Título: El jardín de los frailes.
Género: Novela.
ISBN 10: 84-89669-93-7
Manuel Azaña Díaz (1880-1940) es otro de esos grandes escritores que ha dado Alcalá de Henares. Si Miguel de Cervantes era el más ilustre del llamado Siglo de Oro de las Letras españolas, el XVI-XVII, Manuel Azaña pertenece al que se llamó Siglo de Plata de las Letras españolas, el XX, que en realidad fueron unas décadas más o menos de la Generación de 1898 a la Generación de 1936. Bien es cierto que Manuel Azaña es más recordado y ha pasado a la Historia por su contribución política, en la que llegó a ser ministro y presidente de la Segunda República en la década de 1930, gobernando con el más alto cargo en la delicada época de la guerra civil de 1936-1939. Sin embargo, Azaña también tiene una rica trayectoria literaria donde se le reconoció como uno de los mejores prosistas del momento, si bien el ensayo y la reflexión es su mayor fuerte. Azaña murió en el exilio en Francia, en Montauban el 3 de noviembre de 1940. Desde entonces ha sido un personaje censurado y denodado durante la dictadura franquista, y recuperado, pero con muchos pasajes de su obra en el olvido desde los años 1970, los de la Transición a la democracia en la actual monarquía parlamentaria. En esa recuperación aparece también su recuerdo como escritor más allá de como político.
Los Azaña son una familia netamente alcalaína cuyos nombres aparecen en los archivos y la Historia local desde el siglo XV-XVI hasta la actualidad. En su haber tienen varias generaciones de escribanos, notarios y políticos, así como de empresarios locales y cuenta con una rama familiar más dedicada a oficios más sencillos. Manuel era hijo de Esteban Azaña, que fuera alcalde de la ciudad en la década de 1870 por el Partido Liberal, con la Restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, aunque Manuel de niño viviría la muerte de su padre. En un principio Manuel se dedicó al periodismo, empezando con un periódico local llamado La avispa del Henares, al comienzo del siglo XX. De ahí pasó a otros periódicos y ensayos. Llegó a visitar los frentes de combate de la Primera Guerra Mundial en Verdún. Se le suele encuadrar dentro de la llamada Generación de 1914, aunque hay quien le quiere meter en la Generación de 1927. Discrepó con la dictadura de Miguel Primo de Rivera en los años 1920 y se definió y posicionó claramente como republicano, fundando su propio partido político, Acción Republicana, con el cual en 1931 comenzó a ocupar altos cargos de gobierno, sin dejar de escribir diarios personales, discursos, ensayos, novelas y obras de teatro. En 1934 fundaría otro partido, Izquierda Republicana, con el se uniría a la coalición de partidos Frente Popular y ganaría las elecciones de febrero de 1936, siendo nombrado jefe de Estado como presidente, cargo con el que vivió la guerra civil iniciada en julio de ese año. Exiliado desde enero de 1939 y con la guerra acabada oficialmente el 1 de abril de ese año, murió en Francia en 1940 acosado por los nazis alemanes en la Segunda Guerra Mundial y amparado diplomáticamente por México en medio de su enfermedad letal.
El libro ya fue vuelto a editar en el fatídico año de 1936 por la editorial Espasa-Calpe, de una manera más sobria, prescindiendo de la ilustración arquitectónica que contenía la edición anterior. Luego, el silencio. De Azaña se recordaron desde el exilio sus cuestiones políticas, lo referente al recuerdo de sus escritos comenzó a centrarse en sus discursos, sus diarios y sobre todo en su último libro, La velada en Benicarló. En 1966 se editó de nuevo El jardín de los frailes en México, aunque con tal título había habido una publicación en Los cuadernos de poesía de El Escorial, editado en Madrid en 1950. Como sea, el libro no se volvería a reeditar correctamente en España hasta 1977, por la editorial vasca Albia. A partir de ahí ha tenido otras reediciones, aunque pocas. No es el libro más obvio ni el más recordado de Azaña, aunque en los últimos años se ha recuperado y revalorizado mucho. Una de las ediciones más recientes que más justicia le hizo fue la que realizó el periódico El País en 2003 dentro de su colección Clásicos del siglo XX. Contenía tapas duras y un diseño acorde con el resto de libros de la colección. Aparece en la portada un Azaña dibujado de niño de espaldas contemplando la nada del blanco de la cubierta. La calidad del papel puede no ser muy buena, pero es quizá la publicación que más ha ayudado en la actualidad a su difusión y conocimiento, tanto por su bajo coste, su aspecto aparente con la tapa dura y su aparición en un periódico de carácter estatal y de los más vendidos.
Esta novela es en cierto modo autobiográfica. Azaña recuerda aquí su infancia y juventud como estudiante en un colegio religioso de agustinos en El Escorial. Previamente habla de su etapa en Alcalá de Henares y nos da datos por ejemplo del abandono en su mantenimiento de la calle Santiago, o del ambiente social mortecino que él apreciaba en su vivencia. En este libro narra el despertar del niño en su aprendizaje, relatando tanto su curiosidad sexual, como sus primeras críticas a la educación religiosa. Con este libro Azaña comenzó a dejar clara de manera pública su creencia en la necesidad de limitar los poderes de la Iglesia en la sociedad para poder avanzar y progresar.
Es un relato de prosa clara y muy expositiva de reflexiones a raíz de circunstancias que le ocurren al protagonista y su grupo de compañeros de aula. En esta autobiografía hecha novela Azaña demuestra su oficio como escritor, previo y también compatibilizado con el de político. Tiene un estilo directo que no deja espacio a fórmulas enrevesadas. En cierto modo, esta novela le servía a la vez de trampolín para comenzar a propagar algunas de sus ideas para mejorar la sociedad de la época, tales como llevar el laicismo al gobierno y al orden constitucional, o tales como mejorar la educación y ponerla controlada por el Estado. Pero a la vez es un relato testimonial de cómo podía ser la vida para un joven de una ciudad de provincia venida a menos, casi convertida a la forma de vida rural, y que vivía de sus recuerdos sin lograr levantar cabeza. Con esos ojos se va descubriendo un mundo nuevo y restrictivo en El Escorial en comparación con la vida moderna y de progreso que se vivía en las grandes capitales. La confrontación de ese contraste es el que nos hace descubrir un Azaña no exento de un sentido del humor sutil, sarcástico, irónico, que detecta los que considera males de la sociedad española y los pone de relieve para tratar de sumar a los lectores en la sensación de necesidad de acabar con lo pernicioso para crear algo nuevo, fundamentalmente basado en la necesidad de una renovación y reforma total del sistema educativo español. El cambio de las mentalidades para el cambio y la mejora de la sociedad.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
Autor: Manuel Azaña.
Editor: Compañía General de Artes Gráficas. Madrid.
Impresor: Compañía General de Artes Gráficas. Madrid.
Año de publicación: 1926. (1ª edición)
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Título: El jardín de los frailes.
Autor: Manuel Azaña.
Editorial: Ediciones El País.
Año de publicación: 2003 (1ª edición).
Colección: Clásicos del siglo XX.
Nº de volumen en la colección: 31. ISBN 10: 84-89669-93-7
ISBN 13: 978-84-89669-93-2
Manuel Azaña Díaz (1880-1940) es otro de esos grandes escritores que ha dado Alcalá de Henares. Si Miguel de Cervantes era el más ilustre del llamado Siglo de Oro de las Letras españolas, el XVI-XVII, Manuel Azaña pertenece al que se llamó Siglo de Plata de las Letras españolas, el XX, que en realidad fueron unas décadas más o menos de la Generación de 1898 a la Generación de 1936. Bien es cierto que Manuel Azaña es más recordado y ha pasado a la Historia por su contribución política, en la que llegó a ser ministro y presidente de la Segunda República en la década de 1930, gobernando con el más alto cargo en la delicada época de la guerra civil de 1936-1939. Sin embargo, Azaña también tiene una rica trayectoria literaria donde se le reconoció como uno de los mejores prosistas del momento, si bien el ensayo y la reflexión es su mayor fuerte. Azaña murió en el exilio en Francia, en Montauban el 3 de noviembre de 1940. Desde entonces ha sido un personaje censurado y denodado durante la dictadura franquista, y recuperado, pero con muchos pasajes de su obra en el olvido desde los años 1970, los de la Transición a la democracia en la actual monarquía parlamentaria. En esa recuperación aparece también su recuerdo como escritor más allá de como político.
Los Azaña son una familia netamente alcalaína cuyos nombres aparecen en los archivos y la Historia local desde el siglo XV-XVI hasta la actualidad. En su haber tienen varias generaciones de escribanos, notarios y políticos, así como de empresarios locales y cuenta con una rama familiar más dedicada a oficios más sencillos. Manuel era hijo de Esteban Azaña, que fuera alcalde de la ciudad en la década de 1870 por el Partido Liberal, con la Restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, aunque Manuel de niño viviría la muerte de su padre. En un principio Manuel se dedicó al periodismo, empezando con un periódico local llamado La avispa del Henares, al comienzo del siglo XX. De ahí pasó a otros periódicos y ensayos. Llegó a visitar los frentes de combate de la Primera Guerra Mundial en Verdún. Se le suele encuadrar dentro de la llamada Generación de 1914, aunque hay quien le quiere meter en la Generación de 1927. Discrepó con la dictadura de Miguel Primo de Rivera en los años 1920 y se definió y posicionó claramente como republicano, fundando su propio partido político, Acción Republicana, con el cual en 1931 comenzó a ocupar altos cargos de gobierno, sin dejar de escribir diarios personales, discursos, ensayos, novelas y obras de teatro. En 1934 fundaría otro partido, Izquierda Republicana, con el se uniría a la coalición de partidos Frente Popular y ganaría las elecciones de febrero de 1936, siendo nombrado jefe de Estado como presidente, cargo con el que vivió la guerra civil iniciada en julio de ese año. Exiliado desde enero de 1939 y con la guerra acabada oficialmente el 1 de abril de ese año, murió en Francia en 1940 acosado por los nazis alemanes en la Segunda Guerra Mundial y amparado diplomáticamente por México en medio de su enfermedad letal.
Entre 1921 y 1922 publicó por entregas en el periódico La Pluma su novela El jardín de los frailes, que es con la que en la reseña de hoy introducimos a Azaña en Las notas de los cíclopes libreros. Siguió escribiendo y publicando de tal modo que ganó el Premio Nacional de Literatura en 1926 por Vida de don Juan Valera. Según la anotación de la Asociación de Arte Gráficas sería entonces, 1926, cuando se decide publicar en libro El jardín de los frailes. Como se puede ver no es novedoso, a pesar de que nos digan que sí, que una publicación por entregas públicas (hoy día en Internet) termine siendo editado en libro. Y que los autores por entregas crezcan por ese medio y terminen siendo reconocidos. Sea como sea, a pesar de la anotación de la época de que aquel libro salió en 1926, se difundió en 1927 y por lo general se afirma que fue publicado en 1927 como libro por primera vez.
El libro ya fue vuelto a editar en el fatídico año de 1936 por la editorial Espasa-Calpe, de una manera más sobria, prescindiendo de la ilustración arquitectónica que contenía la edición anterior. Luego, el silencio. De Azaña se recordaron desde el exilio sus cuestiones políticas, lo referente al recuerdo de sus escritos comenzó a centrarse en sus discursos, sus diarios y sobre todo en su último libro, La velada en Benicarló. En 1966 se editó de nuevo El jardín de los frailes en México, aunque con tal título había habido una publicación en Los cuadernos de poesía de El Escorial, editado en Madrid en 1950. Como sea, el libro no se volvería a reeditar correctamente en España hasta 1977, por la editorial vasca Albia. A partir de ahí ha tenido otras reediciones, aunque pocas. No es el libro más obvio ni el más recordado de Azaña, aunque en los últimos años se ha recuperado y revalorizado mucho. Una de las ediciones más recientes que más justicia le hizo fue la que realizó el periódico El País en 2003 dentro de su colección Clásicos del siglo XX. Contenía tapas duras y un diseño acorde con el resto de libros de la colección. Aparece en la portada un Azaña dibujado de niño de espaldas contemplando la nada del blanco de la cubierta. La calidad del papel puede no ser muy buena, pero es quizá la publicación que más ha ayudado en la actualidad a su difusión y conocimiento, tanto por su bajo coste, su aspecto aparente con la tapa dura y su aparición en un periódico de carácter estatal y de los más vendidos.
Esta novela es en cierto modo autobiográfica. Azaña recuerda aquí su infancia y juventud como estudiante en un colegio religioso de agustinos en El Escorial. Previamente habla de su etapa en Alcalá de Henares y nos da datos por ejemplo del abandono en su mantenimiento de la calle Santiago, o del ambiente social mortecino que él apreciaba en su vivencia. En este libro narra el despertar del niño en su aprendizaje, relatando tanto su curiosidad sexual, como sus primeras críticas a la educación religiosa. Con este libro Azaña comenzó a dejar clara de manera pública su creencia en la necesidad de limitar los poderes de la Iglesia en la sociedad para poder avanzar y progresar.
Es un relato de prosa clara y muy expositiva de reflexiones a raíz de circunstancias que le ocurren al protagonista y su grupo de compañeros de aula. En esta autobiografía hecha novela Azaña demuestra su oficio como escritor, previo y también compatibilizado con el de político. Tiene un estilo directo que no deja espacio a fórmulas enrevesadas. En cierto modo, esta novela le servía a la vez de trampolín para comenzar a propagar algunas de sus ideas para mejorar la sociedad de la época, tales como llevar el laicismo al gobierno y al orden constitucional, o tales como mejorar la educación y ponerla controlada por el Estado. Pero a la vez es un relato testimonial de cómo podía ser la vida para un joven de una ciudad de provincia venida a menos, casi convertida a la forma de vida rural, y que vivía de sus recuerdos sin lograr levantar cabeza. Con esos ojos se va descubriendo un mundo nuevo y restrictivo en El Escorial en comparación con la vida moderna y de progreso que se vivía en las grandes capitales. La confrontación de ese contraste es el que nos hace descubrir un Azaña no exento de un sentido del humor sutil, sarcástico, irónico, que detecta los que considera males de la sociedad española y los pone de relieve para tratar de sumar a los lectores en la sensación de necesidad de acabar con lo pernicioso para crear algo nuevo, fundamentalmente basado en la necesidad de una renovación y reforma total del sistema educativo español. El cambio de las mentalidades para el cambio y la mejora de la sociedad.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
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