sábado, 2 de mayo de 2020

Diario de un patriota complutense en la Guerra de la Independencia

Título: Diario de un patriota complutense en la Guerra de la Independencia.
Autor: Juan Domingo Palomar García (en origen: anónimo; autor adjudicado por sospecha de Juan Catalina García). 
Editor: Ayuntamiento de Alcalá de Henares
Impresor: tipografía de los Hijos de M. G. Hernández
Año de publicación:  1894 (1ª edición; Introducción del alcalde Lucas del Campo; prólogo de Juan Catalina García).
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Título: Diario de un patriota complutense en la Guerra de la Independencia.
Autor: Juan Domingo Palomar (en origen: anónimo; autor adjudicado por sospecha de Juan Catalina García).
Editorial: Maxtor.
Año de publicación: 2006 (1ª edición; facsímil de la edición de 1894)
Género: Diario; Memorias; Crónica; Historia.
ISBN: 978-84-9761-278-7

Hoy es 2 de mayo de 2020 y nada más indicado para hoy que entre los autores y libros de Alcalá de Henares citemos uno que precisamente fue contemporáneo a la Guerra de Independencia Española iniciada el 2 de mayo de 1808 y acabada y (para España) acabada el 14 de abril de 1814. En realidad se trataba de un diario personal que fue escrito a saltos temporales entre octubre de 1809 y mayo de 1814, por ello mismo, en principio no tenía nombre de libro, ni tampoco nombre del autor, pues el libro no pasaba de ser un diario personal, quizá escrito con idea de dejar memoria escrita para las generaciones venideras de lo que se estaba viviendo, pero en principio era un ejercicio más de mantener la cordura en una guerra en parte de liberación contra un ocupante y en parte guerra civil, pues no olvidemos que en aquella Guerra de Independencia Española los españoles estaban divididos básicamente entre leales a Fernando VII de Borbón y leales a José I Bonaparte, siendo estos últimos llamados afrancesados, pero a la vez, entre los partidarios de Fernando VII también había afrancesados, por lo que se dividieron a la vez entre absolutistas y partidarios del Antiguo Régimen contra (a veces colaborando a disgusto) partidarios de un Nuevo Régimen garantizado por una Constitución que trajera lo que sería el modelo de monarquía parlamentaria y la democracia. Tal Constitución se terminaría de redactar en Cádiz en 1812 y eso hizo que los leales a Fernando VII se dividieran más entre sí, cosa que resolvieron al acabar la guerra contra los franceses con represiones entre ellos y represiones contra los que directamente fueron partidarios de los franceses, con inicial imposición de los absolutistas de Fernando VII, posterior regreso de los liberales en 1820, y posterior vuelta de tuerca de los absolutistas en 1823, con ayuda francesa, y, otra vuelta de tuerca, imposición de las ideas liberales en 1833 al morir Fernando VII porque este necesitaba de sus ideas de libertad para que gobernara su hija Isabel II, en guerra contra los absolutistas que le habían apoyado a él, que ahora apoyaban a otro Borbón llamado Carlos. Toda esa serie de acontecimientos van tomando cuerpo en esa Guerra de Independencia que a la vez es una guerra civil. El diario es escrito en la intimidad y probablemente el autor quería evitar posibles problemas con las autoridades francesas o las afrancesadas si el texto era descubierto. 

La obra no tenía título ni autor, como se ha dicho. En vida de quien lo escribiese probablemente no rebasó más allá de su propia intimidad y secreto, pues la represión contra los afrancesados alcalaínos fue alta y muy virulenta de parte de los partidarios de Fernando VII, que llegaron incluso a asaltar y quemar las casas de los profesores universitarios que habían mostrado su predisposición a enseñar los derechos que les otorgaba la Constitución de Cádiz de 1812, o bien a desterrar y encarcelar, sino ejecutar, a algunos que colaboraron con José I. Así las cosas de 1814 a 1820, en el periodo del trienio Liberal de 1820 a 1823, probablemente el autor prefirió la cautela y, aunque en ese momento la Universidad llegó a enseñar a las personas más humildes lo que la Constitución decía, nada se sabía de la existencia de este documento y su creador. El momento posterior a la muerte de Fernando VII 1833 parece más propicio para que saliera a la luz, pero no sabemos si el autor estaba ya muerto, o bien demasiado viejo para meterse en aventuras que le comprometieran, toda vez que la Primera Guerra Carlista estaba en marcha o que los posteriores tira y afloja políticos del reinado de Isabel II tampoco dejaba muy claro la seguridad personal si publicaba. Pensemos que el busto dedicado a Juan Martín "el Empecinado" en la calle del Empecinado fue un proyecto propuesto, rechazado e incluso eliminado en uno de sus primeros intentos dentro de un contexto de duros ataques y odios entre liberales y conservadores. Con la Revolución Gloriosa de 1868 cambia la cosa y el busto al líder guerrillero puede ser levantado en los años posteriores. Parece un panorama propicio para que saliera a la luz el diario, sobre todo porque hasta se llegó a proclamar la Primera República entre 1873 y 1874, pero precisamente por ser convulso o quizá porque los herederos lo tenían como un legado familiar, no salió a la luz. Regresaron los Borbones con Alfonso XII y le dio tiempo a morir en 1885. Comenzó el reinado de Alfonso XIII, con la regencia de María Cristina y es en ese periodo, donde todo parece ya canalizado y los sucesos de 1808 lejanos, que el diario llega a la biblioteca y archivo municipal, según da cuenta el alcalde alcalaíno que había en 1894, Lucas del Campo. Él elevó el texto nada menos que al gobierno central para que le dieran permiso para publicarlo, y es el mismo Presidente del Consejo de Ministros (Presidente del Gobierno), Cánovas del Castillo, quien lo autoriza. El diario queda así publicado y añadido a la biblioteca y archivo municipal de Alcalá de Henares en 1894. Su título será Diario de un patriota complutense en la Guerra de la Independencia, más conocido como Diario de un patriota complutense

En su primera publicación tendrá una nota introductoria del alcalde Lucas del Campo, a continuación hay una introducción del cronista local Juan Catalina García, que también hacia sus veces de político. Juan Catalina se permitirá el lujo de poner sus iniciales en la portada, J. C. G., pero en la introducción aclarará que el diario anónimo contenía unas iniciales del nombre del autor, J. D. P., sin saberse quien es, pues el documento no ha sido donado por los descendientes, sino que apareció entre la documentación del ayuntamiento. Juan Catalina como historiador, en realidad como cronista, revisa el archivo municipal en torno a los años de la Guerra de Independencia y descubre que en las actas y cartas aparecen todos los nombres que se citan en el diario entre 1809 y 1814, excepto uno: Juan Domingo Palomar García. Sin duda parece evidente que Juan Domingo Palomar es el autor del diario. Buscando sobre la vida del autor, no descubre mucho sobre su biografía, pero puede certificar que asiste a casi todas las sesiones del consistorio. Prácticamente esta persona participa de las reuniones y tomó nota de todos los acuerdos y reuniones del ayuntamiento, en contra y a favor de los franceses, siendo su postura antifrancesa, por lo que quizá se trate de un político local, una persona notable o un escribano o notario numerario del ayuntamiento. 

Como sea, con permiso de Cánovas del Castillo, por tanto esquivando la censura, aunque se han eliminado las partes del diario que el consistorio ha considerado menos interesantes para la historia local, el texto es llevado a la Tipografía de los Hijos de M. G. Hernández y es editado e imprimido para su difusión y para que quede en la citada biblioteca y archivo municipal de Alcalá. Pensemos que en 1894 Alcalá de Henares llevaba cerca de quince o veinte años tratando de recuperar algo de su esplendor y trataba de hacer valer su valía como ciudad importante, aunque tenía una vida casi rural. Lo cierto es que la ciudad crecía, en todos los sentidos. En ese 1894 está a punto de comenzar la Guerra de Independencia de Cuba, en 1895, y hay, a la vez, fuertes enfrentamientos ideológicos entre liberales y conservadores, así como ahora disputaban también los republicanos y las diferentes sensibilidades y ramas del socialismo. disputándose todos diversos valores sobre lo que debía ser y cómo debía ser España.

El texto quedará y será conocido como una fuente importante para conocer la Historia reciente de la ciudad y completará a la Historia de Alcalá de Henares que había publicado Esteban Azaña entre 1882 y 1883, así como otras crónicas de la ciudad de otros autores a finales del siglo XIX. Sin embargo, paulatinamente se irá quedando atrás y olvidado, especialmente a partir de que estalle la guerra civil española de 1936 a 1939. Será recuperado por el alcalaíno Instituto de Estudios Complutenses (IEECC) en 1990, que lo volverá a reeditar, añadiendo a la portada un grabado de Goya sobre los horrores de la guerra, precisamente creado por la Guerra de la Independencia, esa edición contará con un Depósito Legal de 1991 y será parte de una colección de textos documentales de Alcalá de Henares, ocupando el número 5 en dicha colección. Quedaba así recuperado para su conocimiento y para avanzar en los estudios históricos de la ciudad, cosa que aprovechó el catedrático Gutmaro Gómez Bravo junto a Pablo Carmona y Luis Enrique Otero en La ciudad oculta, Alcalá de Henares 1753-1868: el nacimiento de la ciudad burguesa, publicado en 2011. Previamente a esa investigación de fondo, Diario de un patriota complutense había vuelto a ser publicado en 2006 a modo facsímil a la edición original, siendo totalmente fieles en todos los aspectos. Uso esa publicación para estas notas. Esa edición de 2006 fue a cargo de la editorial de Valladolid llamada Maxtor. Ha sido usada y regalada en años posteriores por la propia IEECC, a falta de su propia edición de 1990, ya agotada para ese 2006. No es la edición más reciente. En 2012 se volvió a editar de manos de Nabu Press, traspasando las fronteras españolas y llegando, en español, al mercado británico, que por otra parte suele fijarse mucho en todo lo que tiene que ver con las Guerras Napoleónicas. Esa edición es la más actual, si bien contiene una portada y una edición más actual.

El levantamiento español contra la ocupación francesa se tiene consensuado más o menos entre el 17 y el 18 de marzo, en Aranjuez, aunque en otros puntos comenzaban a haber levantamientos o roces violentos o desagradables, como en las guarniciones militares de Zaragoza, aunque otras guarniciones del norte de España no veían con malos ojos una modernización de España con los Bonaparte, dado los escándalos de Godoy, militar que ejercía básicamente el gobierno en nombre de Carlos IV, en un ambiente de rumoreados amoríos de la reina con él y en medio de rumores de conspiración del entonces príncipe Fernando contra su padre, que resultaron ser ciertos. A todo esto se sumaba ruinas económicas y hambres, mientras los impuestos subían para poder sostener el ritmo de vida de la Corte y las celebraciones religiosas. Como sea, el comienzo de la Guerra de Independencia, pese al motín de Aranjuez, se adjudica al estallido popular por su indignación el 2 de mayo, con el gobierno raptado en Bayona y con un juego de renuncias y juramentos de lealtad en favor de José I Bonaparte. Al 2 de mayo le siguieron los fusilamientos el 3 de mayo de todos aquellos madrileños atrapados que habían participado de la rebelión inicial. Los acontecimientos del 2 de mayo fueron conocidos en Alcalá el mismo día, pero no ofreció sus tropas de zapadores hasta el 3 de mayo. Fueron rechazadas alegando que estaba todo bajo control, pero había otras razones, como la necesidad de preservarlas (pues se marcharon a Valencia y después a Bailén) o bien de no querer en la capital a tropas leales a Fernando VII. Los acontecimientos bélicos se fueron precipitando en España, en julio ocurriría la victoria de Bailén y por consiguiente la llegada de Napoleón en persona para retomar el terreno perdido. A pesar de que las tropas francesas iban y venían y Madrid estaba rebasada, Alcalá no fue apenas molestada. Sus autoridades se habían declarado leales a José I, aunque según el diario parece que fuera algo para salir del paso, cosa dudable en bastantes casos, dado que el que escribió era una voz partidista y por tanto con una visión distorsionada para el análisis. Más aún, el propio rector de la Universidad de Alcalá había sido uno de los ponentes de la Carta de Bayona, una especie de Constitución para España otorgada por José I.  El primer enfrentamiento armado alcalaíno se produjo el 5 de diciembre de 1808. Fue una resistencia casi testimonial por parte de los vecinos, pero que recibió una represión elevada y desproporcionada. El político local y liberal Martín-Esparza, afrancesado, corroboró aquellos hechos, y décadas más tarde las recogió Esteban Azaña.

El diario comienza a narrar a partir de octubre de 1809, pero Juan Domingo Palomar probablemente comenzó a anotar recuperando algunos hechos ocurridos de memoria, pues el primer hecho que anota, el traslado de los restos del santo mártir Diego de Alcalá de un convento a la Iglesia  Magistral, se produjo en los meses finales de 1808, no en 1809. Lo corrige la edición facsímil que hizo Juan Catalina, al añadirle en las páginas finales un índice de materias de los apuntes del diario, que no es otra cosa que una especie de anales de las Guerra de Independencia en la ciudad. Bien es cierto que el diario no narra la llegada de las tropas y el enfrentamiento de diciembre de 1808, en la Puerta de Madrid, y posteriormente la entrada de los mamelucos en formación de a dos y los desmanes de la tropa que les siguió después. Aunque lo más seguro es que la inmediata sucesión en 1809 de hechos violentos, la presencia de la guerrilla de "El Empecinado" operando entre la provincia de Guadalajara y Alcalá de Henares, las tropas francesas en la ciudad y los forcejeos administrativos y de gobierno local entre las autoridades y personalidades alcalaínas y los propios franceses y afrancesados sean lo que motive al autor a dejar registro escrito, por más que su posición privilegiada en la política local del ayuntamiento le permitiera conocer detalles que el resto de la sociedad complutense no conocía y que consideró que debía quedar registrada, dentro de esa pulsión pasional y reprimida que existió esos años. No olvidemos que la ciudad llegó a vivir no una sino hasta dos represiones fuertes a lo largo de la guerra, o que varias de sus personalidades sufrieran la vigilancia y hasta las detenciones alternativas de parte del ejército francés, a la vez que las instituciones religiosas y los religiosos de la ciudad veían varias de sus tradiciones de culto y objetos más venerados bajo lo que consideraban ultraje, sacrilegio y blasfemia. 

Otro aspecto a tener en cuenta es que la ciudad tuvo autoridades colaboradoras de los franceses, y tuvo afrancesados contrarios a los franceses que luego serán nombres importantes en 1820, llegando a ocupar puestos de gobierno local. La propia familia Azaña, que en esos momentos eran escribanos y notarios del ayuntamiento, familia de la que descenderá Manuel Azaña, fue una familia liberal y en estos momentos afrancesada, aunque leal a Fernando VII, recordemos que antes de la importancia de Manuel Azaña, su padre Esteban fue alcalde en la década de 1870. A la vez, el que escribió el diario trató de minimizar, ignorar u ocultar que este hecho existía, si bien parece que el que lo escribió era partidario de la Constitución de Cádiz, por tanto, liberal, por entonces afrancesado, leal a Fernando VII. Liberal o conservador, pues también hace gala de religiosidad católica bastante profunda, toma distancia de aquellos españoles que consideraban el gobierno Bonaparte más beneficioso que el gobierno Borbón y trata de ocultar la existencia de partidarios de José I en la ciudad, si bien en algunas de las partes, comparadas entre sí y contrastadas con otras fuentes, hasta el propio diario implica entre líneas el reconocimiento de que en la ciudad existía esta gente y no poca en número. No obstante, en 1812, 1813 y en 1814 se anota  los hechos de aquellas personas que en gran número abandonaron la ciudad, algunas bajo una lluvia de insultos y actos deshonestos, otros perseguidos y amenazados, otros llevados a la cárcel, por ser seguidores de los franceses cuando estos tuvieron que dejar la ciudad entre dos y tres ocasiones por movimientos estratégicos del curso de la guerra en la península.

El libro recoge tanto sucesos políticos, como acciones de guerra, celebraciones, acontecimientos religiosos, sucesos que les pasó o protagonizaron diversas personas de la ciudad, disturbios, hambrunas y sus remedios, la escasez, la economía de guerra y hasta coplillas del momento. 

Es una fuente de primer orden para la época. Aunque es un diario, al ser cronológicamente lineal, se puede leer con interés. Una lectura recomendable como historiadores y como curiosos. 

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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