Título: La soledad del aire.
Autor: José Pejó Vernis.
Editorial: Sección de Poesía Ateneo de Córdoba.
Año de publicación: 2016 (1ª edición).
ISBN: 978-84-88175-70-0
José Pejó Vernis (Castelldefels, 1952 - Guadalajara, 2018)
estudió Arquitectura en la Universidad Politécnica de Valencia y en la
Escuela de Arquitectura de Madrid. Cultiva la poesía en castellano y
catalán. Pertenece a la Asociación de Escritores y Artistas Españoles
(AEAE); también, a la Asociación de Escritores de Madrid (AEM). Pejó
Vernis es un poeta tardío que a partir del año 2009 comenzó a cosechar
premios y publicaciones de poesía, algo que sigue haciendo con
frecuencia a día de hoy. La suya, es una trayectoria en ascenso, un
compendio poético cual galería de obras trabajadas artesanalmente con
especial dedicación a la métrica —e incluso rima— clásica.
Con Un pañuelo bordado y un cuento de luz (Ediciones Cardeñoso, 2013) y Las horas afiladas (Ayuntamiento
de Toledo, 2014) demostró una solvencia estética y técnica al alcance
de muy pocos. Pejó Vernis es uno de esos poetas que a pesar de haber
ganado más de cuarenta premios literarios no recibe la atención y el
estudio que merece por parte de editoriales y críticos, la hondura y
arquitectura de su obra poética empuja a su divulgación y
reconocimiento. Tal vez, el hecho de ser un poeta que se dedica única y
exclusivamente a escribir y no participar del intercambio de favores y
la mercadotecnia a la que acostumbra el pobre postureo de buena parte
del círculo literario, influye en el hecho de su transparencia en los
medios.
Con La soledad del aire,
Vernis obtuvo el XXX Premio Juan Bernier de Poesía que entrega el Ateneo
de Córdoba. Según recogió el acta del jurado, este libro «es una
reflexión filosófica sobre la creación poética, con capacidad, además,
de crear nuevo lenguaje».
El poemario lo componen cuarenta y
nueve poemas titulados que forman un continuo sin divisiones. Excepto
uno, todos los poemas comienzan y terminan en la misma página, y por lo
general no necesitan más de media hoja para desarrollarse. El yo lírico
se expresa en primera persona y utiliza un lenguaje rico y equilibrado
en el que encontramos palabras como `espirrisa´, firme candidata a hápax legómenon de su obra completa.
Desde el primer poema, el autor
baliza el sendero metalingüístico por el que discurrirá su corriente
lírica. Así, en el poema titulado “Escribir”, encontramos un impecable
soneto de rima consonante en el que ya demuestra su riqueza léxica y
versatilidad de recursos: «Cultivar el fulgor, amar el reto / de la
magia, ser fiel a lo vivido / y dibujar un sueño en un boceto»; todo el
poema es una perífrasis del acto de escribir, su ritmo y
encabalgamientos recuerdan al Quevedo más ágil y certero.
En "En esta cirugía del instinto" el
poeta nos habla de la multiplicidad del yo cuando este se somete a
ahormar su pensamiento en el lenguaje. Al leer y escribir percibimos y
somos realidad de otra manera: «No siempre, en ese adentro, cuando
miras, / sabes bien de qué lado estás mirando. / En esta cirugía del
instinto, / a veces, te tropiezas con otro que no sabes, / y en él te
identificas, / desnudo, en lo que escribes, / o cuando te desnuda, en lo
que lees»: endecasílabos, heptasílabos y alejandrinos se combinan
armónicamente en lo que será una tónica formal dominante en el libro.
El símil del poeta y el gusano
enfrentados al blanco del vacío, tejedores de un hilo que engarza en su
telar pasado y sueño, es acertado en el poema titulado “Metamorfosis”,
ya que en toda creación late una transformación que no siempre libera de
la forma idealizada: « […] salir de la palabra / como una mariposa y
bates alas / y hablas del extramundo, y eso es nuevo / porque el mundo
se acaba, exactamente, / donde acaba tu propio pensamiento»; somos en el
lenguaje pero este también tiene sus propias limitaciones, por eso el
poeta está obligado a romper la gramática y travestir los conceptos y
palabras con la aspiración de crear lenguaje.
Relacionar la luz con lo positivo, la
oscuridad, con lo negativo, son convenciones gastadas que no tienen
porqué seguir connotando lo trillado en un poema. En el poema que lleva
por título “La claridad” descubrimos que la luz que ilumina también nos
puede cegar y esconder en ella tragedias y oscuridades: «Pero, escucha,
la claridad / es un señuelo. / Tras ella aguardan / los puñales de la
desolación».
Sucesos biográficos se entreveran con
pensamientos, ficción y un sentido del ritmo que destaca entre las
floraciones de seudopoetas actuales. Los poemas se adensan cuando pasan
de lo metalingüístico a lo humano, hay antropocentrismo, confesión,
monólogo interior, interpelaciones al lector y descripción de ideas,
nada queda al azar en una contundente ilustración del paisaje interior.
«Un poema es lo mismo / que una caja
sin fondo. / Donde metes las manos y no hay nada. / Donde metes los ojos
y se llenan de peces». La poesía es la tabla de salvación para quien
naufraga en la realidad y su pobreza, la culminación del esfuerzo para
los ávidos buscadores de belleza, el orden y el desorden en una
habitación donde no hay nada.
Escritura como filosofía, como forma
de ser ante el suceso cambiante de la vida, pero también refugio para un
alma que no encuentra, que no se encuentra entre yoes y mentiras, entre
ajenos enemigos y sí misma; lenguaje como forma de desahogo, como
castigo, su insuficiencia conduce a la tragedia pero provoca el milagro,
el milagro de la creación en manos de dioses con complejo de hombres.
El mundo mira a Dios,
y Dios, al mundo;
entre ambos, una flecha que hiende la razón
esparce a la sazón sus menudencias.
Recoge la palabra.
Libérate de Dios,
y Dios entrará en ti.
José Pejó Vernis es un claro
ejemplo de poeta en el más amplio sentido de la palabra. Creador honesto
y comprometido con su obra, su condición de orfebre ejemplifica la
grandeza de un amor por la poesía y la palabra que va más allá de
tendencias estéticas y farragosas retóricas. Cercano a Ignacio Caparrós
por edad y estilo, la poesía de Pejó Vernis no ha dicho su última
palabra. Desde aquí reivindico una poética precisa en lo formal y
evocadora y limpia en su argumento; los numerosos poemarios inéditos que
Pejó Vernis atesora merecen encontrar editores verdaderos.
Reseña escrita
por José Antonio Olmedo.
(Reseña originalmente publicada en "Acrópolis de la palabra".)
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