Título: La bicicleta (Memoria del fusilamiento de Felipe Loeches, jornalero, concejal y republicano).
Autor: Urbano Brihuega Moreno.
Editorial: Queimada Ediciones.
Año de publicación: 2015 (1ª edición; Introducción de Julián Vadillo).
Género: Historia; Biografía; Memorias.
ISBN: 978-84-85735-72-3
La vida de Felipe Loeches ha aparecido historiada en los libros más actuales de Historia de las etapas republicana, de guerra civil y primer franquismo en Alcalá de Henares, gracias a los avances en las investigaciones de archivo. Así por ejemplo se le puede rastrear en Luces y sombras en tiempo de paz. Alcalá de Henares en la Segunda República (1931-1936) (2018) y Alcalá en guerra (1999), de Pilar Lledó; en El movimiento obrero en Alcalá de Henares, 1868-1939 (2014), de Julián Vadillo; en La depuración de maestras y maestros en Alcalá de Henares (1939-1941) (2021), de Daniel López-Serrano; o en Justicia militar en la Villa de Camarma de Esteruelas (1939-1943) (2016), de José María San Luciano.
Felipe Loeches, como se ha dicho, fue un jornalero contratado por Cayo Campo para trabajar en sus tierras alcalaínas en el Soto del Henares y La Garena. Allí ejerció también entre sus compañeros como sindicalista de la UGT. Al comienzo de la guerra civil en julio de 1936, Cayo huyó de la ciudad y sus tierras quedaron abandonadas, siendo improductivas para dar trabajo a los alcalaínos que trabajaban allí, e improductivas para producir alimentos para los alcalaínos de Alcalá de Henares. Por ello mismo los trabajadores tomaron la iniciativa desde los sindicatos UGT y Confederación Nacional del Trabajo (CNT) para seguir cultivando las tierras creando una colectivización agraria. Los productos se repartieron equitativamente entre las necesidades de cada alcalaíno en una casa ubicada al lado de la Puerta de Madrid, hoy desaparecida. En esa colectivización llevada a medias entre UGT y CNT tuvo cierto peso Felipe Loeches entre otros, ya que este, por su experiencia, fue elegido para poder coordinar los trabajos en las tierras de Cayo, para lo que se le facilitó un caballo para desplazarse rápido. La guerra avanzó, Loeches puso a salvo a su familia refugiándola junto a otras familias en las afueras de Alcalá, algo común en aquellos días, y, según evolucionó la contienda, tuvo que ocupar un cargo de concejal por el PSOE en el ayuntamiento. Al final de la guerra intentó huir hacia el levante, animado por su familia, para salvarle de un fusilamiento, sin embargo, fue reconocido y apresado. A partir de aquí comienza un largo proceso militar contra él en la Causa General donde se le llegó a acusar de haber participado de ejecuciones desde la "cheka" ubicada en la calle Ánimas, cuya casa había pertenecido a un diputado de derechas. Se le acusa también de estar en la de San Felipe Neri e incluso de haber entregado a uno de sus sobrinos para ser ejecutado. Aunque esto último no era cierto y no había evidencias, abrió una profunda brecha en la familia. En cuanto a su función en las "chekas", se encontraron varios testimonios, incluso de dos mujeres presas allí, que dijeron haberle visto, pero nunca torturando, ni violentando, sino todo lo contrario, intentando frenar a quienes eso hacían. En todo caso, hubo otros testimonios de personas que no estuvieron en la ciudad que afirmaron las acusaciones, a pesar de la imposibilidad de que pudieran afirmarlas. Su papel en la colectivización de tierras puede que fuera su peor enemigo en la posguerra, se le condenó a ser ejecutado, cosa que se produjo en mayo de 1943.
Jesús Loeches rememora todo esto desde sus recuerdos de infancia y los recuerdos familiares que conservaba de su madre, hermanas y hermanos, así como el conocimiento que tuvo de la ciudad a través de su propia vida, lo que implicaría los testimonios de todas aquellas personas que conoció a lo largo de su vida y posiblemente lo que pudo ir sabiendo por otras vías. Esa información es completada por Urbano Brihuega con sus conocimientos de historiador alcalaíno, aportando algunas acotaciones a las memorias de Jesús que evidencian una procedencia de investigaciones.
Quizá uno de los problemas del libro viene precisamente en ese sentido. Ha sido escrito entre la memoria directa simulando la voz de Jesús, y la voz de Urbano como narrador de una especie de gran entrevista, pero no hay ningún signo, ni tipografía, ni maquetación que diferencie ambas partes, por lo que hay que estar atentos o confundir el relato. Por otro lado, es un libro cuyo peso mayor es el de la memoria histórica de una persona, con lo que a menudo se desprenden datos que son más su memoria que algo que se corresponda con la realidad, véase por ejemplo cuando Jesús habla de una bomba de relojería para la explosión del polvorín de Alcalá en 1947, cuando lo cierto es que se produjo por un accidente dentro de las instalaciones. Así ocurre con otros datos y percepciones, del mismo modo que se cuelan valoraciones de Jesús, muy marcadas por su condición de un niño y adolescente a cuyo padre fusilaron y cuya existencia fue atormentada por las autoridades del momento, que irrumpían en su casa de manera habitual en busca de una bicicleta con la que uno de sus hermanos había corrido una vuelta ciclista entre Torrejón de Ardoz y Alcalá de Henares.
La Ley de Memoria Histórica fue aprobada en diciembre de 2007, hoy sustituida por la de Memoria Democrática desde 2022, y este libro se circunscribe dentro de un intento de recuperar la memoria de aquellas personas ya muy ancianas que habían padecido la más brutal de las represiones en persona de sus familiares más directos.
Quizá sea un error que Urbano Brihuega no aportara la documentación de archivo, hemeroteca y bibliografía que le sirvió de apoyo, que sin duda se intuye que hubo, y todo parece que se basara exclusivamente en la memoria de una sola persona. No obstante, este hecho no invalida el valor testimonial que aporta. Quepa señalar que el relato coincide en muchos detalles de la vida social de después de la guerra, y personajes y mentalidades, con el relato de otras personas mayores que quien esto escribe también conoció o que quedaron como constancia en otros libros, como el citado sobre Nacarino.
Así tenemos de nuevo la confirmación y ampliación de la vida de prostíbulos en la Alcalá de después de la guerra, pero también la división física tácita de por dónde podían ir los perdedores y por dónde los ganadores, pero también aporta detalles sobre el día del golpe de Estado fallido en la ciudad al comienzo de la guerra, por ser Jesús un testigo directo en la Calle Libreros, cómo se alimentaban los perdedores de los deshechos, la vida penitenciaria de los presos de guerra a través de las visitas familiares, o determinadas celebraciones religiosas y su contexto en la ciudad. Vuelve a citar la explosión del polvorín a través de que uno de sus primos fue acusado en falso. Nos da datos de los viajes en tren en la época y muchos nombres conocidos a través de otras obras e investigaciones de personas de aquella Alcalá. Con lo que va completando muchos huecos de la década de 1940 en Alcalá, incluidas las películas proyectadas y el impacto de un par de superproducciones de Hollywood.
Repasa propiamente la vida de su padre, su capataz, su familia y todo el proceso por el que pasó, incluida la represión económica sobre su esposa e hijos. Nos da un detallado recuerdo y retrato de la Alcalá de Henares de los perdedores, aunque faltarían aquellos otros que, siendo de la ciudad, tuvieron que irse el resto de la dictadura, los grandes olvidados de entre los perdedores de la guerra por los investigadores locales.También los más difíciles de rastrear, pero no inexistentes.
El libro incluye una nutrida lista de alcalaínos ejecutados tras la guerra civil que hoy día se queda muy escueta. A la fecha de la publicación, 2015, Brihuega contabilizó con nombres, edad, lugar y fecha de ejecución a treinta y seis personas. En 2018 la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Alcalá de Henares, tras un largo trabajo de investigación de varios años, había logrado contabilizar a los ejecutados que estuvieron en el zanjón del cementerio de Alcalá de Henares a doscientas sesenta y ocho personas, y esa cifra no cuenta a aquellos alcalaínos que no se encontraran allí. Pensemos en los ocho ejecutados por el polvorín en 1948 y otros.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".