos en El Jarama que el padre de Rafael Sánchez Ferlosio era el escritor, ideólogo de Falange y Ministro de la dictadura de Franco, Rafael Sánchez Mazas. Esto posicionaba económica, cultural y socialmente a Sánchez Ferlosio en una posición altamente privilegiada. Ya contamos que la novela Industrias y andanzas de Alfanhuí eran en origen un grupo de cuentos que el joven escritor iba escribiendo y luego leía a sus padres en viajes en coche. Fueron su madre y su padre quienes le animaban a seguir por esa senda y le otorgaban todo tipo de oportunidades. Probablemente fue su padre el que le animó a darle un hilo conductor a todos esos cuentos para hacerlos novela, aunque otro escritor que le conoció en aquellas épocas, Juan Benet escribió décadas más tarde en una introducción de una de las ediciones posteriores que Sánchez Ferlosio andaba ensimismado en los viajes en coche y que tal vez estaba pensando en las historias que estaba escribiendo. Sea como sea, y a pesar de que Sánchez Ferlosio en 2001 escribía que el libro lo había hecho un primo suyo (lo que era una broma del autor que terminó hablando mal de cómo estaba compuesto, igual que le pasó con El Jarama), su obra es innegablemente suya, tiene todo su estilo y recursos, no solo eso: le consagró de manera inmediata. Pero aquella renuncia la escribió en una reseña de su propio libro para el diario El Mundo, que decidió editarlo dentro de una colección donde seleccionaron los que ese periódico consideró las cien mejores novelas en habla castellana del siglo XX. Seguiremos la reseña de este libro a través de esa edición de 2001, que fue en tapa dura con sobrecubiertas en papel con un niño en medio del campo cazando insectos, contaba esa edición con el prólogo de Agustín Cerezales.

No sabemos si sus padres no hubieran sido los que fueron si Sánchez Ferlosio hubiese tenido las oportunidades y el éxito inmediato que tuvo. La cuestión es que su madre le animó a publicar el libro y fue ella misma quien pagó ni más ni menos que la impresión de mil ejemplares en la imprenta de los Talleres Gráficos Cíes, de Madrid. La tipología de la letra del título recordaba un poco a la tipología de las letras epigráficas de la antigua Roma, o bien de las lápidas colocadas en todo tipo de edificios desde el Renacimiento. El título, ayudado por el nombre del autor, encuadraba literalmente un dibujo de un retrato de Alfanhuí que había realizado el propio Sánchez Ferlosio. Tenía ese retrato una expresión más que avispada, algo de pocos amigos, un tanto amenazante, incluso tal vez algo salvaje. El libro fue retomado por Destino Libros en 1961, recordemos que en 1956 había ganado el Premio Nadal con El Jarama y que para 1961 iba por la quinta edición de ese segundo libro que escribió entre 1954 y 1955. Cuando Industrias y andanzas de Alfanhuí llegó a la editorial Destino ya tenía bastante recorrido hecho, y reconocimiento. Se han hecho muchísimas ediciones posteriores a la primera autoedición de 1951, así por ejemplo, la propia editorial Destino la incluía en su colección de bolsillo con el número 47 en el año 1979. Pero es que hubo hasta ediciones en otros idiomas, por ejemplo en inglés, en 1961, diez años después de aquella primera autoedición. Ciertamente la portada ha cambiado innumerables veces, y ha saltado de colección en colección. Algunas ediciones la publicaron junto a otros relatos, como la citada primera edición en Destino en 1961, otras incluso cambiaron el nombre reduciéndolo a Alfanhuí, o bien escribiendo Las aventuras del ingenioso Alfanhuí. Una de las ediciones más modernas es la realizada en 2015 por la editorial DeBolsillo.

Volvemos a aquel 1951 y a la autoedición que pagó su madre de mil ejemplares. Sánchez Ferlosio contaba con la ventaja de conocer a través de sus padres a todo tipo de editores y de escritores. Pensemos por ejemplo que durante la composición de la novela en sus fase de cuentos y relatos breves fue asesorado ni más ni menos que por Ignacio Aldecoa, gran cuentista del siglo XX y amigo de Sánchez Ferlosio. O bien que gracias a su padre era amigo de Camilo José Cela, que en 1951 era un escritor ya muy reconocido. Sánchez Ferlosio usaba sus mil ejemplares no sólo para venderlos, sino también para fomentarlos y regalarlos entre todas estas personalidades y otras, con acierto, pues escribieron con muchas loas a la obra en la prensa de la época. Tuvo buenos padrinos, entre ellos, obviamente, su padre, Sánchez Mazas. Precisamente ese asunto se repetiría con El Jarama, como ya se comentó entonces, por lo que hay que recordar y reconocer que nunca ha desaparecido una polémica que, en unas épocas más fuerte y en otras con menos contundencia, cuestiona el éxito de Sánchez Ferlosio si no hubiera tenido todos esos contactos y aquel posicionamiento social en aquellos años de la dictadura. Sabemos que en los años 1980, cuando volvió a hacer novela tras un largo periodo dedicándose al ensayo, le molestó que algunos críticos revivieran la cuestión de los "padrinos", pero también sabemos que en los últimos años de su vida (murió en 2019), incluso desde aquella reseña que hizo él de Alfanhuí en 2001, él también reflexionó sobre esta circunstancia de su obra y vida, no sin faltarle ironía para consigo mismo, y se presentó autocrítico, aunque consciente de su gran dominio del idioma, con el cual también era muy autocrítico, condenó sus dos primeras novelas y otros tantos de sus escritos por no considerarlos bien redactados, a pesar de que son obras ejemplarmente redactadas en el dominio preciso del idioma.

Vamos ahora a un año antes de la publicación de 1951, a su composición, sabemos que lo acabó en diciembre de 1950, tal vez lo desarrolló a lo largo de todo 1950, tal vez hubo alguna cosa en 1949 o año previo. Hay quien relaciona la obra con La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554). En ambas el protagonista es un niño que en su juventud se lanza al mundo y viaja por el interior peninsular pasando de trabajo en trabajo para diferentes personas, entre medias demuestra tener un gran ingenio para lograr los diversos objetivos que se propone. Ahora bien, no parece que en Alfanhuí haya la carga de crítica social y política que contiene el Lazarillo. Algo hay en cuanto a lo social, pero poco, como por ejemplo en el capítulo noveno de la primera parte, donde aparecen unos ladrones y hay una conversación en torno al dinero y el acceso a él. O en el capítulo sexto de la tercera parte, en la cual se habla de la ancianidad a través de la vida de unos bueyes. También quien relaciona la composición con otro clásico del Siglo de Oro, Don Quijote de la Mancha (1605-1615, Miguel de Cervantes). Igualmente por salir al mundo, por las Castillas, y vivir diversas aventuras en medio de lo que parece una imaginación desbordada. Sin embargo, Alfanhuí no está loco y tampoco queda claro si lo que se narra es producto de su imaginación o de una descripción poética muy elevada. En medio de una época donde lo que primaba en España era el género del realismo social y el del exilio interior y el desarraigo, esta novela llena de fantasías sin duda fue un hecho excepcional, quizá por ello muchos críticos y escritores apostaron porque se trataba de imaginaciones de Alfanhuí, como si no fuera posible ya el surrealismo. Más aún, pasados unos años, en la década de 1960, al nacer con propiedad en Hispanoamérica lo que se llamó realismo mágico, hubo quienes al hablar de la historia de Alfanhuí sostuvo la teoría y la defendió acerca de que Sánchez Ferlosio se había adelantado unos quince años antes y desde España, situando a esta novela en el origen del realismo mágico, pero la cuestión es que ni este tipo de literatura fraguó en España, ni tampoco en el autor. La segunda novela, El Jarama, ya dijimos que estaba claramente en el realismo social.

La juventud de Sánchez Ferlosio con su primera novela nos hace pensar que efectivamente conocía bien esas novelas clásicas, que son lecturas obligadas en colegios, institutos y Universidades, y que están relacionadas con Alcalá de Henares, de donde parte la vida de Alfanhuí. Pero sobre todo se nota en una gran cantidad de recursos que nos recuerdan a las corrientes literarias de la primera mitad del siglo XX, la Edad de Plata, tan estudiada también en los centros de enseñanza, aún a pesar de las censuras de la dictadura de Franco. Pensemos además que Sánchez Mazas, el padre, como escritor que era conoció a buena parte de aquellos de los llamados -ismos y cuyas carreras y vidas se truncaron con la guerra civil, ya por muerte, ya por exilio. Es evidente, por ejemplo, que si bien en El Jarama prima la búsqueda de la perfecta estética de vocabulario y lenguajes múltiples de la sociedad, en la historia de Alfanhuí hay todo un esfuerzo por reflejar colores y atarlos a imágenes a menudo surrealistas que describen el mundo rural común. Así por ejemplo tenemos al protagonista entrando en un pozo para hacerse con los colores de una aguas con las que regará unos árboles pra que den frutos de colores. Hay en todo esto surrealismo, pero hay también una gran cantidad de recursos tomados del modernismo y del simbolismo. Todo ello está ahí, y parece más lógico pensar que en plena juventud del autor sus conocimientos iniciales de la Literatura entraron de lleno en la composición de lo que en principio eran cuentos y después fue novela.

Por otro lado, dado que Camilo José Cela fue vital en la promoción del libro, amigo de Sánchez Mazas y por medio del padre, amigo de un joven Sánchez Ferlosio, hay quien ha querido ver algo de La familia de Pascual Duarte (1942) en Industrias y andanzas de Alfanhuí. Ambas salidas de un mundo rural y brutal, siendo así que Sánchez Ferlosio lo dulcificaría todo con la visión de un niño sobre toda aquella pobreza que vivió el campo español tras la guerra, en los primeros años de la dictadura, no obstante el niño se ve obligado a salir de la casa familiar para ir a trabajar de patrón en patrón. Al menos sí es cierto que Alfanhuí comete un acto de barbarismo inexplicable al asesinar una marioneta. Pero no parece consistente querer poner el libro de Alfanhuí en la cuenta de los libros de realismo social, por ello hay quien habla que de ponerle del lado de algo habría que ponerle junto a la poesía en prosa, más que junto a la novela, incluso, como por ejemplo Platero y yo (1914, Juan Ramón Jiménez). Tiene mayor lógica. Pero, puesto que Cela es tan importante en los inicios de Sánchez Ferlosio, pues incluso escribió en prensa sobre el libro, hay quien analiza que Alfanhuí tiene relación directa con Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944). Esta teoría puede tener alguna consistencia, al menos en cuanto a la idea de retomar la vida del pícaro, pero Alfanhuí no es un pícaro, sino un chico con mucho ingenio y gran curiosidad.

Llegados a este punto sobre la composición del libro, se intuye que tal vez el padre, Sánchez Mazas, ayudó a su hijo con recomendaciones y tal vez con correcciones de texto. No deja de ser sorprendente el fluido y rico léxico de Sánchez Ferlosio adolescente. Además, es muy probable que Sánchez Ferlosio tuviera realmente su principal inspirador en su propio padre, pues el mismo año de 1951 que se publica el libro de Alfanhuí, Sánchez Mazas publicó La vida nueva de Pedrito de Andía, el cual tiene unas conexiones de argumento muy claras y evidentes. Es probable que del mismo modo que Sánchez Ferlosio leía y mostraba a su padre y madre lo que iba creando, el padre le diera acceso a lo que él mismo iba escribiendo para ese otro libro. El proceso de escritura de ambos libros en ambos escritores sería por tanto paralelo e interrelacionado dentro de las relaciones familiares en su casa.

En 2001 Sánchez Ferlosio decía de este su primer libro que, pese a su reconocimiento y éxito, era una novela mal hilada, una colección de cuentos puestos en un hilo conductor a modo de relato más largo. En cuanto a su género él mismo rechaza que sea del realismo social por el mero hecho de componerse en esa época y por lo que supuso sus amistades y su segundo libro. Se ríe de la consideración de que sea realismo mágico, cuando aún no existía el género. Tampoco acepta que sea fantasía. No le desagrada la idea de poesía en prosa, pero aclara que no es poesía. De ponerlo en algún sitio, él lo pone dentro de la ciencia ficción. Sinceramente, quien esto escribe, yo particularmente rechazo de plano que sea un libro de ciencia ficción. Reconozco que hay algunos capítulos donde Alfanhuí hace algunos inventos con resultados un tanto fantásticos, por lo que podríamos entender que ha usado una ciencia relativa que da por resultado consecuencias que en la vida real no ocurren, pero son una hipótesis, lo que se llamaría ciencia ficción, pero el conjunto total del libro no va de eso, pues otros trabajos de Alfanhuí no tienen que ver con nada ni fantástico ni con implicaciones de investigación y ciencia, como por ejemplo cuando se hizo boyero, o bien simplemente vagabundea por la ciudad, como cuando llega a Madrid, o simplemente siega, como en Alcalá de Henares. Aunque haya algún pasaje que siendo generosos podríamos decir "ciencia ficción", el conjunto del libro no lo es. Fantasía es más probable, pero como existe la probabilidad de la imaginación del protagonista toda catalogación se hace compleja. Tiene un poco de todo lo mencionado. Sin duda lo que sí hay es una carga poética muy alta, al estilo de los modernistas y simbolistas de comienzos del siglo XX, como ya se anotó.

El libro se divide en tres partes que corresponden a tres salidas diferentes de Alfanhuí al mundo, en las cuales prueba suerte, falla, regresa a la casa materna y vuelve a intentarlo tras una temporada, lo que hace su conexión con la vida del Quijote. Un protagonista fundamental es el mundo rural, pero sobre todo en torno al Valle del Henares. El río Henares es la ruta de la vida de Alfanhuí, que, por otro lado, el hace a contracorriente. Alfanhuí es de Alcalá de Henares. Su familia vive en los barrios de las afueras, cerca del río y cerca de un molino de harina. No se describe mucho sobre qué zona exacta de Alcalá de Henares se trata, aunque se dice que se ven colinas. Posiblemente se trate de la zona del molino de la Esgaravita, que fundó siglos atrás el cardenal Cisneros, en el siglo XVI, pero que estuvo reformado y útil hasta una parte importante del siglo XX, hoy en ruinas, por la zona de la mota, en el barrio de El Val, pero como no hay ningún descriptor definitivo, tengamos en cuenta también la posibilidad del molino de los García, también en ruinas actualmente, allá por donde estaba el puente del Zulema, camino del Gurugú y del Cementerio Jardín de nuestros días. Se sabe que la familia de Alfanhuí tiene madre, pero poco se dice del padre, que murió. Son pobres y viven de la siega de los campos de trigo, de los que efectivamente Alcalá tuvo bastante actividad en otras épocas. Alfanhuí se marcha siguiendo el río en dirección contraria a su fluir, por lo que va atravesando el Valle del Henares, pasando los pueblos, obviamente se trataría de Meco y de Azuqueca de Henares, hasta llegar a Guadalajara, pero se queda en el entorno rural. En esta primera salida encuentra trabajo al servicio de un taxidermista y demuestra grandes facultades inventivas para atrapar todo tipo de colores. Todo le llama la atención. De hecho, su nombre lo recibe de este primer patrón. No conocemos el nombre real del chico, sabemos que al taxidermista el chico le recordaba la figura de los alcaravanes, por lo que le pone por nombre el sonido onomatopéyico que estos emiten, Alfanhuí. Muerto el maestro, vuelve a casa, pero sus inquietudes hacen que vuelva a salir, ahora en la otra dirección del río, hacia donde fluye. Pensamos que pasa ahora por Torrejón de Ardoz, San Fernando de Henares, Coslada, Canillejas, Vallecas... pero en esta segunda parte donde se instala Alfanhuí es Madrid capital, con lo que se ha separado tanto del Henares, como del valle y el mundo rural. Va de pensión en pensión y de callejeo en callejeo, y de parrandas varias con un personaje descrito como una marioneta pero que se comporta como un vividor que vive del teatro callejero. En esta parte, separado de lo rural, todo se vuelve gris. Alfanhuí se degenera. Tiene un desarraigo claro que lo despersonaliza y lo embrutece en una violencia inexplicable, que quizá es lo que hace que algunos hablen de denuncia de realismo social sobre lo que la emigración del campo a la ciudad le producía a la gente, pues son las épocas en las que van llegando a Madrid y otras ciudades numerosas personas empobrecidas del campo castellano. Alfanhuí comete un acto de brutalidad y sale huyendo de sí mismo en dirección a las montañas, esto es: la Sierra de Madrid. Así comienza la tercera parte, donde llega a La Moraleja, que en 1950 aún es un pequeño pueblo de montaña más aldea que pueblo, no como ahora que es una de las zonas donde viven muchas de las personas más ricas de Madrid y de España. En La Moraleja vive su abuela paterna, que no conoce al nieto y que no parece fiarse mucho de él, pues esconde de manera continua las pertenencias del abuelo muerto. Se intuye aquí ya una tragedia familiar no explicada en detalle, pero bien dibujada. Además podemos darnos cuenta de lo profundo de esa España desarraigada que emigra del pueblo a la ciudad en busca de trabajo, pues se hace evidente que ni Alfanhuí conoce a sus abuelos y su pasado, ni la abuela a él, ni el padre fue a ver a sus padres una vez que fue a buscar trabajo fuera de La Moraleja. Si tuviéramos que analizar la novela más allá de la estética y los cuentos, quizá el motivo central sea el desarraigo rural por causa de la emigración interior forzosa por la postguerra y el hambre, pero esto es algo que se lee y se lee con gran detenimiento, si no pasa desapercibido. La abuela, en todo caso, le encuentra trabajo de boyero y desprecio su pasado de taxidermista, por ser un trabajo de lo muerto y no de lo vivo, y por ser un trabajo para producir cosas inútiles para los caprichos de la gente de la ciudad, lo que necesita es cosas útiles para la propia vida y la de las personas cercanas. Quizá en esta tercera parte es donde más claramente hay algunas denuncias sociales, en concreto sobre el comportamiento de las personas. Alfanhuí también sentirá la necesidad de irse de allí y viajará al norte, hacia Palencia, hasta desaparecer rodeado de alcaravanes en continuo vuelo siempre al horizonte.

Hay desde luego una defensa de lo rural y de lo natural, como también se leerá en El Jarama, aunque en esa otra novela con protagonistas urbanos de la capital. Todo lo que viniera de la ciudad es como si afectara a la persona desvirtuándola. Son dos novelas que no solo asientan un gran dominio del lenguaje, fueron a la vez un inicio de carrera literaria sorprendente que se interrumpiría varios años por parte del autor que, tras ellas, comenzó a estudiar filología en profundidad durante los quince años siguientes a El Jarama, lo que le llevó a escribir numerosos ensayos y tardaría en sacar su siguiente novela. La publicaría en 1986, pero esa tercera novela tiene sus orígenes de redacción justo en las épocas de estas dos novelas, pero esa ya es otra historia que también tiene que ver con Alcalá de Henares.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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