sábado, 17 de septiembre de 2022

Historia de Roma desde su fundación

Título: Ab urbe condita (también: Decadas).
Autor: Tito Livio.
Editores: Emperadores de Roma (César Augusto y Tiberio).
Año de publicación: 26 antes de Cristo a 9 antes de Cristo (1ª edición).
Género: Historia; Crónica.

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Título: Historia de Roma desde su fundación (también: Las Décadas).
Autor: Tito Livio.
Editor: Titivillus.
Año de publicación: 202? (1ª edición).
Colección: Ebookelo.
Género: Historia; Crónica.
ISBN/Depósito Legal/Creative Commons: Obra abierta por su antigüedad (publicado por ePub base r1.2)


El primer escritor que nombra por primera vez Alcalá de Henares lo hace antes de que la ciudad tuviera ese nombre castellano derivado del árabe. La nombra con su nombre romano: Complutum, así se llamaba la ciudad cuando él habló de ella. Se trata del historiador romano Tito Livio, que vivió entre el 59 antes de Cristo (aC) y el 17 después de Cristo (dC). Él había nacido en Patavium, actual Padua, en la Galia romana conquistada por Julio César por aquellas épocas, aunque Patavium había sido anexionada a la República de Roma en el 42 aC, diecisiete años antes del nacimiento de Tito Livio. En el 35 aC, con 24 años de edad, fue trasladado a la ciudad de Roma, la capital del incipiente Impero Romano que aún era nominalmente República, para que educara a un niño llamado Claudio, de la familia de aquellos que gobernaban y que en breve serían emperadores, aunque Claudio en principio no estaba llamado a heredar ese cargo, fueron los acontecimientos posteriores con muertes violentas las que al pasar los años le hicieron emperador, bastantes años después de la muerte de Tito Livio. En esta educación como tutor de Claudio se encontraba cuando debió recibir otro encargo de parte César Augusto, que aún ostentaba los cargos heredados de su tío, padre adoptivo, Julio César, estos cargos eran todos los superiores de gobierno, de los que destacaban para ejercerlo del todo los de Dictador Perpetuo, Jefe Supremo y Pontífice Máximo. Hay que recordar que se le nombró definitivamente Emperador a perpetuidad y prácticamente de origen divino en el 24 aC, con lo que se finiquitó la República y comenzó propiamente el Imperio Romano. Ese otro encargo de parte de Augusto fue escribir la Historia de Roma desde su origen. 

La obra comenzó a publicarse el 26 aC, dos antes de que Augusto culminase su carrera política proclamando el Imperio, pero Augusto no la vería acabada, pues Tito Livio la dio por acabada el 9 aC. La había ido publicando por entregas, pues necesitaba tiempo para estudiarla, investigarla y escribirla. En aquel año gobernaba el emperador Tiberio. Habían sido ciento cuarenta y dos libros divididos en agrupaciones de diez (decadas, en latín), de ahí que a la obra también se la conozca como Las décadas, aunque su nombre original fue Ab urbe condita, cuya traducción  sería Desde la fundación de la ciudad. Solo han podido sobrevivir hasta nuestra época, el siglo XXI dC, treinta y cinco de esos libros, que se sepa. Los demás se han perdido o destruido. Nos ha dado cuenta de la existencia de la obra completa y cómo estaba distribuida y compuesta otro historiador romano posterior, nacido en la década de 70 dC, Floro, en época del emperador Adriano. 

De lo que ha quedado se han hecho copias y reediciones a lo largo de los siglos, así como numerosas traducciones. El siglo XVI hizo hincapié en su recuperación y en su impresión en imprenta. Así ha seguido hasta nuestros días, que incluso se publica de manera abierta y gratuita en Internet, como ha hecho en algún momento de lo poco que va de la década de 2020 la editorial de libros libres por Internet Titivillus, usando una traducción del latín al inglés del reverendo Canon Roberts, que a la vez ha sido traducido al español por Antonio Diego Duarte Sánchez, con portada sobria en verde. Aunque actualmente en España la reedición más apreciada es la de Gredos tanto en papel como en electrónico. La obra ha llegado a nuestros días como Historia de Roma desde su fundación, también titulada Las Décadas

La obra no está exenta de propaganda política de la época, pues es conocido que Augusto encargó a Virgilio la obra de La Eneida para emparentar a su familia con Eneas, hijo de la diosa Venus y el humano Anquises, a la vez héroe de la Guerra de Troya por parte de los troyanos. Con ello pretendía justificar así su origen divino y también su derecho imperial, pues Eneas habría llegado al Lacio y conquistado esa zona de Italia para fundar un reino del que con el tiempo se derivaría Roma. Lo que hacía Virgilio con esto a petición de Augusto era adelantar el origen de Roma que se estimaba en Rómulo y Remo a varios siglos antes con Eneas, que a la vez habría tenido amoríos con Dido, reina de Cartago. Rómulo y Remo serían descendientes lejanos de Eneas, y estos a la vez serían ascendentes lejanos y primigenios de una serie de héroes y grandes hombres de la Historia de Roma que emparentarían hasta Julio César y al propio Augusto. ¿Por qué nos hemos detenido en esta explicación? Porque Tito Livio también rompió la tradición de marcar el origen de Roma con la fundación de la ciudad por Rómulo y Remo y adelanta el origen del pueblo romano a Eneas.

Evidentemente este libro de Historia está escrito a modo de crónica, no tanto como libro científico de Historia, cosa que es más propia a partir del siglo XIX, a pesar de que Tito Livio evidencie que citó y repitió narraciones de la Historia de autores anteriores. A partir de ahí habló de los hechos de Eneas, de Rómulo y Remo, la proclamación de la República, las Guerras Púnicas, las conquistas de Grecia, Macedonia, Asia Menor y la Galia, las guerras civiles que hubo, el gobierno de César y el de Augusto, el comienzo de Tiberio, hasta la muerte por asesinato de Druso, que era quien debería haberle sucedido. De todo ello la mayoría se ha perdido, como ya se ha comentado. Solo quedan algunas partes.

Por entonces no se habían inventado aún los libros tipo códice, o sea, los libros con hojas unidas entre sí que se leen al pasarlas, sino que los libros eran rollos en papiro, vitela o pergamino. La lectura era algo muy extendida en la antigua Roma de aquella época, en diferentes grados de pericia en ella entre las gentes del momento, pero es conocido que los mercados tenían puestos de ventas de rollos (de libros) que tenían bastante aceptación. Sería ahí donde se irían vendiendo estas obras, si bien es posible que por su carácter esta en concreto interesara a un público lector muy determinado, intelectual, político, comerciante que necesitase contar con datos para sus grandes negocios, tal vez. 

Ya en 1998 se exhibió el texto de Tito Livio respecto a Complutum cuando al intentar construir en el oeste de Alcalá de Henares salieron más restos de Complutum de los ya conocidos. Los sacaron al aire los alumnos del Taller Escuela de Arqueología y fueron expuestos en la sala de exposiciones de la Capilla del Oidor, pues no existía aún el Museo Arqueológico Regional.

Complutum sale mencionada dentro de la Primera Guerra Civil Romana en torno a la década del 70 antes de Cristo. Para poner en antecedentes, entre el siglo II aC y el I aC Roma tenía una serie de crisis que hicieron competir entre sí a dos grandes generales, Mario y Sila, que chocaron entre ellos cuando Roma se vio en la necesidad de invadir Asia Menor, teóricamente para defenderse de los armenios y defender una causa justa de sucesión entre reyes orientales en su reino. De ese enfrentamiento se derivó una gran división política en toda la República de Roma. Mario defendía los valores tradicionales de la democracia romana, mientras que Sila era un ultraconservador que pretendía elevarse como Dictador Perpetuo, casi a  nivel de rey, adelantándose a lo que décadas después haría Julio César, de hecho, un joven Julio César ya estaría a las órdenes de Sila en sus últimas etapas, pues la guerra civil la ganó Sila y fue dictador perpetuo sin finiquitar la República. Como sea, los núcleos rebeldes que defendían la democracia huyeron con un general llamado Sertorio a Hispania, aún sin conquistar del todo. Fue Sertorio quien atrajo a muchos pueblos íberos a la romanización al atraerles a su causa como guerreros, aunque aún no eran parte de Roma. Sertorio fomentó no tanto reconquistar la democracia desde Hispania, sino independizar Hispania y fundar allí un gobierno contrapuesto a Sila, de ahí que algunos digan que Sertorio quería nombrarse rey. 

Sila mandó contra Sertorio a Pompeyo e Hispania fue durante varios años el último escenario de aquella guerra civil. En determinado momento Sertorio pretendió huir de Pompeyo para rehacer a sus tropas yendo hacia la actual Valencia, es en ese momento que decide pasar por el centro más indómito de la península, la Carpetania. Siguiendo el río Henares y parando en donde confluía con el arroyo Torote, por entonces llamado río. En este lugar se sabía que existía un camino, que luego sería vía calzada romana, que conectaba Emerita Augusta (Mérida) con Caesar Augusta (Zaragoza). En esa confluencia de ríos y ese paso de camino había una población carpetana: Iplacea, y sería este el nombre que tenía cuando llegó Sertorio por el noroeste. Estaría la ciudad en lo alto del Cerro del Viso, pisando incluso terrenos que hoy día serían de Villalbilla. Esa población es el origen real de Alcalá de Henares. Los carpetanos de esta zona son los primeros que, confederados, hicieron frente a Sertorio, pero debieron ser derrotados rápidamente. Los carpetanos tenían la costumbre de hacerse aliados de aquellos que los derrotaban, por lo que Iplacea pasó a ser aliada de Sertorio y su causa. Tito Livio no nombra el nombre de Iplacea, sino que la nombra como Compluto o Complutum (Confluencia de Aguas). Se creería además con el tiempo que en esa confluencia habitaba un dios o diosa de la salud y pondrían una fuente. Iplacea pasó a ser Complutum, y la ciudad debió crecer bastante, como demuestra la arqueología moderna, aunque bajó al valle del Henares, a la confluencia de aguas, décadas después. Como sea, Pompeyo también pasó por Complutum en su lucha con Sertorio, y también él tomó la ciudad. Es en este contexto que Complutum, Alcalá de Henares, fue nombrada por primera vez en la Historia en libro, que se sepa. Y el autor fue aquel Tito Livio. 


Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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