Título: Punto de encuentro.
Autor: Luis de Blas.
Editor: Empresa Municipal Promoción de Alcalá de Henares S.A. / Servicio de Publicaciones del ayuntamiento de Alcalá de Henares.
Año de publicación: 2007 (1ª edición; Prólogos del alcalde Bartolomé González y del cronista oficial Francisco Javier García Gutiérrez).
Género: Poesía.
ISBN: 978-84-611-7015-9
Luis de Blas le dedicó el libro al ayuntamiento mismo, aparte de sus habituales dedicatorias a su esposa, hijos y en este caso también nietos.
Sea como sea, esto no desluce la claridad de los versos de Luis de Blas, ni su impecable manejo del idioma. Salvo un primer poema que da título al libro y donde él se ubica a sí mismo en todos los sitios e incluso deja deslizar una paz venida del mundo y de Dios, todo el poemario está compuesto por sonetos, estilo donde él se sentía más cómodo. Tal vez sea por la edad, se nota en los versos de su último libro un punto de encuentro consigo mismo. En varios poemas trata el asunto de la edad y de la muerte, la cual no quiere, desde una perspectiva no tremendista ni afectada. Con calma y serenidad habla tranquilamente de ello, y también de Dios. Tal vez ya se sentía cercano y en la necesidad de la serenidad ante la realidad de la vida, a pesar de que su muerte no se produciría hasta 2020, siendo uno de los primeros afectados por la pandemia de la Covid-19.
A esta luz otoñal, a este paisaje,
Amor, nos brinda su compartimiento
de néctar de vendimia y argumento
para hablar con ternura su lenguaje.
Viajar por el ocaso en maridaje
sencillo, de maduro sentimiento,
con la emoción despierta en su aposento
y, alegremente, listo el equipaje.
Abrázame, mujer, si hoy te confieso
que, al ver caer las hojas, imagino
llegando la nostalgia a nuestra casa.
No importa, si vencida es con exceso,
querida esposa, al aire vespertino
que aviva con fervor la amante brasa.
Con esta elegancia descubrimos en el poemario su positivismo y su deseo de vida. Entre las cuestiones sencillas y cotidianas encuentra el hueco para hablarnos de su mundo interior, que enlaza con las grandes cuestiones de la vida. Encuentra en el amor la llama que da fuerza al motor de su querer seguir vivo.
Me falta tiempo, Amor, para quererte:
mañana, tarde y noche, aún incesante,
es corta vida y, de ahora en adelante,
por otra dimensión busco la suerte.
(...)
Que al fin de la pasión en carne y hueso.
sin pulso ya pero el cariño ileso,
la eternidad nos brinde su reinado.
Cabe también en este poemario varios poemas inspirados en pasajes de El Quijote, en clara referencia a Alcalá de Henares, pero también en justa necesidad de Promoción de Alcalá para sacar adelante el libro en unas épocas donde todo lo que emanaba de lo municipal parecía que tuviera que pasar por Cervantes, toda suerte que se celebraban varios cuartos centenarios relacionados con ese autor y su obra.
(...)
En eso estoy, señor, y son bastantes
mis palmas a su elogio merecido
que al Universo atruenen con su ruido
y gloria den en Alcalá de Henares.
(...)
Estos poemas se componen a modo de conversación entre Don Quijote y Sancho Panza, dándole así un carácter teatral. Rompen diametralmente el ritmo del libro tal como había empezado con esa primera parte de sonetos donde el poeta cuenta con elegancia sus preocupaciones existenciales en medio del amor a su esposa y el sentido de la vida que él encuentra dentro de cuestiones sencillas. Es probable que este libro no fuera el espacio adecuado para esta segunda parte tan cervantina, pues nos lleva a un poemario folclórico y casi de poemas para turistas. Puede que estos poemas bien hubieran tenido mejor presentación en otro tipo de publicación para no crear esa ruptura de ritmo y temática. Además, Luis de Blas abandona la claridad de su castellano para adoptar una imitación de forma de hablar al modo de los siglos XVI y XVII que parece más afectada de teatralidad que de filología. Aún así, desliza otros poemas a otros autores de esa época relacionados con Alcalá, como Quevedo, y es ahí donde todavía mete algunos de los asuntos que le preocupan en la primera parte. Luis de Blas sabía cual era el auténtico sentido de este libro. Se nota, pero estos poemas intermedios le obligan a dar un rodeo.
Vuelve después a otros sonetos dedicados a la vida cotidiana de la ciudad y a las cosas sencillas del mundo. Ya antes había hablado en otros sonetos de objetos y momentos familiares simples y cotidianos donde él encuentra ese punto de encuentro con el sentido de la vida. Parece una reflexión al cabo de los años de toda una vida sobre el sentido que hasta la más mínima cosa le da al hecho de la vida. Son poemas también con un cierto corte costumbrista, tal vez porque evolucionó hacia esa reflexión de lo cotidiano y dentro de un estilo también muy formal, o bien tal vez porque con el tiempo adapto su estilo inicial de 1978, más rompedor, para, quizá, tener más oportunidades de obtener premios literarios en una España donde casi todos los municipios celebran concursos literarios y prácticamente ninguno suele apostar por premiar temáticas y estilos arriesgados o experimentales.
Filtra en los poemas de este libro también algo de temática social, que es una temática que nunca abandonó, aunque sí cambió su forma de concebirlos y crearlos. No faltan poemas a obreros, a jubilados, contra la hambruna, a inmigrantes, a Madrid, etcétera. No falta a todo el poemario cierto sentido del humor fino e inteligente, rozando a veces el sarcasmo ante algunos momentos anecdóticos del día a día puestos en relación con los grandes temas de la existencia, la vida, la muerte, el amor, el paso del tiempo, Dios.
La temática social es algo siempre muy presente en Luis de Blas, poeta del pueblo. No obstante es hijo de exiliados y siempre vivió en el barrio obrero por excelencia de Alcalá de Henares, la avenida de Reyes Católicos y sus barrios colindantes. "Ya tiene el albañil hoy quien le escriba / versos (...)", escribe en uno de esos poemas. Tiene tandas de poemas de dedicados a la libertad y todos ellos se combinan con una loa a los médicos y enfermeras, una loa encubierta en una serie de poemas donde habla de una convalecencia que tuvo en el hospital e, inevitablemente, vuelven los poemas existencialistas. Luis de Blas al escribir este libro es consciente de su edad.
Es un poemario muy interesante y muy elegante, con un buen manejo del idioma. Personalmente me quedo con todos esos poemas que me parecen el cuerpo principal de la obra, aquellos que no necesitan pasar por Cervantes y Quevedo, los cuales, insisto, los hubiera publicado aparte, quizá a modo de libreto.
Dejamos la reseña con el poema "En la paz del hogar", el cual me parece uno de los más lúcidos en su remate final, junto a los innumerables poemas de amor que le dedica a su esposa, siempre bellos y llenos de cariño de toda una vida juntos.
Mi posesión está en la cuarta planta
sostenida en el aire más sencillo
que edifica el cemento y el ladrillo
hasta una altura en que mi pecho aguanta.
Más arriba, ya Dios siempre levanta
su reino eterno de celeste brillo;
nadie rompe la paz en el tresillo
su blancor con la dicha se agiganta.
Por cegarse a la luz se abre a la calle
y a ese patio interior donde el detalle
está en la ropa, sin pudor, tendida.
Orientado hacia el norte, dentro y fuera,
mi piso está al final de la escalera
donde cabe lo justo de mi vida.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
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