Título: Meskerem.
Autor: Óscar L. Ayala.
Editorial: Fugaz Ediciones.
Año de publicación: 2012 (1ª edición).
Colección: Po-ética Tarantáleo
Nº de volumen en la colección: 2.
Género: Poesía; Ilustración.
ISBN; Depósito Legal; Creative Commons: Por expresa voluntad del autor explicada en el interior, no consta de ninguna.
Aunque la obra no contenía prólogo, tenía en su solapa de cubierta unas palabras introductorias de Chema Etxea, que comienza su texto explicando que se negó a escribir un prólogo, pero aceptó escribir las palabras de la solapa. Allí nos habla de un poemario inusual en Óscar Ayala por ser "bailable", quiero entender que se refiere a ritmo musical, y equilibrado en contraposición a lo pasional del autor en otros poemas. No obstante, contiene treinta poemas exactos y todos en cadencia de heptasílabo, lo que hace sospechar a Etxea que sea una especie de mensaje oculto puesto por Ayala. Pero nos da la oportunidad de algo más inédito, conocer lo que el propio Ayala dijo de este libro. Así nos cuenta Etxea que el autor le explicó que el título, Meskerem, es una palabra etíope que tiene dos significados, por un lado es "Septiembre", pero por otro lado también es "Nacimiento". Nos desvela que los poemas pudieran ser "jornadas", como de un viaje tal vez metafísico o personal. Valora Etxea que se trata de un arranque y tal vez todo ello sea parte de un sólo poema que entregaría Ayala aún en más partes. Cierto es que la cubierta del libro también resulta enigmática, en la que una especie de fluido o de luces en círculo contienen un agujero negro casi como un corazón y se encierra en un cubo. ¿Una galaxia extraña? ¿Un Universo? ¿Un mundo? Personalmente me evoca algo ligado a la vida. Anoto que en el texto que acompaña a la numeración y firma autógrafa de cada ejemplar se cita que la edición limitada se debe "a la ocasión del descubrimiento del mundo".
Los treinta poemas están numerados en grandes números romanos y aparecen en cada página de diversas ilustraciones en blanco y negro a modo de marcas de agua o recuadros del cuadro de texto. Van desde iluminaciones medievales provocadoras, a la cara de un perro, formas de un coronavirus, atauriques, una verja de un tragaluz de puerta, enmarcados de página de las usados en las portadas de los libros del Barroco, la cara de un conejo, lo que pudiera ser Caín matando a Abel, gotas de sangre y otras formas.
Ciertamente es un poemario inusual en sus formas para Óscar Ayala. Los poemas parecen encadenarse los unos con los otros, por lo que no es extraño que Etxea hablara de la posibilidad de que se tratara de un sólo poema, sin embargo son varios poemas. Ayala debió pensar este poemario y sus poemas mucho para poder decir en él algo que fuese más allá del poema, trascendiendo a la disposición, composición y hasta las formas físicas de los mismos en el libro y el libro mismo como objeto que también ayuda a trasmitir algo que, es cierto, parece un mensaje a desvelar... y no fácilmente. Tiene algo de misterio a lo que posiblemente llegue cada uno de diferentes formas y, a la vez, siendo para cada uno una cosa.
Ayala, sin embargo, pese a lo sosegado que parece el poemario, es tan rebelde como siempre y plantea poemas inteligentes que rompen lo convencional desde lo convencional. Pongamos por caso el poema "VI".
pájaros, caracoles, hormigas y algún topo,
que mira al sur;
y un día sorprendí a un caracol diciendo:
"tengo una hermosa casa con estanque, con flores,
pájaros, hormiguillas, humanos y algún topo,
que mira al sur".
De igual manera ignoro si tanta soledad
me pertenece. ¿Acaso
no será ella mi dueña, seré yo el poseído?
"Entremos en la muerte con los ojos abiertos"
por la puerta de Adriano, despacio, blandamente.
Introduce la fábula en este poema donde además la perspectiva es relativa, si bien el humano puede ser un ser de fábula tanto como el caracol parlante y consciente de sí. En otros poemas lo convencional se rompe con su habilidad de encadenar ideas de manera desbordante.
En la temperatura de un grito de esperanzasumerjo la alborada, la hora de aceptar
con entrañable entrega
el ademán tiránico con que el sol se gobierna.
Rebusco en las cenizas del verso alguna brasa.
La claridad se cobra sus últimos luceros.
(...)
Parece realmente que Ayala esté realizando un viaje metafísico que sabe de la muerte, pero que busca la vida y que la palabra es la mejor de las ayudas en ese camino. Es significativo el poema "XXX" que cierra el libro, el único cuyo acompañamiento gráfico es una página en negro y unas letras en blanco por hallarse dentro de un túnel. Dice así:
¡Qué angosta me resulta la entrada a mi palabra!avanzo disfrazado con el hermoso rostro del mar hasta la puerta
y me retiro al fondo de mí mismo, al rozarme.
Percibo cómo vibra, apostado en el quicio,
y contiene el latido hasta que desespero.
La luz que se le escapa sigo con la mirada,
mas echa una cortina de lentas negras lágrimas.
Solo queda sentarme,
escucharme callar,
dejar que el mundo acabe
ocupando el espacio
que hoy el silencio ocupa.
Recordemos que el siguiente poemario, de 2013, Parajes de lo incierto, continuará justamente aquí. Es la palabra y el recuerdo mediante el nombre y la palabra lo que permite la vida. Un poemario que, recordémoslo, nos deja la duda de si Ayala ya sabía en ese momento de la enfermedad terminal que se le llevaría justo este año 2024. Un poemario que me parece el mejor que ha escrito, y al cual antecede precisamente este otro de 2012 que cierra con este poema que perfectamente encaja la venida futura de aquel de 2013. Quizá el significado de la palabra "meskerem" ya nos estaba contando algo secretamente, a la vez que tratando de invocar un nacimiento nuevo a través de la existencia mediante la palabra y el nombre, lo que, paradójicamente, implicaría el final de la etapa de la vida en modo físico.
Pero este poemario es un poemario alegre. Contiene referencias veladas sobre la finitud y la muerte, eso es así, pero es un poemario alegre y casi como un juguete lleno de misterios. Eso aún cuando en algún poema no es nada velado, "Excita las papilas de la tierra el olor a muerte renacida. / Abierta a la deriva mi mano o mi mirada. / Abierta a la luz fresca la boca de la cueva".
Pero como juguete que es es un poemario alegre y disfruta de la vida. En el poema "XXVI" Ayala emula a la Alicia de Lewis Carroll persiguiendo a un conejo blanco y caliente que huye hacia un monte en el norte, en el cual, en lo alto del mismo, Ayala encuentra un pezón y, como un león, descubre que el conejo que resopla oculta en su lomo la noche mediante un despertar austero y frágil. Este sugerente poema es seguido inmediatamente por otro poema que empieza con los siguientes dos primeros versos: "Y con sólo dos dedos atraparé el sonido de una estrella al romper / y acudiré a dejarlo prendido en tu ventana". Ventana que hacia el final del poema, tras un trueno, encontrara una ofrenda en el alféizar blanco que quedará olvidada en su vuelo. Nada más estimulante y vital, aún cuando parece estar acompañado de una relativa melancolía.
Ayala estaba en un momento creativo muy brillante, que alcanzará cuotas más altas en 2013, pero no hay que perder de vista este poemario que preludia al otro, como ya se ha dicho. Óscar Ayala, un grande.
a besar el arroyo.
Entretanto la sangre de dragón mitigando irá mi calentura.
Y si un silencio -advierto- hoy se desboca y daña escribiré a matar
Y luego tal vez tenga llena la boca, ¿sabes?,
de colores candentes,
blanda la sombra, expuesta
a un apetito único
de desnudez, de hierro, de preguntas, de muerte.
Porque no es más otoño el que más viento o frío
sino el que más dulzura
arrastra en el metálico canto de sus caricias.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".
No hay comentarios:
Publicar un comentario