sábado, 20 de abril de 2019

El Quijote apócrifo

Título: Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha.
Autor: Alonso Fernández de Avellaneda.
Editor: Felipe Roberto (librero). 
Impresor: Felipe Roberto (Tarragona). 
Año de publicación: 1614. (1ª edición)
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Título: El Quijote apócrifo
Autor: Alonso Fernández de Avellaneda.
Editorial: Verbum.
Año de publicación: 2016 (1ª edición; prólogo y edición de Miguel Ángel Martín-Hervás Jiménez.).
Género: Novela.
ISBN:  978-84-9074-435-2

Ya habíamos comentado en Don Quijote de La Mancha que tras la primera parte que publicó Cervantes en 1605, el autor consideró que debía escribir una segunda parte para contrarrestar otra que había salido publicada sin ser él el autor. La publicó en 1615, y ya en aquellas notas expliqué varias cuestiones referentes a la aparición de aquel Quijote que no era de Cervantes. Tampoco a Mateo Alemán le había gustado que se publicaran segundas partes apócrifas de su Guzmán de Alfarache, como también conté en las notas de ese otro libro. La cosa es que la publicación de obras que continuaban obras de éxito de otros autores no era algo que se entendiera en los siglos XVI y XVII como ediciones piratas o como robos de la propiedad intelectual, como hoy día entenderíamos. En buena parte era una forma de prestigio y de reconocimiento del éxito, no eran homenajes, exactamente, pero sí eran una forma diferente de entender la valía de la obra y de autor. Por supuesto, en esa especie de reconocimiento a menudo intervenían libreros e impresores (a menudo ambas cosas a la vez en una sola persona) que tras vender muchos ejemplares de un libro de éxito, ante la falta de nuevo material del autor, sacaban sus propias continuaciones, a veces con nombres que era pseudónimos, otras de forma anónima, las menos diciendo sus nombres reales. La mentalidad donde se valoraba que firmar una obra de Arte era una gloria vana y contraria a un buen creyente de Dios, iría cediendo muy lentamente desde el siglo XIII y muy evidentemente desde el siglo XV, cuando comience el Renacimiento. Para entonces firmas una obra empezará a ser una reivindicación del artista sobre su creación, pero convivirá con la otra forma de pensar, de ahí nacerá el espacio donde ser versionado no era algo malo en sí, si no el reconocimiento de hacer las cosas muy bien. Ahora bien, de fondo comenzaba también un fenómeno de comercialización de la Cultura, muy leve para como hoy día ocurre ese fenómeno, pero comenzaba a ocurrir, máxime con el invento de la imprenta y la difusión de los libros a mayores escalas. Por ello hay autores como Cervantes y Alemán que se sintieron perjudicados cuando se publicaron ediciones apócrifas que continuaban sus obras de mayor éxito. Por una parte porque no les gustaba perder el control sobre sus personajes, por otra porque no les gustaba el mensaje que se enviaba en las nuevas historias, el cual no era su mensaje, y por otra, de manera muy importante pues estos autores tenían problemas económicos, porque perdían ingresos mientras alguien desconocido ganaba grandes sumas a costa de segundas partes que no estaban autorizadas (aunque en la época este concepto de autorización no existía como hoy lo entendemos, con pasar la censura del gobierno imperial valía). Sea como sea, y explicado esto, la segunda parte de El Quijote que no escribió Cervantes y que le motivó a dar final a su obra, fue el libro Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, que después se conoció como El Quijote de Avellaneda, y que actualmente es más conocido también como El Quijote apócrifo. Se publicó en 1614, y sí, tiene que ver con Alcalá de Henares.

La edición más actual la sacó la editorial Verbum en 2016, con motivo de su cuatrocientos aniversario, aunque con dos años de retraso. Estaba al cargo de Miguel Ángel Martín-Hervás Jiménez. Sus notas a pie de página son pocas y obvias, tal vez muchas de ellas sean innecesarias. Sin embargo, es una edición de bolsillo bastante cómoda de transportar y fácil de leer. 

El autor de El Quijote apócrifo, como el propio título indica por extensión, no se conoce, pues el nombre del que firmó es precisamente eso: apócrifo (falso), es un pseudónimo, como apócrifa es esa segunda parte. El autor no se atrevió a firmar con su nombre real. Quizá esto nos indica que pudo temer algún tipo de sanción, de problema con la Justicia o de problema a nivel personal o de prestigio. No sabemos porqué no firmó, ya que hoy día no sabemos quien fue aquella persona que se hizo llamar Alonso Fernández de Avellaneda. Como tal persona afirmó en su primera edición que era un licenciado nacido en Tordesillas. El libro se había publicado en dos ediciones con la misma portada en 1614 en Tarragona, de la mano del librero Felipe Roberto, que la comercializó. El libro tuvo un éxito rápido, sobre todo entre las elites sociales, y eso pudo ser una de las principales razones por las que Cervantes se animara a contestarle, entre otras razones, pues, como se lee a través de la auténtica segunda parte, Cervantes se sentía dolido por múltiples causas con esa obra apócrifa y también con el autor, al que el propio Cervantes le guarda el anonimato aunque parece que sabía bien quien era, ya que le lanzó varias claves que hoy día se detectan pero no se saben interpretar. Sería cosas del honor en aquella época.

Entre las conjeturas de quién pudo ser encontramos a un sacerdote de Avellaneda, Alonso Fernández de Zapata, el propio librero Felipe Roberto para ganar dinero, el militar Pedro Liñán de Riaza que dejaría inconclusa la obra y la terminarían varios escritores afamados amigos suyos, los historiadores y escritores Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, el soldado y poeta Jerónimo de Pasamonte, el escritor Cristóbal Suárez de Figueroa, el escritor y poeta José de Villaviciosa, el poeta Baltasar Elisio de Medinilla, durante una breve época se especuló fabulosamente con Francisco de Quevedo, y el candidato al que mucha gente a apuntado ya como autor directo, como autor que ayudó a alguno de los citados, o como autor que instigó a alguno de los otros a escribirlo, Lope de Vega, el llamado Fénix de las Letras españolas, al cual se le menciona en la obra a lo largo de todos los capítulos de una forma o de otra, incluso en los versos laudatorios y dedicatorios del principio, donde además se anotó que aquella segunda parte era verdadera, afirmación que dolió mucho personalmente a Cervantes, dado que en su trayectoria le había costado mucho alcanzar el reconocimiento que buscó y sabía que lo que él había escrito era algo único y novedoso, no hecho por nadie antes.

Lope de Vega y Cervantes tenían una enemistad mutua que venía de lejos y que duró muchos años. Lope consideraba mal dramaturgo a Cervantes y mal escritor. Cervantes no comprendía el porqué de la fama fácil de Lope ni compartía lo fácil en sus obras. Además, Cervantes había invitado a Lope a escribir unas notas introductorias en la primera parte, pues le admiraba hasta entonces, y Lope se negó de manera muy doliente e insultante a Cervantes. El éxito mundial de El Quijote pudo aguijonear más entre entre ellos una serie de rencores personales, celos literarios y otros problemas personales. Sea como sea, no se sabe con certeza que fuera Lope de Vega quien estuviera detrás del libro apócrifo, y la teoría que más adeptos suma es la del soldado Pedro Liñán azuzado y ayudado por Lope de Vega. Lo que sí está claro es que a lo largo de toda la novela hay numerosas puyas a Cervantes unas más evidentes que otras, que en algún caso no se sabe si es broma pesada, reconocimiento y a la vez paradójicamente sorna, o directamente un ataque total donde además se le robaba su obra y personajes. Que por otra parte las dos primeras ediciones se publicaran por primera vez en Tarragona, no ayuda a afianzar ninguno de los nombres. 

El libro no sólo salió por primera vez en Tarragona, además contiene numerosas expresiones propias de Aragón, un amplio conocimiento de los usos, costumbres y leyes del Reino de Aragón, y diversas cuestiones catalanas. Podríamos pensar que fuese quien fuese el autor, parece de lógica que tuviera alguna raíz en el Reino de  Aragón. 

No obstante, el autor también demuestra conocer Castilla y muy concretamente demuestra conocer muy bien Alcalá de Henares, sus habitantes y su Universidad. Cabría pensar que el autor fue universitario en Alcalá de Henares y que puede que conociera tanto a Miguel de Cervantes como a su familia, pues en alguno de los capítulos parece que hace referencias indirectas a alguna de las hermanas de Cervantes, a la que podría estar tratando ni más ni menos que como prostituta, en un sentido más insultante que de práctica real. Recordemos que en el libro Cervantes y la libertad de las mujeres, ya dejé anotado que una de sus hermanas vivió liberalmente como amante de al menos dos hombres acomodados que la mantuvieron, y que tanto ella como otra de sus hermanas, no se casaron y llevaron vidas libres en muchos sentidos, lo que chocaría en la mentalidad general de la época, en la cual, por lo común, de una mujer se esperaba su casamiento o su dedicación al sacerdocio femenino.

A lo largo de El Quijote apócrifo se podrá leer en numerosas ocasiones una visión un tanto misógina de la vida, una visión que traspasa el machismo propio de aquel mundo patriarcal del siglo XVII, mentalidad de la época de cómo se concebía el orden del mundo, y se va a una misoginia que probablemente a algunas personas de la época le pudiera crear reparos. Toda mujer que aparece en la obra es mayoritariamente o prostituta, o infiel, o promiscua, ladrona, engañadora, traidora, inculta, etcétera, muy pocos personajes femeninos reunen otras cualidades y en tonos más positivos, puesto que además el tono de humor que se usa para esas descripciones es en clave negativa respecto a ese personaje. Esto de por sí contrasta y choca con la visión de Cervantes respecto a la mujer. Cervantes era mucho más moderno y abierto de mente respecto a las libertades de la mujer y su relativa equiparación con el hombre (para lo que era la mentalidad de la época). De hecho, en otro tipo de temas Cervantes demuestra ser mucho más moderno y abierto que Avellaneda, mucho más conservador y cerrado, atado a un orden moral restrictivo y reticente no sólo a una libertad de las mujeres en sus usos y costumbres, sino también contrario a musulmanes y judíos, por ejemplo.

La novela cuenta la tercera salida de Don Quijote. Nada más volver a leer un texto de caballerías le vuelve de golpe la locura. Aquí se anotan diversos hechos que marcan la diferencia con Cervantes, como la afirmación de ser una historia verdadera, así por ejemplo se dice que Quijote era de Argamasilla, como broma, quizá, de ser hidalgo de un pueblo pequeño y probablemente de meros agricultores no muy cultos, por mucho que él leyera. A la vez reniega de Dulcinea y se hace llamar el Caballero Desenamorado. Y Sancho tiene barba y es el que realmente lleva el peso principal de la novela. Avellaneda carga todo el peso del relato y del humor en Sancho Panza, y pareciera que fuera él el auténtico protagonista. 

Quijote recibe en su casa a un noble llamado don Álvaro Tarfe, que se encuentra de camino a unas justas en Zaragoza. Las historias del noble enajenan la cabeza de Quijote y el noble, dándose cuenta, le azuza la locura. Quijote sale a escondidas con Sancho hacia las justas de Zaragoza, pasándole por el camino de nuevo todo tipo de locuras. El asunto es que este Quijote es menos filosófico que el de Cervantes, permanece permanentemente loco e imaginando combates de caballerías fantásticas, así como autojustificando para sí mismo todas las cosas que le ocurren. El humor pasa a ser un humor menos pensado que el de Cervantes, siendo un humor del golpe y de lo escatológico o bien de la gula, y para todo esto el principal comediante es indudablemente mejor Sancho que Quijote. 

Sea como sea, por el camino encontrarán nobles y hombres de leyes que unas veces les encarcelan y la mayoría de las veces les invitarán a sus casas para burlarse de ellos, como cuando les hacen enfrentarse a un gigante de verdad... de los de las fiestas de Aragón que hoy día alegran todavía las fiestas de innumerables pueblos y municipios de España, o sea: de cartón. Sancho al ver estas cosas y engaños va aumentando su creencia en las cosas que dice Quijote, y Sancho se quijotiza, que es algo que Cervantes usará en su segunda parte, cuando quijotice también a Sancho, pero a la vez sanchifique a Quijote. De hecho Cervantes potenciará también que los nobles se burlen de los dos protagonistas. La cosa es que Cervantes en cierto modo no desautoriza del todo a Avellaneda pues aunque a este Quijote y al propio Avellaneda les da aparición en su segunda parte y con ella les legitima como una historia alternativa de un loco que oyendo las historias de otro loco, adopta su locura para imitarla. Todo un complejo caso de psicología que en la vida real se da entre algunos perturbados mentales. 

En el camino encontrarán a un grupo de comediantes que le darán una tunda a Quijote y a Sancho como si fueran brujos y diablos, para reírse de ellos. No se dice el nombre del director del grupo teatral pero se refieren a él como Ave Fénix, lo que es una referencia a que aparece a Lope de Vega, y no queda claro si reconoce ser él el autor de esa misma novela, lo que sería algo muy moderno, como Cervantes hizo en la primera parte. El director del grupo teatral es nombrado "el autor" por el resto de personajes. 

Otro de los personajes que aparece es una prostituta de más de cincuenta años llamada Bárbara. Ella es natural de Alcalá de Henares, de donde ha sido sacada por un estudiante que tuvo relaciones sexuales con ella y que le prometió un gran provenir y una vida decente, pero en realidad sólo la alejó para robarla y atarla en mitad de un campo. Este personaje acompañará a Quijote y Sancho que, en su camino a Madrid, la llevan de vuelta a Alcalá creyendo Quijote que es una reina o princesa. En Alcalá de Henares se mencionará numerosos lugares de las golferías de los estudiantes, así como las bromas de estos. La novela mapea la Alcalá universitaria y la Alcalá de las prostitutas en el siglo XVII. También se nos muestra el ambiente social y la relación desconfiada de la gente sencilla como Sancho ante los estudiantes, la mayor parte de ellos echados a la picaresca y a la broma pesada. 

El humor sexual (el humor verde) explícito e implícito es otra constante, cosa que no ocurría en los escritos de Cervantes, pero sí en autores de la picaresca. Y es que esta novela tiene algo del género de la picaresca. Parece que responde al valor seguro de lo fácil y de lo sencillo, para comprensión de todo el mundo y del éxito fácil. Eso era algo muy de Lope. Abandono del cultismo, para abrazar lo popular. Aún con todo, las divagacions literarias de Quijote, aunque son galimatías, están llenas de erudición o de conocimientos bibliográficos.

Cuando fue publicado este libro tuvo cierto éxito, el que puso en guardia a Cervantes. Una vez que Cervantes reaccionó y publicó la respuesta, el de Avellaneda tuvo menos lectores. Sin embargo, a comienzos del siglo siguiente, el XVIII, salió una edición francesa como Nuevas Aventuras de don Quijote de la Mancha. Tuvo éxito y salió otra edición en Inglaterra y se multiplicaron las españoles. de hecho, Blas Nasarre, bibliotecario de Felipe V de Borbón,  Rey de España, en la primera mitad de ese siglo XVIII, el cual era cervantista, calificó al Quijote de Avellaneda como mejor que el de Cervantes y lo reeditó en 1732. Esta visión de Nasarre era exagerada, probablemente, pues Cervantes introdujo unas innovaciones y unas ideas totalmente revolucionarias, mientras que Avellaneda seguía ceñido a una forma de relatar no tan moderna, por mucho que Cervantes ahondara luego en alguna de las ideas narrativas que introdujo su apócrifo continuador. Ni que decir tiene que la barroca y compleja prosa de Cervantes no llegaba a ser reproducida al mismo nivel por Avellaneda.

Pero es cierto que la obra de Avellaneda no es mala. Es una buena novela, de su época, eso sí, pero buena novela. Incluso su lectura nos puede ayudar mejor a comprender algunas de las cosas que Cervantes hará que ocurran luego en la segunda parte que escriba él. A pesar de que ambos autores se transformaron en antagonistas, al usarse el uno al otro y no invalidarse, sino que se sustentaron para mantener sus obras mutuamente, se hacen necesarios el uno del otro. Bien es cierto que se puede leer a Cervantes sin leer a Avellaneda, pero no se entendería a Avellaneda sin leer a Cervantes, pero los tres libros se completan entre sí, eso es indudable. 

A gusto queda del lector.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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