sábado, 10 de octubre de 2020

Collectio Conciliorum Hispaniae

Título: Collectio Conciliorum Hispaniae.
Autor: García de Loaysa y Girón.
Editor: Pedro Madrigal.
Impresor: Pedro Madrigal.
Año de publicación: 1593. (1ª edición)
Género: Religioso; Historia; Teología.

Siguiendo la estela de que seguiríamos dentro de la semana cervantina que este año no se celebra a causa de la Covid-19, si la semana pasada hablamos del Libro de buen amor, del arcipreste de Hita, esta semana vamos a hablar de un autor de la época de Cervantes que el propio Cervantes conoció, como mínimo le leyó, dado que lo mencionó de entre los poetas de su tiempo en su libro Viaje del Parnaso, escrito en 1614. Me refiero a García de Loaysa y Girón, nacido en 1534 en Talavera de la Reina, en Toledo. Lo cierto es que aunque fue citado por Cervantes como poeta, poco o nada de sus poemas nos han llegado. La mayor parte de su obra que tenemos conservada en la Biblioteca Nacional de España es de carácter religioso e histórico.  Él fue filósofo, teólogo, consejero de la Inquisición, preceptor del emperador Felipe III, corregidor, arcediano, arzobispo de Toledo, historiador y escritor.

García de Loaysa, también conocido simplemente como García Loaysa, venia de una familia bien posicionada en el Consejo Real, su padre era ni más ni menos que cronista oficial del emperador Carlos I, pero también estaba bien posicionada entre la jerarquía religiosa, así por ejemplo uno de sus familiares era obispo de Lugo y contaba con dos arzobispos, uno cardenal en Sevilla y otro en Lima. Se formó en Talavera de la Reina y posteriormente en Sevilla. De ese modo se hizo arcediano y adquiriendo diversos cargos religiosos mientras aprendía filosofía griega clásica. Tuvo estancias desempeñando esos cargos sucesivamente en Sevilla, Toledo y Guadalajara, ciudad última a la que llegó en 1566. Estas tareas las desempeñó mientras aumentaba un considerable número de lecturas y una cada vez mayor colección de libros. Su biblioteca personal fue una de las más grandes de su época y de las más importantes. Su erudición era bien conocida y admirada por Cervantes, entre otros. Tuvo unos tres mil libros, que económicamente equivalían a una gran fortuna. Eso hizo que contratara a un bibliotecario y que diversos humanistas conocidos de la época le visitaran para poder consultar esa biblioteca.

Ligado al arzobispado de Toledo, tuvo que dar diversas pláticas en Alcalá de Henares, Talavera de la Reina y Toledo entre 1566 y 1579. Fue nombrado gobernador de la archidiócesis de Toledo y llegó a desempeñar el cargo de corregidor en Alcalá de Henares. La gran mayoría de todos los discursos, oraciones y pláticas que dio las recogió en doce volúmenes, junto a disertaciones. Colaboró en la creación de las Obras de San Isidoro de Sevilla, costeada por Felipe II; el Papa Gregorio XIII le pidió colaborar en la Reforma del Decreto de Graciano, cuya edición se acabó en 1582; y aún colaboró en un Pasionario de Toledo y un Manual para la administración de los sacramentos.

En 1585 Felipe II le nombró limosnero real y capellán mayor mientras le encargaba ser el preceptor de su hijo Felipe III, por lo que pasó a educarle. Desde ese momento y hasta 1587 participó del nombramiento de obispos, luego estuvo en las Cortés de Monzón, pasó a formar parte del Consejo de la Inquisición, fue clave en las relaciones con el Papado, por ello se le nombró parte del Cabildo Provincial de Toledo y se le propuso para revisar la Vulgata Sixtina. Como gobernador eclesiástico en Toledo tomó decisiones polémicas como la prohibición de que los sacerdotes llevaran barba y vestidos de seda. No sería la única polémica que tuvo, la otra fue mayor a raíz del libro que le vamos a comentar. Antes anotaremos que Felipe II le nombró arzobispo de Toledo en 1598 y le introdujo en el Consejo de Estado. Fue nombrado en El Escorial, el rey vio la ceremonia desde su cama, pues unos días después el propio García Loaysa le daría la extremaunción. Entre tanto, en su nombre en Toledo, tomaba el cargo Pedro de Carvajal para entregárselo cuando Loaysa llegara a Toledo. Le quedaría poco tiempo, a comienzos de 1599 Loaysa se trasladó a Alcalá de Henares, en cuya nueva Universidad había estado formándose, dada su faceta en continua formación y lectura. Moriría en la propia Alcalá de Henares en febrero de aquel 1599. Fue enterrado en la Iglesia Magistral de los Santos Niños. 

Dejó escritos de su propia mano veinte tomos voluminosos con apuntes, notas, sermones, reflexiones, estudios, observaciones, etimologías, cronicones, entre otras cosas. Principalmente escrito en latín. El principal de sus libros fue Collectio Conciliorum Hispaniae (Colección de los Concilios de España), que publicó en 1593. Fue imprimido y editado por Pedro Madrigal, en Madrid, y con una revisión y ampliación del texto por parte del propio autor. En esta obra incluyó varias obras de reflexión propias, siendo la más llamativa y polémica, incluso escandalosa dentro de los círculos religiosos, la dedicada al primado eclesiástico de Toledo. Le dio mucha fama, también es cierto. Recogió allí por primera vez las actas de la asistencia del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada en el IV Concilio de Letrán, donde se afirmaba ni más ni menos que la asistencia del apóstol Santiago en la península Ibérica era una invención, una mentira. En todo caso, el conjunto de la obra se dedicaba a historiar e informar de todos los concilios cristianos habidos hasta la fecha de la publicación del libro. Era bastante apropiado, ya que en esos momentos se estaba desarrollando el Concilio de Trento para replicar a los reformistas religiosos que habían incurrido en escisiones protestantes dentro del seno cristiano.


 Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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