Título:
Comedia del cerco de Numancia (también llamado
La destrucción de Numancia y
Tragedia de Numancia).
Autor: Miguel de Cervantes Saavedra.
Transcriptor: Miguel De Cervantes (manuscrito).
Primer año de representación: 1585.
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Título: Numancia.
Autor: Miguel de Cervantes Saavedra.
Editorial: Cátedra.
Año de publicación: 1968 (1ª edición, editado por Robert Marrast).
Colección: Letras Hispánicas.
Nº de volumen en la colección: 195.
Género: Teatro.
ISBN: 978-84-37604466
Miguel de Cervantes sabía que había triunfado con la novela, pero en realidad él, desde el principio, siempre se sintió dramaturgo. Pero igual que le ocurriera con la poesía, en la que él también quería ser reconocido, en el teatro tampoco encontró el éxito que él esperaba. De sus propias notas autobiográficas sabemos que desde muy joven iba detrás de los carros de los comediantes ambulantes, que escribió entre veinte y treinta obras teatrales (anotó así él la cifra) y que, según dijo él, ninguna de sus obras fue abucheada ni se les arrojó hortalizas y frutas. Si nos atenemos a esas notas, hemos de creer que tuvo un éxito empresarial en lo que es el teatro. Ahora bien, aunque sus obras pudieran gustar al público que acudiera, este público no le otorgó el gran éxito teatral que deseaba, pues realmente las obras de teatro que atraían a la gente eran obras más modernas y estructuradas de manera más innovadora, de la mano de Lope de Vega, entre otros. De hecho, aparte de cuestiones personales entre ellos, Cervantes y Lope de Vega también encontraban como uno de los fundamentos de su enemistad la rivalidad teatral. Eran totalmente opuestos a cómo entendían el teatro el uno y el otro. Cervantes se acogía a estructuras y temáticas más clásicas. Mientras que Lope de Vega innovaba y buscaba temáticas más populares y actuales. De entre aquellas veinte o treinta obras teatrales citadas por Cervantes, se conservan sólo once de ellas, más ocho entremeses, pero se conoce el título de diecisiete. Se le han atribuido algunas obras de las que hay autores que tienen dudas de que sea una atribución correcta. La falta de impresiones de alguna de estas obras, o la pérdida de algunos de los títulos, nos indica ya que ese éxito del que habla Cervantes es relativo. Pudo gustar a su público, pero su público probablemente no era tan numeroso como otros autores, incluidas contraprogramaciones de Lope de Vega. Los críticos actuales, sin embargo, hablan de un teatro más profundo y que analiza mejor la psicología de los personajes respecto a otros autores de la época. Hay incluso quien considera a fecha de hoy que se aproxima al teatro que se hace en el resto de Europa en ese momento, como pueda ser el teatro inglés y Shakeaspeare. Según Cervantes escribió de sí, fue el primero en España en representar estados del alma sobre el escenario. Sea como sea, no hace muchos años apareció una de las obras perdidas, puede que aún en algún archivo, biblioteca particular o casa antigua pueda aparecer algún otro.
Cervantes escribió teatro mucho antes que prosa. Hoy le presentamos con este perfil como dramaturgo con Comedia del cerco de Numancia, así titulada por él de su puño y letra, pero también llamada
La destrucción de Numancia y
Tragedia de Numancia, actualmente esta obra de teatro es llamada simplemente Numancia. Fue escrita y representada en 1585. Se conservan dos manuscritos originales. Uno de ellos está en la Biblioteca Nacional de España, el otro está en la colección Sancho Rayón de la Hispanic Society de New York. Hay un tercer manuscrito aunque transcrito por otra persona mucho tiempo después, se trata de la transcripción de Antonio Sancha en su edición de Viaje al Parnaso, que hizo en Madrid en 1784 a partir de lo que parece evidente debió ser un manuscrito original que no corresponde con los otros dos citados, pero que, aún con licencias del propio Sancha, los expertos afirman que es fiable. Así lo hace constatar la edición digital de Numancia en la Biblioteca Virtual Cervantes. En su época, en el siglo XVI, la obra tuvo buena acogida. Desde el siglo XVIII hasta la actualidad se la considera la mejor obra de teatro renacentista española, al menos en su construcción y planteamiento. Durante la Guerra de Independencia de 1808-1814 se representó con mucho éxito de público, especialmente en Zaragoza durante su sitio por las tropas francesas. La obra, de hecho, cuadra bien con el teatro historicista del romanticismo del siglo XIX. Narra el último año de sitio de la ciudad de Numancia por las tropas romanas y su desenlace trágico y heroico en el que sus habitantes deciden suicidarse en masa y destruir la ciudad antes de que Roma la tome.
Cervantes no había leído las crónicas romanas de Tito Livio, Estrabón, Salustio, Polibio o Lucio Anneo Floro, sino que conocía esa parte de la Historia a través de una crónica de la Historia de España escrita por Florián de Ocampo en 1553, que continuó Ambrosio de Morales, que fue muy leída en su época, así como otras crónicas de Diego de Valera y Juan de Timoneda en las que aparecen detalles que sólo aportan ellos en el siglo XVI, como el episodio de la entrega de llaves de la ciudad, que Cervantes recoge en la última escena de su obra. También debió influirle La Iliada de Homero, en cuanto a la escena en la que se plantea la posibilidad de solucionar la guerra mediante un combate singular entre dos guerreros, uno por cada bando, a los pies de las murallas. E igualmente La Eneida de Virgilio, pues aparecen unas deidades e incluso un difunto que no sólo vaticinan cómo terminará Numancia, pues está predestinada, sino también como evolucionará España y cómo será la descendencia de sus reyes, augurando ser Imperio del mundo con Felipe II, rey y emperador en esos momentos en los que se crea la obra. Ni que decir tiene que esas crónicas citadas tenían por objeto ensalzar España como Imperio y a los Augsburgo. Pensemos que por entonces recibía el nombre de Reino Hispánico, pues era un reino de reinos desde la unión de los Reyes Católicos con su matrimonio y la Guerra de Sucesión Castellana de 1475-1479. El nombre de España se usaba de manera genérica recordando el antiguo genérico de Hispania en los tiempos de Roma, e incluso en los visigodos. El nombre de España como nombre del Estado se generalizará y oficializará con los Borbón en el siglo XVIII. Al ser un reino de reinos se quería potenciar una idea que ya existiera desde los tiempos medievales de Alfonso VI y de Alfonso X, que aunque fueran varios reinos, en realidad existía una unidad de destino llamada España, por lo que un rey debía prevalecer sobre los otros reyes. Sin entrar mucho más en este apunte de Historia, desde los Reyes Católicos se escribieron varias crónicas que venían a unificar todos los reinos en uno, y a alterar la Historia conocida hasta entonces para justificar la existencia única del Reino Hispánico, cosa que el nacionalismo y el orgullo imperial logró plenamente en la mente de sus vasallos con Carlos I y Felipe II. Estas crónicas obviaban que España no existía en los tiempos de los numantinos, habiendo por entonces una confederación de pueblos íberos, unos alineados con Roma, otros coordinados contra Roma. Por ello, en la obra de Cervantes se trasluce ese nacionalismo español e imperial que, incluso en la derrota, se desprende la victoria. Ensalza a Felipe II y a su imperio, aún siendo unos dieciséis a diecisiete siglos después.
Contenía también como influencia la propia experiencia de la guerra que tuvo Cervantes como militar, cuya batalla más famosa que vivió fue la de Lepanto en 1571, por la que fue preso de guerra cuando regresaba su barco. Esta obra la escribió a catorce años de aquello, aunque vio en Argel otras cuestiones de la violencia, pues en su cautiverio incluso hubo una peste en la ciudad. Aunque Cervantes ensalza con heroísmo las actitudes de los numantinos y habla bien de los valores de honor en la guerra, en una lectura atenta veremos que en realidad hace una muy dura crítica a la guerra. La analiza en todos sus factores, no sólo en los bélicos, pues así por ejemplo el hambre y la muerte por hambre es algo central y repetitivo en Numancia, pero también la enfermedad por peste, la orfandad de los niños cuya vida quedará marcada para siempre, la esclavitud y presidio de los derrotados, el uso sexual de las mujeres de los perdedores de las batallas, etcétera. Cervantes sabe bien de lo que escribe. Incluso la entrada y salida de los mandos romanos o la descripción del sitio de la ciudad y de algunos combates nos hace pensar que pudo haberlos escrito usando referencias autobiográficas o recuerdos de guerra.
La obra se reparte en cuatro jornadas o actos, que a la vez tiene cada una dos escenas, excepto la jornada cuarta, que tiene cuatro escenas. Tengamos en cuenta que Cervantes llama a los actos jornadas. Es un reparto muy matemático correspondiente a las normas clásicas de la antigüedad de cómo debía ser el teatro. Por ello esta obra tiene en sí una estructura plenamente renacentista, pero anticuada, aún siendo algo moderno la búsqueda de la psicología interior de los personajes. Otro rasgo renacentista será el uso de ser un teatro en verso de arte mayor, perfectamente medido y en rima consonante. Algo que ayudaba a los actores a memorizar los pasajes más largos, pues Cervantes acostumbra aquí a crear extensos discursos a los personajes. Incluso acota algunas recomendaciones para su dirección y representación en caso de que no esté él dirigiendo, como por ejemplo la posibilidad de usar actores para unos personajes femeninos pues, dice él, tendrán la cara tapada. Esto puede tener que ver con algunas normas sobre la representación de mujeres y las mujeres mismas. Recordemos en este punto que Cervantes era un adelantado a su tiempo en este aspecto, creyendo en los derechos de las mujeres (salvando las distancias del siglo XVI) y que su propia vida giraba en un entorno de mujeres, una de las cuales, su esposa, era su propia editora. Recomiendo repasar las notas del libro Cervantes y la libertad de las mujeres (Juan Francisco Peña, 2018).
La obra comienza en el campamento militar romano en la tienda del alto mando militar al cargo de Escipión (aquí llamado Cipión en algunas versiones que respetan la forma de hablar del XVI trascrita por Cervantes, pero que en ediciones actuales corrigen a Escipión). El general romano habla con Jugurta enojado porque acaba de ser destinado por Roma a acabar la resistencia de Numancia, que lleva unos once años estancando la guerra. Su enojo en realidad es porque lo primero que ha hecho es ver cuál es el problema y lo atañe a la desidia del mando anterior y a la dejadez de la tropa que se dedica más al juego, la bebida y las prostitutas, dando por resultado en sus combate innumerables derrotas. Dice Escipión que muchos causan baja por sífilis. Es posible que esto también sea parte de la experiencia de Cervantes en la guerra.
Unos embajadores de Numancia llegan para ofrecer una paz honrosa para ambas partes. A lo que Escipión se niega, creyendo que Roma queda ofendida y derrotada si acepta esa paz. Los hace irse de vuelta con la noticia de que la guerra continúa. Escipión manda poner orden en el campamento, expulsar a las mujeres, atajar las borracheras y prohibir el juego. Plantea crear disciplina militar renovada. Con esto sale a reunir y arengar a las tropas transmitiendo sus órdenes y les cuenta su nuevo plan de guerra. Como los combates los ganan los numantinos, y se da cuenta que lo hacen porque no es lo mismo el ánimo del invasor que el del defensor, él mismo dará ejemplo comenzando a cavar una profunda fosa alrededor de la ciudad, pues no deberían salir ni entrar ya más íberos en la ciudad. Van a sitiarla y a dejar que se rindan o mueran por hambre y sed. Aunque, le señalan, una parte de la ciudad da a un río, el Duero.
Aquí entra un elemento venido de las obras griegas y romanas, la intervención de los dioses. No se trata del dios cristiano, pues la obra es sobre Numancia, ni tampoco son los dioses grecorromanos que marcan con sus designios el futuro de las personas. Son divinizaciones inventadas por Cervantes, quizá como algo innovador que pretendía equiparar los mitos fundacionales de España con los de Roma y Grecia. Aparecen España y Duero vaticinando el destino de Numancia y el futuro de los reyes de la España que nacerá más tarde con el recuerdo de Numancia y su valor. Dejan hacer a los numantinos el comienzo de lo que será su final.
Unos sacerdotes se reúnen en Numancia junto al líder de los numantinos. Se decide, tras un largo asedio que ya se ha cobrado vidas por hambre, que los sacerdotes ofrezcan oficios y sacrificios a los dioses, y que a la vez se les ofrezca a los romanos acabar la guerra mediante un combate entre cada uno de los guerreros de cada bando que elijan. La oferta del combate será despreciada por Escipión, que considera que el ofrecimiento se hace porque su táctica de asedio puede estar triunfando. En cuanto a lo otro, los sacerdotes son visitados por el diablo, que les roba el animal que iban a sacrificar y a cambio les resucita a uno de sus jóvenes guerreros, muerto por la peste. El joven guerrero les anuncia que el destino de la ciudad ya está decidido por las deidades y que no se puede hacer nada, porque de ese destino nacerá un gran imperio. Se queja que le hayan sacado de la tumba y les desvela que la ciudad arderá y sus gentes morirán, pero eso no lo harán los romanos. Ante los horrores de la tragedia decide volver a su tumba a descansar. Sin duda, aunque del siglo XVI, es normal que la obra triunfara en el siglo XIX, no sólo por casar con el sitio de Zaragoza y por su carácter historicista heroico, si no también por un elemento tan romántico y fantástico como el de esta resurrección, que en el fondo responde a historias similares narradas en La Odisea, La Eneida o Las argonáuticas.
El asedio prosigue y hay mayor número de muertes por hambre en la ciudad. Los líderes militares deciden atacar en bloque a los romanos y morir hasta el último hombre en un acto heroico donde mueran combatiendo y no por hambre. En ese momento llegan las mujeres de la ciudad con sus hijos en brazos y les recriminan su egoísmo, pues sus hijos quedarán esclavos y romanizados y ellas serán tal vez violadas y después sirvientas o casadas con romanos. Ellos recapacitan y reconocen que no quieren eso. Deciden en ese caso destruir todas las cosas de valor de la ciudad en una hoguera y matarse todos, destruyendo la ciudad, para no darles una victoria a Roma. Algunos personajes aceptan el destino decidido, mientras otros no desean morir.
Así quedan solos Lira y Morandro, una mujer joven soltera y un guerrero. Entra aquí unos protagonistas a media obra ya representada, algo inusual, y que introducen un elemento de amor que también casará con el romanticismo de siglos después. Lira tiene a su familia desfallecida por hambre y Morandro quiere que ella viva, pero ella también desfallece, por ello Morandro decide ir con un amigo a asaltar el campamento romano solos para poder robar pan. Logran robar un mendrugo a costa de la muerte del amigo de Morandro, y de que el propio Morandro morirá a los pies de Lira cuando esta reciba el pan.
Los dioses intervienen para hacer saber que el tiempo es cumplido. Una mujer huye de un hombre que, siendo su pareja, va a cumplir la orden de matarla para que así todos los numantinos mueran antes que caer en manos romanas. Cervantes nos desvela así una cosa: el suicidio colectivo y destrucción de Numancia no es algo tan heroico y tal vez esté falseado, pues al menos una mujer aparece en escena horrorizada porque van a matarla. Una vez más, nos cuenta los horrores de la guerra, no su aparente encumbramiento. La obra encumbra lo heroico, pero tiene sutilezas como estas que en realidad son críticas a la guerra. Cervantes parece indicar lo inevitable de la guerra y nos dice que hay que tomar decisiones terribles, pero nos desliza que en realidad es contrario a la guerra por todo el sufrimiento y muertes innecesarias, a menudo por el orgullo de algunos mandos, empezando por Escipión y por la invasión de Roma.
Lira desesperada por la muerte de Morandro, de su amigo y de parte de su familia, termina arrojando el pan y suicidándose. La obra termina cuando los romanos ven los fulgores y humo de un incendio en la ciudad y se asoman con escalas por las murallas para ver que la ciudad entera arde y todos están muertos. Sólo un joven llamado Viriato (en recuerdo al Viriato histórico que en la vida real en breve entrará a ser un caudillo en el centro peninsular) ha huido y se ha refugiado en una torre. Escipión se dirigirá a él para que se entregue y al menos proclamar su victoria sobre Numancia a través de esa entrega. Viriato les arroja las llaves de la puerta de la ciudad, pero él se niega a ser derrotado, pues su derrota simbolizaría la derrota de toda la ciudad, la cual se ha inmolado, y eso no puede ser a costa de nada. Por ello, se lanza al vacío desde la torre. Los romanos reconocen su derrota en la victoria y reconocen el heroísmo numantino.
Ciertamente, parece un teatro más cercano a lo que se hacía en Inglaterra, que a lo que se estaba haciendo en España. Pensemos por ejemplo en las obras de Shakespeare Ricardo II (1595), Julio César (1599), Hamlet (1603), El rey Lear (1603), Macbeth (1606) o Antonio y Cleopatra (1606), entre otras, aún cuando esta obra de Cervantes, Numancia, es de 1585.
Reseña escrita por Daniel L.-Serrano "Canichu".