martes, 30 de abril de 2019

Cosinas de Abril

Título: Cosinas de Abril
Autoras: Susi Corrales "Suko" y Abril Pérez Corrales. 
Editorial: La Fragua del Trovador. 
Año de publicación: 2019. (1ª edición; con prólogo de Arantxa Oteo Ugarte; y nota de la Asociación DEBRA-Piel de Mariposa.)
Género:  Aforismo, Humor, Infantil. Ilustración
ISBN:  978-84-17395-07-0

Dystrophic Epydermolysis Bullosa Research Association, conocida como DEBRA, es la asociación que en 1978 creó un grupo de padres en Reino Unido para ayudarse mutuamente y ayudar a combatir los efectos y consecuencias de una enfermedad rara, de carácter genético, que en esos momentos sólo estaba diagnosticada en unos doscientos niños, la llamada epidermólisis bullosa, popularmente conocida como "piel de mariposa". Desde entonces la asociación se ha extendido a muchos más países, entre ellos España desde 1993, y se han detectado muchos más casos en niños y adultos. Se trata de una enfermedad contraída desde el nacimiento para la que no hay cura y por la cual se movilizaron no hace muchos años una cantidad de actores, escritores y cantantes para realizar una campaña de solidaridad e información social. Esta enfermedad consiste en el desprendimiento de la piel al más mínimo contacto, creando todos los problemas imaginables de llagas lacerantes, sangrados y otras consecuencias, a cada cual más grave, incluida la complicidad con secuelas psicológicas y todos los trastornos de afectividad, empatía, comprensión y afectividad social que puedan contraer. Los que la sufren necesitan vendar sus cuerpos constantemente y ayuda por parte de otras personas, habitualmente sus familiares, ocasionando aquí otra serie de problemas de orden económico y medios de vida. Entre la corriente de solidaridad que ha despertado se encuentra la escritora Susi Corrales "Suko", que esta vez publicó su tercer libro en coautoría junto a su hija Abril Pérez Corrales. Efectivamente, el que es su tercer libro tiene relación directa con DEBRA-Piel de Mariposa. 

El libro se llama Cosinas de Abril, y está publicado por La Fragua del Trovador, con quien Suko ya había publicado Más allá del pensamiento, su segundo libro. En el caso de Cosinas de Abril, la editorial puso todo de su parte para crear una edición de bolsillo en rústica y solapada, con cubiertas forradas en plástico de brillo e ilustración de la pequeña Abril, una de las dos coautoras citadas, así como una gran fotografía interior de la madre y la hija. Es más, entre sus páginas incluyó ilustraciones infantiles de Abril impresas en color. Todo este despliegue no sin costo de producción editorial se hizo de manera altruista, pues los beneficios del libro se donan a DEBRA. Fue idea de la pequeña Abril, de cuatro años y medio de edad, cuando su madre, Suko, y su padre, el también escritor Lolo Rovira, le dijeron que iban a publicar en libro sus ocurrencias. A la pequeña Abril, con tan temprana edad, le salió de sí decirles a sus padres que fuera para ayudar a otros niños. Puestos a buscar causas, Suko y Lolo encontraron la causa de los niños afectados por Piel de Mariposa, ya que conocen a un niño con tal afección, amigo de Abril, y, tras contactar con DEBRA, encomendaron el libro a ellos. Su coste es barato, diez euros, lo que permite además una mejor difusión y por tanto una mejor recaudación benéfica.

"Ya he escrito un libro y todavía no se leer", dijo la pequeña Abril el día de la presentación en Alcalá de Henares, dentro de los actos literarios del mes de abril de este 2019 que celebró la Universidad de Alcalá de Henares. Lleva razón. Y probablemente aún no sepa ni escribir todo lo adecuadamente que algún día llegará a saber. El libro fue compilado por su madre, Suko, a través de sus cuatro primeros años de vida. Se trata de un libro de aforismos y de anécdotas de la vida diaria de una pequeña que va descubrimiento el mundo y el lenguaje, pero también de las interacciones de este mundo infantil con el mundo de la madre respecto al cuidado de la  niña y en menor medida también aparece el mundo del padre respecto a ese mismo aspecto. Abril es el centro, la protagonista de la obra. De hecho ya lo es de por sí a través de los escritos instantáneos en la red social que publica Suko. Abril es autora y a la vez personaje, por lo que a pesar de su corta edad podríamos decir que realiza lo que se llama metaliteratura.

Realmente Suko no hace nada muy diferente a lo que hacen otras madres y padres, anotar todas aquellas cosas que le parecen graciosas o significativas de lo que dice o hace su hija. Suele ser un ejercicio de intento de apresar un momento vivido que se sabe se va a perder con el paso del tiempo. Del mismo modo que se realizan fotografías y videograbaciones, suele ser común los cuadernos y libretas donde algunas madres y padres anotan todo tipo de cosas de sus hijos e hijas. No todos lo hacen, aunque todos vivan situaciones similares, especialmente con todo tipo de gracias surgidas de un uso del habla que está comenzando y comete sus equivocaciones infantiles a las que se les suma el desconocimiento del mundo en toda su complejidad adulta y a veces en toda esa crudeza que algún día les hará perder su infancia. Muchos son los programas de radio y de televisión dedicados a mostrar varias de estas situaciones, con la colaboración de los padres. Sin embargo, no son tantos los libros publicados que compilen o muestren todo ese conjunto de situaciones. Este es uno de ellos.

Abril es una niña muy despierta e inteligente que analiza el mundo y lo comprende desde una perspectiva de imaginación viva que, de fondo, demuestra una educación recibida donde la niña maneja cuestiones del mundo infantil pero también del adulto, siempre siendo inocentemente niña. Muy lista y perspicaz para su edad, tenemos en esta obra una especie de aforismos de una Mafalda real, más allá de la imaginación del gran creador de cómic que es Quino. 

Encontramos todas las anécdotas agrupadas en capítulos correspondientes a la edad por meses de la niña y a las temporadas estacionales del año. Lo habitual es que se presenten en forma de pequeños diálogos, siendo los mayoritarios los habidos entre la niña y la madre, en menor medida entre la niña y el padre, alguno con la aparición de la abuela o el abuelo, y las menos frases sin más de Abril. 

Con la lectura de este libro es fácil sonreír diversas veces, aunque su lectura debiera ser pausada y espaciada en el tiempo, para saborearlo mejor. Podemos ir más allá de lo que anota y reflexionar sobre la educación infantil en la España del comienzo del siglo XXI, hacer comparativas con otros periodos, así como una aproximación sobre la familia joven más o menos de clase media trabajadora, con estudios superiores, en esa misma España y en este mismo periodo. Pero el libro, muy obviamente no va de eso en concreto, va de todo ese mundo infantil y, ya que se nos propone dispuesto cronológicamente según crece Abril, sobre la evolución de una infancia en sus primeros años. Sobre el choque de todo un universo muy sencillo con su complejidad real, a pesar de que, dada la corta edad de Abril, siempre es con ojos divertidamente de niña. Abril es una pequeña Mafalda y tiene su cosmovisión de la vida y de la gente, de las costumbres sociales, de lo que es espontáneo y de lo que es artificial, de los sentimientos y emociones, de los deseos, de la ecología a través de los ojos del niño, de lo que es amar, de lo que se intuye que debe ser la muerte, de lo que merece la pena ser puesto en valor y no a través aún de la inocencia, etcétera.

Abril deja al descubierto los dobles argumentos de los adultos, los egoísmos (que también aparecen en el mundo infantil), lo que en realidad queremos y lo que en realidad hacemos, lo justo y lo injusto, e incluso tiene una filosofía muy sencilla y simple, al modo de algunos antiguos griegos, que choca con la complejidad del mundo que nos hemos ido creando. El choque de intereses, sobre todo entro lo ideal y lo pragmático, es una constante.

Cuenta con todo el corolario de recursos humorísticos que usaron los surrealistas en los años 1920-1930. Si hubieran dejado a Abril con Miura, Poncela o los hermanos Marx, de seguro hubieran tenido personaje para alguna de sus obras. Obviamente este fenómeno es algo que le sale a Abril de manera natural, como a muchos otros niños, sin haberlo trabajado ni estudiado. Aunque desde luego, donde más insiste en el humor, es justo en la confrontación del mundo adulto con el infantil, tal como lo comprendió Quino en la más que citada Mafalda, y en La pequeña Lulú que creó Marjorie Henderson Buell. Los tres personajes son pequeñas contestatarias, pero Abril es, además, real. Hay, en todas ellas, además, un poso de igualdad de género, de feminismo, de libertad, de reivindicación y de solidaridad.

Llegó el temido día de las vacunas.
-Mamá, cómo me ha dolido. He llorado mucho, ¿verdad? Y tú, ¡cómo sudabas!
-Ya cariño, sufría mucho por ti. No te podíamos sujetar entre las dos enfermeras y yo.
-No te creas, yo sí que sufría por mí.
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-Y digo yo, ¿si ya no creces, por qué sigues cumpliendo años?
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-Mamá Susi, ¿puedo tener más de un novio?
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Cuando hablo por teléfono, Abril siempre aprovecha para liarla parda, para chillar justo a  mi lado o para no parar de preguntarme cosas, y da igual con quién esté hablando. 
Ayer le intenté explicar, una vez más, que cuando mamá habla por teléfono debe portarse bien y dejar que hable tranquilamente porque puede ser algo importante.
-Abril, y si es algo importante, ¿qué?
-Pues le dices a quien sea: "espera un momentito, que mi hija me está preguntando algo importante", y luego sigues hablando.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

sábado, 20 de abril de 2019

El Quijote apócrifo

Título: Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha.
Autor: Alonso Fernández de Avellaneda.
Editor: Felipe Roberto (librero). 
Impresor: Felipe Roberto (Tarragona). 
Año de publicación: 1614. (1ª edición)
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Título: El Quijote apócrifo
Autor: Alonso Fernández de Avellaneda.
Editorial: Verbum.
Año de publicación: 2016 (1ª edición; prólogo y edición de Miguel Ángel Martín-Hervás Jiménez.).
Género: Novela.
ISBN:  978-84-9074-435-2

Ya habíamos comentado en Don Quijote de La Mancha que tras la primera parte que publicó Cervantes en 1605, el autor consideró que debía escribir una segunda parte para contrarrestar otra que había salido publicada sin ser él el autor. La publicó en 1615, y ya en aquellas notas expliqué varias cuestiones referentes a la aparición de aquel Quijote que no era de Cervantes. Tampoco a Mateo Alemán le había gustado que se publicaran segundas partes apócrifas de su Guzmán de Alfarache, como también conté en las notas de ese otro libro. La cosa es que la publicación de obras que continuaban obras de éxito de otros autores no era algo que se entendiera en los siglos XVI y XVII como ediciones piratas o como robos de la propiedad intelectual, como hoy día entenderíamos. En buena parte era una forma de prestigio y de reconocimiento del éxito, no eran homenajes, exactamente, pero sí eran una forma diferente de entender la valía de la obra y de autor. Por supuesto, en esa especie de reconocimiento a menudo intervenían libreros e impresores (a menudo ambas cosas a la vez en una sola persona) que tras vender muchos ejemplares de un libro de éxito, ante la falta de nuevo material del autor, sacaban sus propias continuaciones, a veces con nombres que era pseudónimos, otras de forma anónima, las menos diciendo sus nombres reales. La mentalidad donde se valoraba que firmar una obra de Arte era una gloria vana y contraria a un buen creyente de Dios, iría cediendo muy lentamente desde el siglo XIII y muy evidentemente desde el siglo XV, cuando comience el Renacimiento. Para entonces firmas una obra empezará a ser una reivindicación del artista sobre su creación, pero convivirá con la otra forma de pensar, de ahí nacerá el espacio donde ser versionado no era algo malo en sí, si no el reconocimiento de hacer las cosas muy bien. Ahora bien, de fondo comenzaba también un fenómeno de comercialización de la Cultura, muy leve para como hoy día ocurre ese fenómeno, pero comenzaba a ocurrir, máxime con el invento de la imprenta y la difusión de los libros a mayores escalas. Por ello hay autores como Cervantes y Alemán que se sintieron perjudicados cuando se publicaron ediciones apócrifas que continuaban sus obras de mayor éxito. Por una parte porque no les gustaba perder el control sobre sus personajes, por otra porque no les gustaba el mensaje que se enviaba en las nuevas historias, el cual no era su mensaje, y por otra, de manera muy importante pues estos autores tenían problemas económicos, porque perdían ingresos mientras alguien desconocido ganaba grandes sumas a costa de segundas partes que no estaban autorizadas (aunque en la época este concepto de autorización no existía como hoy lo entendemos, con pasar la censura del gobierno imperial valía). Sea como sea, y explicado esto, la segunda parte de El Quijote que no escribió Cervantes y que le motivó a dar final a su obra, fue el libro Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, que después se conoció como El Quijote de Avellaneda, y que actualmente es más conocido también como El Quijote apócrifo. Se publicó en 1614, y sí, tiene que ver con Alcalá de Henares.

La edición más actual la sacó la editorial Verbum en 2016, con motivo de su cuatrocientos aniversario, aunque con dos años de retraso. Estaba al cargo de Miguel Ángel Martín-Hervás Jiménez. Sus notas a pie de página son pocas y obvias, tal vez muchas de ellas sean innecesarias. Sin embargo, es una edición de bolsillo bastante cómoda de transportar y fácil de leer. 

El autor de El Quijote apócrifo, como el propio título indica por extensión, no se conoce, pues el nombre del que firmó es precisamente eso: apócrifo (falso), es un pseudónimo, como apócrifa es esa segunda parte. El autor no se atrevió a firmar con su nombre real. Quizá esto nos indica que pudo temer algún tipo de sanción, de problema con la Justicia o de problema a nivel personal o de prestigio. No sabemos porqué no firmó, ya que hoy día no sabemos quien fue aquella persona que se hizo llamar Alonso Fernández de Avellaneda. Como tal persona afirmó en su primera edición que era un licenciado nacido en Tordesillas. El libro se había publicado en dos ediciones con la misma portada en 1614 en Tarragona, de la mano del librero Felipe Roberto, que la comercializó. El libro tuvo un éxito rápido, sobre todo entre las elites sociales, y eso pudo ser una de las principales razones por las que Cervantes se animara a contestarle, entre otras razones, pues, como se lee a través de la auténtica segunda parte, Cervantes se sentía dolido por múltiples causas con esa obra apócrifa y también con el autor, al que el propio Cervantes le guarda el anonimato aunque parece que sabía bien quien era, ya que le lanzó varias claves que hoy día se detectan pero no se saben interpretar. Sería cosas del honor en aquella época.

Entre las conjeturas de quién pudo ser encontramos a un sacerdote de Avellaneda, Alonso Fernández de Zapata, el propio librero Felipe Roberto para ganar dinero, el militar Pedro Liñán de Riaza que dejaría inconclusa la obra y la terminarían varios escritores afamados amigos suyos, los historiadores y escritores Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, el soldado y poeta Jerónimo de Pasamonte, el escritor Cristóbal Suárez de Figueroa, el escritor y poeta José de Villaviciosa, el poeta Baltasar Elisio de Medinilla, durante una breve época se especuló fabulosamente con Francisco de Quevedo, y el candidato al que mucha gente a apuntado ya como autor directo, como autor que ayudó a alguno de los citados, o como autor que instigó a alguno de los otros a escribirlo, Lope de Vega, el llamado Fénix de las Letras españolas, al cual se le menciona en la obra a lo largo de todos los capítulos de una forma o de otra, incluso en los versos laudatorios y dedicatorios del principio, donde además se anotó que aquella segunda parte era verdadera, afirmación que dolió mucho personalmente a Cervantes, dado que en su trayectoria le había costado mucho alcanzar el reconocimiento que buscó y sabía que lo que él había escrito era algo único y novedoso, no hecho por nadie antes.

Lope de Vega y Cervantes tenían una enemistad mutua que venía de lejos y que duró muchos años. Lope consideraba mal dramaturgo a Cervantes y mal escritor. Cervantes no comprendía el porqué de la fama fácil de Lope ni compartía lo fácil en sus obras. Además, Cervantes había invitado a Lope a escribir unas notas introductorias en la primera parte, pues le admiraba hasta entonces, y Lope se negó de manera muy doliente e insultante a Cervantes. El éxito mundial de El Quijote pudo aguijonear más entre entre ellos una serie de rencores personales, celos literarios y otros problemas personales. Sea como sea, no se sabe con certeza que fuera Lope de Vega quien estuviera detrás del libro apócrifo, y la teoría que más adeptos suma es la del soldado Pedro Liñán azuzado y ayudado por Lope de Vega. Lo que sí está claro es que a lo largo de toda la novela hay numerosas puyas a Cervantes unas más evidentes que otras, que en algún caso no se sabe si es broma pesada, reconocimiento y a la vez paradójicamente sorna, o directamente un ataque total donde además se le robaba su obra y personajes. Que por otra parte las dos primeras ediciones se publicaran por primera vez en Tarragona, no ayuda a afianzar ninguno de los nombres. 

El libro no sólo salió por primera vez en Tarragona, además contiene numerosas expresiones propias de Aragón, un amplio conocimiento de los usos, costumbres y leyes del Reino de Aragón, y diversas cuestiones catalanas. Podríamos pensar que fuese quien fuese el autor, parece de lógica que tuviera alguna raíz en el Reino de  Aragón. 

No obstante, el autor también demuestra conocer Castilla y muy concretamente demuestra conocer muy bien Alcalá de Henares, sus habitantes y su Universidad. Cabría pensar que el autor fue universitario en Alcalá de Henares y que puede que conociera tanto a Miguel de Cervantes como a su familia, pues en alguno de los capítulos parece que hace referencias indirectas a alguna de las hermanas de Cervantes, a la que podría estar tratando ni más ni menos que como prostituta, en un sentido más insultante que de práctica real. Recordemos que en el libro Cervantes y la libertad de las mujeres, ya dejé anotado que una de sus hermanas vivió liberalmente como amante de al menos dos hombres acomodados que la mantuvieron, y que tanto ella como otra de sus hermanas, no se casaron y llevaron vidas libres en muchos sentidos, lo que chocaría en la mentalidad general de la época, en la cual, por lo común, de una mujer se esperaba su casamiento o su dedicación al sacerdocio femenino.

A lo largo de El Quijote apócrifo se podrá leer en numerosas ocasiones una visión un tanto misógina de la vida, una visión que traspasa el machismo propio de aquel mundo patriarcal del siglo XVII, mentalidad de la época de cómo se concebía el orden del mundo, y se va a una misoginia que probablemente a algunas personas de la época le pudiera crear reparos. Toda mujer que aparece en la obra es mayoritariamente o prostituta, o infiel, o promiscua, ladrona, engañadora, traidora, inculta, etcétera, muy pocos personajes femeninos reunen otras cualidades y en tonos más positivos, puesto que además el tono de humor que se usa para esas descripciones es en clave negativa respecto a ese personaje. Esto de por sí contrasta y choca con la visión de Cervantes respecto a la mujer. Cervantes era mucho más moderno y abierto de mente respecto a las libertades de la mujer y su relativa equiparación con el hombre (para lo que era la mentalidad de la época). De hecho, en otro tipo de temas Cervantes demuestra ser mucho más moderno y abierto que Avellaneda, mucho más conservador y cerrado, atado a un orden moral restrictivo y reticente no sólo a una libertad de las mujeres en sus usos y costumbres, sino también contrario a musulmanes y judíos, por ejemplo.

La novela cuenta la tercera salida de Don Quijote. Nada más volver a leer un texto de caballerías le vuelve de golpe la locura. Aquí se anotan diversos hechos que marcan la diferencia con Cervantes, como la afirmación de ser una historia verdadera, así por ejemplo se dice que Quijote era de Argamasilla, como broma, quizá, de ser hidalgo de un pueblo pequeño y probablemente de meros agricultores no muy cultos, por mucho que él leyera. A la vez reniega de Dulcinea y se hace llamar el Caballero Desenamorado. Y Sancho tiene barba y es el que realmente lleva el peso principal de la novela. Avellaneda carga todo el peso del relato y del humor en Sancho Panza, y pareciera que fuera él el auténtico protagonista. 

Quijote recibe en su casa a un noble llamado don Álvaro Tarfe, que se encuentra de camino a unas justas en Zaragoza. Las historias del noble enajenan la cabeza de Quijote y el noble, dándose cuenta, le azuza la locura. Quijote sale a escondidas con Sancho hacia las justas de Zaragoza, pasándole por el camino de nuevo todo tipo de locuras. El asunto es que este Quijote es menos filosófico que el de Cervantes, permanece permanentemente loco e imaginando combates de caballerías fantásticas, así como autojustificando para sí mismo todas las cosas que le ocurren. El humor pasa a ser un humor menos pensado que el de Cervantes, siendo un humor del golpe y de lo escatológico o bien de la gula, y para todo esto el principal comediante es indudablemente mejor Sancho que Quijote. 

Sea como sea, por el camino encontrarán nobles y hombres de leyes que unas veces les encarcelan y la mayoría de las veces les invitarán a sus casas para burlarse de ellos, como cuando les hacen enfrentarse a un gigante de verdad... de los de las fiestas de Aragón que hoy día alegran todavía las fiestas de innumerables pueblos y municipios de España, o sea: de cartón. Sancho al ver estas cosas y engaños va aumentando su creencia en las cosas que dice Quijote, y Sancho se quijotiza, que es algo que Cervantes usará en su segunda parte, cuando quijotice también a Sancho, pero a la vez sanchifique a Quijote. De hecho Cervantes potenciará también que los nobles se burlen de los dos protagonistas. La cosa es que Cervantes en cierto modo no desautoriza del todo a Avellaneda pues aunque a este Quijote y al propio Avellaneda les da aparición en su segunda parte y con ella les legitima como una historia alternativa de un loco que oyendo las historias de otro loco, adopta su locura para imitarla. Todo un complejo caso de psicología que en la vida real se da entre algunos perturbados mentales. 

En el camino encontrarán a un grupo de comediantes que le darán una tunda a Quijote y a Sancho como si fueran brujos y diablos, para reírse de ellos. No se dice el nombre del director del grupo teatral pero se refieren a él como Ave Fénix, lo que es una referencia a que aparece a Lope de Vega, y no queda claro si reconoce ser él el autor de esa misma novela, lo que sería algo muy moderno, como Cervantes hizo en la primera parte. El director del grupo teatral es nombrado "el autor" por el resto de personajes. 

Otro de los personajes que aparece es una prostituta de más de cincuenta años llamada Bárbara. Ella es natural de Alcalá de Henares, de donde ha sido sacada por un estudiante que tuvo relaciones sexuales con ella y que le prometió un gran provenir y una vida decente, pero en realidad sólo la alejó para robarla y atarla en mitad de un campo. Este personaje acompañará a Quijote y Sancho que, en su camino a Madrid, la llevan de vuelta a Alcalá creyendo Quijote que es una reina o princesa. En Alcalá de Henares se mencionará numerosos lugares de las golferías de los estudiantes, así como las bromas de estos. La novela mapea la Alcalá universitaria y la Alcalá de las prostitutas en el siglo XVII. También se nos muestra el ambiente social y la relación desconfiada de la gente sencilla como Sancho ante los estudiantes, la mayor parte de ellos echados a la picaresca y a la broma pesada. 

El humor sexual (el humor verde) explícito e implícito es otra constante, cosa que no ocurría en los escritos de Cervantes, pero sí en autores de la picaresca. Y es que esta novela tiene algo del género de la picaresca. Parece que responde al valor seguro de lo fácil y de lo sencillo, para comprensión de todo el mundo y del éxito fácil. Eso era algo muy de Lope. Abandono del cultismo, para abrazar lo popular. Aún con todo, las divagacions literarias de Quijote, aunque son galimatías, están llenas de erudición o de conocimientos bibliográficos.

Cuando fue publicado este libro tuvo cierto éxito, el que puso en guardia a Cervantes. Una vez que Cervantes reaccionó y publicó la respuesta, el de Avellaneda tuvo menos lectores. Sin embargo, a comienzos del siglo siguiente, el XVIII, salió una edición francesa como Nuevas Aventuras de don Quijote de la Mancha. Tuvo éxito y salió otra edición en Inglaterra y se multiplicaron las españoles. de hecho, Blas Nasarre, bibliotecario de Felipe V de Borbón,  Rey de España, en la primera mitad de ese siglo XVIII, el cual era cervantista, calificó al Quijote de Avellaneda como mejor que el de Cervantes y lo reeditó en 1732. Esta visión de Nasarre era exagerada, probablemente, pues Cervantes introdujo unas innovaciones y unas ideas totalmente revolucionarias, mientras que Avellaneda seguía ceñido a una forma de relatar no tan moderna, por mucho que Cervantes ahondara luego en alguna de las ideas narrativas que introdujo su apócrifo continuador. Ni que decir tiene que la barroca y compleja prosa de Cervantes no llegaba a ser reproducida al mismo nivel por Avellaneda.

Pero es cierto que la obra de Avellaneda no es mala. Es una buena novela, de su época, eso sí, pero buena novela. Incluso su lectura nos puede ayudar mejor a comprender algunas de las cosas que Cervantes hará que ocurran luego en la segunda parte que escriba él. A pesar de que ambos autores se transformaron en antagonistas, al usarse el uno al otro y no invalidarse, sino que se sustentaron para mantener sus obras mutuamente, se hacen necesarios el uno del otro. Bien es cierto que se puede leer a Cervantes sin leer a Avellaneda, pero no se entendería a Avellaneda sin leer a Cervantes, pero los tres libros se completan entre sí, eso es indudable. 

A gusto queda del lector.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

domingo, 14 de abril de 2019

Causas de la guerra de España

Título: Causas de la guerra de España.
Autor: Manuel Azaña.
Editorial: Crítica.
Año de publicación: 1986 (1ª edición; prólogo de Gabriel Jackson).
Género: Historia, artículos, ensayo, memorias.
ISBN 10: 84-7423-283-X
ISBN 13:  978-84-7423-283-7

El alcalaíno y presidente de la Segunda República Manuel Azaña vivió su momento de gobierno más delicado, la guerra civil de 1936-1939, muy limitado de movimientos políticos a pesar de ser el Presidente de la República, o sea Jefe del Estado. La victoria electoral del Frente Popular en febrero de 1936 había exacerbado la violencia de la extrema derecha, que en consecuencia era contestada por violencia de la izquierda, llegando a vivirse incluso atentados fallidos contra la vida de Azaña. Sin entrar en detalles de este periodo, cuando estalló la guerra civil en julio, primero con un golpe de Estado fallido y contestado en la calle por las masas obreras, en las primeras horas el Jefe de Gobierno, Casares Quiroga (de Izquierda Republicana -IR-, el mismo partido que Azaña), decidió dimitir al verse desbordado por los acontecimientos tanto por parte de los militares golpistas, como por no poder haber organizado una respuesta fuerte y haber tomado la iniciativa de la defensa los sindicatos y partidos políticos de izquierdas. Azaña, de urgencia, buscó un gobierno donde cupieran los socialistas del PSOE, por ser en esas circunstancias y con los hechos consumados, los que él creyó que podían ayudar a encauzar el fervor revolucionario de la calle dentro de los parámetros del Estado, pero ningún socialista quiso hacerse cargo. Formó, con esa urgencia, pues en multitud de pueblos y ciudades de España estaban habiendo matanzas, un gobierno formado sólo por ministros de partidos republicanos burgueses, principalmente el suyo, ya que fueron los únicos dispuestos a hacerse cargo de las circunstancias. De entre estos partidos republicanos burgueses, los conservadores se negaron. El nuevo Jefe del Estado fue Martínez Barrios, también del partido de Azaña, IR, el cual se negó a entregar armas al pueblo, que se vio en esas circunstancias en la obligación de asaltar armerías comerciales y cuarteles de las fuerzas del orden público para poder tener armamento y munición. Tal gobierno duró sólo cuatro horas. Con suma urgencia Azaña convocó un nuevo gobierno, ahora con José Giral de Jefe de Gobierno. Su primera decisión fue ordenar la entrega de armas al pueblo. Gracias a ello se salvaron importantes capitales españolas y territorios para la causa republicana, a la vez que se pudo ver algo insólito hasta el momento, que sindicalistas y partidos obreros de izquierda combatieran hombro con hombro junto a la guardia civil y al ejército, su finalidad era parar a los golpistas, salvar la democracia. El gobierno Giral duró hasta septiembre de ese año. En ese momento Azaña comprendió que sólo un gobierno presidido por socialistas era viable para contentar a los españoles leales a la República. Él deseaba que lo presidiera Indalecio Prieto, del PSOE, por considerarle el más moderado de todos los socialistas, pero Prieto no gozaba en esos momentos de las simpatías mayoritarias ni siquiera dentro del PSOE, por lo que nombró Jefe de Gobierno a Largo Caballero, también del PSOE pero venido a un ala menos moderada, más radicalizada con los acontecimientos. Como fuera, con eso había frenado que otras fuerzas socialistas entraran en un gobierno con proceso revolucionario, aunque se nombraron ministros anarcosindicalistas de la CNT, también por necesidad y por su colaboración con salvar la República, y también gente del Partido Comunista de España (PCE) y de los partidos nacionalistas. No entraremos en la Historia de la guerra civil, ya que esto es una reseña sobre un libro de Azaña. Baste decir que a principios de 1937 el gobierno decidió que el Jefe del Estado, Azaña, debía trasladarse a la más profunda retaguardia ya que los golpistas y rebeldes estaban en los arrabales de Madrid capital, en Ciudad Universitaria. Azaña fue trasladado a Barcelona, y desde ese momento su vivienda se irá moviendo entre Barcelona y Valencia, según las necesidades del gobierno. Desde allí poco podía hacer respecto a las decisiones del gobierno, aunque algunas personalidades iban a verle para pedirle opinión y de vez en cuando intervenía en actos y discursos, algunos muy célebres. Sus iniciativas políticas eran limitadas por el gobierno constituido, llegando a estar totalmente alejado y en desacuerdo incluso del gobierno que formó el nuevo Jefe de Gobierno Juan Negrín, del PSOE, tras los sucesos de mayo de 1937, con fuerte influencia del PCE. Azaña se había convertido poco menos que en un espectador privilegiado, a la par que era un líder simbólico de la resistencia republicana para amplios sectores de la sociedad republicana y principalmente para el resto de países con simpatías republicanas. En esa impotencia comenzó una depresión llena de reflexiones, algunas iniciativas, e incluso una extralimitación de sus poderes políticos cuando decidió comunicarse con el gobierno de Reino Unido para pedir directamente ayuda a la República. Su momento más célebre fue el discurso que dio en Barcelona el 18 de julio de 1938, cuando pidió "paz, justicia y perdón".

Fuese como fuese, ante la derrota progresiva de la República, el gobierno comenzó a exiliarse a Francia desde enero de 1939, especialmente con la caída de Cataluña. Azaña llegó a Francia en los primeros días de febrero. Los dirigentes que se quedaron en España le criticaron duramente, mientras cundía el desánimo y la sensación de derrota total en los ciudadanos. En marzo, con el golpe del general Casado, la poca capacidad de maniobra que pudiera tener Azaña, ya no existía. La guerra acabó el 1 de abril. Azaña estaba exiliado en Francia con su familia, dentro de una depresión y de la enfermedad. Abandonado por casi todos los políticos y dirigentes que partieron también al exilio, salvo algunos, reflexionaba y escribía sobre las causas de la guerra de España y las razones que a su juicio particular habían conducido a la derrota. A esas horas, y en los años sucesivos, otros muchos exiliados hicieron lo mismo, sólo que Azaña lo estaba haciendo desde el primer momento, como pensador, ensayista y escritor de diarios personales que era. Estalló la Segunda Guerra Mundial en agosto de 1939 y él, bastante enfermo, encontró la protección de México para que los alemanes no le apresaran. Moriría en noviembre de 1940. En ese periodo de exilio y enfermedad publicó once artículos en la prensa destinados a los lectores internacionales afines a la democracia, trataban sobre la guerra de España. Tales artículos, entre otros, fueron vueltos a publicar en la recopilación de sus Obras Completas, que salieron por primera vez en México entre 1966 y 1968, en cuatro volúmenes. Posteriormente han habido otras reediciones, con revisiones y ampliaciones, como la de 1990 ya en España, en siete volúmenes, o la de 2007, con ocho tomos en siete volúmenes, o la de 2008, de venta en paquete de libros. 

Fuera del conjunto total de su obra, aquellos once artículos fueron publicados por la Editorial Crítica por primera vez en 1986 como libro. Se llamó Causas de la Guerra de España. Era un libro muy breve, de unas ochenta páginas, en rústica, con la cubierta ilustrada con un sello donde aparece el cuadro de Goya donde dos mozos se pelean a garrotazos con las piernas hundidas en la tierra, sin poder escapar el uno del otro, condenados a pelear. Tenía un prólogo breve del historiador Gabriel Jackson, que en líneas generales hablaba de la figura de Azaña en el contexto de la Guerra Civil. Fue traducido al francés por Sylvie Koller, que lo publicó con la Universidad de Rennes. Posteriormente fue reeditado en 2002, con una ampliación de la introducción de Gabriel Jackson, llegando la obra a ciento sesenta y ocho páginas. Seguía siendo una edición en rústica, o sea: de tapa blanda, sólo que ahora estaba solapado y dentro de una colección. Su nueva cubierta contenía una fotografía y una composición alegórica.

Azaña escribió aquellos artículos de manera ordenada. Abordó temáticas de cara a un lector internacional, como ya se ha anotado, con quizá algún mensaje para algún intelectual republicano en el exilio, siendo su principal destinatario el lector con cultura política amplia, aunque su lectura era comprensible, sobre todo si se había vivido los acontecimientos. Abordaba las causas de la guerra propiamente, hablando sobre los antecedentes a la guerra a lo largo de la República desde 1931 y mencionando sucesos de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, el eje Roma-Berlín y la política de No Intervención, la intervención de la URSS y su carácter, la trayectoria de España respecto a la Sociedad de Naciones y cómo se comportó está con España, la nueva composición del ejército de la República y la necesaria integración de las milicias y la tropa no regular, la relación entre el gobierno republicano y la revolución en marcha durante la guerra, el abortamiento de esa revolución, el papel de Cataluña en la guerra, la insurrección libertaria y el eje Barcelona-Bilbao como problemas para el gobierno central, la moral de la retaguardia y las probabilidades que brindaba para la paz y la especulación sobre si España sería o no neutral en un conflicto europeo, que pronto se materializaría en la Segunda Guerra Mundial, 1939-1945.

Manuel Azaña escribió con una prosa muy clara y una buena estructura mental de cómo abordar los puntos a los que se sentía obligado a contestar ante el debate internacional sobre el fracaso de la República en la guerra, pues existía el peligro del avance fascista en el mundo. En este punto Azaña más que señalar con el dedo a ese peligro, señala con el dedo al autoritarismo como peligro, viniera como viniera, pero no es ese punto de vista el central de sus argumentos, sino que el avance de los autoritarismos se debían al fracaso de las democracias liberales. Por ello trata de explicar sobre todo cómo fracasó la República liberal que él mismo ayudó a levantar. El triunfo de lo autoritario no era por méritos de las ideas fascistas o comunistas, sino por deméritos de los organismos democráticos que no habían sabido dar respuestas válidas a las inquietudes y necesidades de sus ciudadanos.

Cuando escribe estos artículos, a Azaña le faltan tanto la documentación de Estado como sus propios papeles sobre los que trata, así como una gran cantidad de testimonios de los que hoy día, ochenta años después, nosotros sí tenemos acceso y conocimiento. Por ello mismo, muchas de sus afirmaciones no corresponden con la realidad total que hoy día conocemos, por mucho que probablemente conocía bastantes cosas que en su época no conocía la gran mayoría. Así por ejemplo, parece ignorar los postulados y puntos de vista reales de las dos grandes centrales sindicales del momento CNT y UGT, así como todo lo que se urdía de la mano de Stalin sobre las políticas internas de España. Como el propio Gabriel Jackson anota en la introducción, llama muchísimo la atención que de los sucesos de mayo de 1937 no haga ni una sola acusación a la URSS ni al PCE y por omisión trata el asunto como si ni siquiera hubiera sido desaparecido y probablemente asesinado Andreu Nin, líder trotskista del POUM, aunque con sentido del humor sí escribe que más le hubiera gustado al líder del POUM a esa fecha que escribía que le hubiera hecho más caso cuando él, Azaña, hablaba acorde a los intereses de todos y no sólo en dirección a la revolución que el POUM pedía. Tal vez Azaña se refería a Maurín, sucesor de Nin, que en esos momentos estaba preso de Franco en España. La nota con sentido del humor no deja de ser una reflexión que tendrá su parte de verdad y su parte de equivocación, pero ya sea por Nin o por Maurín no deja de ser humor macabro.

Los puntos de vista de Azaña hoy día nos podrían resultar simples y comunes, la cuestión es que su visión de los hechos ha sido probablemente la más reproducida e incluso adaptada por algunos sectores desde el primer momento del exilio hasta bien entrada la Transición y la primera mitad de los años 1980. Especialmente por los sectores moderados y por los sectores que en la Transición quisieron colaborar con el llamado Pacto del Silencio que acompañaría a la Ley de Amnistía de 1977, muy unido a la visión del pasado reciente que castigaba e inculpaba a los sectores más radicales de la sociedad y dejaba en el olvido que los llamados moderados en tiempos de guerra fueron también radicales. A partir de los años 1990 la cada vez mayor abundancia de testimonios y documentos disponibles nos ha permitir contrastar con la realidad toda esta visión y descubrir un paso no tan maniqueo, por mucho que probablemente en la época en la que escribió Azaña estos artículos la creencia general más extendida coincidiera en muchos puntos con la suya. Se habían creado puntos tópicos de encuentro común en el imaginario de españoles de los dos lados políticos y de buena parte de los extranjeros. Fuere como fuese, estos artículos nos ayudan a comprender el punto de vista de Azaña, son testimonio histórico y también nos dan luz de una forma de pensar de aquellos años, donde, además, nada más terminar la guerra todos querían explicar y explicarse en sus propios porqués.

Azaña en todo momento carga las tintas en una visión de Estado más allá de los partidismos. Al margen de sus propios ideales como republicano burgués de izquierdas, él defiende un Estado de derecho, liberal y democrático para todos los españoles, sean de las ideas que sean, el cual considera fallido por no haberse sabido explicar a los españoles cómo funcionaba la democracia. Él mismo en uno de estos artículos afirma que algunos pueblos de España, más bien aldeas, aún vivían material y espiritualmente como en el siglo XV. A esto le suma la idea de una Guerra de la Independencia (1808-1814) en cuya victoria se digirieron mal los nuevos ideales liberales y aún mantenía rémoras de pensamiento del pasado imperial. La pérdida de las antiguas posesiones españolas en América, el esfuerzo bélico en África y la distancia profunda entre las clases acomodadas y las trabajadores a costa del mantenimiento en falso de un pasado glorioso, son un suma y sigue para los problemas de la supervivencia de la República. 

Pero si hay una cuestión que Azaña analiza como fundamental para el fracaso de la República es la entrega de las clases trabajadoras a los sindicatos revolucionarios, fundamentalmente a la CNT, a la que, a juicio y a la vista de los conocimientos que hoy acumulamos, Azaña o no supo o no quiso comprender en su funcionamiento y pasos a seguir concretos. Mientras acusa de la pérdida del control del gobierno sobre territorios y zonas a defender a los sectores revolucionarios y también a los nacionalistas catalanes y vascos, pasa por alto o bien menciona implícitamente pero no explícitamente que precisamente el gobierno republicano se salva del golpe de 1936, y resiste, precisamente por el apoyo y la lealtad que le tuvieron sindicatos y nacionalistas que tomaron las calles. Ciertamente con sus programas revolucionarios, pero programas que, a pesar de que comienzan a realizarlos, los postergan o frenan para poder vencer al fascismo. Azaña sí reconoce que si algo unía a republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas era precisamente el objetivo común de evitar una dictadura. Ante todo la democracia. Tal como analiza el propio Azaña, la propia CNT podría haber realizado la revolución y la guerra hasta sus últimas consecuencias en julio de 1936, como había ocurrido en otros países (probablemente se refería a Rusia), sobre todo porque el gobierno de la República estaba imposibilitado de movimientos si la gente no se hubiera echado a la calle. Sin embargo, razona, no hicieron eso, no llevaron la revolución a sus últimas consecuencias, lo que, mal que bien, era una lealtad al gobierno establecido, y contradictoriamente para sus discursos: al Estado. Aún así, para Azaña uno de los problemas fue la pérdida de autoridad del Estado a través de los organismos que fueron creando sindicatos, partidos y nacionalistas. Incluso, afirma, se dio permiso a los soldados para no obedecer a sus oficiales si estos les instaban a rebelarse contra la República, aquello sirvió para que muchos se fueran con las milicias de sindicatos y partidos. El soldado de tropa no dejaba de ser un obrero y se sentían más cómodos allí, mientras los militares profesionales necesitaban acercarse a alguna de estas organizaciones para mantener parte de su mando.  Azaña, en todo este análisis no termina de comprender que la nueva autoridad era horizontal y asamblearia, no jerárquica de arriba a abajo desde el Estado. Por ese mismo motivo, llegado a los sucesos de 1937 considera el asunto como un hecho de restauración del poder del Estado, y no como un episodio que usaron los comunistas para reprimir a sus oponentes de izquierda y apartar a la CNT del gobierno. Pero sí reconoce que tras aquello, sindicalistas y nacionalistas ya no sabían porqué luchaban si ya no luchaban no sólo por la democracia sino también por su prosperidad.

Es interesante su análisis de la situación en Cataluña y el País Vasco, pues encontramos allí muchas cuestiones que en las actuales circunstancias de 2019 encuentran paralelismos, o quizá continuidades. En sus razonamientos de ayer hay muchas respuestas del hoy a cuestiones que siguen abiertas y vivas.

Es interesante leer su percepción sobre el papel de la URSS en España. No termina de acusarla, de hecho no la acusa de nada, pero sí deja claro que él desde el primer momento sabía que no tenían nada que temer de que la URSS ayudara a una revolución en España, tal como temieron Francia y Reino Unido. Él, a sabiendas de los asesores que mandaron, del material y del modo como mandaron este, y que la propia República no había reconocido a la URSS hasta comenzada la guerra civil, sabía que la URSS lo que deseaba era contribuir a frenar al fascismo de cara a una futura guerra europea, pero sin molestar a sus posibles aliados, Reino Unido y Francia. Así ocurrió. 

Acertó también al discrepar con una gran cantidad de analistas y de otros republicanos que consideraban que quizá España podría salvarse si se prolongaba la guerra civil hasta hacerla coincidir con la previsible guerra europea en ciernes, que será la Segunda Guerra Mundial. El mayor valedor de esta tesis era el Jefe de Gobierno, Juan Negrín. Azaña, como Jefe de Estado, aunque a última hora renunció al cargo porque consideraba que su papel ya sólo era testimonial y no político dado que no tenía autoridad respetada, juzgó que la guerra europea jamás estallaría antes de que terminara la guerra civil, y que además, toda guerra europea nunca empezaría ni se enredaría por los asuntos de España. Para llegar a estas conclusiones repasa la trayectoria histórica internacional española dese el siglo XIX y las actuales circunstancias políticas europeas del momento. Se le notaba que había sido un periodista y analista que llegó a pisar los frentes de Verdún en la Primera Guerra Mundial. Efectivamente ocurrió como dijo, no por casualidad, a ochenta años de todo aquello numerosos documentos de los archivos del resto de países europeos nos confirman que Azaña sabía bien de lo que hablaba.

De igual manera, Azaña analiza el papel de la España de Franco ante la guerra europea. Repasa el fiasco de todas las naciones hacia España desde 1808 en adelante. En su visión considera que ninguna nación ayuda realmente a España porque la necesitan débil, necesitan un sur de Europa débil para los intereses de las grandes potencias europeas, tanto comerciales como estratégicos. Dentro de eso afirma, como así fue, que España apostó fuerte por la Sociedad de Naciones y su espíritu. Efectivamernte la Constitución de 1931 fue de las primeras en insertar los valores de la SDN en su cuerpo de ley. Pero llegada la guerra a España, la SDN le dio la espalda con su política de No Intervención, por los miedos de las potencias europeas acordes a sus intereses particulares de cara a un posible enfrentamiento con Hitler. Terminada la guerra se había especulado si Franco intervendría a favor de Alemania en una guerra europea, pero Azaña, contrario a muchos analistas de su tiempo, analizó cómo había quedado España, cuáles eran las posibilidades de Franco materialmente y cómo estaba la moral de los españoles tras la derrota de marzo de 1939, con todo eso Azaña afirmaba sin dar lugar a duda de que España nunca entraría en la guerra porque se apostaría todo a la reconstrucción con la finalidad de que el régimen de Franco perviviera. Acertó.

Azaña tenía tomado el pulso a la sociedad española. Conocía bien el carácter general ignorante de los grandes asuntos, pero capaz de opinar y de discutir por todo en la idea de llevar razón a toda costa. Conocía también la forma de ser poco dada a una disciplina y entrega total a la idea común y las parcelas de poder de numerosos intereses, no sólo sindicales y de partidos y nacionalistas, también de los burgueses, los latifundistas, la Iglesia, etcétera, todos tirando hacia su lado y muy pocos queriendo construir algo común, como era el ideario de una República. Sin embargo, no termina de entonar la autocrítica hacia el propio gobierno republicano. Llega a alabar la reforma agraria, la cual conocemos bien que había sido parada y fracasada, dejando a mucho jornalero descontento y ayudando a muchos latifundistas a agrandar sus tierras, a pesar de que se buscó lo contrario. Quizá a la visión de Azaña le falla precisamente el no reconocer que el gobierno de la República había cometido fallos, del mismo modo que donde él ve falta de autoridad y autoridad socavada, había otro tipo de autoridad que de un modo u otro legitimaron su gobierno. No obstante, él fue presidente hasta el final, nadie le depuso a él, ni se eliminó las Cortes, ni se acabó con la Constitución, ni invalidaron las leyes. Todo lo contrario.

Dentro de los autores complutenses, Azaña, como gran ensayista y pensador, nos legó a última hora estos artículos, siempre interesantes de leer. Se le conoce en ellos aún con todo como una persona que lamenta no haber podido ser escuchada más, pues ahí radica que él crea que no pudo ser integrador. Aborreció la guerra, pero la explicó bajo su punto de vista como una extensión de la política que se había vivido en España y, sorprendentemente, ni una sola palabra para continuar el enfrentamiento entre españoles, sólo palabras para explicar las cosas con un único afán: reconocer errores para reconciliar a España. Quizá estos artículos ahondaban en aquella idea suya de paz, piedad, perdón.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

lunes, 8 de abril de 2019

Por el pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la Revolución Rusa

Título: Por el pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la Revolución Rusa.
Autor: Julián Vadillo Muñoz.
Editorial: Volapük Ediciones.
Año de publicación: 2017 (1ª edición)
Género: Historia.
ISBN: 978-84-940852-8-4

En la dilatada trayectoria como historiador del Movimiento Obrero del joven doctor en Historia Julián Vadillo, ya hemos anotado por aquí muchos de sus libros, aún quedan al menos tres de ellos, hoy vamos a solventar uno de esos tres libros, el que publicara con Volapük Ediciones en 2017 con motivo del primer centenario de la Revolución Rusa de 1917. El libro se llamó Por el Pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la Revolución Rusa. Se editó en rústica con solapas, a modo de libro de bolsillo. Es un libro de Historia, aún disponible en las librerías, a modo también de ensayo y como aproximación divulgativa, por tanto: de lectura accesible a cualquier tipo de público. En 2017 se había conmemorado el aniversario del transcendental acontecimiento histórico de la Revolución Rusa de 1917 con todo tipo de publicaciones en libros, periódicos y revistas, así como en producciones audiovisuales, ya fueran reportajes, documentales o películas. Desde los puntos vista más contrarios a los puntos de vista más favorables, desde los muy críticos a los nada críticos, desde los análisis a la mera exposición de acontecimientos, hubo de todo. Volapük, editorial que ya comenté con motivo de otro libro de Vadillo, dirigida por Sergio Higuera llevaba una trayectoria de publicaciones de libros sobre Historia obrera, sobre todo libertaria, habiendo colaborado ya con Julián Vadillo en Abriendo brecha. Los inicios de la lucha de las mujeres por su emancipación. El ejemplo de Soledad Gustavo, le ofreció la posibilidad de publicar una historia poco conocida y poco estudiada, el menos a este lado de Europa, el papel del anarquismo en la Revolución Rusa, sus colaboraciones iniciales y su persecución final. 

Julián Vadillo, que ya era Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, especializado en Movimiento Obrero, había publicado ya cinco libros, todos ellos ya reseñados y comentados en estas Notas de los Cíclopes Libreros. Además, había publicado numerosos artículos en revistas, prensa y congresos tanto de España como de Francia e incluso Reino Unido. Nada menos que el prestigioso historiador Paul Preston le había invitado a hablar en la London School of Economics. Por otra parte había colaborado con la Cátedra de Memoria Histórica, también con diversas Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica y, dado su campo de estudio, había recopilado para esa fecha de 2017, numerosas copias de documentos y testimonios sobre el Movimiento Obrero en Rusia y sus relaciones con ese mismo movimiento en otros países. Así pues, cuando este libro salió adelante gracias a los intereses comunes de Sergio Higuera y de Julián Vadillo, el tema estaba en un momento ferviente. Ellos lo trabajaron ya netamente como futura publicación en 2016, por ello se pudo publicar en febrero de 2017, coincidiendo con la primera parte de la Revolución, que fue la que acabó con el zarismo para crear una República, la cual, tras una gran cantidad de problemas, desembocaría en aquel mismo y lejano 1917 en una segunda fase revolucionaria que aquí conocemos como la de Octubre (el calendario juliano y el gregoriano no coinciden), que sería la protagonizada principalmente por comunistas soviéticos, Lenin a la cabeza.
 
La cuestión es que después del triunfo de la revolución en 1917, pero sobre todo después del triunfo de la guerra civil que le sucedió entre zaristas blancos y bolcheviques rojos, tras los muy primeros años de 1920, se hizo una reescritura de las afinidades revolucionarias de los grupos participantes y una reescritura de la Historia gracias a instrumentos como la censura, la tergiversación y la propaganda por la cual se borraron las intervenciones de ideas diferentes a las comunistas bolcheviques en todo el proceso. Si bien esto comienza con el gobierno de Lenin, auxiliado por Trotski, fue Stalin quien lo llevó a su máxima expresión. La represión y la purga contra aquella izquierda que no coincidía con las líneas establecidas por el Partido Comunista de Rusia fue algo que existió. Desde 1917 a 1991, años de la existencia de la Unión Soviética, no se podía hablar de este pasado en los Estados que conformaban el Pacto de Varsovia. Si bien en el bloque Occidental de la Guerra Fría se llegó a tratar acerca de la represión y el silencio que cayó sobre los nacionalistas en la revolución, tampoco el mundo capitalista democrático o dictatorial, depende del país, habló de los anarquistas. Algo hablaron de los mencheviques, socialdemócratas, aunque poco. No es raro, durante la guerra civil sobrevenida en Rusia tras 1917 intervinieron diversas naciones que combatieron en la Primera Guerra Mundial. Ellas no estaban interesadas en el triunfo de la revolución bolchevique, pero a la vez coincidían con los bolcheviques en no estar interesados en el triunfo de ideas que sobrepasaban el mantenimiento de los Estados y sus mecanismos, como las ideas del anarquismo. Después de 1991 se llegó a hablar de esa silenciación de los nacionalistas, de los mencheviques, de los trotskistas y de los miembros del partido comunista que difirieron sobre todo con Stalin, pero nada se habló de los anarquistas rusos. Son los historiadores más interesados en la Historia obrera y los movimientos anarcosindicalistas quienes se interesaron más en mantener esa memoria con escasos medios. Julián Vadillo contribuyó intentando no sólo mantenerlo, sino difundiendo esa parte de la Historia tratando de reunirla en este libro de fácil lectura si se tiene un conocimiento básico de lo que fue la sucesión de acontecimientos en la Revolución Rusa desde la Revolución de1905 hasta los años 1920, donde la Guerra Civil Rusa acabará en 1923 dejando totalmente libre de conflicto interior grave (obviando que como tal se producía la represión) una dictadura soviética que se extenderá hasta 1991. 

La revolución rusa de 1917 había tenido preludios con descontentos y un panorama político y social agitado desde finales del siglo XIX y que en 1905 ya había tenido una revolución fracasada agitada por el descontento de la derrota militar rusa frente a Japón. En 1917 el sistema monárquico imperial del zarismo había caído con la revolución de febrero, la cual dio el salto del Imperio de súbditos a la República federal y democrática de ciudadanos. Tal República, liderada por Kerenski, tenía un carácter burgués y democratizador al estilo de las democracias de la Europa Occidental. Su problema era que ni la Rusia zarista había abandonado su idea de Rusia como Estado unido a los valores estáticos de la nobleza y la religión, ni la Rusia obrera y campesina aspiraban a una República burguesa, sino a una socialista con una idea de justicia social diferente a la de los partidos que sustentaban el sistema de Kerenski. Existían además ideales nacionalistas y diferencias profundas entre las diferentes corrientes del socialismo que existían en Rusia.

El anarquismo existía en Rusia desde sus inicios en el siglo XIX. No obstante Bakunin o Kropotkin, entre otros, eran de origen ruso. Aún más, el escritor Tolstoi, sin ser exactamente un anarquista, era reconocido como uno al tener muchas coincidencias con estos, él tenía numerosos seguidores en su manera de entender cómo debía ser la sociedad. Las vertientes pacifista y violenta del anarquismo chocaron entre sí a finales del siglo XIX y a comienzos del XX, dándose cuenta en la Revolución de 1905 que no sólo no estaban organizados de manera suficiente ni eficiente para lograr el cambio social, sino que además la violencia era contraproducente para sus propios intereses. Hubo pequeños grupos que siguieron optando por esa vía, siendo condenados por la vía pacifista, que optó por buscar sus mejores resultados en el sindicalismo y en los grupos dedicados a los problemas obreros y a la prensa que educara y fuera correa de transmisión. La represión zarista contra ellos hizo que varios tuvieran que exiliarse, como por ejemplo Emma Goldman, expandiendo así sus ideas por el resto del mundo, por ejemplo Estados Unidos de América. Ante el estallido de la Primera Guerra Mundial los anarquistas rusos tuvieron una idéntica división a la de otros movimientos socialistas en el mundo en ese momento, los que apoyaban intervenir en la guerra y los que preferían seguir manteniendo una vía pacifista, sobre todo por ser aquella una guerra en contra de los intereses de los trabajadores. De este modo llegan a la fecha de 1917, clave en la Revolución Rusa. Los hechos de la revuelta de los marinos del Kronstadt o la vía revolucionaria alternativa al bolchevismo del anarquista Néstor Majnó van a provocar una represión, un silenciamiento y una deriva hacia la dictadura bolchevique más que evidente y decisiva. Todos esos hechos, más bien silenciados en estos últimos cien años, vuelven a ser tratados en su conjunto por Vadillo.

El libro trata sobre todos estos temas, desde la aparición del anarquismo en Rusia, hasta su principal fuerza de influencia en la Revolución de 1905. Sus principales personajes, sus diferencias ideologías y toda la trayectoria que llevará a la Revolución de 1917 y la colaboración inicial, pese a las diferencias en el planteamiento revolucionario. Continúa con la Guerra Civil que se abrirá entre 1917 y 1923, donde se analizará que no sólo se terminó persiguiendo a los zaristas, si no también a los nacionalistas de los diferentes Estados y regiones que compusieron el antiguo Imperio Ruso y ahora la Unión Soviética, la persecución contra los socialdemócratas y, objeto principal del libro, contra los anarquistas. Majnó cobra en esta parte del libro una especial relevancia. La represión, persecución y prohibición quedan explicados, así como los porqués, y como el régimen soviético impuso un autoritarismo dictatorial no sólo contra las fuerzas y corrientes conservadores, sino también contra todos aquellos de izquierdas que no eran sumisos al Partido Comunista, y en tiempo de Stalin, al líder en concreto.

El libro repasa además las trayectorias de numerosos anarquistas rusos que se exiliaron y continuaron sus actividades en el exilio, como la conocida Emma Goldman, en Estados Unidos. Ellos entablaron un diálogo y una discusión sobre sus ideas y la mejor manera de ponerlas en práctica en vista de lo ocurrido en Rusia, así como advertían de los peligros del totalitarismo soviético y no sólo del capitalismo. 

Vadillo logró contextualizar todos estos hechos y, además, sacarlos del olvido, así como logró ubicar muchos nombres y acontecimientos que con el paso del tiempo habían quedado tergiversados y robados a su origen anarquista. Su estudio, profundo, lograba desmitificar algunas visiones tópicas sobre los anarquistas y desmentía su desorganización supuesta o su amor por el caos y la bomba, mitos de la propaganda soviética y capitalista, aunque no rehuía de explicar y hablar de los personajes y acontecimientos violentos de esta historia y de ponerlos en su contexto explicativo de la Historia.

Con una portada moderna y de diseño prácticamente de Arte Pop, con las columnas del Kremlin apuntando hacia abajo de una manera esquemática y colorida, este libro es un buen ensayo de Historia para comenzar a tratar un tema poco conocido y que explica perfectamente en qué se diferenciaban las dos principales corrientes de la izquierda de la primra mitad del siglo XX, la comunista y la anarquista, y una de las bases de porqué y cómo chocaron más allá de los discursos y argumentos.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

lunes, 1 de abril de 2019

Vida y hechos de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache

1.- Título: Primera parte de Guzmán de Alfarache.
Autor: Mateo Alemán.
Editor: Várez de Castro. 
Impresor: Várez de Castro (Madrid). 
Año de publicación: 1599. (1ª edición)
2.- Título: Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana.
Autor: Mateo Alemán.
Editor: Pedro Crasbeek. 
Impresor: Pedro Crasbeek (Lisboa). 
Año de publicación: 1604. (1ª edición)
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Título: Guzmán de Alfarache. 
Autor: Mateo Alemán.
Editorial: Penguin Clásicos.
Año de publicación: 2015 (1ª edición; a cargo de Florencio Sevilla Arroyo).
Género: Novela, Picaresca.
ISBN:  978-84-91050360

El sevillano Mateo Alemán y de Enero (1547-1615) es uno de los autores del Siglo de Oro que también tiene su enlace con Alcalá de Henares. Su obra más famosa es la novela picaresca conocida actualmente como Vida y hechos de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, o bien: Vida y obra de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, y más comúnmente en lo tiempos más recientes simplemente como Guzmán de Alfarache. En realidad se trata de dos libros, como ocurriera con El Quijote de Cervantes. El primero se llamó Primera parte de Guzmán de Alfarache, publicado por primera vez en Madrid en 1599 por dos ocasiones, y ese mismo año una tercera vez en Sevilla; el segundo fue Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana, publicado en 1604 primero en Lisboa y en pocos meses después en Valencia. En 1681 ya aparece una edición Amberes que compilaba los dos ejemplares en un sólo volumen. La cosa es que la novela tuvo gran éxito desde el primer momento. De inmediato contó con un gran número de ventas, por tanto de ediciones en muchas ciudades tanto españolas como del resto de Europa. Más aún, fue incluso traducido a varios idiomas ya en vida misma de Mateo Alemán, y sufrió ediciones que se escapaban al control económico del autor, lo que llamaríamos ediciones piratas hoy día, y también, como le pasó a Cervantes, incluso segundas partes escritas por autores diferentes sin autorización. Aunque la mentalidad de la época aquello era poco menos que una especie de reconocimiento al autor y la obra, a Mateo Alemán, como le pasaría años después a Cervantes, no le gustó aquello porque perdía dinero, así pues continúo su libro él mismo colocando a su personaje Guzmán de Alfarache en edad anciana. En cierto modo hay paralelismos con Cervantes, hay quien piensa si los sucesos de Mateo Alemán no harían reflexionar e inspirar a Cervantes. No obstante, uno de los posibles plagiadores o apropiadores de la obra, pudiera ser el impresor Mateo Luxán de Sayavedra en 1602, lo que nos hace pensar primero en la picaresca de los propios impresores-editores para hacer más ventas, y segundo en el curioso parecido de su segundo apellido, Sayavedra, con el de Miguel de Cervantes Saavedra.

Obviamente la obra de Mateo Alemán ha sido reeditada y reimprimida en numerosas ocasiones, si bien es cierto que hace varias décadas que no es el autor más consultado del Siglo de Oro incluso en las aulas escolares. Así pues, como edición actual citaré la que la editorial Penguin, a través de su linea editorial y colección Clásicos sacó en 2015, reuniendo las dos partes en un sólo volumen, y no en dos, como tradicionalmente viene haciendo a lo largo de muchas ediciones la prestigiosa y académica editorial Cátedra. Penguin Clásicos dejó la edición a cargo de Florencio Sevilla Arroyo. Se realizó en tapa blanda y con un diseño de cubierta bastante innovador, teniendo en cuenta que en líneas generales hasta el momento se había editado esta obra o bien con cubiertas sobrias, o bien con fragmentos de cuadros propios del Barroco con referencias a personajes pícaros. Se trataba de una ilustración con retoques informáticos, más bien de toque esquemático y alegórico con referencia al presidio, tan relacionado con la picaresca. Usaron unos tonos de color y un diseño que visualmente renovaba la obra, al menos en cuanto a su presentación visual ante un posible lector. Quizá buscaban atraer así a lectores jóvenes, pues el teto sigue siendo, más o menos limpiado en esta edición, un texto propio del siglo XVI al XVII españoles, inserto en el Barroco, con su humor de la época, sus formas de narrar de la época, sus críticas de su época y los valores de su época.

El género picaresco era un género propiamente español que a menudo se combinaba con otro invento español: el humor negro. La obra más exitosa que dejó definitivamente instaurado ese género fue El Lazarillo de Tormes, anónimo, publicado en 1554, siendo además su tercer editor en ese año Salcedo, de Alcalá de Henares. Cuando Mateo Alemán publicó la primera parte de Guzmán de Alfarache quedaban aún un poco más de veinte años para que otro escritor de la época atado a Alcalá de Henares, Quevedo, publicará El Buscón. Así pues, después del Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache fue el siguiente gran éxito de la picaresca, aunque se hubieran publicado ya otras cosas de ese género.

Mateo Alemán, como ya he señalado, era de Sevilla, aunque su padre, médico cirujano de la cárcel de Sevilla, era de origen judaizante y con antepasados muertos en la hoguera por la Inquisición (lo que le aproxima al pasado familiar idéntico de Fernando de Rojas, autor de La Celestina). Este hombre, el padre de Mateo Alemán, se casó con una mujer con raíces italianas y relacionada con las poderosas familias de la banca del momento, para las que el propio Mateo Alemán llegará a trabajar en alguna etapa de su vida. Mateo Alemán tendrá algunos rasgos físicos que delatan en su familia un origen no del todo español, así por ejemplo, era pelirrojo. Empezó sus estudios en Sevilla y los prosiguió en la Universidad de Salamanca, pero luego se trasladó a la Universidad de Alcalá de Henares. No llegó a licenciarse, pero está claro que su estancia en esta ciudad le marcó positivamente, a la vez que le dejó grabado el ambiente de picaresca, juerga y prostitución. La vida estudiantil y el ambiente de este lugar sale reflejado en su obra de manera decisiva. Tras su vida estudiantil comenzó a trabajar de recaudador de impuestos, tuvo diversos negocios, que no excluyen la venta de una esclava, pero pasó dos años y medio de su vida en la cárcel por no pagar sus deudas. Allí tomó contacto total y se instruyó en la vida y costumbres de los criminales. Cuando salió, pasó a trabajar para la familia de banqueros Fugger en las minas de Almadén. Regresó a la Corte de Madrid, donde escribió la primera parte de su novela, aunque él escribió más libros aparte de Guzmán de Alfarache. Volvió a Sevilla, donde le volvieron a encarcelar en 1602 por impago de deudas. Le sacó bajo fianza un familiar suyo, mientras su libro cobraba una gran fama por una gran cantidad de lugares e incluso aparecían versiones apócrifas de autores desconocidos que se beneficiaban económicamente del tirón del éxito de la primera parte de su novela. Alemán se enfadó y decidió publicar la segunda parte para acabar con todo aquello. El éxito fue mayor, fue el momento en el que se comenzó a traducir y publicar en el resto de Europa. En 1608 obtuvo permiso para ir a México, al servicio de un arzobispo. En ese periodo escribió y publicó más libros. Lo último que se sabe de él es que en 1615 se trasladó de ciudad dentro del Virreinato de la Nueva España (México) por lo que se cree que debió morir en esas fechas, al desaparecer todo tipo de información nueva sobre él. Hay quien sitúa la muerte en 1614, pero la información de 1615 pondría la fecha del óbito en ese 1615, existen dudas.

Mateo Alemán tiene actualmente en Alcalá de Henares una calle dedicada y un Instituto de Segunda Enseñanza con su nombre en la avenida del Ejército, ambos ubicados en el Distrito II, uno de los más populares y humildes de la ciudad.

Una de las diferencias principales de Mateo Alemán con Miguel de Cervantes como escritor de narrativa, pero también con otros escritores como escritor de picaresca, se basa principalmente en que su obra refleja una personalidad de misantropía. Mateo Alemán no era un filántropo ni un ciudadano del mundo que creyera en los altos valores, ni mucho menos en los valores positivos que terminen perfeccionando a la persona. Mateo Alemán era fundamentalmente misántropo, hasta el punto que incluso llegó a criticar duramente a su propio padre por tener ascendencia judía. Igualmente se sospecha de la posibilidad de tener algún pariente femenino, tal vez su madre, que ejerciera la prostitución, lo que hace que aún desconfíe más del ser humano como camino de perfección.

En Guzmán de Alfarache hay, según sus estudiosos, numerosas referencias directas e indirectas a la propia biografía del autor y también habría muy posibles y evidentes episodios que pudo vivir o conocer en su propia vida, todo lo cual otorga a las vivencias de su protagonista y de los personajes alrededor de este. La novela en todo caso es una novela de ficción, a pesar de que pueda tener unas grandes dosis de referencias autobiográficas.

El género picaresco gozó de gran éxito, a pesar de que ponía en evidencia las carencias sociales del Imperio Español, razón por la cual muchas de estas obras eran censuradas o directamente no pasaban los permisos para su publicación. Por ello, bastantes de estos autores solían recurrrir al anonimato o a usar pseudónimos, intentando evitar además su persecución y condena por las autoridades. En el caso de Mateo Alemán se superó la censura, tal vez porque otra de las grandes diferencias con sus compañeras de género en la época era que se basaba en un fuerte carácter moralizante. Usaba la crítica social para señalar muy contundentemente a todo tipo de hipocresías generadas por los que se tenían por más fanáticos creyentes de Cristo, haciendo con sus obras justo lo contrario de sus enseñanzas. Del mismo modo hacia los poderosos de la monarquía que se enseñoreaban con unos valores morales que no ponían en práctica respecto a los más necesitados. Pudo no haber pasado la censura. La primera parte estaba ya escrita en 1597, pero la enfermedad y muerte del emperador Felipe II en 1598 había impedido su impresión, ya que casi todo el papel se usó en panegíricos por su defunción y para sus actos religiosos. La obra terminó publicada en 1599, pasando desapercibida en la primera edición madrileña, estando llena de erratas en la segunda madrileña y, definitivamente ese año, llamando la atención al público a partir de la tercera edición, ese mismo año, en Sevilla.

El mundo que dibujaba Mateo Alemán era un mundo lleno de violencia sin compasión, descarnado, donde vivían los fuertes y los débiles, y donde los más espabilados recurrían a todo tipo de negocios del hampa para sobrevivir, fuese prostitución, robos, engaños o lo que fuera.

El siglo XVI español se había enfrentado a la Reforma religiosa que trajo las diferentes corrientes protestantes dentro del cristianismo. Las diversas guerras en Europa por este motivo y también la Inquisición en España y la censura, acompañaron a la Contrarreforma que el cristianismo católico inició en el Concilio de Trento para frenar el protestantismo. El Imperio Español aportó teólogos y todo tipo de recursos y acciones para apoyar las tesis de la Contrarreforma e imponerlas. Para el final del siglo XVI el propio suelo español vivía los momentos más férreos de los efectos de este control de la Iglesia a la sociedad con ayuda del Estado. Mientras se creaban grandes actos religiosos, procesos inquisitoriales, ejecuciones, guerras y demás, el Imperio Español contenía en sí una sociedad empobrecida y embrutecida en todos los sentidos, violentada. Mateo Alemán pretende denunciar todo esto con su obra, pero lo hace de tal manera que le queda una obra de humor picaresco con una fuerte carga moralizante, como he dicho, y por tanto la Inquisición pudo entender que la obra podía ayudar de alguna manera a acabar con aquellos que eran hipócritas, en términos bíblicos: fariseos.

La segunda parte es la más relacionada con Alcalá, ya que Guzmán de Alfarache, ya anciano, desea ir a Alcalá de Henares para recibir clases de teología en su Universidad. De este modo retrata el ambiente de los estudiantes, que el propio Mateo Alemán había vivido en persona, y sus juergas y tretas para ganarse la vida y a las mujeres. Inevitable la mención de las numerosas prostitutas de la ciudad, por entre las cuáles quizá se coló alguna que fuese real, y la corrupción ética y moral de los que se formaban en teología.

La primera parte es la más estrictamente pícara, con un Guzmán de Alfarache joven corriendo todo tipo de aventuras y sucesos para ganarse la vida, lo que es el rasgo que define el género. La segunda parte es la moralizante y didáctica, con un Guzmán de Alfarache muy crítico con la sociedad que le rodea, a la que él mismo ha pertenecido.

En todo caso, aunque es una novela, es un testimonio interesante por cuanto el contexto que describe Mateo Alemán es el mismo en el que se formaron no sólo él o Cervantes, si no también Quevedo, Lope de Vega, Francisco de Figueroa, Francisco Díaz, San Ignacio de Loyola, Vallés (apodado "El Divino"), por donde se movió fray Luis de León, que llegó a ver Santa Teresa de Jesús, etcétera.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".