martes, 8 de marzo de 2022

Los cuadernos del frío

Título: Los cuadernos del frío.
Autor: Francisco José Martínez Morán.
Editorial: BajAmar.
Colección: Amarilla BajAmar.
Nº de volumen en la colección: 18.
Año de publicación: 2021 (1ª y 2ª edición).
Género: Poesía.
ISBN: 978-84-123040-7-7
 
Francisco José Martínez Morán, alcalaíno nacido en Madrid en 1981, Doctor en Literatura Comparada y profesor de Literatura en la educación Secundaria, es actualmente uno de los poetas más conocidos de Alcalá de Henares de hoy día, quizá el más conocido sin necesidad de redes sociales y sus mecanismos a menudo más de construcción de personajes que de atención a la obra, y sin necesidad tampoco de plataformas que hagan de él un cantante, no es cantante, es poeta. Llevaba en silencio editorial desde 2018, pero el año pasado, 2021, rompió el silencio con dos publicaciones, cada una ubicada en cada mitad de año. Tal vez la una sea en realidad parte de la otra. En otras palabras, leídos los dos libros, probablemente forman un conjunto y deberían haber formado un único libro, pero Martínez Morán los dividió en dos, con una estructura cada uno que les da su propia personalidad, a pesar de que es una personalidad que podría integrarse en una sola, como digo. Quedo en la duda de si el autor realmente consideró que eran dos obras divididas entre sí, o si bien la partió para poder hacer un libro por cuenta propia, Los cuadernos del frío, del que hablamos hoy, y otro para un concurso internacional de poesía que, además, ganó, No. No creo, sin embargo que un libro sea los descartes del otro, aunque algo pudiera haber habido, Ambos libros están profundamente meditados para ser breves y concisos en la palabra y la expresión justa y quirúrgica que corte como un bisturí en la capa emocional que el autor desea. Un par de trabajos realmente refinados hasta la puntería total del dardo a la diana.

Recordemos que Martínez Morán tiene por primer libro publicado el poemario Variadas posiciones del amante, en 2006, el cual fue Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande. A este poemario le siguió en 2008 un ensayo a modo de manual entretenido de leer publicado por la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió y se doctoró, Curso de iniciación a la escritura poética, el cual es un libro que no es muy recordado en muchas de las bibliografías que se hacen de él. En 2009 volvió a publicar un poemario, el cual para mi gusto es uno de los mejores que tiene, Tras la puerta tapiada, con este ganó el importante XXIV Premio de Poesía Hiperión. Era por entonces profesor de la Escuela de Escritura en la Universidad de Alcalá, que se llamó también Taller de autor: Francisco José Martínez Morán, en el cual ejerció varios años, solo rastreando en Internet se puede saber que en 2014 seguía activo en esto. En 2010, mientras trabajaba en el Centro de Estudios Cervantinos de la Universidad de Alcalá de Henares se decidió a publicar una colección de relatos que había escrito, agrupados bajo el nombre Peligro de vida. Al año siguiente, 2011, se lanzó con un relato muy breve para niños y estudiantes de español llamado La estación de madera, con una gramática sencilla y unas quinientas palabras, un librito también muy poco conocido y muy poco divulgado. En 2013 publicó su tercer poemario, el cual sea para mí el mejor de todos hasta la fecha, Obligación. Ese mismo año comenzó un experimento personal de una obra en prosa que no firmaba con su nombre si no con el heterónimo Carlos Grande, que cuajó en el ensayo Crónica digital de Carlos Grande aquel 2013, personaje que le llevó a publicar en 2015 su siguiente poemario como él mismo, Grande tercera phase. Para entonces colaboraba ya en numerosas revistas literarias como Anáfora, Quimera, Paraíso y otras. Era ya una voz poética conocida en España. Cadena SER Henares le cedió un espacio semanal para hablar de poesía y literatura, el cual mantiene, La voz en el mensaje. Fue en esos años que se dejó ver en algunos recitales que se celebraron en Alcalá de Henares, donde no se le había visto mucho, aunque apareció más como espectador que como poeta recitante, véase lugares como los desaparecidos El Laboratorio o el Kingston's Pub. No obstante, donde él sí hizo alguna cosa recitada y trajo a Alcalá varios recitales y espectáculos de poesía fue en el Corral de Comedias, llamado Ciclo de Poesía, el cual se ofreció en las temporadas desde 2014 a 2018 y donde aparecieron varias de las voces poéticas actuales más importantes, como Raquel Lanseros. Su compromiso con obtener plaza de funcionario como profesor de Secundaria ayudó en parte a que no pudiera seguir haciendo frente a esa organización. En 2018, terminando esa etapa, publicó su primera novela, Amistades comunes, que Susi Corrales "Suko" reseñó en esta bitácora para presentarnos al autor. El mismo año publicó el poemario Tacha, que preludiaba ya su poesía muy breve, y en el cual regresaba a su nombre real. Tres años después, en 2021, sin hacer demasiado ruido, publicó el poemario que presentamos hoy, Los cuadernos del frío, y en la segunda mitad del año se publicaba su otro poemario, No (2021), ganador del I Premio Internacional de Poesía Francisco Brines, sin que la prensa local se haya hecho eco. Actualmente, a todo lo dicho hay que sumarle que dirige la colección de poesía De luz, piedra y espejo en el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá.
 
Los cuadernos del frío, como ya se ha dicho, podría formar parte conjunta perfectamente con el libro que le sigue en orden de publicación, No, aunque lo más seguro es que su tiempo de creación, en de sus poemas, sea el mismo y por lo tanto respondan dentro de un mismo tiempo también a unas mismas inquietudes en el alma del poeta. Estaríamos hablando de los tres años que siguieron a Tacha, o sea, desde 2018, lo que nos ubica también en dos poemarios que atraviesan el Año de la Pandemia, el 2020, y parte de su sucesor, 2021, en el que se publican. Probablemente las vivencias personales y las sensaciones grupales de esas fechas se filtren en los poemas. Esto no quita para que sigan una línea sucesoria con los poemarios anteriores, como algo se ha insinuado ya. En todo caso, sirva para reforzar esta idea que en Los cuadernos del frío se menciona un cuaderno verde y un cuaderno negro donde se anotan ideas de los poemas a modo de metáfora también de que se dejan parte del ser del poeta ahí. La cuestión es que en el poemario No se llega a mencionar en un poema que el poeta se para a repasar los apuntes de los últimos años dispersos en libretas y que estos apuntan a una misma dirección. Creo que ese testimonio no deja lugar a duda sobre las costuras que crean unicidad entre estas dos obras. Por otro lado, recuerda esta cita de corte un tanto autobiográfico para realizar poesía e interiorizar en el alma interior a un recurso que ya usó en prosa la Premio Nobel de Literatura Doris Lessing en El cuaderno dorado (1962) y otras obras donde vuelve sobre ello.

Los libros comparten también una metáfora que se repite a lo largo de las páginas de las dos obras, la de la luz como símbolo de la vida. Más aún, los dos libros comparten un sentimiento pesimista ante la vida. Hay un nihilismo evidente, un desasosiego ante una vida que desemboca en la muerte, sin que parezca que haya más luz tras la muerte, al menos no una luz de la que la propia persona sea consciente de su existencia. Pongamos por ejemplo el siguiente poema:

El dolor de los demás.

Lo que se encuentra para ser 
roto.
Hallarse en los fragmentos.

La luz.

Tantear la demasiada
oscuridad, pero también
el desmesurado brillo.

Hay en este poema algo de aristotelismo, recordemos que Aristóteles ponía la perfección en lo que llamó el justo medio. Martínez  Morán fija ese medio en un lugar sin demasiada oscuridad y sin desmesurado brillo, con lo que lleva el aristotelismo al existencialismo. Cosa curiosa porque el poemario en su conjunto está lleno de un desasosiego y un desconsuelo que no invita a pensar en un justo medio emocional de saberse finito. "Solo hay fotografía / y fábula y vapor (...)", llega a afirmar en otro poema. O en otras palabras: solo hay instantes que son fugaces y que no parecen reales ante la realidad de que dejarán de existir y solo serán recuerdo que también desaparecerá. 

Hay en el poemario una infinidad de encabalgamientos rompiendo los versos, con la misma brutalidad que la existencia se rompe abrupta para que paradójicamente siga habiendo más vida, aunque ajena. Se permite el autor incluso dedicar poemas en torno al Réquiem de Mozart para seguir en su temática, lo que refuerza esa idea de preocupación ante la muerte. De hecho el libro entero pareciera que hablara no solo de una preocupación personal en lo existencial, sino tal vez de una vivencia personal que ha arrasado el alma del poeta en esos años, quizá una enfermedad propia o de alguien muy cercano a él que ha rozado la muerte o bien que ha acabado en una muerte. No sería extraño dado el Año de la Pandemia de que esta posibilidad pudiera cumplirse, o bien que el autor interiorizara en ese 2020 cuestiones que pudiera venir arrastrando de tiempo atrás, dado el panorama general en el que hubo tanta desgracia por todas partes.

Descansa para siempre las pupilas:
deja ya la mirada, no fatigues
más la contemplación de la penumbra.

Sé luz entra la luz, no más que luz
sumida en el color del brillo eterno.

Un poema que tiene cierto optimismo o cierto mensaje que invita a combatir por no sentirse muerto cuando aún se está vivo. Por supuesto, lo aséptico de las metáforas y los simbolismos hacen que los poemas puedan interpretarse en torno a otras cuestiones de la vida más allá de la existencia. El sentirse muerto o vivo, lo fugaz y lo no fugaz pueden transformarse en metáforas por momentos de altibajos en la vida. Personalmente creo que su sentido más profundo está en el desasosiego existencial, en cierto nihilismo. Y personalmente creo que no es descartable que en el origen de los poemas haya algún drama personal, cuestión que, pese a conocer al autor, no puedo asegurar. Como lector, sin embargo, cobran incluso más fuerza en ese doble sentido en mi mente.

Hay mucha rabia entre el desasosiego. Una rabia que quien ha conocido la muerte muy cerca, como quien esta nota escribe, reconoce. Una rabia que pretende luchar ante lo que ya conoce. "Una rabia sin nombre: / ese es en ocasiones el motivo, / el único motor de la palabra, / su primera razón / y su última derrota. (...)".

Hay poemas que, en definitiva, parecen remitirnos en diversas ocasiones a un postramiento en la cama largo, tal vez de alguien cercano o del poeta (que en una lectura íntima se puede transformar en el lector mismo tomando una identificación y aceptando las reflexiones nihilistas). 

El libro es prácticamente un libro de poemas muy breves. En los últimos años se ha generalizado el gusto por este tipo de poemas a menudo de dos, tres o cinco versos. Muchos rompen la rima para usar otros recursos que dan musicalidad, como la aliteración. La gran mayoría parecen aforismos o incluso una reunión de aforismos o de pensamientos del autor que logra limarlos y abreviarlos sintácticamente de manera magistral de tal forma que con poco se dice mucho y muy trascendente. 

Actualmente quien esto escribe no está ni en esa etapa de poemas tan breves, quizá nunca estuve, ni estoy en una etapa tan tremendista y desasosegada, aunque la entiendo y he leído bastante de ella, y algo de esto hay en algún poema en experiencias graves pasadas, pero tiendo a quitar pesos sin dejar de decir cosas trascendentes. Por ello mismo este poemario, que es muy grande en sí mismo, se aleja un poco de la línea donde yo mismo me encuentro ahora mismo. Sin embargo es un poemario tremendamente potente que me empatiza y que tiene una elegancia sintáctica y una riqueza de léxico inteligentemente usado que sigue haciendo de Martínez Morán un imprescindible.

Creo que debería regresar a poemas más largos, pero eso es algo que no depende más que de las motivaciones de cada autor. No obstante, quepa citar dos poemas hacia el final del libro donde el poeta se explaya más y son gratamente más largos, uno llamado "Llorar de los ojos, como dicen...", un poema que rompe la estética al ser en prosa y que directamente hace referencia a poemas como los dedicados al Cid en la Edad Media, en su parte ante la muerte y el drama. El otro poema es el último, "Canción de ausencia cierta", un poema largo y formal que parece reafirmar el sentido citado del poemario en estas notas. Un poemario que incluso parece apuntar a un relativo agnosticismo, lo que no deja de ser una esperanza rota, o, si se desea cambiar la temática existencialista y llevarlo al amor, otro tipo de ruptura. Un poema complejo, no fácil de leer, pero quizá donde al romper el ritmo de aforismo se descubre que el poeta sabe muy bien su oficio y que ha dicho las cosas como las ha dicho porque en su intención de contarnos algo encontró que ese camino era el camino que deseaba usar.
 
A fin de cuentas, por otro lado, los poemas de aforismo han aflorado en las redes sociales en gran número y aunque el autor no es un autor de redes sociales puede que a sus editores les interesara esa ruta una vez conocieron estos poemas que, no lo olvidemos, pudieron ser diferenciados de los que fueron a parar a No, libro que se presentó a concurso internacional y el cual ganó. Estos otros poemas de Los cuadernos del frío no parece que fueran destinados a ese concurso, a pesar de tener gran fuerza. 

El libro fue editado en 2021, como ya se ha dicho, por BajAmar Editores, de Asturias, gracias a César García Santiago. Se comercializa en toda España. La cubierta fue diseñada por Susana Pozo, con una fotografía de David García Torrado. Es un libro en tapa blanda, solapada, en papel verjurado en tono ocre. Tiene un tamaño un poco más grande que el de octavilla. Su interior se divide en capítulos, algunos con referencias en latín y a la cultura musical clásica y filosófica. Tiene en la contracubierta un comentario de Federico Ocaña que prácticamente es una reseña con tono poético y alabador hacia Martínez Morán. La primera edición fue en abril, y tan solo en un mes alcanzó su segunda edición en mayo.
 

Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".

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