domingo, 12 de abril de 2020

El problema español

Título: El problema español
Autor: Manuel Azaña.
Editor: La Cuna de Cervantes.
Impresor: La Cuna de Cervantes
Año de publicación: 1911 (1ª edición).
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Título: El problema español.
Autor: Manuel Azaña.
Editores: Agrupación Socialista de Alcalá de Henares (PSOE) / Metal, Construcción y Afines a Unión General de Trabajadores (MCA-UGT). [Unidos en la Casa del Pueblo de Alcalá de Henares].
Año de publicación: 2011 (1ª edición; facsímil siguiendo otro facsímil de 1987; presentación de Eusebio González Jabonero, Secretario General del PSM-PSOE Alcalá de Henares, y nota introductoria de Julián Vadillo Muñoz, doctor en Historia.).
Género: Historia; Ensayo; Política; Oratoria.
ISBN: [Sin ISBN, ni Depósito Legal, ni código Creative Commons.]

Se cumple un mes de confinamiento por la activación del estado de alarma en toda España a causa de la crisis sanitaria, ya también económica y política, desatada por la enfermedad llamada Covid-19, actualmente pandemia mundial. Mientras se ha prorrogado ese estado de alarma medio mes más, como mínimo hasta final de abril, entramos en la semana con el aniversario de la proclamación de la Segunda República el 14 de abril. Por ello aparece por tercera vez en estas notas la obra de uno de los alcalaínos más destacados, Manuel Azaña. En este caso nos vamos a su juventud, a cuando tenía 30 años en febrero de 1911, un año en el que cumpliría 31. Se trata de un ensayo político, con algunos tintes de Historia, que en realidad lo escribió como oratoria para dar un discurso. Fue su segunda obra publicada, al margen de sus artículos periodísticos, pues no hay que olvidar que su profesión era la de periodismo antes de meterse a político. Al menos es su segunda obra publicada no periodística que se conozca a fecha de hoy. La primera sería La libertad de asociación, otro discurso que escribió para la Academia de Jurisprudencia de Madrid, publicado en 1902. Lo cierto es que entre 1902 y 1911 no solo escribió artículos periodísticos, dentro de los propios periódicos también escribió crítica literaria y publicó alguna obrita de carácter literario, pero lo cierto es que como obra editada por sí misma, fuera de la prensa, tenemos conocido el discurso citado de 1902 y la obra a la que nos vamos a dedicar hoy, El problema español, del citado 1911.

El problema español fue publicado por primera vez en el mismo febrero de 1911 según se indicó en la publicación original gracias a la Imprenta La Cuna de Cervantes por suscripción de los admiradores del autor. Hemos de imaginar que esos admiradores eran mayoritariamente alcalaínos, sino todos, y que la edición probablemente difícilmente rebasó Alcalá de Henares, como mucho llegaría a Madrid de manos del propio autor. Del mismo modo es probable que todos aquellos suscriptores populares fueran miembros de la Agrupación Socialista de Alcalá de Henares, esto es: del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la ciudad y con bastante seguridad con miembros del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), afín al PSOE y en esas fechas el único y mayoritario en Alcalá de Henares entre los trabajadores sindicados. El discurso no volvió a aparecer hasta la publicación por Juan Marichal en México de las Obras Completas, en cuatro volúmenes entre 1966 y 1968. Estas Obras Completas fueron reeditadas y revisadas en España en 1990, y más tarde, fueron ampliadas, completadas y comentadas por el historiador Santos Juliá en 2007, que las dejó en siete volúmenes. Fuera de esa compilación, por sí solo, El problema español no vio la luz editorial de nuevo hasta que en 1987 desempolvaron en Alcalá de Henares algún ejemplar antiguo del original de 1911 y lo reeditaron facsímil, imitando la tapa blanda acartonada y la sencilla presentación sin apenas decoraciones. Probablemente uno de los ejemplares de 1987. A partir del ejemplar de 1987 o de las Obras Completas volvió a reaparecer por sí solo a nivel de toda España en 1990 junto a otro discurso posterior, quedando como El problema español y Apelación a la República, siendo esa edición la más aceptada como obra conjunta entre los compradores actuales y las posteriores reediciones. Sin embargo, en 2011 el PSOE alcalaíno con la UGT alcalaína, recuperaron el facsímil de 1987, o bien el original de 1911, a través del historiador aficionado complutense San Luciano, y lo reeditaron otra vez facsímil y a nivel local con una presentación del Secretario General de la Agrupación Socialista de Alcalá de Henares, Eusebio González, y una introducción histórica del doctor en Historia Julián Vadillo sobre la razón de ser y el contexto de ese discurso. Es esa edición, por ser la que me llega a mis manos, por ser facsímil y por ser compuesta por entidades y autores alcalaínos todos ellos, la que va a centrar estas notas. No obstante hay que citar que la edición más actual data de 2017, editada por la editorial Reino de Cordelia a nivel estatal y como parte de una antología de ensayos de Azaña sobre la situación política y social de España, llamando al volumen Tierras de España, el problema español.

La edición alcalaína de 2011 sufragada por el PSOE y la UGT alcalaínos tenía la razón de ser de cumplirse ese año cien años de la Casa del Pueblo en Alcalá de Henares. La Agrupación Socialista de Alcalá de Henares había recuperado la Casa del Pueblo el 28 de mayo de 2009. El 4 de febrero de 2011 se cumplía el aniversario de los cien años, pues fue el 4 de febrero de 1911 que se abrió la primera Casa del Pueblo en la ciudad. Ahora bien, la Casa del Pueblo actual funciona más bien como sede de los socialdemócratas adscritos al PSOE más que como la función original de las Casas del Pueblo de comienzos del siglo XX, las cuales eran centros que reunían en sí a los obreros con finalidades políticas, sociales, educativas, etcétera. Principalmente estas Casas del Pueblo solían atraer a socialdemócratas y republicanos, aunque estaban abiertas a todas las corrientes que trabajaban por el progreso de las clases populares y no se adscribían en principio a una ideología determinada, dependiendo esto de las tendencias mayoritarias de cada lugar, aunque, volvamos sobre ellos, atraían principalmente a socialdemócratas y republicanos. Sea como sea, en 1911 la Casa del Pueblo alcalaína era abierta por gente cercana a la UGT y al PSOE, invitaron al joven Manuel Azaña, ya relativamente conocido en los periódicos nacionales, aunque había tenido un periódico inicial en la propia Alcalá de Henares, La avispa del Henares. Su familia era además una familia arraigada desde el siglo XV con una larga trayectoria de escribanos, notarios y agricultores, siendo el propio padre de Manuel Azaña, Esteban Azaña, alcalde en la década de 1870, tras la Restauración Borbónica, e historiador local, más bien cronista, en la década de 1880. Manuel Azaña no era socialdemócrata, ni pertenecía a ninguna otra corriente del socialismo, él era netamente republicano, desde el republicanismo burgués y las ramas progresistas del mismo, era republicano de izquierdas. Se sentía próximo a algunas ideas de la socialdemocracia, pero no compartía las ideas socialdemócratas de la época, pese a que años más tarde formara gobierno en coalición con el PSOE. Azaña era apreciado en Alcalá y contaba con bastantes amistades entre los socialdemócratas complutenses. Varios de los nombres destacados de estos eran Antonio Fernández Quer (albañil y primer socialdemócrata en lograr un cargo político, incluso antes que Pablo Iglesias, fue precisamente de edil -concejal- en la propia Alcalá de Henares), Antonio Cao del Río (que también fue concejal), Andrés Saborit (que llegó a ser diputado), Mariano Alarcos, Arcadio Monge y Serapio Saborit.

En febrero de 1911 se inauguraba la Casa del Pueblo, había sido parte de una trayectoria en auge del PSOE y de la UGT en la ciudad. En 1903 se había fundado la Agrupación Socialista y para final de año Fernández Quer obtenía el cargo de concejal. Al margen del resto de hitos del socialismo en la ciudad, desde ese momento Fernández Quer comenzó a idear y a impulsar la idea de crear una Casa del Pueblo en la ciudad, a la vista del avance de las ideas progresistas entre los trabajadores. Contaba en ello con la simpatía y el apoyo de Manuel Azaña, republicano. En 1910 Fernández Quer y Azaña ya habían fundado juntos el citado periódico La avispa del Henares. En 1911 Azaña fue invitado por Quer a que diera el discurso inaugural. La Casa del Pueblo contaba con biblioteca, sala de lectura, clases elementales de enseñanza a los obreros, talleres específicos para obreros, aula de teatro, diversas actividades culturales y también activismo de defensa de los presos políticos que se sucedían en los diversos episodios propios del reinado de Alfonso XIII. Permaneció en activo hasta el final de la guerra civil en la primavera de 1939, momento en el que sus bienes fueron incautados y se prohibió su reapertura a la vez que se perseguía a sus miembros. Aunque más como sede del PSOE local que como con sus funciones propias de las primeras décadas del siglo XX, fue reabierta una reedición de la Casa del Pueblo en 2011, y en esa ocasión se invitó a hablar al historiador Julián Vadillo sobre este contexto social de 1911, tal otra conferencia se produjo el 11 de febrero, y aún ofreció una ruta por los lugares significativos de la Historia de la izquierda alcalaína el 19 de febrero. Previamente, el 4 de febrero, fecha redonda del aniversario, habían dado discursos los secretarios generales de la UGT-Comarca Este de Madrid, Jesús La Roda, y el del PSOE-Alcalá, Eusebio González, más el secretario de organización del PSOE-Alcalá, Pedro Casillas. Además hubo una conferencia de Historia ofrecida por el catedrático ya fallecido Julio Aróstegui y por el director del Archivo Histórico de la Fundación Pablo Iglesias, Aurelio Martín Nájera, acompañados de Yolanda Besteiro, secretaria de administración del PSOE-Alcalá.

Lo cierto es que la función propia de la Casa del Pueblo de 1911 parece que en nuestros días estuviera mejor representada por la sede Las Trece Rosas, adscrita al Partido Comunista de España en Alcalá de Henares, pero no es motivo de estas notas entrar en este análisis. 

El problema español de Azaña fue editado dentro de lo que pretendía ser el inicio de una serie de publicaciones posteriores de parte de la Casa del Pueblo, por ello fue editado dentro de un cuadernillo enmarcado dentro de lo que en la propia portada se llamó "Propaganda", se indicó que se trataba de una conferencia e incluso se numero el volumen en número romano como I. De este modo es fácil encontrar en librerías de antigüedades esta edición como la de 1987 con el nombre alterado a El problema español I, dando lugar a la confusión sobre que Azaña escribiera o se propusiera escribir una serie de ensayos sobre los problemas sociales y políticos de la España de su época. Nada más lejos. La numeración correspondía, repetimos, al primer volumen de los que sería una serie de publicaciones para Alcalá de Henares de parte de la Casa del Pueblo y no necesariamente escritos por Azaña.

Azaña para 1911 ya era totalmente conocido en Alcalá de Henares y comenzaba a ser relativamente conocido a nivel nacional, no obstante, en pocos años él será uno de los pocos periodistas españoles que viajarán a Verdún para narrar en primera persona lo que habían visto en los frentes de la Primera Guerra Mundial. Iba recto camino a ganar el Premio Nacional de Literatura en 1926. Así pues, en 1911 era una voz respetada en Alcalá, tanto por sí misma como por el significado de su familia en al vida complutense, así como por su trayectoria en ascenso en España. Centró su discurso en un análisis profundo sobre los problemas que él consideró graves dentro de la España de su época. Dado que décadas después se va a comprometer tanto con el republicanismo que terminará siendo Presidente de la Segunda República, se puede ver y considerar este discurso como uno de los primeros textos donde más explícitamente comienza a manifestar su acercamiento a una profunda preocupación por lo social y la sociedad y la búsqueda de sus soluciones. Su capacidad de análisis y de comprender todo lo que ocurría hacen de este texto algo que explica su trayectoria posterior, su visión y, aunque suene extraño, con la cualidad de que muchas de las cosas que él detectó en la sociedad española siguieron vigentes en uno y otro grado no sólo en las décadas inmediatamente posteriores, sino incluso también a lo largo de todo el siglo XX e incluso dentro de este siglo XXI.

Azaña escribe el texto sabiéndose parte de una generación joven que en ese momento está llegando a la vida política. Siente en esto la fuerza de una necesidad de regeneración de todo aquello que ha degenerado las condiciones de vida de la gran mayoría de los españoles, los trabajadores. En parte bebe del regeneracionismo impulsado tras el desastre de 1898. Toca temas como el control de la natalidad para solucionar en parte las desgracias económicas de las clases más populares, aunque ese control debe hacerse desde la concienciación, como en Francia. Refleja así las ideas de Malthus llevadas a las ideas de progreso interiorizadas por el socialismo a lo largo del siglo XIX. La desigualdad de los sueldos es observada por Azaña como una constante fuente de desigualdad social que lleva a graves penurias para los trabajadores. Considera en esto que el aumento de huelgas por asuntos laborales lleva cada vez a mayores enojos al no ser contestadas positivamente por los gobiernos y los empresarios, lo que hace que un aumento de huelgas, según Azaña, tenga asociado un aumento de violencia al no verse satisfechas las reivindicaciones, por otro lado, justas. Entra ahí el tema de la educación, controlada por la Iglesia o por el gobierno, pero en ambos casos mal administradas. Incapaz de ser dada a todas las clases populares. Anquilosada en las ideas del Imperio pasado y perdido, sin entrar en ideas productivas nuevas. Más aún, considera que la educación está dada por el gobierno a modo de acto administrativo, de forma mecánica, sin fomentar ningún tipo de pensamiento crítico, ni científico, ni creativo, dando a luz así a generaciones que se comportan como parte de un engranaje más que como personas con respuestas de futuro. Todo ese sistema se recompensa con títulos académicos y la sociedad misma exige la tenencia de esos títulos más que los conocimientos o las capacidades supuestas, dando así una sociedad de la apariencia, una sociedad obsesionada por ser reconocidos por el título, pero no por los hechos. Aunque, eso también, toda enseñanza queda supeditada a las creencias religiosas, impidiendo así que avance absolutamente nadie que presente un mínimo de crítica o de distanciamiento en sus estudios respecto a lo religioso y por extensión se crea una conciencia de jerarquía tan fuerte que también se impide el paso a quienes cuestionan determinadas instituciones del gobierno. 

Azaña considera que todo esto se transfiere a la sociedad en todo su conjunto, dando lugar a una sociedad con una incultura alta y con altas dosis de falta de interés real por el conocimiento o la búsqueda de la verdad, una sociedad brutalizada y alimentada por tópicos a menudo violenta contra los miembros de sus mismos niveles sociales si alguno de estos trata de salirse de lo comúnmente aceptado. España está lejos de Europa y debe acercarse a ella por medio de una renovación de la educación que dé nuevos valores morales y de conocimiento a toda la sociedad. Pensamiento que en parte y relativamente coincidirán con los de Ortega y Gasset unos años más tarde. 

La vida religiosa, insiste en ello, paraliza el avance material de la sociedad al darle a los individuos una serie de creencias e ideas aledañas que rigen todo un código de parálisis por medio de éticas, morales, conductas y respetos jerárquicos, castigo mediante. Mientras España paralizaba así avances tecnológicos que eran cuestionados por la Iglesia o la tradición confundida con creencia religiosa, el resto de Europa avanzaba y mejoraba sus vidas, igualmente con cuestiones de ordenamiento social y libertades. De este modo también habrían surgido la idea de la continuidad del antiguo orden como el orden ideal, de este modo había una serie de condescendencias y pleitesías a nobles y hombres millonarios, así como a políticos y militares, que provocaron que estos se creyeran los únicos valedores de los pesos de la nación, prolongando sus mandos y extendiéndolos más allá de lo que podían hacerlo. Yendo así a la aparición de caciques, a la perpetuación fraudulenta de cargos, y a la repetición de una especie de sentimiento de vasallaje casi feudal en muchos lugares de España, especialmente los rurales.

Toda política liberal debía pasar por una reforma de la recaudación de impuestos, pero todas las políticas liberales, y en especial una nueva distribución de los impuestos y su cobro, es atacado por sistema por los conservadores, que consideran a los liberales usurpadores del poder, ya que entienden los conservadores que el poder es suyo, yendo en esto también en contra con la tendencia general democrática del resto de Europa, y contribuyendo al estanco del empobrecimiento material de la sociedad. Ahonda esto el enfrentamiento entre españoles, al darse a entender un orden de cosas presuntamente natural, el conservador, y a la vez un orden de cosas que puede progresar, los liberales y a alturas de 1911 también los republicanos y los socialistas. 

Azaña invoca a la superación de la cobardía y de la hipocresía, a romper con el escepticismo de que nada pueda cambiar. Llama a un patriotismo basado en la limpieza ética y moral individual de hacer lo correcto como inicio de la regeneración nacional. La elección justa y valiente de los más honestos en los municipios para ir elevándolos a las más altas cotas. En ese estado es vital la educación y la elevación de la misma alejada de la jerarquización y prohibiciones religiosas, así como del anquilosamiento mecánico del Estado, las Casas del Pueblo tendrían por misión devolver a España una nueva sociedad más elevada, por medio de sus trabajadores. 

El estilo directo y claro está a veces afectado en su inicio de cierta retórica decimonónica, pero según avanza claramente se manifiesta en las frases sencillas y las palabras corrientes que buscaban en el comienzo del siglo XX varios de los nuevos literatos, entre ellos Azaña. Las nuevas corrientes literarias se mezclaban con ese afán de regeneración que les hacía llevar todo escrito a una lectura comprensible y asumible, sin grandilocuencias ni vericuetos del lenguaje, otra cosa será cuando se celebre el aniversario de Góngora y comience la Generación de 1927 a funcionar, mezclándose con el surrealismo, pero eso aún no había llegado en 1911. Hay quien en lo literario considera que Azaña es de la considerada Generación de 1914, y esta generación concretamente se caracteriza precisamente por eso, por comenzar a poner en práctica en su estilo y temáticas, a menudo llamadas a la reflexión y la profundidad, como Pío Baroja (de la Generación de 1898), influidas por el regeneracionismo tan fuerte en apenas una generación anterior y en plena década de 1910 aún vigente sobre todo en lo político.

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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